La Arquidiócesis de Montevideo atiende a través de su Pastoral Penitenciaria la unidad 1 de Punta de Rieles Nueva, 4 de Santiago Vázquez, la 5 Cárcel de Mujeres, 6 Punta de Rieles Vieja y la 9 Cárcel de Mujeres con hijos. Más de 70 personas despliegan su trabajo una vez a la semana en actividades que duran dos horas.
El próximo lunes se convoca a nuevos agentes pastorales que deseen incorporarse a este servicio de la Iglesia católica. La preparación de los nuevos integrantes se basa en transmitir por qué este servicio y para qué la evangelización entendida como un ofrecimiento y no como una imposición. No se trata de catequizar como se conoce comúnmente, sino evangelizar y promover la condición humana en forma integral con Jesús como modelo. A continuación, los principales tramos de la entrevista que concediera su director, José María Robaina.
¿En qué consiste la actividad de la Pastoral Penitenciaria?
La actividad nuestra consiste en una visita semanal de dos horas donde vamos básicamente a acompañar a los privados de libertad. Estar con ellos. Son gente que está sufriendo más allá de lo que hayan hecho, la soledad, la falta de sentido de sus vidas. Vamos como un hermano que va a visitar a otro hermano. Nuestro objetivo por un lado es dignificarlos, porque la sola visita ya es de alguna manera expresarles que existen para nosotros y que nos importan. Ello colabora a un proceso de humanización. Muchas veces han sido discriminados, ignorados o violentados. Y por otro lado vamos a anunciarles el amor de Dios. Vamos desde nuestra condición de cristianos que hemos experimentado el amor de Dios a anunciarles ese amor y decirles que tienen un Dios que los creó, que los quiere, que los perdona, que los abraza y que tiene para ellos un proyecto que no pasa por la cárcel. Es un doble objetivo de dignificarlos y de irles a ofrecer un sentido que en este caso es anunciarles el amor de Dios.
¿Cuál es la respuesta de ellos?
Nosotros vamos a algunos de los módulos, no siempre podemos acceder a todos. Se produce una invitación genérica y los que aceptan ir andan en el orden de las 20 o 25 personas. Van con gran entusiasmo y valorando enormemente la atención que les prestamos. Muchos de ellos no tienen visitas y nosotros constituimos la única visita.
¿Cómo preparan los encuentros y cuál es la dinámica?
Cada equipo va con la visita preparada. Se elige un tema, un material en relación con ese tema, un evangelio, un canto. Esa es la preparación para una actividad que es de acompañamiento y con un énfasis especial en la escucha. Vamos con una metodología que supone escucharlos mucho. Hemos advertido que eso es lo que ellos necesitan. Que es una forma de dignificarlos. Es una forma de decirles: “Me interesa lo que me contás”. Ellos necesitan elevar su autoestima, sentirse escuchados, queridos, sentirse personas.
¿Las actividades son grupales?
Son siempre grupales. Vamos en equipo, porque vamos como Iglesia. La Iglesia va como comunidad. Se encuentra con otra comunidad y ahí formamos Iglesia.
¿Qué les cuentan en los encuentros?
Ellos por lo general no cuentan la razón por la cual están allí. Pero sí cuentan muchas veces su historia personal. Sus sentimientos, su manera de pensar, su experiencia en la cárcel. Muchas veces, cómo ha sido su infancia, y ahí es donde uno aprecia en el 95% un origen común y unas vidas muy golpeadas y con muchas carencias.
¿Ustedes con su actividad forman parte de la rehabilitación que se pretende para ellos?
Nosotros pretendemos contribuir a esa rehabilitación. Es procurar que ellos descubran que hay otra manera de vivir y que hay otros valores. Que muchas veces no conocen porque ellos han vivido en medios donde las pautas de conducta y los códigos tenían que ver con el delito. En algunos casos ellos por primera vez escuchan hablar de otro tipo de valores. Ahí entra el proceso donde tiene que conocerlos y adoptarlos.
Debe de ser una tarea muy gratificante la de ustedes.
Es muy gratificante. La Pastoral tiene una capacidad de retener a sus agentes pastorales porque después que uno entra en esto realmente se entusiasma y tiene una devolución muy grande, sobre todo en el plano afectivo. Son seres humanos que están sufriendo más allá de lo que hayan hecho. Ahí lo que nosotros encontramos en buena medida es un victimario que casi siempre es además víctima de la historia que lo ha marcado. La droga es casi el común denominador en sus historias personales.
¿Cómo describen ellos esa experiencia de ser escuchados?
Es una experiencia novedosa. A ellos nadie los ha escuchado. Que vaya alguien en una actitud de ternura, todos necesitamos ternura. Y cuando hemos vivido una vida dura donde la ternura ha estado ausente se valora particularmente. Por eso tienen un respeto por lo que hacemos y nosotros terminamos generado un vínculo afectivo.
¿Con el pasar del tiempo que tipo de vínculo se genera?
Hoy [por el lunes] estuve en Punta de Rieles. Les decía: “Nosotros los queremos a ustedes”. Terminamos queriéndolos porque si nos vemos un año entero todas las semanas, es inevitable que se genere un vínculo afectivo. Y eso ellos lo necesitan como el aire, porque nunca lo han tenido.
¿Qué devoluciones reciben de ellos?
Ellos también nos dan ternura. Hay un caso que yo protagonicé hace muchos años con un paraguayo que no tenía familiares acá, por lo tanto, no tenía visitas. Cuando nos vamos siempre nos abrazamos como forma de despedida. Un día resulta que yo estaba medio apurado y me iba y les dije: “Bueno, nos vemos el jueves que viene”. El paraguayo se me para adelante y me dice: “No, no, me das un abrazo”. Yo de eso no me olvidé más.
¿Una especie de expresión de ida y vuelta?
Él necesitaba el abrazo, pero al mismo tiempo me lo dio, de manera que él también me regaló ternura.
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