Su contacto con el campo comenzó de muy pequeño, y con el tiempo se profesionalizó en la materia. Luego de haberse dedicado por muchos años a la actividad agropecuaria y gremial en Uruguay y la región, se vinculó a la política. Hoy, como titular del Ministerio de Ganadería (MGAP), aspira a que el sector agropecuario sea un factor de desarrollo humano y social, sobre todo en el interior. Entrevistado por La Mañana, Fernando Mattos repasó su vasta trayectoria y se refirió a la actualidad del agro y las expectativas que genera el TLC con China.
Nació en Montevideo. ¿Cómo fueron sus primeros años?
Tuve una infancia normal, en una época de Montevideo que era muy apacible. Estudié en el Liceo Francés, siguiendo los pasos de mi padre, que también fue educado en esa institución; era un colegio muy exigente, con alto nivel de disciplina. En Uruguay estudié solamente hasta la escuela, y en el año 71 nos fuimos a Brasil, por todas las circunstancias que vivía el país. Yo tenía 11 años cuando nos mudamos a Porto Alegre.
¿El interés por el campo surgió de niño?
Yo soy de la quinta generación familiar vinculada al campo, y las vacaciones las pasábamos siempre en el campo en Tacuarembó. Desde chico fui tomándole el gusto a la actividad agropecuaria, acompañando al personal del establecimiento, aprendiendo a trabajar. Eso me permitió adquirir conocimientos y fui realizando todas las tareas propias de un trabajador rural. Además, en determinado momento ya teníamos un ingreso, o sea, nos anotaban el jornal y nos daban un tanto, y eso también era un estímulo.
Más tarde profundizó esos conocimientos en la Universidad Federal de Río Grande del Sur, donde se recibió de ingeniero agrónomo. ¿Cómo lo recuerda?
Muy bien, tengo muchos amigos e historias. Yo viví 15 años en Porto Alegre, cursé los estudios secundarios y profesionales. Después de una experiencia laboral en Uruguay tras haberme recibido, retorné a Brasil, poco antes de casarme, y tuve una segunda etapa de actividad laboral en Río Grande.
Luego, al retornar a Uruguay, al dedicarme a la actividad agropecuaria y gremial, fui construyendo otro nivel de contacto con las autoridades gremiales de Río Grande y otras partes de Brasil y de la región. Fue toda una escuela que me aportó mucho conocimiento. Durante más de 20 años integré la Asociación Rural del Uruguay (ARU), y el hecho de haber sido representante de ARU en la Junta Directiva del Instituto Nacional de Carnes (INAC) me permitió viajar al exterior y tener experiencia en comercio internacional.
¿Qué lo hizo volver a Uruguay?
Ya teníamos hijos, y se presentó la oportunidad –junto con mi esposa- de conducir y administrar los establecimientos familiares que estaban aquí en un proceso de cambio de administración. También sirvió para acompañar a mis padres en su etapa de madurez, intentando respaldar el funcionamiento del negocio. A su vez, creíamos que educar a nuestros hijos en Uruguay iba a ser algo favorable para brindarles los valores educativos del país, y eso determinó nuestro retorno.
Fue representante de la ARU por ocho años en el INAC, donde vivió de cerca la crisis de la fiebre aftosa en 2001. ¿Qué lecciones le dejó esa experiencia?
Antes de eso vivimos la crisis de la vaca loca, que fue de enorme enseñanza, que determinó un cambio en el procedimiento y derivó en el sistema de trazabilidad que tenemos hoy. Luego de que se diluyeran los efectos de esa crisis en Europa, en el 2000 se inició un proceso complejo con la reintroducción de la aftosa. Hasta ese entonces estábamos libres de aftosa sin vacunación y pudimos vender y proyectar la exportación uruguaya de esa manera.
El impacto de la aftosa fue de gran aprendizaje, fue un momento de enorme crisis para la ganadería, la industria, la cadena productiva de la carne, y para el país en general, porque la incidencia del complejo de la producción, industrialización y comercio de carne es tan importante en Uruguay que fue la antesala de la crisis financiera que eclosionó en el 2002.
De golpe perdimos todos los mercados y tuvimos que volver a generar los canales de confianza con los clientes para la reapertura, con la condición de que habíamos perdido el estatus sin vacunación y habíamos adquirido el estatus de libre aftosa con vacunación, que todavía lo mantenemos hasta el día de hoy. Todo eso fue una enseñanza importante.
En esa época fue delegado de la producción en las negociaciones entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. ¿Por qué cree que demoraron tantos años y no se llegó a un acuerdo?
