¿Cómo fue su infancia?
Nací en el interior, en Florida, donde viví hasta los nueve años. Después me fui a vivir a Israel durante varios años y luego volví a Montevideo. Hice escuela, liceo y universidad pública. Creo que la formación que Uruguay tenía era excelente en su momento. Hoy la educación privada, mal o bien, es una necesidad porque la capacidad locativa y de absorción de estudiantes de la pública es bastante complicada.
¿En qué momento surgió su vocación por el Derecho?
A mí siempre me gustó ver juicios en la televisión y todo eso. Me incentivó mucho que el Derecho era un instrumento de convivencia social, que las normas debían ser justas para tener una sociedad justa y analizar cómo la doctrina puede a veces influir en la interpretación de las normas para poder llegar a solucione justas, en un equilibrio entre los sujetos que litigan. Por esa razón me incliné, entre la psicología y la abogacía, por las leyes.
¿En su familia había otros abogados?
No. Mi papá era una persona que tenía un pequeño negocio y mi madre había sido enfermera. En ningún momento nadie me llevó a eso, fue realmente una vocación que me nació. Mi papá vino de Europa antes de la II Guerra Mundial, mis abuelos maternos eran rusos, mi madre nació en Israel que era Palestina en aquella época pero vivió en Argentina hasta que se casó con mi padre.
Cuando me recibí me dediqué en primer lugar por trece años a la profesión de abogada, aunque no era mi vocación real. Por eso cursé el primer curso de jueces que se hizo en el CEJU, logrando el primer lugar lo que me llevó a ejercer como juez directamente en Montevideo en un Juzgado de Paz. En esa época, en 1989, se creó el Código General del Proceso que fue la primera etapa en que tuvimos juicio por audiencias y realmente si podía solucionar los problemas de alguien me hacía sentir muy bien. Fui juez letrado civil en Pando y luego volví a Montevideo.
“Hoy la educación privada, mal o bien, es una necesidad”
¿Cuáles fueron sus referentes en el Derecho?
Yo hice mi carrera docente con Jorge Gamarra, que fue nuestro maestro y al cual le debo algunas discusiones porque él decía que los estudiantes debían formarse y no simplemente repetir porque según decía “solo los burros no cambian de opinión”.
Además siempre me gustó leer algo de Filosofía del Derecho, por ejemplo Robert Alexy me guía mucho en cuánto a cuáles son las metas que se deben buscar con el Derecho, también los autores franceses que buscaban la igualdad, la justicia y los valores post-revolución. La doctrina italiana y también la argentina que es muy similar a la nuestra con algunos grandes docentes como Jorge Mosset Iturraspe que lo considero mi segundo maestro y fue muy importante porque sembró sobre Derechos Humanos y la protección de los más débiles. Esto me llevó a ocuparme de la responsabilidad médica y el derecho del consumidor, a estar del lado de los débiles.
Simultáneamente usted comenzó una destacada trayectoria como docente…
La docencia la llevo también en el alma porque para mí los alumnos fueron como hijos postizos. Desde los 14 años empecé a dar clases en una escuela hebrea e hice un curso para magisterio de hebreo. Luego di clases en liceos hasta dedicarme a la docencia universitaria, que todavía sigo y realmente amo. Fui de la Udelar pero como tenemos “fecha de caducidad” a los 70 años y ya los cumplí, lamentablemente tuve que dejar esa facultad, a la que le debo todo lo que soy. Pero sigo trabajando en la UDE ahora dando dos cursos de derecho civil.
Veo que los estudiantes están muchas veces desmotivados. Hay cursos muy numerosos en la pública. A veces se sientan hasta en las ventanas. Hoy en día el joven está acostumbrado a Internet, no está acostumbrado a leer en papel y entonces les cuesta mucho. Hay siempre un porcentaje de gente muy buena y el resto que acompaña, pero uno trata de darles todo lo que puede. Yo he tenido que corregir 280 escritos y por más que tenía ex alumnos que eran mis aspirantes y me ayudaban, no es lo mismo que corregir 20 escritos en la privada.
¿Cómo se define más, como docente, como juez, como jurista?
El jurista abarca todo porque estudia el Derecho. El juez debe estudiar el Derecho para poder encontrar en cada caso concreto la solución más justa posible. El Derecho es un sistema que incluye valores y principios, que creo que lo integran, por eso no soy de los exégetas que solo leen el artículo. El juez que no estudia no puede ejercer su profesión y el docente menos, porque debe tener siempre una actualización sobre las nuevas teorías y cambios. A veces la norma es la misma, pero la interpretación cambia con el tiempo.
