Nuestras costas presentan un sector de riberas de tipo fluvial, y sobre el Este, oceánicas. Es allí donde se manejaron buen número de proyectos, bajo la premisa de “Puerto de Aguas Profundas”.
La creación de una obra de las características, daría lugar a pensar, no sólo en un puerto, sino el nacimiento de una nueva ciudad como una “Montevideo” del Este, o sea algo de un volumen tal, que hasta es de imaginar, produciría un cambio de vida de nuestro pueblo,
A nivel de sueños, todo se presenta grandioso y positivo, en la realidad, las cosas cambian y las posibilidades se muestran esquivas. Nuestra capacidad nacional para generar un movimiento portuario del nivel de cargas que se requiere, resulta largamente deficitaria. Surge, como antes, el considerar que debiera existir otro movimiento de cargas, para lo cual lo regional se hace necesario.
Los antiguos proyectos, generalmente incluían en los cálculos de posibilidad, los volúmenes de cargas que normalmente se mueven en la región, sin considerar que nos eran ajenas, impulsadas por negocios de otros.
Esas propuestas se desgastaban en precisar el lugar de emplazamiento de la obra, y cuando consideraban haberlo ubicado, se encontraban con la imposibilidad económica, porque las cargas, simplemente, no eran propias.
En el último intento que se proclamó durante el Gobierno del Presidente Mujica, se cayó en el mismo criterio equivocado, a lo que se sumó gastos millonarios en estudios para nada, y remuneraciones y viáticos de quienes participaban en el programa, condenado antes de nacer al fracaso. Un despilfarro, una farsa, una irresponsabilidad.
Sin embargo el proyecto de un gran puerto en el Este, donde las profundidades naturales son importantes, y el comportamiento de las aguas es oceánico, de ser bien encarado, presenta posibilidad, y si lo es, se contaría con una inmensa obra productiva de trabajo, y consecuentemente del primer nivel económico y social.
¿Qué hacer entonces?
Primero convencerse que un proyecto de este nivel, es positivo en lo económico, social y de grandes resultados de desarrollo, con alta ocupación de mano de obra en todas sus etapas, desde la construcción a cuando sea operativo. Para encarar el proceso de “cómo hacer”, invoco a lo que se hizo cuando se negoció el Tratado del Río de la Plata, y en derivado, El Estatuto del Río Uruguay.
La forma en que se procedió, venció a más de 150 años de controversias y desencuentros, logrando lo que varias generaciones no habían podido. Deberán cumplirse diferentes etapas de este proceso, de estudios, no de cómo hacer la obra, sino cómo lograr que ella sea posible.
Una tarea de paciencia, mucho pensar, tolerancia, flexibilidad y mucho amor a la patria y a su pueblo, especialmente a las generaciones que nos sucedan. Es un desafío que motiva, y ojalá tenga el apoyo de quienes tienen la responsabilidad de conducir a la República.
Este proceso no tiene mayores gastos, no hace obras, no necesita viajes, solo empeño, conocimientos e inspiración. Un grupo de expertos y entendidos, pequeño en su número, es lo necesario para analizar, y si su resultado es positivo, festejo, si es negativo, una papelera.
Un esquema de cómo hacer, y la búsqueda de respuestas es el desafío. Varias soluciones deben ser comparadas, hasta llegar al convencimiento que de tal forma sí se podrá.
No es momento de anunciar el proceso, el primer paso es conocer, si existe interés. Lo demás viene después.
(*) Capitán de Navío (R)