Se cumplen 30 años de la caída del Muro de Berlín. ¿Cómo recuerda esa época?
En esa época, en noviembre de 1989, yo estaba en San Pablo trabajando, en el Consulado General, y no existían los medios sociales. Era muy complicado observar el desarrollo de la situación en Europa. Hubo algunos eventos importantes, como cuando los húngaros abrieron la frontera entre Hungría y Austria, los acontecimientos en la Embajada de Alemania en Praga, o el primer tren de los alemanes del este hacia el oeste, pero no pensábamos en la caída del muro. La gente de la República Democrática Alemana en ese entonces no pensaba en eso. Para mí fue una sorpresa total. Yo recibí una llamada de mi madre ese día, por la tarde, y me contó que se había caído el muro. Enseguida yo le pregunté: “¿Cuál muro?”, porque para mí era un acontecimiento absolutamente inimaginable. Por eso era una sorpresa. Después vi en la televisión las primeras imágenes, pero como decía, sin móviles, sin internet.
¿O sea que usted no tenía conocimiento de la situación de Alemania estando en Brasil?
Claro. Era otra época. Ahora la manera de comunicar es tan fácil, pero ahí no existían estos medios. Así que me enteré el mismo día a través de esa llamada y después en la televisión, pero todo el flujo de noticias era muy lento en ese momento.
“Alemania es un país medio, no es grande en términos geográficos, pero tiene una economía muy fuerte”
Durante la separación se vivieron momentos muy duros en Alemania. ¿Cómo los sobrellevó la sociedad?
Sí, era muy complicado, especialmente por causa de esa frontera, que no era solamente el Muro de Berlín, sino que había grandes construcciones de defensa militar entre las dos Alemanias. Y era en todo el país, no solamente en Berlín. Cuando se habla de la caída del muro se piensa que solo fue allí, pero era mucho más grande. Entonces, los contactos en esa época eran muy complicados, así como el trámite para atravesar la frontera. Yo varias veces atravesé la frontera de manera legal, pero todos los controles que hicieron eran muy complejos y sin respeto. Para nosotros era un obstáculo bastante grande.
¿De qué manera se dio después el proceso de la reunificación alemana, que dentro de todo fue bastante rápido?
Fue bastante rápido, sí, porque no solo dependía de Alemania, sino también de su población. Y en el momento en que cayó el muro, esa decisión no existía, es decir, nadie pensaba en reunificar las dos Alemanias en ese entonces. Durante el año siguiente, eso cambió muchísimo; tanto la voluntad de la población alemana del este como también la de toda Europa cambió. La Unión Soviética, los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y varios países más de Europa tenían que decidir si aceptaban una unificación o no, y era un proceso muy complejo. Por un lado era un proceso doméstico ente las dos Alemanias, y por otro uno internacional, diplomático. Por eso fue casi un milagro, fue un gran éxito de los gobiernos de esa época haber logrado reunificar dos países dentro de uno.
En ese entonces, como decía, usted ya había comenzado su carrera diplomática. ¿Cómo fue que empezó ese camino?
Yo nací en Hamburgo y estudié Derecho allí y también en Suiza. Después tuve una parte de los estudios en la universidad y otra parte práctica, con dos exámenes. Luego del segundo examen yo decidí participar en un concurso del Ministerio de Relaciones Exteriores y así fue como entré en la carrera diplomática.
“El tratado UE-Mercosur va a ayudar a acercar los dos bloques, pero siempre hay partes de la economía que pierden y otras que ganan”
Es decir que no había estado en sus planes, fue por casualidad.
Sí, por casualidad. No era mi idea principal que mi profesión fuera la diplomacia, pero era una muy buena opción. Al inicio no pensaba entrar en esta carrera pero cuando yo vi cómo se desarrolló todo el proceso, me gustó.
De más joven había hecho el servicio militar.
Sí, en esa época el servicio militar en Alemania era obligatorio, pero yo hice un poco más. Era obligatorio hacerlo por 15 meses; yo hice dos años y terminé como oficial del Ejército de Alemania.
¿Qué aprendizajes se llevó de esa experiencia?
Yo creo que es muy útil para toda la vida civil, porque se aprende a organizar y a tratar a la gente de una forma muy adecuada, con mucho respeto. También sirve para decidir y pensar de un modo más práctico, no tanto académico, es decir, para analizar qué podemos hacer para cumplir un objetivo.