¿En qué momento surgió en usted la preocupación por las relaciones de consumo y la defensa del consumidor?
Cuando se firmó el protocolo del Mercosur uno de los puntos que se debía legislar y unificar fue el derecho del consumidor. Por lo tanto se formó un comité técnico, que sigue funcionando y por la facultad me nombraron para ir a asesorar en esa materia. Brasil no lo aprobó y era necesaria la unanimidad, porque Brasil tenía un código muy superior a lo que se estaba haciendo. Entonces Uruguay tuvo que dedicarse a hacer su propia ley. Trabajé mucho para que se aprobara la ley que tenemos vigente.
Se veía que había un desequilibrio y mucho abuso en el mercado. Las leyes del mercado a veces regulan bien, pero en otras el poderoso tiene muchas más posibilidades de tener todas las ventajas respecto al débil. Si vas a un banco y pedís una tarjeta no podés ponerte a discutir qué condiciones te sirven sino que se usa un contrato de adhesión. Había una falta de información que muchas veces tenía el consumidor que creaba la necesidad de defender al más débil. Era un tema que además en el mundo se había esparcido totalmente. Nosotros nos regíamos por un código de 1868, que es el Código Civil vigente. En esa época el principio de igualdad era otra cosa que lo que es hoy. Yo no soy igual a un banco o a un médico cuando me atiende. Tampoco hay que sobreproteger al consumidor, hay que buscar un equilibrio que creo que está bastante logrado en la ley, contra los peores vaticinios que se hacían en el año 2000.
¿Qué obstáculos existen hoy?
Los controles fallan. El área de defensa al consumidor no tiene personal suficiente. Aunque su director quisiera, muchas veces no puede, no hay suficientes inspectores. Otras veces el área ha sancionado y cuando se ha recurrido el ministerio no ha apoyado las decisiones que a mi criterio eran las más adecuadas. Es más, yo me presenté a un concurso para ser directora del área, lo gané pero no ingresé.
¿A qué cree que se debió?
Porque en primer lugar yo soy muy rebelde, ese es un cargo de alta especialización y también de confianza. Si no iba a poder hacer realmente lo que quería, prefería seguir en la judicatura, donde tenía la libertad de conciencia de determinar lo que yo entendía que era justo.
Hay un tema sobre el que usted ha hecho énfasis en su carrera que es la denuncia de las situaciones de usura en nuestro país. ¿Qué experiencia ha tenido con esto?
Hace muchos años yo tenía juicios en donde las personas endeudadas no podía después salir. Aún con voluntad de pago era imposible que se pagaran las liquidaciones que se hacían después de varios años que la persona había tenido un tropiezo. No estoy hablando de defender al deudor consuetudinario, al que saca créditos para no pagar, sino a todas esas personas que una vez tuvieron un problema de salud, de falta de trabajo y empiezan a enredarse en todos estos créditos para cubrir uno tras otro.
Nosotros tenemos una inflación de 8% y los intereses por financiación permitidos llegan hasta un 140%. Como se paga en cuotas la gente no se da cuenta. El problema aparece cuando se atrasan una cuota porque ahí deben todo y se cambia el interés al de mora que es más alto todavía y por lo tanto llega a ser cercano al 200% con el IVA. Pero adicionalmente, los intereses esos tan altos se capitalizan. O sea cada vez el capital va creciendo, sumando intereses y creciendo exponencialmente. Las cifras que dan son absurdas. Tuve un caso en que una señora debía 27.000 pesos porque sacó 30.000 de un banco, tuvo el problema de la crisis del 2002 y por lo tanto se atrasó debido a una cuenta en dólares. Cuando pide liquidar la deuda en 2009 la deuda llegó a 1.361.000 pesos, o sea, perdía su casa y seguía debiendo.
¿Fue escuchada por parte de los partidos políticos?
Siempre he luchado para que el interés, por lo menos, no sea capitalizable. Y no he tenido ninguna respuesta favorable salvo un diputado del Frente Amplio que una vez presentó un proyecto, me pareció que tenía buenas intenciones, pero no tuvo resultados.
“Hay que priorizar la vida de la gente antes que economizar en salud”
¿Por qué cree?
Pienso que es el poder que tiene quienes imponen los intereses. Los del mercado no lo fija el Banco Central sino las entidades de intermediación financiera, con el promedio de las tasas que fijan que es la base para calcular la usura. Sobre ese promedio que fijan los propios bancos que prestan, se puede superar los compensatorios un 55% más y los moratorios un 80% más. No hay país en el mundo que tenga estos intereses. Ni en Argentina con la inflación que tienen, ni en Brasil donde no lo pueden entender. La única explicación es el afán de lucro.
