Eran las 9 de la mañana del lunes y una fila de cerca de diez personas aguardaba para hacer trámites en la puerta del consulado italiano de la calle Benito Lamas en Pocitos. En la sede contigua, el embajador de Italia en Uruguay, Gianni Piccato, recibió a La Mañana para dialogar sobre su vida y las relaciones bilaterales entre los dos países. “No soy de dinastía diplomática”, dice y recuerda con orgullo la condición de obrero industrial de su padre. Forjado en la tradición militar alpina y en la educación de los valdenses, se siente “un latinoamericano” comprometido en fortalecer los lazos culturales y económicos entre Italia y Uruguay.
Su infancia en Pinerolo, ¿cómo fueron esos primeros años? ¿Hasta qué edad estuvo?
Estuve ahí hasta los 19 años. Nací allí e hice todo el curso primario y secundario. Fueron años muy felices, normalmente uno recuerda la infancia de manera positiva. Pinerolo es una pequeña ciudad, son 40 mil habitantes entonces tiene las buenas cosas de las pequeñas ciudades y de estar cerca de Turín que es la ciudad más importante con un perfil cultural interesante. Por eso me formé de manera bastante balanceada. Pinerolo es una ciudad católica, pero está en el centro de los valles valdenses con una influencia del mundo protestante que es muy importante para dar también una visión laica y eso es algo que me marcó bastante. En el liceo la mayoría de los profesores eran valdenses.
¿A qué se dedicaba su familia?
Mi padre era obrero de la FIAT, algo habitual de encontrar estos años en el Piamonte. FIAT es un conglomerado industrial muy importante donde había mucha gente que trabajaba en ese entorno. No pertenezco a las dinastías diplomáticas. Vengo de otro medio y con mucho orgullo me gusta decir que tengo orígenes que no tienen nada que ver con la diplomacia sino con los que trabajan en la vida concreta en la sociedad. Soy hijo único y entonces siempre tuve mucha independencia en lo que fue elegir mi camino.
Pinerolo tiene una historia muy vinculada al Club Atlético Peñarol, ¿cuánto se conoce allá sobre esto?
Peñarol es bien conocido porque es uno de los clubes de fútbol más históricos que tiene América Latina. Hay un poco de orgullo de esta pequeña ciudad en que se haya contribuido de alguna forma a esa historia. Yo hice algún trámite para que el equipo de Peñarol tuviera más contactos con el que tenemos allá para ver si había alguna forma obviamente simbólica de hermanamiento.
Integró el histórico cuerpo militar de los alpinos, ¿cómo fue esa experiencia?
En mi tiempo en Italia el servicio militar no era voluntario sino obligatorio. Hice el servicio como oficial del ejército durante un año y medio en la Escuela Militar Alpina, que es el centro de entrenamiento de las tropas de montaña. Tengo recuerdos muy buenos sobre todo porque este cuerpo de los alpini tiene mucho espíritu de participación, mucho ownership y buena tradición. Toda mi familia había servido en su tiempo en este cuerpo.
¿Ha trasladado esos valores a la diplomacia?
Mi experiencia militar ha sido muy provechosa porque ahí uno aprende a gestionar estructuras y hombres. Me ayudo a bastante a definir mi capacidad de ser manager en la oficina.
¿Cuáles fueron sus primeros contactos con América Latina?
Yo en realidad soy un latinoamericano, en el sentido que en mi carrera la mayor parte de mi período extranjero lo hice aquí. Empecé en Caracas, Venezuela, en 1986 como cónsul adjunto durante cuatro años en un país con una comunidad italiana muy extensa, estamos hablando de 400 mil italianos. Pasé por Portugal y luego regresé en Brasil como cónsul general en Curitiba, Paraná y Santa Catarina, en el sur del país en la parte gaúcha, con muchos oriundos, descendientes más que ciudadanos y una realidad parecida a la de Uruguay. Luego unos años en Turquía y regresé a Ecuador como embajador y eso fue muy interesante como experiencia porque es un país muy biodiverso y complejo desde el punto de vista social y natural. Y finalmente Uruguay, el Río de la Plata y todo lo que es este mundo rioplatense y del cono sur.
Había estado en la región gaúcha, ¿vio una alguna continuidad con Uruguay?
Sí, me ocurrió. Pero el mundo lusófono es un continente semi aparte. En lo que se refiere a la comunidad italiana son historias paralelas porque se crearon y fortalecieron sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX con flujos organizados en Brasil de colonizadores que venían de Veneto, Trientino, Friuli y Lombardía básicamente atraídos por agencias que buscaban desarrollar de forma pionera el interior.
¿Qué le transmite la colectividad italiana sobre la situación en Uruguay?
Se dice que hay entre 40 y 44% de uruguayos de origen italiano y creo que eso se refleja en los apellidos. Nosotros tenemos en este momento 124 mil ciudadanos registrados con pasaporte aquí y se calcula entre 1.5 y 1.8 millones de descendientes, lo cual es emblemático. En realidad, la colectividad italiana es un reflejo muy fuerte de la sociedad uruguaya. Hay un abanico de posiciones y experiencias.
