Este año se conmemora el 50 aniversario del Tratado del Río de La Plata y su Frente Marítimo, que constituye un instrumento fundamental para las relaciones entre Uruguay y Argentina. En este marco, La Mañana conversó con Juan Carlos Olima, quien fuera uno de los negociadores de dicho acuerdo, acerca de la importancia que ha tenido para ambos países en estas cinco décadas. Además, destacó el papel del Mercosur y la integración regional en un mundo cada vez más convulsionado.
¿Cómo comenzó su vinculación con el Río de la Plata?
Yo ingresé a la Cancillería en el año 1965 por concurso, donde fui destinado al área de soberanía territorial, que manejaba todos los problemas de límites. Afortunadamente ya no existe porque casi toda esa temática está resuelta, con excepción de las Islas Malvinas. Uno de los temas que se atendía en esa división era el Río de la Plata, y así fue que empezó mi vinculación, que nunca concluyó. En el año 68 fui destinado a la Embajada de Argentina en Montevideo, con lo cual seguí trabajando en el tema, y al regresar seguí haciéndolo hasta que se concretó el tratado en noviembre del 73.
Usted estuvo en la primera línea de las negociaciones del Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo hace casi 50 años. ¿Cómo fue su actuación en las instancias previas a la firma del acuerdo?
Yo era un joven y recién ingresado funcionario diplomático. A los problemas que siempre habíamos tenido vinculados a la navegación y el establecimiento de mecanismos de trabajo, en 1968 se sumó el petróleo. En esa época ambos países tenían la información de la posible existencia de yacimientos de hidrocarburos en el Río de la Plata –que después se verificó que no era así– y, para completar ese complicado panorama, en 1969 apareció una formación aluvional al lado de Martín García que los argentinos llamamos Punta Bauzá y los uruguayos el islote Timoteo Domínguez. Ese escenario hacía todo muy complejo.
En ese momento se creó el primer grupo de trabajo, que por el lado argentino lo integraban José María Álvarez de Toledo, el embajador argentino; Raúl Medina Muñoz, número dos de la embajada; y yo como joven diplomático que iba de soporte. Del lado uruguayo, los dos personajes que recuerdo son Yamandú Flangini, que continuó todo el proceso y concluyó con la firma del tratado, y el profesor Pivel Devoto, que era un prestigioso y sólido investigador uruguayo. Ese grupo, que mantuvo posiciones inflexibles, fracasó, no se llegó a ningún acuerdo. Posteriormente, Álvarez de Toledo fue designado vicecanciller en Argentina y las negociaciones se desplazaron a Buenos Aires, donde se lograron avances importantes.
¿Cuáles eran los mayores factores de discusión?
El primer debate que se producía siempre era que Argentina pretendía la línea de mayores profundidades que se acercaba en muchos casos a la costa uruguaya, y Uruguay defendía el principio de la línea media, que traía una serie de problemas vinculados con la navegación. En esas conversaciones que se realizaron en Buenos Aires se logró un acuerdo en el que se establecía el principio de línea media, pero a esa línea media se le hicieron una cantidad de inflexiones para no afectar la navegación y se compensaron áreas donde no había problemas de navegación, con lo cual ambas superficies adjudicadas a cada uno de los países eran exactamente iguales.
Esas negociaciones fueron avanzando muy bien y a fines del 72 prácticamente los temas más importantes ya estaban definidos en el sentido de que habíamos logrado entendimientos. Sin embargo, en enero del 73 las conversaciones quedaron suspendidas porque se habían producido dos incidentes en el Río de la Plata provocados, porque en ese largo proceso donde vivíamos situaciones políticas muy complejas, hubo muchas interferencias por razones de política interna de ambos países. Luego se retomaron las reuniones y la última tuvo lugar en octubre en Punta del Este, donde básicamente se verificó que en la terminología no había ninguna inconsistencia para que no hubiera problemas de interpretación.
¿Cómo se laudó la disputa por el tema de Martín García?
Al finalizar la reunión, Julio César Lupinacci (diplomático uruguayo integrante del grupo negociador) me dijo: “Entendemos que a nivel diplomático no puede avanzarse más en el tema Martín García, pero el presidente Bordaberry va a viajar a Buenos Aires para pedirle a Perón que tenga un acto de generosidad y de grandeza hacia Uruguay en ese aspecto”. Me quedé con esa información y estaba convencido de que ese mensaje tenía que llegar de alguna manera a Perón. Me esforcé para que le llegara y logré hacerlo a través del embajador Guillermo de la Plaza, pero nunca supe si el mensaje llegó o no. Lo que sí supe fue que la entrevista que iba a ser realizada entre Bordaberry y Perón no se concretó porque el día de la asunción de Perón hubo una serie de incidentes con pedradas sobre automóviles y Bordaberry no pudo llegar a la Casa Rosada.
¿Cuál fue la antesala de la firma del acuerdo? Tengo entendido que usted debió explicarle los pormenores a Perón personalmente.
