Preguntar qué fue primero, si el rugby o Dios, en la vida del Juan Andrés Verde, podría ser una pregunta de rigor. El hoy cura llegó a competir en mundiales juveniles de este deporte antes de dedicar su vida al sacerdocio, pero él no duda al responder. “Debo admitir que el rugby ocupó un lugar central en mi vida, pero hoy, con el diario del lunes, tengo la certeza de que, desde el principio, Dios estuvo ahí, guiando mis pasos y mostrándome el camino”, admitió en conversación con La Mañana.
Aunque este deporte le aportó disciplina a su vida y una especie de mapa en cómo actuar frente a determinadas situaciones –cortarse sólo por la punta o jugar en equipo- al comienzo de su juventud, Verde sintió un vacío difícil de explicar. Por entonces, recordó, tenía todo: amigos, familia, novia, trabajo y éxitos en el rugby, mas en su interior se movía una inquietud a la que trató de llegar a fondo.
Y de esa forma, como quien deja todo para aferrarse a un pequeño trozo de terreno donde sabe que hay escondido un tesoro, Verde se deshizo de sus seguridades y se aventuró en una misión. Donó el dinero que tenía ahorrado a los más necesitados, y regaló sus trofeos de rugby para irse por un año a trabajar en una obra salesiana al interior del país, dedicada a hijos de peones rurales y orientada al trabajo de campo.
“Allí me encontré cara a cara con ese amigo que me cambió la vida, que es Jesús”, confesó. No tenía, entonces allí, ninguna de las comodidades con las que contaba hacía poco tiempo atrás, sin embargo, la sensación de plenitud lo colmaba por completo, y decidió continuar por aquel camino.
Si bien es cierto que, gracias a su formación católica primero por su familia, y luego a través del colegio Juan XXIII, ya había realizado experiencias previas de voluntariado y misiones, reconoció que al principio corrían por su mente cuestionamientos propios de la juventud. “Cuando uno está creciendo y es momento de tomar decisiones importantes, creo que es clave no tragar lo que te manda el sistema, sino rumiarlo bien primero e identificar primero si vale la pena o es mejor escupirlo”, manifestó.
Pero Dios llegó a su vida como un fuego que abraza y no deja lugar a dudas. De esa forma, aún sin tener palabras para describir lo que sucedía por su interior, Verde dio un timonazo y se orientó al sacerdocio. En el camino se enfrentó a realidades muy distintas a las suyas, como la de los internos de la Colonia Berro. Respecto a ello, dijo haber aprendido que el trigo y la cizaña están mezclados y que no se debe apresurar a quitar la maleza, pues también se puede eliminar la hierba buena. “Don Bosco afirmaba que cada uno de nosotros escondemos, aunque sea en lo más mínimo, un hilo de bondad en lo más profundo del corazón. Y creo firmemente que es así”, detalló.
A pesar de que, en ocasiones, realidades que superan a la ficción pueden causar que este hilo se deshilache, es menester la ayuda entre unos y otros para descubrirlo y fortalecerlo. “Es más lo que tenemos en común con el otro que lo que nos diferencia, pero a veces es más difícil descubrirlo”, indicó, pero añadió que la sociedad en general “está ávida de verdad” y que potenciar a que el otro sea su mejor versión le hace sentirse mejor. “Sé que soy un pato criollo, pero quiero llegar al cielo y trato de vivir en función a eso. Muchas veces me equivoco, pero cuando uno tiene una meta alta en la vida, lucha por ello”, formuló.
Cartas para un amigo
Dentro de su vida, Verde se dedica a las tareas propias pastorales, como las visitas a enfermos, las confesiones, bautismos, casamientos, acompañamientos a entierros, misas, pre confirmaciones y confirmaciones, así como también la labor frente a personas en situación de calle, a las cuáles reparte junto al grupo Lucero alimentos. Pero la comunicación es otra de las aristas de su trabajo. A sus treinta años de edad, ya ha publicado dos libros. Por otro lado, cada domingo en la noche intenta publicar en sus redes sociales una enseñanza cristiana a través del relato de alguna anécdota de la semana, la que escribe en un lenguaje “para todo público”.
“Cuando se me empezó a llenar el corazón viviendo la fe, me encontré con el capitán de la selección rival de rugby a la que había pertenecido en el último banco de la misa. Lo saludé y le dije que me alegraba de verlo allí, pero él me respondió que, a pesar de que era el único lugar donde sentía paz, no comprendía lo que se decía durante la liturgia”, relató. Fue entonces cuando Verde se propuso comenzar a escribir las enseñanzas cristianas en un lenguaje dedicado a su amigo, pero el público comenzó a expandirse y, de un momento al otro, se vio escribiendo un libro, a lo que se le sumó el segundo y las publicaciones semanales en Internet.
El feedback fue inmediato, y en seguida comenzaron a llegar mensajes que el cura intenta responder a la mayor brevedad posible. De esta forma, comenzó a hacerse más visible en la sociedad, aunque Verde advierte que no se deja llevar por ello ya que es, en primer lugar, un sacerdote al servicio de Dios.
“Creo que todos nacimos con una misión y que vamos a ser felices en la medida en la que podamos descubrirla. Muchas veces hay que ir en contra de la marea y no se puede dejar llevar por el qué dirán, sino por la voz de la conciencia”, confirmó. Como una especie de escalera, dijo que las personas suben escalones de éxitos que permiten avanzar, aunque también existen resbalones que hacen retroceder, a los que llamó fracasos, al tiempo en que indicó que la realización es llegar bien. “La frustración es que se te caiga la escalera, y eso depende en dónde es que la apoyaste. La roca más firme para apoyarla es Dios, porque con él, por más resbalones que te des, siempre podés volver a empezar”, reflexionó.
Orden de no aflojar
¿Qué le dirías a una persona que se siente desahuciada?
Que sepa que aunque ella deje de creer en Dios, Él nunca va a dejar de creer en ella y por eso hay orden de no aflojar. La fe es, para mí, un misterio, que llega cuando tiene que llegar pero es también un regalo, que uno tiene que pedirlo. Podría ser también como un interruptor de luz que, al prenderlo, ilumina todo lo que previamente había en el lugar.
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