Las comunidades de Fazenda de la Esperanza se crearon hace 40 años con la finalidad de acompañar y liberar del flagelo de la droga a jóvenes de Brasil, hoy ya está presente es más de 20 países con unos 160 establecimientos. Uruguay no es la excepción y durante agosto se realizarán diversas actividades para celebrar el aniversario.
Fazenda de la Esperanza es una red de comunidades que trabaja para la rehabilitación, principalmente de personas con problemas de consumo de drogas. Se fundó hace 40 años en Brasil y su casa madre está en San Pablo, aunque hoy se encuentra presente en 24 países y tiene más de 160 establecimientos en el mundo.
La red se apoya en diferentes grupos distribuidos en territorios que se llaman Esperanza Viva y no solo brinda asesoramiento para ingresar a una Fazenda, sino que realiza el seguimiento de la persona que pasó por el tratamiento. En Uruguay existen tres comunidades terapéuticas, es decir, centros de ingreso voluntario, en Cerro Chato (masculino), Montevideo (masculino) y Melo (femenino).
En la capital inauguraron un centro que se llama “Monte Carmelo” y se ubica en la zona de Punta de Rieles, desde agosto de 2020. La creación de esta fazenda se dio a través de una iniciativa de la Iglesia católica y de un grupo de laicos que ayudaron a hacerlo posible para que se atienda a jóvenes con problemas de adicción. Lo que sucedía antes de este espacio era que en Cerro Chato estaban trabajando siempre al límite de la capacidad y debían enviar a los jóvenes en tratamiento a fazendas de Brasil o Argentina.
Fazenda de la Esperanza lleva 40 años en el mundo y es por este motivo que durante agosto realizarán diversas actividades con el fin de celebrar el aniversario del movimiento. “Queremos hacer una gran fiesta, pero como no tenemos una estructura para encontrarnos todos los miles de jóvenes, celebraremos por país, ya que somos la comunidad terapéutica más grande del mundo”, dijo a La Mañana Afonso Boueres, voluntario, psicólogo y presidente de Fazenda de la Esperanza en Uruguay.
Las celebraciones comenzarán el 27 de agosto a las 16:00 horas con una fiesta de la fazenda en la que llegarán los fundadores desde Brasil. Todos quienes deseen conocer la labor del movimiento están invitados a la comunidad de Montevideo. El 28 de agosto se tendrá una misa de acción de gracias en la Catedral de Montevideo con el cardenal Daniel Sturla y también con los fundadores, a la que puede ir quien desee. Luego, el martes 29 de agosto, se desarrollará una mesa redonda sobre la problemática de la droga de la que participará Daniel Radío de la Junta Nacional de Drogas.
Un mensaje positivo en medio del caos
Actualmente en nuestro país hay 44 jóvenes en recuperación, 22 en Montevideo, 16 en Cerro Chato y seis mujeres en Melo. Boueres llegó a las fazendas de Uruguay hace cinco años y destaca que tanto los centros de ingreso voluntario como los grupos de Esperanza Viva tienen un gran carisma por la esperanza, al punto tal que en Montevideo inauguraron en medio de la pandemia, enfrentando la incertidumbre y dando un mensaje de vida para quienes lo necesitaban. “En medio de intentos de suicidio, depresión y drogadicción, recibimos a los jóvenes con todos los cuidados correspondientes”, aseguró el presidente.
“Mi evaluación de estos cinco años en el país es que cuando estábamos solamente en Cerro Chato teníamos capacidad para unos ocho jóvenes, y al llegar a Montevideo fue una oportunidad de ayudar a muchas otras personas. No es solo para jóvenes que se recuperan, sino para sus familias, porque ellos encuentran a la esperanza al ver al joven rehabilitado”, destacó Boueres.
Comentó que, desde que están en la capital, tienen más apoyo de la comunidad porque lograron hacerse más conocidos, y además de tener visibilidad, ayudan a desagotar las fazendas del interior. Hoy las dos fazendas masculinas están llenas, en Argentina tienen 12 centros y también están llenas de uruguayos.
