El humorista y profesor de historia Diego Delgrossi mantuvo un extenso diálogo con La Mañana en el que hizo un recorrido de su vida y trayectoria en mundos muy diferentes como el de la televisión y del aula. Se identifica como batllista y desde siempre tuvo un particular interés en el estudio de las guerras. Consideró que la guerra en Ucrania “se veía venir”, analizó algunas consecuencias para Uruguay y sostuvo que deben difundirse todas las distintas versiones.
Tuviste tu inicio en la televisión de la mano de Plop en el año 1991. ¿Cómo se vivía entonces la producción nacional?
Plop estaba formado por un elenco importante, de al menos doce personas, donde solo en sueldos se iban treinta mil dólares por mes por parte del canal –al cambio de la época–. Demorábamos tres o cuatro días en hacer un programa. Hoy todo eso es impensable. En esa época un solo elenco hacía teatro en verano, hoy lo hacen todos, por suerte. Plop fue una muy linda experiencia, donde aprendí muchísimo y tuve grandes maestros. En el elenco había actrices de la Comedia Nacional, algunos con más de 30 años de experiencia, o gente vinculada a la música que tenía su orquesta, como la de Raúl Medina, con más de 25 músicos.
Hoy continúas haciendo TV. ¿Cómo ves la producción nacional actual?
Cambió todo rápidamente. No digo que sea malo, sino que es otra cosa. El entretenimiento y la forma de comunicar cambiaron. Los formatos internacionales han llegado a todo el mundo y también a Uruguay. Lo que tenemos que hacer ahora es adaptar los formatos con algo uruguayo. Nos pasó en “La culpa es de Colón”, por ejemplo, que es un formato español, pero donde naturalmente afloró la uruguayez, nuestro humor. Y la gente respondió. Gusta más eso porque tenemos una ausencia de humor nacional –lo hubo desde hace quince años– y porque llegamos en un momento muy particular de la historia: en medio de la pandemia. Nos pasó que nos escribía gente que nos contaba que estaba en la primera línea de batalla y que nos veía al llegar a su casa, agradeciéndonos por alegrarlos o distraerlos de todo lo que se vivía.
En ese sentido, ¿qué te enseñó el humor?
El humor es una forma de vida de todos nosotros, que nos diferencia del resto de los animales. Me hizo reflexionar sobre lo que es vivir como artista, que se puede, aunque tenés que dedicarte tiempo completo porque Uruguay es un país caro. También el hecho de haber conocido mucha gente que me dejó grandes enseñanzas. Siempre le digo a la vida que me dé la sabiduría suficiente para poder decantar todo eso y usarlo en el momento indicado. En lo espiritual, me permitió darle a la gente una sonrisa y sacarlos un poquito de la realidad.
¿Cómo vivís hoy la docencia en historia?
Antes de la pandemia dejé de dar clases en secundaria. Hoy doy cursos vía zoom. Empecé la semana pasada con un curso sobre la Segunda Guerra Mundial y el seis de abril comienzo con un ciclo de charlas sobre los conflictos durante la Guerra Fría. Lo tenía planificado hace un año.
¿Por qué decidiste especializarte en conflictos?
Siempre me atrajo el fenómeno sociológico de la guerra. El hecho de que una persona en una sociedad civilizada como la nuestra vaya preso si mata o hiere a alguien, pero cómo también puede ser un héroe si lo hace en el marco de una invasión, por ejemplo. Ese fenómeno social, jurídico, económico y bélico siempre me llamó la atención. Lo heroico de las guerras, la cuestión de cómo cambian las fronteras, los imperios y la cultura de los pueblos.
En tu opinión, ¿qué fenómenos se mueven detrás de una guerra?
Desgraciadamente, la guerra está en el genoma humano. Lo tenemos que asumir, porque si no asumimos un defecto o una carencia, no se puede contrarrestar. Curarte no te vas a curar. No podemos estar con el orgullo posmoderno de decir “hagamos el amor y no la guerra”, porque en algún momento, va a venir igual. Entonces sí, hagamos el amor, pero mientras no haya guerra. Detrás de estas siempre hay una causa económica y también de gloria o de prestigio. Podemos analizarlo, porque siempre el que invade o hace una guerra se escuda en un bien superior, sobre el cual casi nadie puede argumentar nada: se hacen guerras en nombre de la paz, de la civilización, de la cultura. ¿Qué argumento vas a tener? Después descubrís que en realidad había oro o petróleo en ese país.
