Se formó con importantes referentes de la historia, la diplomacia y el derecho internacional como Felipe Ferreiro, Carlos María Velázquez y Eduardo Jiménez de Aréchaga. En su trayectoria ocupó varios cargos en la administración pública, llegando a ser subsecretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Luis Alberto Lacalle. También dedicó muchos años a la actividad privada, la docencia universitaria y la actividad arbitral a nivel internacional. En entrevista con La Mañana, el doctor José María Gamio dialogó sobre el actual momento de Naciones Unidas y la situación de Uruguay.
¿Qué lo marcó del entorno familiar de sus primeros años?
Mi familia es de Caraguatá. Decía Luis Alberto de Herrera “cuando las cosas están feas nos vamos a Caraguatá”, un pago ya no blanco, herrerista. En las elecciones de 1958 en las que triunfa el Partido Nacional después de 70 años, iba ganando la UBD a la noche y en la madrugada llegaron los últimos votos provenientes de Caraguatá y volcó la elección a favor del herrerismo.
Mi padre que hizo el liceo en Melo, vino a hacer la facultad a Montevideo, fue juez, se dedicó a la historia y se formó al lado de Felipe Ferreiro. Juan Pivel Devoto y mi padre eran sus ayudantes jóvenes, los muchachos que iban a buscar algún libro a la Ciudad Vieja. Tenía una biblioteca imponente. Yo creo que Felipe Ferreiro fue el fundador del revisionismo histórico en el Río de la Plata. Lo que no publicaba Ferreiro lo publicaba Herrera.
Usted también fue muy allegado al diplomático Carlos María Velázquez, que también es de esa escuela. ¿Qué destaca sobre él?
Velázquez tenía los principios del herrerismo, que jugó sobre todo en la Segunda Guerra Mundial un papel decisivo. Hay un libro muy interesante, una recopilación de notas de prensa y discursos parlamentarios que hizo Carlos Lacalle. Herrera tenía claro que Estados Unidos y la Unión Soviética se estaban repartiendo el mundo, con un pacto de cada uno en su chacra. Velázquez insistía siempre en los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, que Herrera, Haedo y Ferreiro defendieron en el Parlamento y el diario El Debate. En la historia del país nadie aportó tanto en política exterior como Luis Alberto de Herrera.
En Naciones Unidas hay un episodio cuando se dio la invasión a República Dominicana en la década del ’60. El embajador norteamericano se entró a movilizar para que no hubiera un pronunciamiento en contra. Habló con los nueve consejeros que le decían que se quede tranquilo. Pero Velázquez, en defensa de los principios, hizo un discurso contra la doctrina Johnson, con calidad y alta diplomacia. Enfrente tenía a una de las mentalidades políticas más brillantes que tuvo Estados Unidos en el siglo XX, que fue candidato varias veces a presidente, llamado Adlai Stevenson.
¿En qué momento usted se va decidiendo hacia el Derecho Internacional?
En la facultad me tocó tener de profesor a Eduardo Jiménez de Aréchaga, que me metió el gusanito del Derecho Internacional.
Uruguay históricamente ha sostenido una postura de defensa del Derecho Internacional. ¿Cuáles son sus bases?
Claro, Uruguay es un país pequeño entonces primero tiene que estar a favor del derecho. Hoy en el plano internacional hay dos pilares: el derecho o la fuerza. Y son suma cero, es decir, cuanto más prevalece el derecho más se disminuye la fuerza y viceversa. Hay una imagen que me gusta utilizar para ilustrar: en la Primera Guerra Mundial hay una serie de cañones atacando y el general va recorriendo cada uno hasta que llega a uno que estaba sin disparar y pregunta: ‘¿y ustedes, por qué no disparan?’. ‘Mire hay un humo que no nos permite ver bien, el viento no favorece y tal y tal… Ah, y además no tenemos balas”. Bueno, el Uruguay está a favor del derecho no solamente por ser principista o por ser la patria de Couture o de Jiménez de Aréchaga, es porque no tenemos balas.
¿Qué lugar hay para la integración regional en política exterior?
Hay un libro muy bueno de 1912 de Luis Alberto de Herrera titulado “El Uruguay internacional”, que respondía a una época que todavía el país se estaba consolidando; había que sostener la soberanía, que no vengan con la Patria Grande, ni nada de eso. Por otro lado, Alberto Methol Ferré incorpora el tema de la integración, pero, claro, era otra época donde la soberanía no es encerrarse, lo cual no quiere decir que toda integración sea favorable desde mi punto de vista. Alguna discusión tuvimos con él sobre estos temas.
