Si Alejandro Sequeira fuera un género musical tal vez sería jazz. Bajo una estructura específica conjuga delicadamente diferentes disciplinas en el rango de las ciencias biológicas y las artes visuales.
Cada palabra que emite en la entrevista con La Mañana dibuja en el aire su significado a la perfección. Su trayectoria fue un camino de la mano de la ciencia y el arte con estilo elegante, intelectual, alegre y aventurero. Es el descubridor de mundos con una mirada contemplativa. Sus divulgaciones retractan su humanidad, popularizando la ciencia y contagiando la aventura del descubrir.
Alejandro Sequeira, nacido en el barrio Buceo, en Montevideo, sella su estilo propio en cada nuevo proyecto que crea. Es autor y coautor de más de una decena de libros, entre otros: Hongos: guía visual de especies en Uruguay, por el que en 2014 recibió el premio Bartolomé Hidalgo en la categoría ensayo de investigación y divulgación científica, y Animales en su tinta, que en 2018 recibió la misma nominación. En 2015 publicó Especias: semillas y condimentos usados en Uruguay. El libro fue premiado por Gourmand World Cookbook Awards como Best Latin American Cuisine Book in Uruguay. En 2019 publicó 100 comidas de Uruguay (coautoría con Nacho Quesada) y La revolución de la cerveza artesanal en Uruguay (coautoría con Mariano Mazzolla), ambos ganadores de los Gourmand World Cookbook Awards 2020. Y la lista sigue por lo creado y lo bocetado para 2024.
¿Cómo nace esa mirada curiosa?
En aquel entonces se vivía en el barrio, en lo barrial. Si un vecino salía a pescar avisaba a los demás y salíamos. Una cosa exótica de aquel entonces era que yo buceaba en el puerto. Era maravilloso, un lugar de fantasía y de descubrimiento. Una vez encontramos cadenas antiguas de un barco y en otra ocasión balas de cañón de un astillero antiguo. Así, cada inmersión traía su tesoro y su anécdota. Recuerdo que con las crecientes del Río de La Plata encontrábamos especies pocos comunes, entre ellas plantas exóticas como camalotes, pero también pirañas. Nosotros las pescábamos, era turismo extremo tirabas algo y no lo podías agarrar porque te mordía. Un concepto que manejo en mis charlas es el de Montevideo silvestre, y va directamente a la mirada. Es el niño que llevamos adentro y tiene forma de curiosidad. No es una mirada pasajera sino contemplativa. Montevideo silvestre existe en la medida que existe esa mirada curiosa.
Además de Montevideo, las locaciones del divulgador científico en su niñez y adolescencia fueron Aguas Dulces y Valle Edén en Tacuarembó. La diversidad natural forjó la mirada curiosa en la vida natural y trazaron el carácter del artista. Recuerda sus tiempos en Aguas Dulces, las arañas en el suelo, meterse en el monte, disfrutar de las estrellas, de las amistades, de los bailes y el mar.
¿Cómo fueron tus inicios en el dibujo?
Tenía una profesora de pintura. Una de las tareas era ir al cementerio y sentarnos en un banco de la necrópolis a dibujar. Recuerdo la pascualina casera, los lápices, las gomas y los soportes. En cuanto lo que me gusta dibujar, es todo. Desde paisajes a caricaturas. Junto a Mercedes Masera [estudió arte en los talleres de Guillermo Fernández, Gustavo Alamón y Mercedes Massera] me impregné de esa gramática de la composición de los planos y los claros y oscuros, que luego se reflejaban en las caricaturas.
Es el estilo que luego el escritor Milton Schinca, autor de Boulevard Sarandí, eligió para la realización de las primeras publicaciones. Me había encargado una caricatura de Carlos Marx.
También tuve un desafío: me gustaban mucho los dibujos humorísticos. Corría a buscar la revista Hortensia, para leer a Inodoro Pereyra. Seguía todos los pasos de Fontanarrosa, Caloi y Quino. En un proyecto en particular, el semanario Mate amargo, me invitaron a animar el logotipo que era un gaucho, yo lo dibujé y le di vida.
¿Cómo fue esa dupla de las ciencias biológicas y el dibujo?