Sí. Días después se hicieron nuevas reuniones que concluyeron con una aprobación generalizada del tratado y, cuando terminamos, el canciller Vignes me dijo: “Mañana le va a explicar el tratado al general Perón”. Creo que no pude dormir y a las 05:50 de la mañana ya estaba en la puerta del canciller, cargado de mapas y carpetas. Llegamos a la Casa Rosada, me dijo que colgara los mapas y minutos después apareció Perón vestido de civil, con traje. Miró los mapas durante unos minutos y lo primero que me preguntó fue: “¿Cómo queda el petróleo?”. Evidentemente, por la crisis mundial que se había producido, eso estaba en el centro de sus inquietudes. Con la ayuda de los mapas mostré la línea que dividía el lecho y subsuelo, expliqué que el criterio era aplicar la línea media, pero que se habían hecho las inflexiones necesarias para no perjudicar la navegación y que esas áreas se habían compensado, con lo cual las superficies para ambos países eran exactamente iguales. Así siguió preguntándome por la navegación, la pesca, yo fui explicando las disposiciones del tratado y cerró con el tema Martín García. Cuando terminé de exponer, me dijo: “Muchas gracias, m’hijo”, se dio vuelta, y con ese conocimiento que tenía acumulado, afirmó: “Vignes, haga los arreglos para negociar”.
¿Cómo fue para usted ese desenlace?
La serenidad que yo había tenido para hacer toda la exposición, en ese momento, desapareció. Entré en una especie de conmoción semejante a la que debe sentir cualquiera de nosotros cuando rinde un examen final de una carrera. Ni siquiera recuerdo cómo volví al Palacio San Martín. Tres semanas después, el 19 de noviembre, Perón viajó a Uruguay para asistir a la firma del tratado, y allí se reconcilió con el pueblo uruguayo.
Hoy, a casi 50 años de la firma, ¿cuál ha sido la importancia que ha tenido ese tratado?
Fundamental, por muchísimas razones. Primero, despejó una cantidad de dificultades que teníamos en el río que, como señalé, también eran empujadas por razones de política interna. Aunque parezca disparatado, durante ese período del 68 al 73, estuvimos un par de veces al borde del enfrentamiento armado. Todo eso desapareció, pero además se consolidó una nueva forma de trabajo. Por ejemplo, en el año 47 se había firmado un acuerdo para la construcción de Salto Grande, pero producto de las indefiniciones estaba frenada, y luego de la firma del Tratado del Río de la Plata se activó y hoy es una obra esencial para nuestros países. Por lo tanto, se abrió la puerta a un proceso de cooperación importantísimo. Ese tratado, a su vez, fue tomado casi como un modelo en muchas partes del mundo. Tiene carácter histórico en el sentido de que recogió los conceptos del Protocolo Ramírez-Sáenz Peña de 1910, pero adicionalmente tenía y sigue teniendo una enorme modernidad.
¿En qué sentido es un tratado moderno?
Me refiero a que fue hace casi 50 años, medio siglo, y estableció una serie de disposiciones para la preservación del medioambiente, cuando casi nadie hablaba de esos temas en aquel entonces.
Por otra parte, con el tratado también se crearon dos comisiones, la Comisión Administradora del Río de la Plata (CARP) y la Comisión Técnica Mixta del Frente Marítimo, que nos dieron el escenario para trabajar sobre diferentes aspectos y problemas que pudieran surgir, lo que se hace a veces con mayor facilidad, a veces con mayor dificultad, pero encontramos mecanismos para buscar soluciones. Recordemos que cuando se firmó, Perón en su discurso señaló que orientales y argentinos debían celebrar alborozados la existencia de este instrumento, que es central en nuestras relaciones.
Mencionaba un tema muy latente hoy como el cuidado del medioambiente. ¿Cree que esto se está encarando por parte de la CARP de manera adecuada? En el Río de la Plata estamos muchas veces ante problemas de contaminación, ciudades que lo utilizan como vertederos, a lo que se suman las industrias y sobre todo las plantas de celulosa que vuelcan ciertos elementos contaminantes.
Hay que tener presente que ambas capitales están en sus orillas, por lo que en sus alrededores hay varios millones de habitantes, además de muchos sectores industriales productivos. Se ha avanzado en una cantidad de temas, se han hecho estudios ambientales del río y todavía no logramos lo deseable, que sería un menor nivel de contaminación; seguimos contaminando, no de la misma manera que se hacía hace 30 o 40 años, pero esta problemática no está resuelta.
¿Cuál fue el objetivo del evento que se realizó días atrás para conmemorar los 50 años de la firma del tratado?
