Oriunda de la localidad de Soldado, en Lavalleja, Nelly Torterolo es lectora de La Mañana desde que tiene seis años. Hoy se considera entusiasta de las páginas de historia y cultura de nuestro medio, y recuerda la emoción que sintió con el regreso del semanario. En entrevista, señaló el importante rol que desempeñó La Mañana en el desarrollo del hábito de la lectura y la formación tanto para ella como para sus padres, personas del ámbito rural de nuestro Uruguay.
Sabemos que la información de per se no lo es nada si no hay un relacionamiento, un otro en la ecuación. Cada martes de la semana, La Mañana trabaja con ahínco hasta las horas más tardes de la madrugada con el fiel compromiso de brindar a sus lectores la información más clara y veraz posible. Pero el proceso del periodismo no es tan sencillo y, de hecho, tiene sus encantos. A la caza de la noticia le continúa su posterior análisis, investigación, escritura, edición y diagramación. Y claro, luego las letras se transforman en materia, se plasman en hojas en blanco, convirtiéndose en semanarios que se transportan por todo el Uruguay antes del alba. Y es así que en la oscuridad de lo que todavía es la noche se distribuyen en cada departamento, ciudad o pueblo. Cuando los lectores se despiertan, el semanario ya se encuentra en su hogar o en su quiosco de preferencia. Como cada miércoles. Aun así, el proceso no termina aquí: es recién cuando sus pliegues se abren y los ojos se posan en él que entonces todo el trabajo realizado con anterioridad cobra sentido.
La fortuna del contacto con nuestros lectores alimenta el motor de nuestro deber con la información de nuestro tiempo. Conocerlos nos motiva e impulsa. Nuestra sección “Del lector” así lo refleja.
Gracias al contacto estrecho con uno de nuestros canillitas –quienes también integran un eslabón fundamental en la cadena de la información– hemos llegado a una emotiva historia que con orgullo decidimos plasmar aquí. Para conocerla debemos remontarnos a algún rincón soleado de la sierra y meternos a campo traviesa por las rocosas praderas, hasta llegar al paraje El Soldado, en Lavalleja. Allí, en lo que es hoy uno de los rincones olvidados del país, hace setenta años llegaba cada día La Mañana –en las épocas en las que salía como diario– informando, formando y entreteniendo a una familia rural.
Corría la década de 1950. Por entonces, Nelly Torterolo tenía unos seis años y concurría a la escuela N° 73 de Soldado. El arribo de La Mañana significaba para ella algo especial. Apenas llegaba el ejemplar, la pequeña Nelly corría en busca de las historietas de Anita y Huesito que integraban La Mañana y que tanto le gustaban. Con ellas aprendió a leer y a adquirir el hábito de la lectura, recuerda hoy en entrevista con La Mañana. Y es que, en la actualidad, dice tener “alma de lectora” y atribuye esto a las primeras páginas que leía. “La lectura te da el conocimiento y la cultura. Uno se instruye con lo que le interesa a medida que va leyendo. Yo siempre voy con mis libros para todos lados”, señala orgullosamente.
En su casa de la infancia, La Mañana era compartido por toda su familia, y en ese sentido destaca el rol formador que tuvo el semanario para sus padres, personas que solo realizaron hasta tercer año de escuela, pero que aun así eran “cultas e informadas”. “Mamá leía mucho también. El diario era familiar, una lectura de todos los días”, resalta y acepta: “Antes la forma de informarnos era exclusivamente a través del diario, pero no todos lo tenían. En ese sentido, yo era una privilegiada. Eso es parte de la formación de cada uno. Vengo de una familia en donde mis padres siempre me impulsaron en la lectura”.
El legado de acompañar a los lectores
Para que La Mañana llegara hasta esta pequeña localidad, debía realizar un viaje de dos escalas. Primero, desde Montevideo a Minas en la Onda para más adelante trasladarse desde la capital minuana hasta el almacén del paraje en otro ómnibus local. Aun así, la llegada era diaria, salvo los días domingo donde no se contaba con el servicio de ómnibus local. “Siempre digo que es cierto que para La Mañana el interior es capital, porque el diario llega a todos lados y además con información a nivel país”, enfatizó.
La Mañana es de tal valor para nuestra lectura que aún cuenta con viejos y amarillentos ejemplares guardados en su hogar. “Los títulos no cambian mucho, si te pones a pensar siempre pasan las mismas cosas, que casi ganamos o que casi perdemos”, comenta al otro lado del teléfono con un ejemplar reciente del semanario.
El recuerdo de un querido canillita
A casi tres años del regreso de La Mañana, Nelly recuerda el momento que se enteró de la noticia de la vuelta de este medio. “Recuerdo que Rodríguez, canillita, me dijo que La Mañana iba a volver como semanario y le dije: ‘Bueno, habrá que volver a La Mañana entonces’. Viví con mucha emoción el primer miércoles de este retorno, cuando me levanté a las siete de la mañana y vi que estaba el semanario en casa otra vez”, señala.
Y con el recuerdo del regreso de La Mañana vino el sentido recuerdo de Rodríguez, canillita referente de Minas, muy querido por los minuanos, que falleció hace poco tiempo atrás. Nelly había conocido a Rodríguez en la década del ‘70, cuando colocó un quiosco de cambio de revistas y ventas de diario. “Íbamos a levantar los diarios a lo Maidana. También fue compañero de uno de mis hijos”, menciona. Luego, en la década del 80, cuando fue madre, Nelly dejó el quisco, pero el vínculo con Rodríguez se mantuvo. “El vínculo con el canillita es muy importante, ellos siempre conocen lo que nos gusta, están informados y siempre están a disposición para acercarnos lo que nos interesa”, resalta.
De las épocas en las que tuvo su quiosco, Nelly recuerda que La Mañana “se vendía muy bien”. “Era otra época, la economía incluso era distinta. Los diarios ocupaban otro lugar. Había además una clientela especial que iba en torno al fútbol”, recordó.
Una forma de informarse
Pero a pesar de que pudiera parecer que el mundo gira siempre en la misma línea, los cambios experimentados en las últimas décadas han transformado la forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno y, con ello, con la información.
Hoy nuestros lectores pueden elegir entre acceder a las noticias desde el papel o desde la comodidad de su teléfono o computadora a través de lamañana.uy. Sin embargo, el clásico formato es el preferido de Nelly, tal vez signado por la costumbre adquirida en su hogar. “Hoy no tengo cable, vivo muy feliz. Tal vez haya a quienes esto les parece raro, pero sinceramente estoy mucho mejor informada que cuando tenía televisión. Me informo a través de la radio y del semanario”, destaca.
Hoy las páginas de La Mañana que más le interesan son otras. “Cada miércoles, cuando llegan, con el afán de leerlo todo, paso rápidamente las hojas y doy una lectura general. Pero luego, más tranquila, me siento a disfrutarlo. Me interesa mucho la parte histórica y cultural. Tiene artículos para leerlos tranquila y cada vez aprendo algo nuevo”.
Conocer la historia de Nelly, como la de tantos otros de los lectores, nos llena de orgullo, pero también nos lleva a reforzar nuestro compromiso con, cada día, mayor responsabilidad. Y, ante ello, no podemos pensar más sino en una frase de José Enrique Rodó: “Decir las cosas bien, tener en la pluma el don exquisito de la gracia y en el pensamiento la inmaculada linfa de la luz donde se bañan las ideas para aparecer hermosas, ¿no es una forma de ser bueno?”’.
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