Dejemos en claro algo: la guerra no nos sirve, es la cosa más barbárica que puede hacer el ser humano, es repulsiva y lo primero que muere son los derechos humanos. Ha arrasado con las juventudes de todas las civilizaciones. No la fomentamos ni justificamos, pero mientras sigamos con este posmodernismo de la corrección política diciendo que la vida es todo color de rosa, luego sucede que los países no están preparados para una defensa.
Entonces, ¿cómo enfrentarse a esta realidad?
Ojalá nunca lo tengamos que usar, pero es preferible tener un ejército preparado por si lo precisás a no tenerlo y tener que salir a formarlo a último momento, que es lo que les pasó a los ucranianos que en estos últimos diez días tuvieron que recibir armas defensivas.
Desde tu rol, ¿cuáles son las principales claves de la guerra entre Rusia y Ucrania?
El conflicto se veía venir. No tan apurado como lo fue, pero tiene sus raíces en el año 2014, en el primer enfrentamiento con unos nacionalistas ucranianos del gobierno contra ucranianos que querían ser parte de Rusia. Esa guerra civil dejó casi quince mil personas muertas por parte del gobierno de Ucrania, que legítimamente reprimió a la gente que se quería secesionar, así como Lincoln lo hizo en la Guerra Civil norteamericana contra los confederados.
¿Por qué una guerra puede ser legítima?
Hay guerras que son legítimas (pero no éticas) cuando se quiere mantener el estatus de organización social. Pasó en España con los catalanes. Por otro lado, podemos entrar en si es humano o no el matar. Hoy está pasando algo muy particular y es que en Occidente estamos demonizando a una parte. La guerra tiene un apellido y es Putin, y del otro lado está el mundo civilizado, la OTAN, Estados Unidos, Zelenski. Sin duda que como una cuestión de solidaridad tenemos que estar con el pueblo ucraniano, porque han sido atacados, pero también hay que ver lo que pasó antes. Porque la misma OTAN que hoy reclama que se detenga el bombardeo es la que en las guerras yugoslavas de los 90 se metió y bombardeó a ciudades que claramente no eran objetivos militares. Entonces, todo depende del cristal con el que lo mires.
Días atrás estuviste reunido con el embajador de Rusia en Uruguay, Andrey Budaev, ¿Qué te llevó a reunirte con él?
Me reuní con el embajador porque me quería enterar de primera mano cuáles eran las condiciones que Rusia sentía tener para entrar en territorio ucraniano. Hablamos de la historia de la región, de Uruguay, del gran amor que le tiene a nuestro país. Se habló de política internacional, cada uno desde su lugar. Veníamos de tres días de haber bajado RT de la plataforma Vera TV. Coincidimos en que los deseos sinceros son volver a la paz, porque solo en paz se puede progresar, pero desgraciadamente se tiene que recurrir a estas “operaciones especiales”, como dijo el embajador, como las que también hizo Estados Unidos en la Isla de Granada, en los años 80, cuando ganó un gobierno comunista. Arabia está bombardeando Yemen desde hace muchos años y no tengo una sola imagen de eso. Occidente –sobre todo en la Unión Europea– está haciendo una especie de corralito mediático y coartando libertades en aras del bien público. Yo estoy en contra de la guerra, pero analizo la situación.
Fuiste criticado en redes sociales por esta reunión. ¿Cómo tomas las reacciones?
Es normal que eso pase, pero si hubiese podido hablar con el embajador de Ucrania lo hubiese hecho también. Fui para informarme de primera mano y sacar mis conclusiones. Me da mucha gracia cuando me critican por hablar con el embajador ruso, pero hay docentes que hacen proselitismo liso y llano en la educación. Hay que tratar de difundir las distintas versiones. Yo estoy a favor de que se escuchen todas las campanas.
¿Continúa entonces la Guerra Fría?
Aparentemente hubo un impasse de la Guerra Fría, mientras Rusia se reconstruyó. Y ahora Rusia quiere entrar al ring y lo está haciendo desde su potencia militar. Pero está dependiendo de China, que a la vez está jugando en los dos lados. La Guerra Fría se ha vuelto a reeditar, y Rusia está demostrando que está ahí, activa. Occidente se ha refugiado en la Unión Europea, que está estupendo, nunca Europa Occidental vivió tanto tiempo de paz que desde que terminó la guerra hasta ahora –sin ser las guerras yugoslavas y alguna guerra interna en Grecia–, pero estuvo acompañado de una agenda global en pos de la unificación de muchas cosas, una de ellas es la degradación de la carrera militar y el no fomento del armamentismo que en parte me parece bien pero que es de lo que carece hoy Europa Occidental.