Durante su gestión tuvimos las visitas del presidente Mattarella y el canciller Moavero. En el plano comercial también se produjo el relanzamiento de la Cámara Uruguay-Italia. ¿Tiene que ver con esas visitas?
Tiene que ver en el sentido que esas visitas propiciaron la atmósfera para esto, pero es un proceso de maduración y concientización de lo que es la business comunity local de origen italiano. Existió una cámara comercial italo-uruguaya que era la segunda más antigua del mundo, la primera era la italo-otomana en Estambul.
Tenía un gran prestigio, pero en los últimos 15 o 20 años tuvo un estancamiento y deterioro y terminó de actuar hace cerca de 8 años atrás. Se creó un vacío gremial, había dos entidades que decían ser representativas, que tenían buena voluntad, pero no tenían condiciones objetivas para legitimarse, ni estructura ni continuidad.
Entonces se hizo un trabajo de análisis desde la embajada, de otras entidades y los empresarios para que se creara una nueva entidad como punto de referencia para los demás y después de dos años de trabajo se creó formalmente a finales de 2018 y ahora tiene su proyecto y unos 50 socios que están activos, con iniciativas que tienen como objetivo involucrar a más y más empresas. El proyecto no es hacer cenas de los socios cada mes, sino ser un instrumento con capacidad de ofrecer servicios y engancharse bien en la realidad de los negocios para impulsarlos.
¿Se han planteado objetivos?
Las actividades buscan interesar sobre todo a las áreas y sectores que más tienen potencialidad que pueden ser la agroindustria, la industria de energías renovables, los servicios. Áreas donde Italia puede ser más propositiva y donde hay interés también de parte de las empresas de acá. También se pueden compartir iniciativas en la parte tecnológica. Y para esto tiene que haber un entorno jurídico amigable.
Otra cuestión que considero importante es que hemos creado en los últimos meses una red de investigadores y docentes investigadores de origen italiano o vinculados a Italia ya sea porque se formaron, se especializaron, hicieron maestrías o trabajan con centro de investigación de allá. Y estamos hablando de cerca de 50 personas de toda clase de disciplinas, con un enfoque más de ciencia y tecnología. Se trata de ingenieros, arquitectos, médicos, biomédicos, especialistas en neurociencias, biogenética y bioagricultura. Todas actividades que pueden tener un perfil para desarrollar la colaboración.
Hablemos del Sistema Italia, ¿qué es y qué puede aprender Uruguay del mismo?
Es un término bastante general. Hay una participación de distintos actores, el institucional que es el Ministerio de Exteriores, el ICE -que es como el Uruguay XXI italiano- y las regiones de Italia representando los territorios.
Implica también la participación de las empresas con su industria, las asociaciones de productores y empresarios italianos, la parte académica, etc. En Italia lo llamamos la triple hélice: el sistema territorial donde la primera son las instituciones, la segunda las empresas y la tercera la académica, que tienen que interactuar para ser más eficaces.
¿Qué opinión le merece el acuerdo Unión Europea-Mercosur? ¿qué repercusiones tuvo en Italia?
Es un evento muy importante, del que todavía no tenemos claras las consecuencias porque me parece que, desde el punto de vista diplomático, la importancia transciende lo puramente comercial. Puede implicar ventajas buenas para muchos sectores y desventajas relativas para otros, pero en conjunto es importante para el sistema país.
Lo importante es que es un instrumento de diálogo entre bloques y grupos de países en un momento en el cual el multilateralismo se ha puesto un poco en discusión y hay una ola de soberanismo y nacionalismos. Yo soy patriota obviamente, pero considero que hay que tener visión, entender que hay que dejar de lado algunas de las pretensiones de los distintos países para ver el interés más abarcador, en un mundo en el cual los stakeholders son entidades todopoderosas, bloques o países de gran envergadura.
Entonces los países que tienen un perfil medio o menor tienen que, y hablo de Europa en este caso, juntarse para ser efectivamente players en un mundo donde el juego se juega entre grandes entidades. Por eso el Mercosur y la UE juntándose en algunas áreas han transmitido un mensaje de colaboración muy importante y los distintos países tienen que valorar, metabolizar y aprovechar esta posibilidad.
¿Cree que de esta manera los bloques escapan en algo a la bipolaridad entre EEUU y China?
Creo que sí, es una respuesta concreta y factual. El mundo no es solamente EEUU versus China. Es algo más complejo que apunta a una globalización positiva de las relaciones.
A partir de 2020 entra en vigencia el etiquetado de los alimentos en Uruguay, ¿esto puede afectar?
En Italia en temas de alimentación y políticas alimentarias y sobre garantías de calidad de los productos se tiene realmente una buena experiencia. No hay que olvidar que somos el país que produjo esta filosofía del slow food, que es justamente la respuesta filosófica y práctica de producir algo que sea como alimento saludable, sustentable y equitativo, como respuesta al fast food y a la industrialización de los productos con los químicos y todas las cosas para producir y vender más, dañando la salud. Entonces somos un país que realmente puede decir algo porque tenemos esta sensibilidad en nuestro ADN.
