Juan Carlos Gambarotta fue pionero de la profesión de guardaparques en Uruguay, al punto que internacionalmente era conocido como “el hombre orquesta”, debido a que cumplía diversas funciones a la vez y todas “desde cero” en el país. Se desempeñó durante 27 años en la Laguna de Castillos, y hoy trabaja en la oficina del Sistema Nacional de Áreas Protegidas en Montevideo.
“Trabajar en la oficina es un taller constante de capacitación, porque hay que aprender muchas cosas y hacer salidas de campo, es muy interesante”, dijo en entrevista con La Mañana, quien no ha perdido su calidad de guardaparque por trabajar en una oficina.
Desde niño se sintió atraído por la naturaleza y este interés lo llevó a recorrer más de 30 países, donde aprendió lo que luego aplicó en Uruguay para desarrollar el rubro.
Recibió premios como guardaparque, escritor y ornitólogo de campo. Fue impulsor de la Asociación de Guardaparques de Uruguay y vicepresidente de la Federación Internacional de Guardaparques.
Fue la primera figura de guardaparques en el país, ¿cómo se dio eso?
Cuando en 1995 se hizo el primer encuentro internacional de guardaparques, me decían “el hombre orquesta”. Trabajaba para el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), donde la parte ambiental era algo muy secundario, pero se habían declarado algunas áreas protegidas. En base a eso fue que pude conseguir el trabajo de guardaparque.
El gran regalo de mi vida lo recibí a los cinco años, porque un señor que no llegué a conocer convenció al ministro del MGAP de la época de generar un decreto, declarando monumento natural a las dunas del Cabo Polonio y refugio de fauna a la Laguna de Castillos. Fue un decreto del año 1966. Hasta 1991, que me fui a vivir a la Laguna de Castillos, nunca hubo guardaparques allí.
El Programa de Conservación de la Biodiversidad y Desarrollo Sustentable en los Humedales del Este (Probides) se fundó en 1993, después vino Dante Roibal que trabajó allí.
No fue una situación deseable, de hecho, yo me tuve que inventar en base a lo que veía, ya que estaba muy relacionado a guardaparques de otros países. Por suerte sé inglés desde temprano y hacía informes que enviaba al exterior, y por ese motivo las personas pensaban que yo contaba con más apoyo. Fue todo muy interesante y particular, empecé todo desde cero. Pero lo cierto es que lo volvería a hacer.
¿Siempre desempeñó su función en Monte de Ombúes?
Siempre estuve allí. A medida que comenzaron a aparecer más guardaparques –más allá de que Dante Roibal apareció mucho antes–, en 1999 se creó un curso de formación de guardaparques. Hubo dos: uno que hizo Vida Silvestre para la recientemente fundada Asociación de Guardaparques del Uruguay; y el otro, paralelo, lo hizo Santa Teresa, entonces se fueron formando colegas.
Siempre les planteé a ellos lo bueno que sería rotar de zonas, porque perenemente creí que la rotación de áreas es algo muy interesante. Incluso hice una encuesta por cartas que la mandé a 52 países y ese mismo papel de la carta volvió desde Tanzania, Rusia y muchos lugares más, habré recibo más de 30 respuestas. Una de las preguntas era si el guardaparque rotaba de área protegida y si no rotaba, qué le parecía oportuno.
Consideré que rotar era formativo y que, profesionalmente, es mejor que la gente no te saque la ficha del todo y, por otro lado, que uno no tenga preconcepto de las personas que cree conocer. En Uruguay no rotamos, por lo que trabajé 27 años en Monte de Ombúes.
Muchas veces pasa que el guardaparque también está solo, ¿qué desafíos conlleva esa soledad y qué enseñanzas da?
Una vez un guardaparque canadiense dijo que lo bueno de trabajar en su país es que están muy especializados, pero que también eso era lo malo. Porque, por ejemplo, si alguien se especializa en control de vigilancia solo hace eso, lo mismo pasa para quienes se abocan a la atención al público, otros en cartelería, otros en monitoreo ambiental. Sin embargo, cuando trabajás solo sos la cara del lugar y también, en mi caso, era la cara del Estado, entonces tenés que hacer todo vos, al punto que uno, a veces, se cree que es el dueño del lugar.
Sabés que no sos el dueño, pero lo querés como si lo fueras, entonces das todo por él. Si son varios, a veces pasa que se reparten las responsabilidades y ya no hay una cara única, y podría no ser tan así como dije antes. Todos los guardaparques somos diferentes, priorizamos distintas cosas.
Desafíos hay muchos, incluso mentales; la parte emocional y espiritual a veces te carcome bastante. Estudié un año entero en Bariloche, sin descanso, y se da la paradoja de que allí compartimos cuarto y estudiábamos en un destacamento y después la mayoría nos fuimos a trabajar solos. Es radical la diferencia.
Hay guardaparques que la pasan mal, se generan problemas de distinta índole, no siempre conocidos por el propio trabajador, mucho menos por las instituciones que los contratan. En definitiva, el tema guardaparques es algo que les pasa a los guardavidas también, porque hay demasiadas cosas para resolver, incluso desde el punto de vista de la contratación.
