Economía neoclásica: cuando el hábito no hace al monje
Muchos estudiantes quieren estudiar economía para saber cómo hacer para que el mundo sea mejor. La pregunta es entonces si lo que hacen los economistas es digno de este propósito, especialmente teniendo en cuenta que esta profesión ha sido responsable de mucho de lo que ha salido mal en la vida económica de los últimos treinta años, empezando con el desmantelamiento de las protecciones al trabajo, pasando por la explosión en la desigualdad, hasta llegar a la crisis del sistema financiero global del 2007-2008. Alfred Marshall decía en sus Principios de Economía que la libre competencia fue “liberada para correr como un monstruo gigante sin entrenamiento, cuyo caprichoso trayecto es indiferente al destino de la humanidad”. Esta es una buena descripción de lo que hemos permitido que ocurra en nuestros tiempos. Cualquiera con algo de sentido histórico hubiera percibido que intentar convertir al mundo en un gran mercado libre de fronteras y culturas, además de ser presuntuoso, estaba destinado a fracasar. El blanco principal de mi ataque es la economía “neoclásica” que refleja la cultura dominante manifestada en los libros de texto actuales. La distingo de la economía “clásica”, que constituía una “iglesia” mucho más amplia que su sucesora, tanto desde el punto de vista de su visión social, como de su método científico. La economía neoclásica estrechó considerablemente la disciplina con su afirmación de que solo los individuos cuentan como actores económicos, relegando las organizaciones a simples agregaciones de individuos. La economía neoclásica pretendió parecerse más a la física que al resto de las ciencias sociales, con una supuesta habilidad para hacer predicciones precisas, otorgándose a sí misma una autoridad que en realidad no posee. Pero a esto uno podría responder: puedes ponerte el uniforme de policía, pero eso no te dará la autoridad de un policía.
Robert Skidelski, profesor de economía de la Universidad de Warwick, y autor de “Qué está mal con la profesión económica”, publicado recientemente por Yale University Press.
¿Qué hubiera hecho Franklin D. Roosevelt?
La pandemia del coronavirus producirá otra, la del desempleo. La avalancha de despidos va a provocar una ola de pérdidas, incumplimientos en compromisos de deuda y concordatos. ¿Cómo deberían responder los gobiernos? De la misma manera que Franklin D. Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. La primera prioridad es la movilización, que incluye construir hospitales de campaña, clínicas de atención rápida, etc. Esto implica aumentar rápidamente la capacidad de producción de equipamiento médico y medicinas, establecer servicios de apoyo a las personas más vulnerables en la sociedad. Esto implica desplegar un ejército para desinfectar escuelas, aeropuertos y otros espacios públicos críticos. En segundo lugar, es necesario facilitar que las personas se puedan quedar en su casa, implementando diferimientos de vencimientos y suspendiendo el pago de servicios públicos. Los gobiernos deben también apoyar los ingresos de la población extendiendo el seguro de paro y ofreciendo cupones de alimentación, entre otras medidas. Pero cuando las perspectivas de empleo e ingresos son inciertas, transferir dinero a las familias es como tirar agua en un balde roto. Lo que los países realmente tienen que hacer es aplicar políticas para crear buenos trabajos una vez que la crisis haya pasado. Solo una decisiva participación del Estado movilizando sus recursos hará que esto sea posible. La situación requiere acción directa y no “empujoncitos” o “incentivos”
Pavlina Tcherneva, profesora de economía de Bard College, en columna de Project Syndicate
Las medidas del gobierno uruguayo para proteger empresas y empleos ante la crisis del ´29
La política del Estado con relación a los servicios financieros se desarrolló́ en base a la expansión de las empresas ya creadas en la época del primer batllismo, aunque con unas dimensiones institucionales y unas atribuciones acrecentadas. En particular el BROU desplegó una creciente acción vinculada no solo a sus actividades específicamente bancarias, sino también como ente regulador del comercio exterior y como autoridad monetaria del Estado uruguayo (…). Muchos son los casos en los cuales a lo largo del periodo considerado el BROU hace uso de ese papel rector del sistema bancario. A título de ejemplo, véase que en 1932, cuando la institución todavía no había recibido el grueso de las potestades que pronto se sumarían al monopolio del cambio, vigente desde el año anterior, el BROU suscribe un convenio con la banca privada acordando la suspensión de la ejecución de morosos ante la situación general de cesantía de pagos que se configuró en el marco de la crisis. A esta creciente capacidad operativa y orientadora vino a sumarse un acrecentado papel como supervisor y regulador de todo el sistema bancario, incluyendo, por tanto, a la banca privada.
Descripción de las medidas financieras del presidente Gabriel Terra para hacer frente a los efectos de la crisis de los ´30. Extraído de “Del estatismo a la regulación: medio siglo de política económica (1900-1955)”, de M. Bertino, R. Bertoni, H. Tajam y J. Yaffé (2001), Instituto de Economía, UDELAR.