Con una muy extensa trayectoria política en su país de origen, Alberto Iribarne fue designado embajador en Uruguay a fines de 2019. Pasados casi tres años desde que ocupa este rol, fue entrevistado por La Mañana, donde destacó la importancia de seguir trabajando por la integración entre ambos países. “Tenemos un destino común”, afirmó con respecto al futuro de la relación bilateral. Por otra parte, habló con optimismo sobre el acuerdo de cooperación del Mercosur y la Unión Europea (UE), en el que se ha avanzado y cuya concreción es un “desafío inmediato”.
El 25 de mayo se celebró el Día de la Patria en Argentina. ¿Qué importancia tiene esta fecha?
Para nosotros es un hito fundacional. Fue un proceso que arrancó antes y que se completó seis años después con la Declaración de Independencia, pero ese 25 de mayo de 1810 se produjo una ruptura, porque surgió el primer gobierno patrio, que lo presidió Cornelio Saavedra, sustituyendo al virrey Cisneros. Hablamos de Revolución de Mayo porque hubo un cambio en las estructuras, también los militares tuvieron un rol muy importante; en lo económico se pasó de la relación monopólica que había entre España y sus colonias a un sistema de libre comercio, y en lo social fueron desplazados muchos españoles por criollos, es decir, por los nacidos en América. Esto es trascendente porque fue un hito de la construcción de la identidad nacional.
En ese período que va de 1810 hasta la Declaración de Independencia, Artigas tuvo un papel protagónico. El hombre quería la independencia dentro de la falta de claridad de los objetivos de los revolucionarios de mayo. Él tenía claro que tenía que ser independiente, republicano, cuando había mucha tendencia monárquica en esa atmósfera social del siglo XIX, y además era federal, frente al centralismo unitario. Artigas fue uno de los hombres de la revolución, al mismo nivel que San Martín y Belgrano.
En su discurso en la conmemoración de esta fecha habló sobre el avance de la construcción de la unidad regional. ¿Cuál es la importancia de ese proceso?
Perón hablaba de afianzar el continentalismo; en palabras más contemporáneas, diría la región, y en ese sentido rescato la vigencia del Mercosur como bloque que lleva 32 años de existencia, y hemos atravesado diferentes crisis internacionales, además de las crisis internas que ha habido en cada uno de nuestros países. El Mercosur ha perdurado y ha habido muchos logros que trascienden lo económico y lo comercial, en materia política, en materia educativa, pero son insuficientes y no estamos marchando a la velocidad que querríamos. Igualmente, insisto, juntos vamos a tener muchas más posibilidades de participar en lo que se está gestando, como nuevas reglas de juego, en el comercio, en las finanzas, en la propiedad intelectual, en lo científico–tecnológico, porque individualmente va a ser mucho más difícil. Es muy importante consolidar lo que se ha hecho y avanzar, multiplicarlo y proponerse nuevos logros, profundizar el comercio regional, el comercio extrarregional, y avanzar en todos los ámbitos de cooperación que se pueda.
¿Ve viable un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China a nivel del Mercosur?
Es difícil, pero habrá que analizarlo. Ahora tenemos un desafío que es el tratado con la UE y hay que ver qué avances se pueden lograr este año. España va a tener la presidencia de la UE y Lula va a ser el presidente pro tempore del Mercosur. El desafío más inmediato es avanzar en la concreción de ese tratado. Hay varios convenios que están en marcha, con Corea, con algún país centroamericano, con Singapur, hay conversaciones para llevar adelante acuerdos comerciales con otros países, pero el más trascendente es el del Mercosur–UE. Se ha avanzado mucho y hay que ver las nuevas condiciones.
¿En qué áreas ve mayores posibilidades en términos de integración regional?
Desde cosas inmediatas, como puede ser, por ejemplo, frente a una catástrofe, que haya una suerte de coordinación rápida de los países del Mercosur para orientar los recursos que cada uno tiene, hasta avanzar en el reconocimiento de títulos para el ejercicio de profesiones. Más allá de lo coyuntural, como lo que está pasando en los puentes por la diferencia del tipo de cambio entre Argentina y Uruguay, hay que facilitar más el tránsito. Después, la pandemia nos demostró la necesidad y la posibilidad de coordinar esfuerzos con el Instituto Pasteur, algún instituto de Brasil, el desarrollo de alguna vacuna en conjunto, entonces, tenemos que avanzar en la cooperación en materia de salud. También hay desafíos comunes como enfrentar la pesca ilegal que se hace en nuestros países.
La diferencia cambiaria hace que diariamente uruguayos crucen en multitud hacia Argentina para hacerse de productos y servicios mucho más económicos, lo que está afectando negativamente nuestra economía. ¿Qué lectura hace al respecto?
