A 23 kilómetros de Cardona, en la Escuela Rural N° 85 Altos del Perdido, funciona un museo construído de forma mancomunada entre niños, exalumnos y docentes, que reúne antiguos objetos escolares y locales, y que ha impulsado la integración de los vecinos rurales en un tiempo donde cada vez parecen ser menos los que quedan en la ruralidad.
En Soriano existe una zona a la que se le denomina del Perdido, bautizada de este modo gracias a un arroyo que nace en Cardona y que desemboca en el Arroyo Grande. Debe su nombre, a la vez, por una leyenda que narra el periplo de un escolta español que, en épocas de la Colonia, se perdió en el lugar, logrando orientarse gracias a las aguas tranquilas que corren hacia el norte.
El territorio se caracteriza por tener una importante afloración rocosa, ser ganadera lanar y forestal (más recientemente), y tener varias divisiones tales como Altos del Perdido, Puntas del Perdido o Cuchilla del Perdido. En la década de 1940, cada uno de estos lugares tenía su propia escuela. Hoy queda la de Altos del Perdido, a la que asisten cuatro niños del medio rural.
La institución educativa N° 85 se encuentra a 500 metros del arroyo. Conserva una estética que recuerda a las antiguas estaciones de trenes. El edificio fue donado por la River Plate Company, de capitales ingleses y escoceses, que se instalaron en la zona en 1880. El predio fue vendido por la misma compañía a José Batlle y Ordoñez, aunque hay un antecedente anterior que señala que el lugar perteneció a la familia Drabble (también inversores ingleses del tren) en el año 1853. Y esta historia que hace a la comunidad es la que la escuela cobija hoy en su interior.
El rompecabezas de la historia
Mariángeles Bugani es hoy la maestra directora de la escuela N° 9 de Cardona, pero guarda un vínculo especial con Altos del Perdido. Llegó a la escuela rural como Maestra Directora en el año 1997 y, al poco tiempo de su radicación, comenzaron a llegar a ella las historias populares que hacían a la zona. Fue así que se enteró, por ejemplo, de que en ese lugar había una estancia que daba nombre al paraje y que, más atrás incluso en el tiempo, había vivido allí una nativa aiboiré que se había casado con un portugués. En el año 2004, en el marco de un proyecto institucional del centro educativo que buscaba incorporar a la comunidad con el ámbito pedagógico, y teniendo la sospecha de que la escuela estaba cercana a cumplir sus 90 años -todavía no poseían ningún documento que así lo afirmara- la escuela y sus ex alumnos comenzaron un proceso de investigación para contar su propia historia.
Es que, ante los nuevos tiempos que insume la inmigración del campo a la ciudad, y donde cada vez hay menos niños en las aulas, se corría el peligro -mejor no pensarlo- de que pronto también a la escuela se la tragaran los árboles y, con ella, las vivencias de lo que otrora fue una zona de gran actividad.
Fue así que la comunidad se reunió. Paso a paso comenzaron a aparecer archivos y testimonios. Finalmente los festejos que se celebraron fueron en homenaje a los 89 años de la escuela. No fue un número redondo, pero sí certero. Los vecinos festejaron doble.
La apropiación por parte de la comunidad
La exposición quedó tan bonita que se decidió convertirla en una muestra permanente sobre la historia de la escuela y la localidad. “Cuando hicimos el primer encuentro, vimos que había la necesidad de un museo, de valorar el patrimonio y las historias y los objetos antiguos”, señaló Bugani en entrevista con La Mañana. Para ello se incorporaron elementos donados por las personas y se organizaron les esferas didácticas. Claro está, pasaron por varias etapas, como la pedagogía museística. Los alumnos prepararon los elementos y buscaron información. Algunos vecinos fueron a remates y compraron algún que otro objeto que entendían que tenía que estar en el museo. En conjunto con los padres, visitaron museos de Montevideo para conocer cómo debía ser la disposición de las piezas. En varios casos, era la primera vez que se visitaba uno de la capital. Hoy continúan llegando donativos al acervo y personas que se acercan al lugar buscando rearmar su propia historia personal. Los niños y los vecinos hacen de guías ante familiares oriundos de otros departamentos que se acercan turísticamente.
Un recorrido por el pasado
El museo cuenta con dos salas. Una de ellas está dedicada a la localidad de Perdido y sus zonas rurales aledañas. Dentro de la variedad de objetos que se pueden apreciar figuran catálogos de la antigua estancia u objetos de inmigrantes, por ejemplo. También un sello de la antigua estancia, que se estima fue utilizado entre los años 1880 y 1913 y unas mancuernas de hierro fundido para hacer ejercicio, anteriores al año 1907 que pertenecieron a Barry Thomas, administrador de la Estancia cuando pertenecía a River Plate.
En la segunda aula se encuentra la exposición dedicada a la escuela. Hay bancos valerianos, cuadernos antiguos, una pluma y un tintero e incluso el primer escudo de escuela pública de Soriano. Hay allí también un globo terráqueo de 1930, una edición del libro Juan y Juanita aprenden Aritmética de 1957 y la foto más antigua encontrada, hasta el momento, de la escuela. Tomada en el año 1926 deja ver 21 niños y dos docentes de impolutos guardapolvos frente al pabellón nacional.
La llegada de la luz y la construcción de una calzada
Pero a pesar de que en el primer tiempo había museo, se tenía todavía carencias importantes, como la de la luz. Cuando la escuela participó en la Noche de los Museos, los folletos informativos se debieron realizar a mano, pues no se tenía electricidad para encender la impresora. Gracias a la actividad de investigación la escuela logró visibilizarse, y más tarde llegaron los paneles solares. Finalmente, en el año 2012 lo hizo la tan ansiada luz eléctrica.
También había cuestiones relacionadas a la caminería. Actualmente, el niño que viene desde más lejos, debe recorrer siete kilómetros. Hasta hace poco tiempo, se debía cruzar el arroyo a pie o a caballo. Pero el año pasado, gracias a la insistencia de las cartas de maestras, padres y niños, señaló Bugani, se inauguró una calzada que permite el paso seguro. Ahora, quienes vienen desde Rodó, ya no necesitarán hacer más de 60 kilómetros los días de mucha lluvia para desviar el camino, ni quedarse en casa de familiares en Cardona.
Una escuela que siembra
El pasado 15 de mayo se celebró el Día de la Educación Rural. Cada día más de 25 mil niños uruguayos asisten a alguna de los mil centros educativos que hay en el Interior del país. La escuela rural es también una institución que representa al Estado en el campo. Allí se instalan centros vacunatorios, se realizan votaciones e incluso se realizan reuniones de interés para la comunidad. El proyecto realizado en la Escuela de Altos del Perdido es un reflejo de lo que significa. Hoy el museo ha logrado su propia institucionalización y reconocimiento y también ha permitido que vecinos y ex alumnos continúen aprendiendo. “En el museo está la intención de dar a conocer, enseñar y sembrar. Nunca pensé que iba a gustar tanto y que la gente iba a tener tal valor de involucramiento. Nos llegan elementos de alto valor sentimental. Nos emociona porque uno se imagina que esa persona guardó ese elemento y lo legó para otras generaciones. No hay límites, todos aprendemos continuamente”, reflexionó la maestra.
TE PUEDE INTERESAR