Como juez seguramente le ha tocado abordar situaciones difíciles, ¿cómo ha lidiado con eso?
Yo he dejado en la calle a mucha gente y a mí eso me dolía muchísimo. Entonces trataba de luchar por el lado legal porque lo que se estaba pidiendo yo no lo podía aminorar, porque era legal. Eran casos de usura legal, de interés excesivo. Si eso no es excesivo, no sé qué es. Estamos violando la Constitución también.
Lo he visto mucho más cuando formé una organización con chicos de la universidad. Los más jóvenes se preocupan mucho pero están sumamente atareados con las materias. Había centenares de personas desesperadas que no podían terminar de pagar, a veces no saben lo que deben o lo que firmaron.
Otro tema que le preocupa mucho es la salud. ¿Desde qué punto de vista?
En 1989 con la Dra. Beatríz Venturini escribimos el primer libro sobre responsabilidad de los médicos y de los centros asistenciales donde empezamos a analizar estas cuestiones. Antes el médico era el paternalista, el que decidía y no se concebía que se podía reclamar a un médico aunque se equivocara o hiciera las cosas mal. Luego trabajé mucho con médicos grado 5 sobre distintos temas. Realmente creo que el paciente es el más débil en esa relación. La mayor parte de los médicos no son los que cometen mala praxis, pero los menos tienen que responder.
El paciente es el que tiene que demostrar la mala praxis, tiene esa carga y para eso debe pedir a un perito que es otro médico que normalmente trabaja en algún centro. En otros países existe un sistema de peritajes que son solo funcionarios públicos, que no ejercen la profesión y entonces hay algo más de distancia y objetividad.
¿Qué opina de la discusión en torno a los medicamentos de alto costo y el Fondo Nacional de Recursos?
Me acuerdo que Tabaré Vázquez en la primera ley de presupuesto quiso establecer un artículo para que no se pudiera ir a pedir a los jueces un determinado medicamento. Yo estoy totalmente en contra de eso. Es más, recuerdo haber ido a luchar contra esos artículos junto con la Facultad de Derecho, con asociaciones de consumidores y peleamos para que eso no sea así. Creo además que sería un artículo totalmente inconstitucional porque se priva del debido proceso a una persona y el juez es el único que puede dirimir los conflictos en este país.
La Constitución nuestra establece que el ciudadano tiene el deber de cuidar su salud, pero los otros tienen también el deber de brindar los medios necesarios al que no tiene recursos suficientes. Es una norma que no está en otros países y nosotros siempre nos vanagloriamos que tenemos una Constitución con ese derecho humano tan importante. No podemos hacer un doble discurso. Si Salud Pública avala y autoriza la venta de un medicamento, entonces ¿por qué al pobre no se lo voy a dar? El juez no da arbitrariamente medicamentos porque sí y muchas veces se demora años en que se incorporen medicamentos al formulario terapéutico o al PIAS para nuevos procedimientos.
“No hay país en el mundo que tenga estos intereses. Ni en Argentina con la inflación que tienen, ni en Brasil donde no lo pueden entender”
Todo este asesoramiento de la parte de sustentabilidad económica está hecho por el Banco Mundial. El signo de pesos está primero que los derechos humanos. Entonces se contabilizan los meses que pueda tener de vida la persona de acuerdo al PBI de cada país. Y eso lo hace la propia OMS. Es verdad, yo no digo que los laboratorios son santos, pero busquemos otra forma como comprar los medicamentos junto al Mercosur, pero no dejemos morir a una persona. Es muy fácil cuando le toca a otro opinar y hacer cuentas. No lo puedo concebir como ser humano. Hay que priorizar la vida de la gente antes que economizar en salud.
La búsqueda del bien
Actualmente vive en el barrio Sur sobre la calle Cebollatí. Tiene diez nietos y su hobby es llevarlos a pasear aprovechando que ahora tiene menos actividad tras su jubilación como juez y dejar de dar clases tanto en la Udelar como en la Universidad Católica.
“Me gusta leer pero un poco aburrido, leo Derecho, aunque también alguna serie de Netflix para distraerme”, señaló Szafir.
Afirma que cree en Dios, “como contacto de uno con algo superior”, pero no cumple con ningún rito en particular. “Respeto cualquier religión que busque el bien”, agregó.