Yo creo que esto es coyuntural, en algún momento ha sido quizás a la inversa, pero básicamente lo que se puede hacer son las medidas que está tomando el gobierno uruguayo para aliviar el problema de los comercios en las ciudades de frontera, reducción de impuestos, otro tipo de subsidios. Ahora, por el lado argentino es difícil porque es una realidad, el tipo de cambio favorece a los uruguayos y se van a surtir a las ciudades de frontera. Inclusive, hay familias que se han radicado, es el caso de gente de Salto que se ha ido a Concordia, sé que en otras ciudades también ha pasado. Es un tema que está enfrentando el gobierno uruguayo, desde Argentina mucho no podemos hacer.
Con Argentina nos une una hermandad histórica y una integración permanente. ¿Cómo definiría usted el vínculo entre ambos países? ¿Hay una visión a futuro en común?
Sí, tenemos un destino común. No solo tenemos lazos históricos, sino también costumbres, hábitos, hasta lazos familiares. En mi caso, el primer inmigrante vasco de mi familia que vino al Río de la Plata se instaló en Gualeguaychú y sus hijos fueron algunos a Concordia y otros a Salto. Mi bisabuelo, que vivía en Concordia, conoció a mi bisabuela, que era de Salto, y se casaron, o sea que trascendieron las fronteras. Las manifestaciones culturales, artísticas, son rioplatenses, hay un cruce permanente de nuestra gente de la cultura, y también lazos académicos. Según la Cancillería uruguaya, hay 212.000 uruguayos en Argentina sobre un universo de 500.000 uruguayos en el mundo. Muchas veces la integración no se da solamente a través de interacciones entre gobiernos, sino que se da entre empresarios, instituciones comerciales, sindicalistas, la academia. ¿Por qué es buena la integración? Yendo al aspecto más simple, una cosa es estar insertos en un mercado de 300 millones de habitantes y otra es estar en un mercado de tres millones y medio de personas o de 47 millones como Argentina, o sea que desde ese punto de vista también es muy importante que actuemos juntos e integrados.
¿Cuándo conoció usted Uruguay?
Vine por primera vez a unas vacaciones por los años 70 que fui a La Paloma como veraneante, en carpa, y después, en los 80, cuando mis hijos eran pequeños, fuimos a veranear a Atlántida. He ido a Brasil y he pasado en ómnibus por el Chuy, por Punta del Este. He venido un par de veranos a La Pedrera. También a Montevideo. Conocí Salto cuando estaba en Entre Ríos, donde vive mi familia. He tenido una relación bastante frecuente con el pueblo uruguayo.
Antes de vivir acá, ¿cuál era su percepción sobre nuestro país?
Uno acá siempre se siente como en casa, y uno ve en el resto del mundo que a uruguayos y argentinos nos confunden. Somos muy parecidos. Dicen que no hay nada más parecido en el mundo que un uruguayo y un argentino.
Usted se formó como abogado en la Universidad de Buenos Aires. ¿Por qué eligió esa carrera?
Yo había hecho el secundario en un colegio que dependía de la Universidad, el Colegio Nacional de Buenos Aires, y era casi obligatorio hacer una carrera. Mi inclinación era más por carreras humanísticas y seguí la carrera de Derecho.
Un poco por descarte.
Sí, tal cual, más allá de que he ejercido la profesión y me gusta, pero no había una vocación cuando inicié la carrera.
Ha tenido una larga trayectoria en la política en su país. ¿Qué le atraía de esa actividad? ¿Cómo inició?
Yo empecé muy joven, simpatizando con el Movimiento Justicialista, en la década del 60, cuando estaba en el secundario. Inicié la militancia en la Juventud Peronista y después fui alternando la función pública con la actividad privada. Tuve distintos cargos ya en democracia, fui prosecretario y secretario legislativo del Senado de la Nación, viceministro del Interior, secretario de Seguridad, diputado nacional, síndico general de la Nación, y mi último cargo fue de ministro de Justicia en el gobierno de Néstor Kirchner. Luego volví a la actividad privada y en el 2019 llegó la designación como embajador.
¿Cuáles fueron los hechos que lo marcaron en su carrera política? ¿Qué aprendizajes se llevó?
La militancia fue bajo dictadura, desde el 66, y hubo que enfrentarla con distintos métodos. Hubo un breve interregno que fue del 73 al 76, o sea, fueron menos de tres años de gobierno democrático, pero que estaba signado por una atmósfera social violenta. Perón, que ganó con el 62% de los votos, asumió en octubre del 73 y murió a los pocos meses, en julio del 74. Él intentó desarrollar una concertación entre los sectores, hizo el Pacto Social, llevó adelante una política muy firme para terminar diferendos como el Tratado del Río de la Plata entre Uruguay y Argentina, pero desgraciadamente murió. Una de las cosas que aprendimos después de la dictadura más sangrienta en la que se violaron todos y cada uno de los derechos humanos fundamentales, del 76 al 83, fue a valorar en profundidad el respeto al Estado de derecho, a las garantías constitucionales, porque realmente fue una etapa muy dura.