Fue una iniciativa de la Universidad de Montevideo que yo celebro, porque la realidad es que en lo cotidiano hay veces que perdemos la memoria, perdemos la brújula, y no tenemos presente el recorrido que hemos hecho. Yo creo que recordar el tratado es recordar los errores cometidos en el pasado y la sabiduría de sus disposiciones, que buscan un trabajo mancomunado, de hecho, se han mejorado enormemente. Siempre existirán dificultades porque entre vecinos hay visiones encontradas, intereses distintos o circunstancias políticas diferentes, pero recordar el tratado es recordar que tenemos herramientas construidas hace mucho tiempo para trabajar mancomunadamente. Fue una reunión muy interesante, porque además estuvieron presentes Lapeyre (otro de los negociadores del acuerdo) y el capitán Flangini.
Con respecto a la interconectividad energética entre ambos países, hoy Argentina está explotando con aparente éxito el yacimiento de Vaca Muerta que promete abundante oferta de gas natural para la región, y a eso se agrega la próxima finalización del gasoducto Néstor Kirchner. ¿Es esta una oportunidad para la región de recrear los años dorados de acuerdos energéticos? ¿Podríamos inspirarnos en experiencias como Itaipú o Salto Grande para constituir un ente multilateral de los países del Mercosur y así favorecer el desarrollo de un combustible?
Ese gasoducto que trae gas desde Vaca Muerta tiene la potencialidad para producir esos resultados que señalás. Los temas energéticos nunca son simples, tienen enormes complejidades por muchas razones. Esto abre una ventana de oportunidades en la que inciden un montón de factores de política de cada uno de los países y también mundiales. La utilización de esa posibilidad depende de la inteligencia que apliquen los dirigentes de todos los países involucrados, que muchas veces no están a la altura de las circunstancias. Esto lo hemos vivido ya a lo largo de muchos años, así que es difícil hacer un vaticinio, pero sería lo deseable que lográramos ese tipo de entendimientos.
Dada su experiencia, ¿qué importancia le adjudica al Mercosur y a la integración regional?
Estamos atravesando un momento complejo del Mercosur y procesos complejos también en la política interna de varios de nuestros países. Con la filosofía de Bolsonaro era muy difícil encontrar ámbitos de trabajo mancomunado, pero yo creo que el proceso de integración regional es central para poder preservar nuestros mecanismos de desarrollo. En estos tiempos es notorio que hay una confrontación de intereses entre Estados Unidos y China y también es evidente que hay preocupación en Estados Unidos por el crecimiento de la presencia china en la región. Nuestros países en forma individual no tienen las fortalezas para resistir las presiones y circunstancias, el único mecanismo que tenemos para preservar nuestra autonomía es el proceso de integración. A veces, por una serie de intereses puntuales, estos procesos se ven dificultados, pero yo vuelvo al pensamiento de Perón, que en el año 46 dio una charla para los oficiales superiores donde hablaba de todos estos problemas y señaló la famosa frase: “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”. Acá estamos, en los años 2000 y con debilidades en nuestro proceso de integración, pero yo estoy convencido de que va a primar la inteligencia, la preservación de nuestros intereses; y este proceso, más allá de las dificultades, de los altibajos, va a seguir afianzándose, tengo esperanzas de que así sea.
Una larga carrera diplomática y el vínculo con la prensa uruguaya
Después de la firma del tratado, en Argentina se produjo el golpe de Estado del 76, por lo que muchos funcionarios de la Cancillería, entre ellos, Olima, fueron declarados prescindibles. En el 84, cuando volvió la democracia, fueron reincorporados. A partir del 86 ocupó la dirección de América del Sur y en el 88 fue designado embajador en República Dominicana y más tarde en Cuba.
En 1991 fue nombrado vicecanciller, pero en 1992 renunció porque no compartía la política exterior del expresidente Menem, contó a La Mañana. Después fue designado embajador en Rusia, a donde llegó tras la disolución de la Unión Soviética, lo que le permitió ver “un mundo en transformación y lleno de contradicciones”.
Volvió en el 94 a Argentina e integró un nuevo grupo político que dirigía el entonces gobernador de Mendoza, José Octavio Bordón, junto con “Chacho” Álvarez, y salió electo diputado nacional por la provincia de Buenos Aires. Por último, en el año 2002 fue designado embajador argentino ante el Mercosur y la Aladi, donde estuvo hasta el 2009. Allí se produjo su retiro tras haber cumplido los 70 años.
Al desempeñarse como secretario en la Embajada de Argentina en Montevideo, le adjudicaron la tarea de agregado de prensa e información política, donde tuvo el “privilegio” de conocer grandes periodistas de Uruguay, entre los que destacó a Carlos Manini Ríos, Enrique Jara y Edgardo Sajón. “Yo iba a la sala de periodistas del Palacio Estévez frente a la Plaza Independencia como uno más, así que tuve muchas vinculaciones con el periodismo uruguayo y tengo muchos recuerdos de aquella época. Yo siento que gran parte de mi formación se la debo a periodistas uruguayos con los que conversaba y me enseñaban cosas, entre ellos, Carlos Manini Ríos”, rememoró el entrevistado.
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