Mientras los productores se preparaban para retornar al trabajo, llevándose consigo éxitos y fracasos, enseñanzas y caminos alternativos a emprender o técnicas en las cuales persistir un año más, seguramente intentaban sacar sus propias conclusiones sobre el escenario económico sectorial que plantearon autoridades nacionales y gremiales el penúltimo día de la exposición. Aquellos que ocupamos otros espacios profesionales, buscando y analizando cifras que alumbren al menos parte de la verdad sobre lo que hoy ocurre en el agro y, fundamentalmente, con relación a lo que se puede esperar para un futuro siempre relativamente imprevisible, tenemos la obligación de contribuir con una opinión fundamentada. A ello dedicamos esta columna, apoyándonos en la neutralidad de los números.
La importancia del agro en cifras
De acuerdo con información extraída del Anuario Estadístico Agropecuario 2019 de la Oficina de Estadísticas Agropecuarias (MGAP – DIEA), en el año 2018 la contribución del sector agropecuario (3.338 millones de dólares) al PIB total (58.588 millones de dólares) –la producción del país- fue de 5,6%, mientras que la de las industrias asociadas al Agro (1.694 millones de dólares) fue de 2,8%, representando el PIB agroindustrial (5.032 millones de dólares) un 8,4% del PIB total del año 2018.
Estos porcentajes se acrecientan notablemente cuando accedemos a las estadísticas de las exportaciones que presenta el Informe de Comercio Exterior de Uruguay XXI. Las exportaciones del Uruguay en el año 2018 totalizaron US$ 9.088 millones, reduciéndose a US$ 7.492 millones si no consideramos el componente de Zonas Francas. El 74% de las exportaciones -sin considerar Zonas Francas- tuvieron origen agropecuario, totalizando US$ 5.547 millones en dicho año 2018. Entre los componentes más destacados, el 22,3% correspondió a carne bovina, el 15,1% a productos y semillas agrícolas (básicamente arroz), el 14% a forestales, el 9% a productos lácteos y el 6% a lanas y cueros.
Un análisis más detallado nos permite evaluar y concluir sobre “hechos presentes que podrán constituirse en riesgos futuros”, como acostumbramos hacerlo en estudios prospectivos. En tal sentido, destaca la fuerte concentración en el mercado chino y en la Unión Europea, especialmente de carne bovina, soja y celulosa. La exportación de lácteos prácticamente se encuentra restringida a Brasil y México, mientras que con respecto al Mercosur, el agro muy poca presencia exportadora adicional ha logrado, limitándose las exportaciones más relevantes a productos como autopartes, plásticos y manufacturas, generalmente no competitivas a nivel global.
Pasado y presente de la agroindustria
A partir de las cifras oficiales –las de la Oficina de Estadísticas Agropecuarias (MGAP – DIEA) antes mencionadas- hemos intentando dirimir sobre el grado de verosimilitud existente en las dos versiones que se le han presentado al productor en sendos discursos al culminar la Expo Prado 2019.
Una primera conclusión hace referencia al creciente endeudamiento del sector agropecuario, con una deuda con el sector bancario que crece desde US$ 965 millones en el año 2010 hasta US$ 2032 millones al culminar el año 2018, siendo la actividad pecuaria la que presenta su grado mayor de compromiso (30%) con respecto a su producción, con deudas de US$ 659 millones en la ganadería y de US$ 270 millones en la lechería.
Las tendencias son las más preocupantes. Cae dramáticamente la participación de la producción agroindustrial: de un 12% de la producción nacional en el año 2011, en el año 2018 solamente representó el 8,4% del PIB. Cae la producción de soja en valores y en volumen físico, de su máximo en el año 2012 (US$ 1.700 millones) a US$ 700 millones en 2018. Cae el volumen físico y la facturación de la producción de arroz desde US$ 392 millones en el año 2013 a solamente US$ 236 millones en el año 2018, reduciéndose el área sembrada de 195.000 hectáreas en el año 2011 a 145.000 hectáreas en el año 2018, cayendo la producción de 1.638.000 toneladas en el año 2011 a 1.200.000 toneladas en el año 2018.
Tampoco es buena la evolución de otros sectores relevantes. Caen los volúmenes físicos y la facturación de la lana de US$ 90 millones en 2013 a US$ 60 millones en el año 2018. A pesar del aumento de la producción de leche, cae la facturación de US$ 841 millones en el año 2013 a US$ 674 millones en 2018. Y en permanente tendencia negativa, desde el año 2010 al año 2018 se han cerrado 800 tambos.
Al menos preocupante. Si el semanario nos lo permite, en una próxima columna volveremos, intentando compartir nuestra propuesta para revertir estas tendencias y encaminar al sector hacia una más venturosa evolución.
(*) Doctor en Economía por la Universidad de Sevilla, máster en Administración Pública y Macroeconomía en Harvard.