¿Cómo se encuentra Uruguay en esto?
Somos testigos de un acontecimiento global que nos va a afectar. Ya están subiendo los combustibles. Somos un país pequeño con materias primas, siempre las guerras fueron una oportunidad para los países con estas características. Recordemos a Uruguay como la Suiza de América. Por suerte hubo gente inteligente que agarró toda esa riqueza y la invirtió bien en infraestructura, logística, educación. Tuvimos a un batllismo que le cambió la cara radicalmente al Uruguay, que sigue siendo la base del Estado contemporáneo y por más que venga mañana un gobierno diametralmente opuesto que sabe que esa base no la puede tocar, porque esa base del estado de bienestar, que fomentó la clase media, y que el Dr. Tabaré Vázquez siendo hijo de obrero pudiera ser el mejor oncólogo de Uruguay y presidente dos veces de la República. ¿Qué mejor ejemplo de batllismo que el Dr. Vazquez? O qué mejor ejemplo de democracia que un guerrillero que en su momento estuvo en contra de las instituciones democráticas asumiera como presidente bajo las normas de la misma Constitución que 50 años antes había intentado derrocar. Me habla muy bien de la democracia, de la República y de algo que, por más que lo neguemos, somos todos en este Uruguay: batllistas. Eso excede a la ideología y al partido, es una forma de ser.
¿Cuáles son tus próximos planes?
Estamos realizando “La culpa es de Colón” y nos está yendo bárbaro. Con respecto al humor, voy a estrenar un espectáculo nuevo, estaremos recorriendo el interior. Continuaré dando charlas de historia, disfrutando de la paz del barrio y de las pequeñeces. Vengo de un año entero sin trabajar, estuvimos dando vuelta los pantalones a ver si caía alguna moneda.
¿Cómo viviste ese tiempo?
De mis ahorros. Mi esposa también estuvo sin trabajo durante ese tiempo. Fueron grandes desafíos para la familia. Tratamos de no hacerles llegar las amarguras a los chicos. Fue un golpe, pero lo superamos. Esperemos que no vuelva a suceder. Como decía el embajador británico en Berlín cuando estalló la guerra en 1939: “Hay que estar preparado para lo peor, esperando que suceda lo mejor, hasta que pase lo contrario”.
“Uno no debe olvidarse de dónde viene”
Nació en el año 1971 en el barrio La Comercial, pero se crio en Goes. Diego Delgrossi vivió una infancia inocente, ni mejor ni peor a la que se vive hoy: distinta. En un Montevideo más fusionado, asistió a la escuela pública ubicada entre las calles Inca y Blandengues, donde compartió asiento con el hijo del gerente del banco y la hija de la empleada doméstica. Por su parte, él es hijo de un chapista y una funcionaria de la Cooperativa Magisterial que ingresó a los 14 años envolviendo paquetes y se jubiló como jefa de dirección general.
El humor y la historia siempre estuvieron presentes en su vida. El primero, por su personalidad. Delgrossi despierta simpatía y alegría sinigual con su presencia, que transmite a través del teatro y programas de TV. Pero también profundiza en la charla con minuciosidad sobre los hechos del pasado. Observa, analiza. Habla con propiedad: es un eterno estudiante. La guerra ruso-ucraniana lo llevó a investigar aún más y a escuchar todas las campanas del conflicto. Pero el verdadero interés en la historia surgió durante su infancia, a través de la lectura y los dibujos animados que veía por la televisión. Jugando a los cowboys, la historia le entró por la sangre.
A sus 18 años le surgió una oportunidad única: ser parte del elenco de un programa humorístico que fue ícono para la historia de la TV uruguaya: Plop. De un día al otro, comenzó a trabajar al lado de grandes personalidades tales como Jorge Denevi, Álvaro Ahunchain, Pepe Vázquez o Jorge Abbondanza. Algo así como le sucede a los jóvenes futbolistas que un día se encuentran jugando en la Selección Nacional junto a Cavani o Suárez.
Desde entonces nada fue igual. Aprendió a compatibilizar ambas profesiones: la de profesor de historia y la de humorista, aunque al comienzo casi ni dormía y tenía que administrar estrictamente la cantidad de viajes que podía hacer en ómnibus. Y al recordarlo, señala que uno no debe olvidarse de dónde viene, porque si el árbol no atiende sus raíces, se cae.
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