El pueblo floridense puso manos a la obra para reconstruir la vida de las familias afectadas por la creciente. Las aguas del río Santa Lucía Chico sobrepasaron los límites históricos e invadieron viviendas donde nunca habían llegado antes. Marita, que tuvo la gentileza de recibir a La Mañana, destacó el sentido de solidaridad de su querido pueblo, que estuvo presente desde el primer momento cuando las aguas estaban a punto de ingresar a su casa.
Desde muy temprano por la mañana del domingo era intensa la actividad de limpieza y remoción de artículos de todo tipo en las calles floridenses. Aunque las aguas del río Santa Lucía Chico iban regresando de a poco a su cauce, el olor nauseabundo se percibía desde lejos, dejando un rastro que marcaba hasta dónde había llegado la creciente esta vez. “Esto fue mundial”, dijo Ramón, quien ha padecido varias crecientes, aunque esta ultima alcanzó niveles inesperados. Él como otros vecinos cercanos a la plaza San Cono a pocos metros del río construyeron una segunda planta, que en la mayoría de los casos es apenas una pieza para guarecerse y proteger la mayor cantidad de pertenencias posibles.
Cada tanto, montones de cajas, ropa, bolsas de residuos, colchones, sillas, muebles y hasta electrodomésticos hablan por sí solos de la devastadora situación que debieron soportar cientos de floridenses con la que definieron como la mayor creciente de la historia. Fue tan inesperada para muchos que a Marita, que nunca había sufrido una situación de esta naturaleza, la tomó por sorpresa y junto a su esposo debieron salir de su casa ayudados por familiares y amigos. En sus cuarenta años en el barrio Aguas Corrientes, las crecientes llegaron a no más de cincuenta metros de su casa. “Yo ya estaba acostada cuando mi marido salió” y vio que el agua estaba a pocos metros de la puerta.
Mientras Marita contaba a La Mañana lo rápido que había sucedido todo, su marido buscaba el mate y hervía el agua en una caldera eléctrica porque hasta ese momento no daban con las dos garrafas que la ultima vez que las vieron estaban flotando entre las aguas del Santa Lucía Chico. “Deben de estar en el fondo metidas quién sabe dónde”, decía la dueña de casa, que aseguró que su domicilio permaneció trancado por el tiempo que estuvieron ausentes. A medida que avanzaban las horas fueron encontrando las pertenencias más urgentes para uso diario, salvo el celular de Marita y el cargador de su marido, que entre risas se ufanaban de verse incomunicados por esas horas.
La solidaridad del pueblo floridense
Gracias a la insistencia de unos jóvenes vecinos lograron salvar la heladera, el lavarropas y la cocina que dejaron sobre una mesa donde no llegaba el agua. A medida que se iba conociendo la noticia de la irrupción del agua en su casa, de a poco fueron llegando parientes y amigos con comida, ropa, un colchón y poniéndose a disposición para lo que necesitaran. “Yo estoy tan orgullosa de ser floridense”, dijo la mujer que durante toda la nota no hizo más que valorar el sentido de solidaridad de su comunidad, sobre todo de las personas con menos poder adquisitivo. En uno de los almacenes del barrio se recolectaron alimentos para ser distribuidos entre los afectados y fue justamente la gente más humilde la que mas aportó, según nos indicó.
Aunque le duele todo lo que les sucedió, para Marita “lo material va y viene”. A sus 74 años sus prioridades pasan por su salud y el bienestar de sus seres queridos. Padece broncoespasmos y aunque no se ha atacado hasta el momento tiene claro que “no hay plata en este mundo que te compre la salud”. Trabajó duro durante toda su vida para tener su casa y darle todo lo mejor que podía a sus dos hijos, pero dijo que no lo volvería hacer. Confesó que si pudiera regresar el tiempo atrás priorizaría sus afectos por sobre los bienes materiales. “Si querés llorar, llorá”, le dijo a su marido que amaneció angustiado porque por la casa que habían construido con tanto trabajo parecía “como si hubiera pasado un tsunami”.
Aunque se autoevacuaron por la sorpresiva crecida, dijeron que la Intendencia siempre estuvo presente. Los auxiliaron con artículos de limpieza, alimentos y un bono de mil pesos que el gobierno local implementó para cada uno de los integrantes de las familias afectadas. Dijo que en mayor o menor medida los gobiernos departamentales siempre han estado presentes a través las diferentes administraciones.
La sensación de inseguridad cada vez que llueva
Hasta el momento siempre vieron las crecientes desde otro lugar. Marita nació en el barrio Piedra Alta, muy cerca del río, pero nunca vio una creciente así. Dijo entre risas: “Se podrá imaginar que vi crecentes desde que nací”, cuando este tipo de situaciones eran una novedad para la apacible vida de Florida de esos años. Su marido vivía con su abuela en la ciudad de Durazno cuando se produjo una de las crecientes más grandes de la historia del país en 1959, que llegó hasta la plaza Artigas de esa ciudad. “Siempre nos tocó verla desde afuera”, contaba ya más distendido tomando los primeros mates de la mañana después de haberlo buscado durante varios minutos en medio del caos que provocó el agua en su casa.
Ahora sigue la tarea de recomponer su hogar. Abrir la casa para quitar el olor a podredumbre que deja la creciente, lavar ropas, poner en condiciones muebles y encontrar aquello que hasta el momento está desaparecido, como sus dos garrafas. Por delante les queda ese sentido de incertidumbre e inseguridad cada vez que las lluvias sean intensas y el río comience a desbordarse. Mientras tanto, seguirán con ese optimismo con el que transmitieron este episodio tan doloroso, porque, como dijo Marita, la vida está por sobre todas las cosas materiales.
El Centro Coordinador de Emergencias Departamental ha estado trabajando intensamente desde las primeras inundaciones, alojando a las familias evacuadas, brindándoles alimentación y distribuyendo implementos de limpieza. Por ejemplo, durante todo el domingo se produjo una intensa distribución de colchones. Varias instituciones privadas, ONG y grupos de vecinos recolectaron ropa, alimentos no perecederos, artículos de limpieza y prepararon varias ollas solidarias en diferentes puntos de la ciudad.
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