El etiquetado obviamente puede ser un instrumento de orientación alimenticia para las familias, para los mercados, para que se orienten de manera positiva y virtuosa hacia maneras de alimentarse más saludables. Esa es una posibilidad. Pero el etiquetado tiene que ser resultante de metodologías de evaluación científica y que no tengan apriorísticas o prejuicios en contra de los productores, de las industrias. Entonces si el etiquetado es el punto final de un proceso de evaluación y un correcto análisis científico y también de buena fe estamos obviamente de acuerdo. Pero si es algo que en realidad se vuelve un instrumento para crear una distorsión en la información de las personas, no creo que sea útil para la sociedad, que es la destinataria final de las políticas de salud.
Entramos en otro tema, vinculado a la seguridad. En las últimas semanas fue noticia la fuga de Rocco Morabito. ¿En qué está la investigación y cómo es la coordinación con las autoridades uruguayas?
Hemos manejado desde el comienzo de este evento un contacto con las autoridades a distinto nivel, más institucional con el MRREE y el Ministerio del Interior, que me incumbía como embajador, pero también a nivel operacional con las policías y las entidades involucradas en las investigaciones. Obviamente Italia recibió con tristeza y preocupación la noticia del evento porque en realidad la persona de Morabito para nosotros es muy emblemática dado que es uno de los que manejaba con su familia y su grupo una parte de la actividad delictiva trasnacional de Italia. Entonces era y es importante tenerlo para avanzar en investigaciones que abarcan no solo a su figura personal sino todo lo que él representa. Dicho esto, hemos recibido por parte de las entidades de investigación de acá una disponibilidad y apertura a colaborar con nuestras fuerzas y se está avanzando en ello.
Hemos creado con la visita de Mattarella, en que se firmó el nuevo acuerdo de extradición y con los nuevos acuerdos del mes de marzo, un sistema de colaboración que posibilita realmente un trabajo conjunto bastante eficaz a nivel de colaboración policial, judicial y en el área penal internacional. Esto interesa más allá de Morabito a nivel general en lo que es el monitoreo de los flujos financieros, los crímenes y las actividades ilegales trasnacionales que pueden contaminar un poco las relaciones. Ahí estamos trabajando bastante bien.
¿Considera que a raíz de esta alarma que se ha generado en Uruguay por la porosidad de sus fronteras y descontrol aduanero puede haber un mayor ámbito de cooperación?
Creo que sí, porque Italia tiene más de 7500 km de costas con problemáticas bastante complejas sobre todo en lo que se refiere a inmigración ilegal y la tal porosidad. Por eso Italia desarrolló en el transcurso de las últimas décadas realmente unas metodologías, herramientas de trabajo. Tenemos una situación de buques que es muy avanzada relativamente en cuanto a nuestras exigencias de control del territorio y donde hay 5 fuerzas armadas trabajando con este material que tienen una estructura poderosa. Tienen una dinámica de utilización muy fuerte y por eso hay material que tiene un recambio muy rápido y se encuentra en buen estado. Esto puede ser aprovechado por países que tienen una situación digamos entre comillas “más tranquila” como Uruguay.
La lengua y los valores comunes
El idioma italiano ya no se enseña desde hace unos años en Uruguay como materia curricular…
Eso marcó mucho porque hasta hace trece años no eran muchas horas, pero todas las personas de origen italiano que yo contacto tuvieron ese marco. Y esto es algo que nosotros estamos empeñados en tratar de volver a consolidar. Hay buena disponibilidad desde el punto de vista general, pero hay que aterrizarlo, que los legisladores legislen, que las burocracias actúen para que este instrumento de capacitación lingüística y cultural pueda regresar al sistema escolar del país. Y esta es una de las áreas más desafiantes para nosotros.
Hay buena sintonía con instituciones como la ANEP y tenemos desde hace bastante tiempo un convenio entre nuestro Ministerio y el CEIP para cursos de idioma italiano en escuelas primarias públicas, casi 4000 chicos que están aprendiendo en cursos semanales. Eso no basta, pero es algo, porque se trabaja en todo el territorio, la mitad en Montevideo y la otra mitad en el resto de los departamentos.
¿Qué mensaje daría a los jóvenes uruguayos?
Los jóvenes italo-uruguayo y uruguayos en sí tienen que considerar a Italia como un punto de referencia que es no solamente útil para su futuro, para desarrollar su formación, su capacitación, sus negocios o actividad, sino también placentero. Porque nosotros como italianos tenemos en nuestro ADN los mismos valores, las mismas ganas de vivir, la misma filosofía de vida que aquí tienen.
Creo que eso es importante porque si hay que buscar afuera algún modelo es bueno buscarlo en alguien que puede ser amigable porque está próximo a ti. No tiene una cabeza distinta ni otro background cultural, entonces el choque de relaciones es mucho más fácil con nosotros, latinos, que con otras áreas que tienen también obviamente otras cosas interesantes pero la calidad de vida es otra. Por eso desde Uruguay cuando se mira hacia afuera se podría pensar en áreas en las que se puede sentir más a gusto. Europa y Europa del sur son unas de estas áreas.