Los tres pilares
La propuesta de Fazenda de la Esperanza es que los jóvenes se rehabiliten en el correr de un año, ya que según sus estadísticas en general se consigue con ese período el objetivo. “En algunos casos hemos solicitado un tiempo más, porque cada persona es única. En el acompañamiento individual y conversaciones, y en vínculo con la familia es que evaluamos si es necesario extenderse más de los 12 meses”, señaló el entrevistado.
La fazenda no es una clínica, porque no hay psiquiatras, médicos ni enfermeros. Quienes acompañan a los jóvenes los derivan si alguno pide ayuda, análisis de salud o servicios psiquiátricos. Esto se realiza también para evaluar si la persona tiene condiciones de vivir con otras. “Nosotros trabajamos en la reeducación para que encuentren un sentido de vida con nuestra metodología, apostamos al trabajo, se fomentan valores como puntualidad, compromiso, responsabilidad, que descubran sus dones. Los acompañamos para que puedan hacer todas las actividades, porque lo más importante es estar ocupados”, expuso el presidente.
Trabajo, convivencia y espiritualidad son los tres pilares para el proceso de rehabilitación en las fazendas. “Somos una comunidad católica, pero pueden venir personas con o sin fe. También nos enfocamos en la convivencia, porque se dicen que quien no sabe convivir es un enfermo social, y los chicos llegan con muchos traumas, porque a causa de la droga tuvieron encontronazos, estuvieron en ambientes de violencia y eso los llevó a estar más en la calle que en la casa”, explicó Boueres.
Apuntó que son personas que no confían en nadie y en fazenda comienzan un proceso de autoconfianza, de relaciones con los demás y se van abriendo con los voluntarios, aprenden a respetar el espacio del otro y se da un clima familiar. “Parece simple, pero es muy exigente llegar a eso”, agregó.
El día después
Ante la consulta de qué sucede con los jóvenes una vez que están rehabilitados, Boueres sostuvo que fazenda cuenta con grupos de apoyo, los llamados Esperanza Viva. Estos grupos actúan cuando una persona pide ayuda a una fazenda, ya que se le solicita que se dirija a ese grupo de voluntarios conformado por personas que ya pasaron por el proceso de rehabilitación y le presentarán la propuesta. “Entonces ellos ingresan a la fazenda, pasa un año y cuando salen están en contacto con esos grupos, y quienes al principio fueron ayudados ahora pueden ayudar a otras familias, es un ciclo. Es un ambiente familiar y seguimos siempre en contacto”, aseguró.
Por otra parte, Boueres explicó que en laproblemática de las mujeres con las drogas hay un reflejo de la sociedad en cuanto a la desvalorización de ellas. Como ejemplo, habló sobre la diferencia en la respuesta familiar ante un problema de drogas cuando es un varón y cuando es una mujer. El varón recibe apoyo, “pero las chicas reciben un rechazo más fuerte de la sociedad y de su entorno, esto se nota también en el número de voluntarios que están dispuestos a ayudar en las fazendas masculinas y pocos en la femenina, es una foto de la sociedad”.
A su vez, sostuvo que la mujer suele tener más vergüenza de asumir el proceso, de pedir ayuda, porque sufre más y le cuesta en gran medida autoperdonarse, lo hace de forma lenta y dificultosa.
De una semana a 20 años
El entrevistado conoció Fazenda de la Esperanza por medio de un movimiento de la Iglesia llamado de los focolares. “Nosotros hacíamos encuentros en la fazenda, pero cuando íbamos los chicos no estaban porque reservaban el lugar para nosotros, entonces me fui acercando por mi cuenta y me pareció una experiencia extraordinaria contribuir con ellos, Me fui para pasar una semana y ya llevo 20 años. Viví en numerosas fazendas de Brasil, hasta que me pidieron si podía ayudar en Uruguay y me encanta vivir acá”.
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