Se realizó recientemente la inauguración del Centro de Formación Académico del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente (Inisa) en su nuevo edificio acondicionado en Belloni 3888.
La presidente de Inisa, Rosanna de Olivera Méndez, destacó que el nuevo edificio posibilitará la capacitación continua de los funcionarios. La Mañana dialogó con cuatro de ellos que actualmente están cursando diferentes módulos. Estos van desde el marco jurídico hasta el rol del educador, llevando de esta manera un conocimiento teórico para quienes están todos los días junto a los adolescentes privados de libertad.
Dardo Montiel: interés por marco jurídico
Dardo Montiel trabaja en el Centro de Bulevar y Cufré. Ingresó a la institución hace poco más de un año y medio. “Cuando empecé, uno de los temas que me decían que podía ser más tedioso era el marco jurídico, pero para mí fue muy importante, ya que ahí nos enseñan sobre leyes que afectan a los adolescentes. Debemos pensar que las personas privadas de libertad tienen obligaciones, pero también derechos. Y también esas normas nos afectan a nosotros, por lo cual es un modelo que me pareció muy valioso”, manifestó.
Sobre cómo se manejaba antes en su función sin contar con estos conocimientos, Montiel respondió: “Lo único que teníamos era el ingresar e interactuar con los funcionarios que ya estaban y los internos. Pero estoy muy orgulloso de estar en Inisa porque luché seis años por este trabajo y rendí dos concursos en ese período. Lo ideal sería que el curso se dictara antes de empezar a trabajar. Creo que todo educador, coordinador o persona que tenga trato con los internos debería hacer este curso”.
Mary Torres: “Los adolescentes se abren a los espacios educativos”
Mary Torres se desempeña en el Centro Sarandí. Es coordinadora de turno y aclara que llegó a ese puesto por concurso. Ingresó a Inisa en octubre de 2010 (cuando aún formaba parte del Inau) como educadora. Por el tiempo que lleva en el instituto, le preguntamos si había tenido experiencia en este tipo de cursos. Según Torres, hubo un plan piloto en la Escuela de Penitenciaria, con una capacitación básica para manejo de personas en privación de libertad, de concurrencia voluntaria. Con el correr de los años se ofrecieron otro tipo de talleres.
Este año participó como expositora en Mediación y también se anotó para cursar por la academia de formación de funcionarios. Sobre los cursos de la Academia, uno en los que participó fue “Cuidar a los que cuidan”, enfocado en educadores, coordinadores y directores del centro, donde se brinda herramientas para el trabajo directo con los adolescentes. “Lo que noté de esta instancia que participé, en diferencia a capacitaciones anteriores, es que trae mucho contenido teórico, pero a su vez se complementa con dinámicas que hacen que sea práctico y entendible para los funcionarios”, manifestó.
Si bien la capacitación no es obligatoria, la considera importante, ya que “se debe tener una base” para el trabajo con adolescentes. Torres está desde hace 13 años en la institución. Cuando se le pregunta sobre los cambios en más de una década, recuerda que anteriormente el trabajo se enfocaba en la seguridad y prevención, y ahora directamente en el trabajo socioeducativo que se realiza con los adolescentes. Esto incluye la inserción laboral o a nivel de estudios. Según explica, “hubo un cambio relevante en este tiempo, porque los jóvenes ahora se han apropiado de sus procesos y de sus proyectos, lo que antes no existía. Este proceso lo han aceptado muy bien y ha mejorado los vínculos que tienen con el educador y entre sus pares”. En su visión sobre cómo han variado las características de los adolescentes, indica que han cambiado en los en la última década. “Cuando ingresé en 2010 se veía que traían ciertos códigos carcelarios en cuanto a las conductas, como ejemplo la falta del respeto al educador o la violencia entre pares”, comentó. “Hoy notó que los adolescentes no llegan a tener esas conductas carcelarias, y se abren mucho a los espacios educativos o la unidad de mediación y la inserción laboral. Esto llevó a que no se sientan como excluidos, lo que antes creo que sí les pasaba”.
María Alejandra Lima: “Se deben tener respuestas concretas”
María Alejandra Lima es educadora desde hace dos años y medio en el Centro Sarandí de Colonia Berro. “Cuando empezamos se estaba creando la Academia. Entramos en la época de la pandemia y tuvimos una capacitación más general”, dijo a La Mañana.
Considera la academia como una herramienta fundamental “ya que trabajar con adolescentes en esa situación de cárcel es muy complejo. La capacitación en la Academia nos da herramientas en el trabajo que estamos realizando”.
Los cursos aún continúan y Lima señaló que la parte jurídica ha sido uno de los módulos más importantes, para conocer todo lo referente a las leyes para el manejo con adolescentes. También destacó la formación del educador. “Todo lo que he hecho en la Academia me ha sumado para poder trabajar con los adolescentes, porque siempre buscan respuesta a sus preguntas y la única forma de tener una respuesta es con la capacitación. A los adolescentes hay que explicarles sobre los límites y para eso se debe tener respuestas concretas”, señala.
Uno de los cambios que Lima destaca es el taller de costura que ella lleva adelante en el Centro Sarandi, donde hay 27 varones. La idea surgió porque ella es modista y los internados le solicitaban muchas veces elementos para poder reparar su ropa o le solicitaban ayuda. De esa manera surgió la idea de un tener taller de costura. La dirección del Centro Sarandí consiguió la donación de máquinas de coser y ahora Inisa proporciona materiales. Aparte de reparar su propia ropa, están confeccionado almohadas y cortinas. “Esto llevó a que pintaran sus habitaciones, para poder colocar las cortinas que realizan”, contó Lima. “Es un espacio de mucha creatividad y de iniciativa de ellos. Como yo les digo, de mañana se despiertan en su habitación, no en una cárcel y este trabajo les ha permitido que no sea todo lúgubre y oscuro”.
Adriana Caetano: combatir el ocio
Adriana Caetano se desempeña como coordinadora en Ituzaingó 2 (dentro de Colonia Berro). Está en la institución desde 2009. Calificó la idea de la Academia como “excelente” ya que antes casi no existía formación. Destacó los cursos “Cuidar a los que cuidan” y “Formador de formadores”, porque “si bien se puede tener experiencia, es muy bueno que te refresquen la memoria y había inclusive cosas que en lo particular desconocía”. Cuando se le consulta cómo era cuando ella ingresó hace 14 años, dijo: “Nos mandaban a la guerra con un escarbadientes” debido a la falta de una formación previa. Si bien el curso de la Academia no es obligatorio, para Caetano debería serlo, “desde la educadora hasta los directores”.
Uno de los cambios que Caetano más ha notado en los últimos años es el incremento de talleres “lo que lleva a que los jóvenes no estén ociosos”. Por ejemplo, en Ituzaingó 2 se realiza un taller de barbería, que tiene una gran aceptación. Pero uno de los problemas que surge son los cupos y las penas. Por el tiempo que lleva este taller, hay adolescentes que no lo realizan porque la pena es corta (dos o tres meses). De esta manera, si ingresan al taller, lo deben abandonar cuando salen en libertad y no tienen donde continuarlo. Además, también existen talleres de serigrafía e informática.
Cuando se le pregunta sobre las diferencias existentes entre los adolescentes que ingresaban a la institución hace más de una década con los de ahora, dijo que “no vienen con los mismos códigos de antes porque los valores se perdieron mucho. No es que sean más complicados, son diferentes”.
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