Esa mezcla nace desde la curiosidad y no saber nada de algo. El recorrido a la incursión del mundo funga [mundo de los hongos] comenzó con fotografía didáctica. Como me encanta el trabajo de clasificación, luego de sacar fotos me preguntaba qué eran esos hongos. Me puse a investigar y a realizar estudio de campo. Lo primero que hice fue la exposición al aire libre en el Centro de Fotografía de Montevideo en el Parque Rodó. Eran cuarenta paneles gigantes con la fotografía y su explicación. Lo que vino luego fue una locura no planeada.
¿Qué es colectivizar el conocimiento científico?
Darle sentido a una investigación. Siento que debe tener un sentido esa dedicación. Y el sentido lo da lo humanista, cuando el conocimiento se convierte en común para la sociedad y no queda relegado en el laboratorio. Cuando lo podemos explicar le damos valor y convertimos al colectivo en cómplice. El conocimiento es el disparador. Luego se multiplica, se integra y se vuelve social. Y al volverse social se carga de ese poder de transformación. Esta cadena es fundamental.
¿Cuáles fueron tus momentos Eureka?
El momento en el que descubrí que ciencia y arte son complementarias dio lugar a toda esa producción de libros y artes visuales, que si bien eran se complementaban podían retroalimentarse. La obra Life in progress es ejemplo de esto. En una construcción había visto líquenes sobre un toldo de color chocolate. Me acerqué al constructor, a fin de que me permitiera sacarlos, y le expliqué lo que veía. Para mi sorpresa la respuesta fue positiva. Finalmente pudimos sacarlo y se convirtió en una obra viva expuesta en el museo. Tengo micromomentos eureka, también. Por ejemplo, cuando exploro las posibilidades del diseño y veo que los delirios no son tan delirios. Así como resaltar efectos lumínicos en un libro resulta en una cuestión de detalle. Son esas sustancias de aroma, sabor, locura, delirio que hace que las cosas tengan esa identidad. Son pequeños descubrimientos. El descubrimiento como los microsenderos que realizamos en búsqueda de hongos es la respuesta de endorfina de la aventura. El valor es mirar y contemplar. Gracias a estas acciones el mundo se revela hacia ti.
¿Qué opinas de la inteligencia artificial generativa que permite reproducir una imagen y obra con elementos que se le indiquen?
Una cosa que falta y creo que nunca lo va a manejar es la emoción en el proceso, ese timón es lo que puede dirigir a un lado o al otro, o cambiar en su curso. Esto no puede ser nunca mecanicista. La inteligencia artificial es mecanicista, pero la riqueza de la emoción y la plasticidad de la emoción humana en el acto creativo.
¿Qué es una hoja en blanco para vos?
Es puro desafío. Es la mirada interior que te implica y te desafía con el propósito de que esa mirada se colectivice. Es pura vida. Esta ahí. Te implica. Las miradas implican. No existen las cosas que no te transformen si tenes la mirada contemplativa. Algo tiene que sucederte. En el cuerpo, en la emoción.
¿Qué se dibuja en esa hoja en blanco para este año?
Por ahora mis proyectos tienen formato de libros. Me siento muy cómodo con ello. Cada uno encuentra su canal. El formato libro físico me importa mucho. Me preguntás por las hojas en blanco, pero ya tengo todas garabateadas. La hoja en blanco lo dice todo hasta que vos intervengas con la mirada. Luego cuando las obras conclusas siguen su currícula, su trayectoria. Al momento de desprenderme me gustaría preguntarles cómo les ha ido.
Entre otros proyectos, este año el divulgador científico Alejandro Sequeira publicará en colaboración con micólogos argentinos y españoles hallazgos de trufas verdaderas en Uruguay. Actualmente se encuentra en etapa de paper.
De miradas, narrativas…
Tengo una obsesión con el paso del tiempo.
A veces pienso que hasta el tiempo es algo copiado. Vértigo de las grandes ciudades cuando aquí no tenemos esa necesidad del vértigo. Lucha continua de esas tendencias. No tenés tiempo para frenar en el momento adecuado. El tiempo para mirar y convertís esa mirada en contemplación. Que permite conectarnos mejor.
Las caras en los muros siempre me han intrigado. Me pregunto si son famosos, cantantes, etcétera. Me gusta relevar con fotografía, año a año, los rostros de los muros desgastados por la lluvia y rostros intervenidos por la gente, como los bigotes que se dibujan en un momento particular. Veo el retrato humano y le saco la foto. Es la búsqueda de la identidad. Esta cosa casi bíblica que depende de quien la interpreta. Del ojo que la mira. Y aquí la importancia de la mirada y de la narrativa.
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