Un nuevo modelo para estructurar el trabajo
Hace poco más de una generación, el mundo del negocio dejó de ser gobernado por los jefes de industria para dar lugar a los traders de Wall Street. El “hombre organizacional” fue así reemplazado por el “hombre transaccional”. En aquella época los abogados dominaban las políticas públicas, apoyándose en grandes instituciones que promovían la prosperidad y la armonía social. Pero de a poco fueron perdiendo influencia y siendo reemplazados por pensadores cuantitativos que depositaban su confianza en los mercados. Ya en 1932 el abogado Adolf Berle escribía en “La corporación moderna y propiedad privada” sobre la concentración de poder en manos de dirigentes de empresa, y proponía como contramedida la regulación del Estado. Berle fue un pensador influyente en la época de Franklin. D. Roosevelt y el “New Deal”, y su visión prevaleció al final de la Segunda Guerra. A las propuestas de regulación de Berle se les sumó el poder de los sindicatos, simbolizado por el “Tratado de Detroit” de 1950 entre General Motors y la Unión de Trabajadores Automotrices (UAW). “Las grandes fábricas de producción en masa son nuestra realidad social, nuestra institución representativa, aquellas que deben cargar con el peso de nuestros sueños”, escribió en la época el gurú de la administración Peter Drucker. Pero ese corporativismo que se basaba en un equilibrio entre grandes empresas, un Estado activo y sindicatos fuertes cayó en desgracia fruto del individualismo de los norteamericanos y su desconfianza en los grandes poderes. Esto le dio entrada a los economistas, quienes hasta la década de los ´60 habían estado en los márgenes del poder. Anecdóticamente, William Mc Chesney Martin, presidente de la Reserva Federal en las décadas del ´50 y ´60, tenía a los economistas en el subsuelo del edificio. Todo eso cambió en los ´70 con Nixon y los economistas pasaron a ocupar puestos claves en organismos regulatorios, y a influir en los métodos de impartir justicia, entre otras cosas. Según Appelbaum, el ascenso de la economía “transformó el modo de gobernar, de hacer negocios y, como resultado, la vida diaria de las personas”. El mercado irrumpió para resolver el problema de las empresas, y los accionistas y los mercados pasaron a sustituir el rol de los reguladores. Con ello se rompió el contrato social implícito de la era de Berle, que prometía empleo por vida, una jubilación y un sentido de comunidad y destino común que permitió a millones de personas prosperar de forma material y espiritual. Según Appelbaum, Estados Unidos ha pasado por la era del corporativismo, la era del transaccionalismo y la “hora de los economistas”. Hoy el mercado de las ideas espera un nuevo enfoque sobre cómo estructurar el trabajo y la sociedad.
Sebastian Mallaby en columna de The Atlantic, comentando el libro “La hora de los economistas”, de B. Appelbaum, Ed. Little Brown, 2019
La tecnocracia conduce al fin de la democracia
El libro de James Burnham, “La revolución de los gerentes”, causó un gran revuelo tras su publicación, tanto en Estados Unidos como en Inglaterra. La tesis era esta: el capitalismo está desapareciendo, pero el socialismo no lo está reemplazando. Lo que está surgiendo ahora es un nuevo tipo de sociedad planificada y centralizada que no será ni capitalista -en ningún sentido aceptado de la palabra-, ni democrática. Los gobernantes de esta nueva sociedad serán las personas que controlen efectivamente los medios de producción: es decir, ejecutivos de empresas, técnicos, burócratas y soldados, agrupados por Burnham bajo el nombre de “gerentes”. Estas personas eliminarán a la vieja clase capitalista, aplastarán a la clase trabajadora y organizarán la sociedad para que todo el poder y el privilegio económico permanezcan en sus propias manos. Se abolirán los derechos de propiedad privada, pero no se establecerá la propiedad colectiva. Las nuevas sociedades “gerenciales” no consistirán en un mosaico de pequeños estados independientes, sino de grandes superestados agrupados en torno a los principales centros industriales en Europa, Asia y América. Internamente, cada sociedad será jerárquica, con una aristocracia del conocimiento en la parte superior y una masa de semi esclavos en la parte inferior.
George Orwell en Polemic (1946) comentando el trabajo de James Burnham titulado La Revolución de los Gerentes (1941)
Luis Batlle Berres y su preocupación por el empleo en un mundo proteccionista
En su viaje a EE.UU., (Luis Batlle) también habló en la Sociedad Panamericana de Nueva York, donde recordó la tradición jurídica de respeto al capital extranjero y defendió también la necesidad de ciertos proteccionismos, no por deseo sino por necesidad: “Seremos felices el día que reine el orden en la actividad comercial y podamos dejar a todos en su libertad, pero mientras la estabilidad de trabajo en nuestro país, la tranquilidad de nuestro pueblo nos exija esta vigilancia, tendremos que seguirla ejerciendo…”. Reivindicó su apoyo al trigo y a una industria que ocupaba más de 200.000 obreros….”Nosotros compramos en Estados Unidos, nosotros queremos vender en Estados Unidos. Ahora, si Estados Unidos no nos compra, tenemos que vender a quien nos compre, porque cuando vendemos, vendemos trabajo. Pero si nosotros compramos los ferrocarriles americanos –ahora en este momento se está poniendo en mi país la televisión de RCA americana-, si todas las maquinarias en nuestras fábricas son americanas, si los automóviles son americanos, ¿por qué Ud. se niega a comprar lo que nosotros hacemos?
Extracto de “Luis Batlle Berres, el Uruguay del optimismo”, del Dr. Julio María Sanguinetti, Ed. Taurus, 2014, refiriéndose al viaje del presidente Luis Batlle a los Estados Unidos en 1955, intentando abrir ese mercado a la lana y al trigo uruguayo