Llegamos a acuerdos internos entre las gremiales industriales y de producción de la región; la UE siempre dijo que una cuota de carne debía ser distribuida según los criterios acordados por las organizaciones del Mercosur y alcanzamos el objetivo. No obstante, ajeno a nuestro accionar, algunos sectores de otros países fueron los que frenaron la concreción del acuerdo, que todavía, luego de tantos años, no se concretó. Hace tres años fue anunciado con bombos y platillos, pero seguimos a la espera y con muchos reparos de parte de Europa.
El Mercosur tiene sus problemas en cuanto a las distintas posiciones y a los cambios de gobierno y, fundamentalmente, cambios de pensamiento y de sentido que terminan priorizando los intereses de los mercados domésticos. No existe una posición del Mercosur tan aperturista, y Europa utiliza las variables que tiene la dinámica democrática y política del bloque para establecer sus trabas en una tendencia de mayor exigencia que termina dando lugar al proteccionismo, especialmente en lo que respecta al comercio de la producción agrícola, en función de un enorme poder que tienen los gremios agropecuarios en la UE.
Como decía, usted también participó en diversos organismos gremiales de la región. ¿Cuál considera que es la importancia de la integración a ese nivel?
Es un ejercicio de coordinación de las políticas agropecuarias. Tenemos el Grupo Mercado Común, que es el nivel de decisión política; el Consejo Agropecuario del Sur (CAS), donde los ministros de Ganadería, Agricultura y Pesca de la región intentan coordinar posiciones; el Procisur (Programa Cooperativo para el Desarrollo Tecnológico Agroalimentario y Agroindustrial del Cono Sur), que es el ámbito de coordinación de los institutos de investigación; y el Comité Veterinario Permanente, que asesora al CAS respecto de la política sanitaria regional.
Hay ámbitos de coordinación que son valiosos y otros que no han mostrado los resultados que la expectativa de un Mercosur integrado pudo haber generado en algún momento. De todas maneras, nosotros pertenecemos a esta región y no nos podemos mudar. Tenemos un relacionamiento correcto con nuestros vecinos, pero muchas veces priman intereses que no están alineados a la visión de la inserción internacional, o afloran políticas proteccionistas que pretenden comprometer la integración.
¿Ese ha sido un factor de estancamiento?
Totalmente. Lo que está reclamando Uruguay en su condición de socio fundador es el derecho a poder negociar libremente más allá del consenso que pueda tener en el Mercosur esa opción, porque en materia de inserción internacional hemos fracasado rotundamente en los distintos proyectos de integración que se le han presentado al bloque. El mundo camina hacia la liberalización del comercio y nosotros seguimos tan estancados como hace más de 20 años, cuando se iniciaron las negociaciones con la Unión Europea.
En el plano político, ¿cómo se vinculó al Partido Colorado?
Luego de dejar la actividad gremial se estaba gestando el grupo de Vamos Uruguay, cuyo puntapié inicial lo dio Pedro Bordaberry, con quien tenía una muy buena relación a nivel familiar, compartíamos muchos pensamientos e ideas, y me invitó a hacer un aporte desde la experiencia en la construcción de las políticas públicas. Durante dos campañas, en 2009 y 2014, coordiné los equipos de agro del sector, que terminó siendo la opción mayoritaria dentro del partido.
En este último ciclo electoral, surgió la opción de Ciudadanos, con Ernesto Talvi a la cabeza, y me invitaron a participar. Allí estuve en el equipo de agro, que estaba coordinado por Carlos María Uriarte, con quien nos unía una larga amistad y trayectoria de mucho tiempo. Él fue nombrado ministro y yo fui designado presidente del INAC, formando parte del equipo del MGAP.
En el INAC se había planteado diversos cambios a largo plazo. ¿Cuáles diría que fueron sus logros en su pasaje por la institución?
En el INAC veníamos desarrollando un trabajo muy intenso; habíamos diseñado el plan estratégico, que apuntaba a la política de carne en el Uruguay de los próximos 20 años, y trabajamos mucho en la modernización del instituto a través de la digitalización y la guía electrónica del movimiento de carnes en el país, algo que se está por concretar.
Aparte, propiciamos el registro único de establecimientos de vendedores de carne para mejorar el control. Desde el año 86 la habilitación de las carnicerías estaba en manos de las intendencias departamentales y eso volvió –a través de la LUC- a ser una potestad del INAC. Eso genera una política nacional que mejora las condiciones edilicias, de equipamiento y capacitación de los carniceros, jerarquizando el funcionamiento de las carnicerías en el interior y asegurando la calidad e inocuidad del producto que allí se comercializa.