Yo era y soy integracionista. Conocí de arranque el tema de la Comunidad Económica Europea que fue deslumbrante, esa concepción política, lo jurídico. En el ámbito jurídico, hace dos mil años los romanos sentaron las bases del derecho civil. La Revolución Francesa los aportes de libertad, igualdad y fraternidad. Y el aporte del siglo XX de Europa al mundo es la Comunidad Europea. Eso me deslumbró, quizás con exceso, porque la realidad nuestra no tiene nada que ver con la de ellos.
Hay un debate de constitucionalistas e internacionalistas sobre en qué grado los tratados internacionales están por encima de la Constitución o de los pronunciamientos de la ciudadanía. ¿Cuál es su posición?
Es el tema de los monistas y dualistas. Los que estamos en internacional consideramos que está por arriba de lo nacional. No obstante, uno observa que prevalece el tema de la soberanía y las normas fundamentales de la Constitución con excepción de algunos tratados especiales como es el caso de los derechos humanos. Pero el derecho tiene que dar seguridad y si no se modifica la cultura para que lo internacional prime sobre lo nacional, se crea una conmoción. La estabilidad y la seguridad son la primera regla del derecho, que hay cuidar.
Con la Carta de Naciones Unidas y la Convención de Viena se fue formando un ordenamiento internacional que hoy aparece cuestionado. ¿Qué esperar? ¿Una fragmentación de ese orden? ¿Un nuevo orden jurídico internacional?
Es un gran tema. Hay temas nuevos en el derecho internacional como son los derechos humanos o el medio ambiente. Pero el principal tema, que fue también con los padres fundadores Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Hugo Grocio, es la guerra y la paz. Ese ha sido, es y será hasta el fin de los tiempos el tema central del derecho internacional. Tuvo en Naciones Unidas un eje, pero hoy se habla más de la OTAN que de la ONU. Por primera vez, con la Carta de Naciones Unidas, se puso a la guerra fuera de la ley. La única norma de ius cogens que nadie discute es la prohibición del uso de las fuerzas armadas en las relaciones internacionales. Hoy veo muy difícil una reforma del Consejo de Seguridad porque están los cinco grandes que tienen derecho de veto. Las reformas que hubo fueron sobre cosas accesorias, pero en lo sustancial no.
Cuando se creó la ONU se vio este problema y se estableció que había que hacer una interpretación progresiva, buscar la forma de que con el texto que hay se produzcan avances. Por ejemplo, las misiones de mantenimiento de la paz no están previstas o la defensa de los derechos humanos que antes era periférico hoy es central o del medio ambiente. No se puede esperar una reforma para fortalecer la Carta.
¿Qué opina sobre la situación en Ucrania?
Hace poco publiqué un artículo en el que explico mi tesis de condena a la invasión rusa, a la agresión de mayor gravedad. Pero ojo, porque hay un interés del complejo militar industrial para presionar a Rusia, aunque eso no justifica a Putin. George Kennan, padre de la diplomacia del Departamento de Estado de Estados Unidos, fue durante el gobierno de Truman el que inventó la política de contención que fijó las reglas de la Guerra Fría y clarísimamente se manifestó contrario a la admisión de nuevos miembros en la OTAN. También Henry Kissinger, sin ser tan categórico, se opuso a que Ucrania ingresara a esa alianza.
Yo creo que esto va a durar mucho. Hay un corrimiento del centro de gravedad del mundo, que estuvo cuatro o cinco siglos en la cuenca del Atlántico y lenta e inexorablemente se coloca en la Cuenca del Pacífico y se va a quedar ahí.
¿Y cómo ve al Uruguay?
El país ha cambiado, se han hecho cosas muy buenas en los últimos años. Destaco dos, uno es la forestación y entiendo que está bien que haya equilibrios con los sectores productivos y controles, pero ha traído las grandes plantas de celulosa. Hay que tener en cuenta que el Uruguay está vaciado, sobre todo en el centro del país. La planta de UPM2 va a generar un polo de crecimiento allí por Durazno y Tacuarembó. El otro tema ha sido la energía con una revolución. El tema de la energía siempre fue un gran problema y hoy exportamos, e incluso de traer nuevas tecnologías como el hidrógeno verde.
Por otra parte, hay dos temas que considero importantísimos. La reforma de la seguridad social al cual este gobierno le puso el cuerpo y que los gobiernos anteriores eludieron porque evidentemente tiene un costo político. Pero es un tema crucial. Y el otro es la educación, la necesidad de ir a una reforma del método, de la enseñanza, de todo. Yo mismo digo que con las nuevas tecnologías el derecho que yo conocí no es el que se necesita ahora. Si tuviera que ejercer ahora y fuera responsable, tendría que pedir para entrar en primer año de facultad de alguna universidad seria que responda a las necesidades del mundo actual tecnológico. Hay que darle a la gente y a la muchachada inserción al mercado. En informática Uruguay ha avanzado y hay que insistir más en eso.
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