Muchos de nuestros guardaparques en el Uruguay están en el aire: los contratan por unos meses, de ayudantes, etc. Hace algunos días estuve haciendo una suplencia en el Cerro Arequita; todavía no hay guardaparque, pero sí un director. Fue una sensación muy linda ver que me metí por los bajos de Ombúes, encontré una cantidad de gente, luego fui al camping que depende de la Intendencia de Lavalleja, y las personas me buscaban y consultaban cosas, la gente quiere que haya guardaparques. Para la mayor parte de las personas, el guardaparque es muy bienvenido.
¿Qué se podría mejorar para amortiguar la diferencia entre estudiar y efectivamente trabajar?
El curso lo da la UTU en Arrayanes, y probablemente necesitaríamos tener más nexo con el Ministerio de Ambiente y la escuela, porque casi todos los docentes no son guardaparques y merecería que hubiera algún docente más, aunque entiendo que quien está ejerciendo puede tener horarios complicados como para dar clase.
Hace falta preparar a los estudiantes, no obstante, en todas las profesiones pasa que al salir a la cancha no es lo mismo que al estar formándose. Podría ser bueno hacer más salidas de campo, porque hay que pisar pasto y meterse al bañado. De todas maneras, está saliendo gente muy bien preparada.
¿Fue el fundador de la Asociación de Guardaparques?
Tuve la idea principal. Cuando se creó la Federación Internacional de Guardaparques, estuve desde los inicios porque justo hubo un congreso en Venezuela en 1992 y se tiró la línea. Solamente había unos pocos países con asociación como Sudáfrica, Escocia, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá y alguno más, y me consultaron si yo me animaba a fundarla en Uruguay.
Yo no tenía con quién fundarla, hasta que apareció Dante Roibal. Enseguida aparecieron guías de naturaleza en el Potrerillo, entonces fundamos al Asociación de Guardaparques y Guías de Naturaleza del Uruguay. El Ministerio de Cultura nos dio la personería jurídica. Fueron años muy enriquecedores.
¿Qué características tiene un país que está bien preparado en materia de guardaparques?
En Canadá, hace años, estaban resolviendo un caso de un hombre que había matado un alce, y buscaban con el ADN de la persona en un arma, solo con eso ya vemos que se trata de un lugar muy preparado.
¿Cuán útil es la tecnología para contar con un país preparado para eso?
Las tecnologías sirven para todo, para lo bueno y lo malo, la propia cámara-trampa es una tecnología relativamente nueva en el Uruguay, el tema es que también la usan los cazadores. La primera tecnología que fue la ruina de los animales fue la linterna a pila, porque antes de esto no se salía a cazar de noche. Ahora existen rayos infrarrojos.
A veces pienso que la tecnología sirve más para bandos contrarios, además porque ellos tienen mucha más plata. Los guardaparques tenemos muy poco presupuesto. En mi caso, por ejemplo, no me gustan los drones, que me sobrevuelen, porque no sé quién está mirando. Lo mismo pasa con los cazadores furtivos, que vuelan por un lado y después van derecho a matar al animal.
El paradigma de que la ciencia y la tecnología van a salvar a la humanidad es falso de principio a fin, porque la tecnología siempre va a ser usada para mal por quienes no tienen buenas intenciones.
¿Qué es lo que sí puede mejorar la protección de la naturaleza?
Considero que soy buen intérprete ambiental, me propongo este año empezar a escribir de vuelta. He escrito libros autobiográficos y para niños. Quiero retomar eso porque cuando más se necesita a la naturaleza, más se le da la espalda. Es necesario apelar a lo emocional, sino estamos fritos. Se está dejando de usar la palabra naturaleza, se mal usa en avisos y propagandas.
Hemos llegado a un punto en el que hay que redefinir a qué te referís con naturaleza, porque está tan baqueteada que el clima, si bien siempre hubo cambio climático, es tan acelerado que ya ha dejado de ser natural. Es cierto que el ser humano forma parte de la naturaleza, pero una persona como yo que se toma un ómnibus todos los días está muy alejada de la naturaleza; el que va a un congreso de cambio climático en un jet privado también está alejado.
Por más que se trabaje en áreas protegidas, si las sequías van a matar a los árboles y los animales, no va a servir tener estas áreas, por lo que hay que trabajar a nivel macro y no centralizado en esas zonas. Pienso que el ser humano, al revés de las hormigas que se rehacen y reorganizan con inteligencia y en sociedad cuando el hormiguero es atacado, nosotros somos inteligentes como individuos y no como sociedad. Si fuéramos organizados como las hormigas, tendríamos gran parte solucionada.
¿Los convenios internacionales no sirven para esa organización social?
No se cumple absolutamente ninguno y siempre se tiran para adelante las decisiones de verdad. La ONU no pasa factura, la madre tierra sí lo hace.
¿Cómo educar a los más chicos “apelando a lo emocional”?