Por otro lado, hemos impulsado estudios de inserción internacional a los efectos de que la carne se pueda colocar mejor en los mercados externos. Abrimos la oficina comercial en Asia con sede en Beijing, como un primer paso para profesionalizar nuestra presencia en el mercado de futuro más importante que tiene la carne que es Asia. Gracias a ello hemos podido estar presentes en distintos eventos durante la pandemia, como ferias y actos promocionales.
El cese de Uriarte derivó en que usted asumiera como ministro. ¿Le sorprendió que lo convocaran para dirigir el MGAP? ¿Cómo recibió la propuesta?
Me vi sorprendido con la designación para el ministerio, no era mi objetivo ni mi deseo, pero estoy muy orgulloso y honrado de haber recibido esta invitación y la confianza por parte del presidente de la República. Fue un momento difícil porque se retiraba un compañero de ruta y un amigo, pero debía cumplir el compromiso que había asumido de tratar de ayudar a este gobierno a llevar adelante las políticas. Estaba cómodo y satisfecho en INAC, pero surgió esta posibilidad, y cuando esas situaciones se dan, por más que uno no las busque, tiene que tomar la decisión más acertada.
Estamos dando continuidad a la tarea de gobierno con la responsabilidad correspondiente de conducir al sector agropecuario a un mayor crecimiento, consolidando la importancia que tiene a nivel nacional, de modo que sea un factor de desarrollo humano y social, fundamentalmente en el interior del país, que es otro de los objetivos importantes que tenemos.
Intendentes de diversos departamentos del interior entrevistados por La Mañana han coincidido en que el agro ha sido el principal motor de la economía durante la pandemia. ¿Cómo evalúa usted ese rol que ha tenido el sector en un contexto tan complejo para el país?
De eso no hay duda, es el malla oro, es el sector que lejos de detener su actividad ha acelerado a fondo el proceso productivo, comercial y de exportación del país. La demanda internacional determinó que los alimentos tuvieran un incremento importante de valor, lo que beneficia al sector agropecuario y a la economía del país.
Estamos en un momento donde alcanzaremos la producción récord en varios rubros, crece la producción de carne, de leche, el comercio forestal, la comercialización de granos, y salimos de una etapa larga de precios deprimidos en algunos rubros como el arroz, los lácteos, que venían muy golpeados y que han visto un salto importante en su demanda y en su valor.
Analistas han expresado que el sector agroexportador sería uno de los ganadores ante un TLC con China. ¿Cuál es su visión sobre esto? ¿Qué expectativas tiene al respecto?
Eso es absolutamente cierto, el sector agropecuario hoy encuentra en China un gran cliente, que está a punto de llegar al techo de la demanda. Uruguay no solo es un país seguro y confiable como proveedor de alimentos, sino que también puede ser receptor de inversiones que hagan que este relacionamiento comercial con China se pueda afianzar e inclusive crecer.
Tenemos un acceso al mercado de China que no implica que no tengamos que pagar cuantiosas cifras de arancel, sin perjuicio de que es la mejor opción comercial, pero claramente un TLC significaría una desgravación arancelaria importante de los productos que exporta Uruguay y eso redundaría en más ingresos y un mejor precio para la producción y para la industria.
¿El TLC implicaría nuevas oportunidades para el agro?
Con el TLC se abren nuevas perspectivas de producciones que tienen otros destinos y que podrían encontrar en China un mercado demandante de calidad. Si en el rubro de la agricultura incorporamos a la demanda de China el arroz, el trigo y el sorgo –sumados a los que ya exportamos, como la soja y la cebada-, podríamos tener una prolongación importante en función de nuestra capacidad productiva.
Además, estamos gestionando la apertura de la producción de algunos lácteos, carne de ave, porcina y equina, al tiempo que el desarrollo del sector pesquero puede ser un gran impulso para explotar mucho mejor las riquezas que tenemos en el mar. Otras producciones que pueden ser beneficiadas son la granja y la producción citrícola.
Impulsar el desarrollo del interior
El plan estratégico del MGAP diseñado para este mandato incluye una reestructura, la mejora de la carrera funcional y la adecuación de los cuadros de funcionarios que la cartera pretende renovar con el ingreso de 300 trabajadores en el próximo año. Otro objetivo tiene que ver con la incorporación de sistemas informáticos para facilitar los trámites de los usuarios, sobre todo, empresas y productores vinculados al agro, según explicó Mattos.
Asimismo, destacó que aspira a “impulsar el desarrollo económico mejorando los planes de inversión que tiene el Uruguay y el desarrollo social y humano a nivel de la campaña”. A pesar de que esto último no es competencia directa del ministerio, dijo que busca contribuir a cumplir el propósito del gobierno de generar la infraestructura necesaria para que la gente del campo tenga oportunidades de crecimiento que le permitan permanecer en el medio rural con similares condiciones que en los centros urbanos.
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