Después, cuando vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a la Argentina, había un debate hacia la interna de las fuerzas políticas, que no estaban de acuerdo con que viniera una comisión internacional a juzgar delitos que se habían cometido en el país, algunos decían que era una intromisión en asuntos internos de un Estado soberano. La respuesta fue que cuando se producen este tipo de violaciones de derechos humanos, no existen las fronteras, sino que hay que investigarlos sea quien sea el que hace la investigación. Esto fue un debate importante. El Partido Justicialista hizo una denuncia en ese momento, lo que fue difícil, porque había amenazas; denunció la desaparición de miles de compatriotas, la violación de los derechos humanos, y se saldó esa discusión. Esa fue otra enseñanza, que la vigencia de los derechos humanos no tiene fronteras.
Por otro lado, en la función pública es fundamental sentirse comprometido con lo que uno hace y tener objetivos, que muchas veces quizás no se pueden alcanzar en su totalidad, pero siempre teniendo presente este concepto de ser servidor público.
Se ha desempeñado también como docente en diversas áreas. ¿Cómo fue esa experiencia?
Yo era muy joven y en un momento estaba por decidir si iba a ejercer la profesión de abogado o me iba a dedicar a la docencia, porque daba Historia Económica II en Ciencias Económicas, Principios de Ciencia Política en Derecho, y Problemas Socioeconómicos Argentinos en Filosofía, pero vino la intervención de la Universidad, se empezó a militarizar, me echaron de los cargos, así que me dediqué a la abogacía. También fui docente, ya en simultáneo con la profesión, de la Universidad de El Salvador, donde daba Introducción a las Ciencias Sociales. Fue una experiencia muy buena la docencia, pero luego no lo tomé como elección laboral.
¿Cómo tomó la propuesta de ser embajador en Uruguay?
La tomé como un honor y un desafío importante, me parecía que había que seguir trabajando por la integración entre nuestras sociedades y gobiernos, y estos años han sido intensos y muy fructíferos.
¿Qué objetivos se marcó para el trabajo en la embajada?
Un objetivo central es trabajar por la integración, facilitar todo lo que se pueda de cuestiones económicas, el comercio, el desarrollo científico–tecnológico, impulsar proyectos de integración en la educación, en la cultura, en todas las áreas. También hemos tratado de darle mucho impulso a la integración física. Espero que antes de terminar mi misión como embajador se empiece a concretar la construcción del puente entre Bella Unión y Monte Caseros, que va a implicar un vínculo más entre nuestros países y además con Brasil, porque es en la frontera tripartita. A su vez, tenemos por delante misiones comerciales, una misión de turismo médico, y resolver otros problemas que están pendientes en las comisiones administradoras de los ríos.
Un fanático de la lectura: entre la historia y las novelas negras
El embajador está en pareja con Belén, que tiene cinco hijos y siete nietos, mientras que él tiene tres hijos y cinco nietos –no tienen descendencia en común–. Él tiene un hijo que vive en Alemania y ella tiene una hija que vive en Panamá, pero los demás están todos en Argentina.
En su tiempo libre disfruta de la lectura. Actualmente está leyendo “Los días de la Revolución” de Eduardo Sacheri, “Revolución” de Pérez Reverte, “Aniquilación” de Michel Houellebecq y “Laboratorio Uruguay” de María Eugenia Estenssoro y Silvia Naishtat. Le gustan mucho los thrillers y la novela negra, y recientemente finalizó “El tiempo de las moscas” de Claudia Piñeiro. También le interesan los autores escandinavos de novelas policiales y novela negra como Nesbo, y los suecos como Henning Mankell. En cuanto a las publicaciones más clásicas, destacó uno de los últimos libros de Vargas Llosa, “Tiempos recios”, que versa sobre el golpe de Estado contra Jacobo Árbenz en Guatemala.
Otra de sus “manías” es leer todos los diarios, lo que hace en forma online: argentinos, uruguayos, la BBC, El País de España, el New York Times.
Como pasatiempo mencionó, además, caminar.
Lo que más extraña de la vida en Argentina es ver a sus hijos con más frecuencia, pero admite que está “muy cómodo” viviendo acá. “El viaje de Carrasco al Centro es muy cómodo comparado con el que hacía en Buenos Aires, que es mucho más complicado”, relató.
Lo que más le gusta de Uruguay es que es un país tranquilo y que su gente es muy educada y cordial, lo que, según dijo, “se ve en todos lados, desde el que limpia vidrios hasta cómo te atienden en un comercio”.
El triunfo de Argentina en el Mundial lo vio en Uruguay y le significó una felicidad muy grande. Es hincha de River Plate, pero confiesa que no es demasiado fanático. “Yo veo que los uruguayos son muy futboleros. A mí me gusta el fútbol, pero a veces me pierdo. Acá es admirable la rigurosidad en la historia del fútbol”, aseveró.
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