No es solo leyendo un libro que se logra. Si el niño no tuvo experiencias en la naturaleza hasta los nueve o 10 años, el libro solamente significa información, y solo los ayuda a irse a dormir. Estamos fallando en la vivencia, porque esta no es información, es algo irrepetible que queda en la vida y marca.
Tuve la suerte, con mi exesposa y con un profesor de Castillos, que durante cinco años tuvimos un programa que se llamaba “pequeños guardaparques de Castillos”; hasta 300 niños participaron a lo largo de los años; hacíamos campamentos de dos o tres noches dos veces al año, y eso los marcó emocionalmente. Me consta porque se han comunicado. Hoy son ciudadanos profesionales, que votan, con familia, pero que, al momento de tomar una decisión, la vivencia que tuvieron los guía.
En el SNAP hay muy poco personal y presupuesto, y las áreas no dan abasto, pero una cosa que estaría muy bueno sería desarrollar el programa de interpretación ambiental, y a través de él hacer fogones con árboles y plantas exóticas que están sustituyendo los bosques naturales. Además, los niños ven el cielo nocturno, las estrellas, es significativo el gran número de personas que nunca vieron la vía láctea. Hay niños que nunca vieron la puesta de sol ni el amanecer, entonces, con los campamentos, sí es posible lograr esa conexión con la naturaleza.
¿Cuáles son los puntos fundamentales que habría que mejorar para una mayor protección de la naturaleza en Uruguay?
Creo que hay que poner mucho más personal en el Ministerio de Ambiente, en particular en la parte de biodiversidad, también en temas de controles. El campo hay que verlo en el campo, por más que las imágenes de satélite sirven, necesitamos más personal en terreno con todas facultades de actuar.
Llegó el momento de que se prohíba totalmente la tala de monte nativo, no se puede cortar un palo más. Y también llegó el momento de exigir que la leña no pueda tener guía, es como permitir la venta de esclavos, no se permite más y listo. No se pueden hacer más caminos. Hay un árbol exótico que se llama ligustro, otro que es las acacias de la playa, entre otros, que están invadiendo el país a pasos agigantados.
Estos árboles exóticos ingresan donde se cortó el monte nativo. Hace 50 años se podría decir: “cortamos estos árboles porque luego crecerán más árboles nativos”, pero ya no es así. Estas otras especies tienen semillas en todo el Uruguay.
Otra cosa que no puede existir más en la tala rasa, la erradicación total del monte-parque, sea con el fin que sea. Antes había una franja de 50 kilómetros sobre el borde del Río Uruguay en donde había monte de espinillos y algarrobos, pero están en extinción. No se puede permitir que se corten más. En la zona del litoral hay montes que no están más tampoco.
El peor problema del país en los 90 no era la deforestación, sino la forestación con árboles exóticos. Ahora se suma el problema de la deforestación, porque los montes de algarrobos y espinillos están desapareciendo de forma muy brusca, eliminando el hábitat de muchas aves.
Debemos tener educación con sanción. La mamá le llama la atención al niño si va a sacar una frutilla de la torta, se genera educación con sanción: pórtate bien si no, no ves la televisión. A una persona que deforesta 400 hectáreas de monte, hay que subirle la sanción, que tenga que vender la estancia para pagar la multa, que sean brutales y que se divulgue.
Me defino como una persona profundamente pesimista que trabaja con gran optimismo. Las cosas están planteadas para que salgan mal. Todos los convenios internacionales, como Rio de Janeiro 1992, que no pasó nada a favor desde ese momento, y estamos en 2023. Tenemos que copiarle un poquito a las hormigas, y a realmente tomar cartas en el asunto.
En cuanto a educación, esta no puede cesar nunca, y no puede limitarse a los niños chiquitos, porque en las escuelas les enseñan muchos comportamientos que en el liceo ya nadie presta atención. La educación ambiental la tienen que tener en Facultad de Ingeniería, porque algunos proyectos son un atropello a la humanidad, absurdos y con derroche de dinero.
El lobby que tienen las automotoras en los eventos de cambio climático parece broma, ¿no se dieron por enterados de la cantidad de oxígeno que respira un auto? Lo mismo que una persona en 30 años.
Gambarotta fue consultado acerca de si el salario de los guardaparques está acorde a la labor que realizan. Aseguró que lamentablemente los guardaparques están en organismos muy distintos, y que, en su momento, cuando el Estado tuvo que optar, una opción –que fue la que defendió– era que el cuerpo nacional de guardaparques fuera dependiente de lo que hoy es el Ministerio de Ambiente, con escalafones, grados, antigüedad, a misma función misma remuneración.
“Pero eso no existe porque hay algunos que dependen de las intendencias, otros que tienen reconocida la nocturnidad para hacer cierto tipo de trabajos, algunos cobran horas extra, es demasiada la diferencia entre uno y otro”, comentó.
Considera que es algo que no debería suceder, pero que hasta ahora no se ha podido combatir porque “siempre, a nivel presupuestal, hay menos dinero”. El entrevistado reafirmó que el SNAP debería tener un cuerpo nacional de guardaparques dependiente del Ministerio de Ambiente en todos los aspectos.
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