Como diplomático estuvo por mucho tiempo en varios países y finalmente llegó al Uruguay en 2016. ¿Cómo han sido en estos años sus vivencias aquí?
Para mí es muy interesante porque es la primera vez que estoy trabajando en un país hispanoparlante en América Latina. Yo siempre quise trabajar en la región, pero mi primera designación fue a San Pablo y allí era completamente diferente por el idioma y la cultura. Uruguay para mí es súper interesante. Yo trabajé muchísimo en Europa, pero no tanto en América Latina. No soy especialista en la política latinoamericana, pero esta es una muy buena experiencia para ver cómo un país entre los dos grandes, Brasil y Argentina, se maneja, hace su política y se ubica en el continente. Es muy interesante como experiencia, también con la gente, por todas las actividades que podemos hacer.
¿Qué participación tienen las empresas alemanas en la infraestructura de Uruguay?
Hay algunas empresas que trabajan en la logística, especialmente en Zonamerica. Para ellas es bastante interesante mandar sus bienes a otros países de América Latina de una manera más fácil. Lamentablemente no tenemos muchas empresas que produzcan, solamente hay una que está produciendo en el sector automotriz; todas las demás tienen su representación acá y venden y compran cosas, pero no hay producción.
Tengo entendido que Deutsche Bahn sería la empresa que operaría el tren de UPM. ¿Es correcto?
No. Por lo que sé, están ofreciendo algunos servicios en ese caso, pero no van a operar el tren de UPM. Sí están participando en ese proceso.
“La influencia política de Alemania está limitada y estamos promoviendo el trabajo multilateral dentro de la Unión Europea”
Alemania produce una parte importante de su energía a carbón, y ha pospuesto el cumplimiento de los mínimos de renovables que impone la Unión Europea. ¿Qué puede decir al respecto? ¿Cuáles son las dificultades que encuentra Alemania para ello?
Es un cambio enorme para nosotros porque necesitamos mucha energía para toda la industria, por eso la demanda es bastante alta y decidimos terminar con la energía nuclear y también con la energía a carbón. Para reemplazarlas necesitamos otro tipo de energía, como la eólica o la eléctrica pero con una producción renovable, y eso es bastante complicado de organizar, entre otras cosas, porque no tenemos tanto espacio para instalar los molinos. Todo ese proceso en Alemania es bastante complejo y demora más de lo que planeamos.
¿Pero, de todas formas, hay una conciencia de la necesidad de renovar?
Sí, claro, absolutamente. Ese es el tema número uno actualmente en Alemania. Qué podemos hacer nosotros en Alemania para prevenir el cambio climático, es hoy el tema principal.
¿Cuál cree que es el rol de Alemania en el mundo actual?
Somos un país medio, no somos grandes en términos geográficos, pero tenemos una economía muy fuerte. También nuestra influencia política está limitada y, como estamos en la Unión Europea, estamos promoviendo el trabajo multilateral dentro de ella, así como en el marco de las Naciones Unidas. Para nosotros, el multilateralismo es la forma de hacer una política internacional hoy.
¿A qué se debe esa influencia política limitada?
Al ser un país de tamaño medio en el mundo, como país aislado no tendríamos posibilidades de influencia. Entonces, especialmente en los grandes fenómenos en el marco de todo el mundo como el cambio climático, la inmigración, el crimen organizado, pero también otras cosas, no podemos influenciar como país aislado, no funciona así. Por esto es necesario cooperar con otros países para tomar una posición, sobre todo con China, Estados Unidos, Rusia, que son los grandes países. Es decir, para posicionarnos en un mundo multipolar es importante tener aliados.
Igualmente, muchas veces se habla de la crisis del multilateralismo.
Se habla de una crisis del multilateralismo y lamentablemente se ve también un posicionamiento más nacional en algunos países, pero no hay otra opción para nosotros. Especialmente en cuanto al cambio climático y la inmigración, que son fenómenos que existen, no hay una salida de una manera aislada.
¿Qué opinión le merece el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur?
Es una incógnita, pero no la parte comercial, que es muy importante para todos los países, tanto de América Latina como de Europa. En primer lugar se ven las ventajas comerciales, pero hay mucho más, es decir, es un tratado muy moderno que también tiene otros elementos políticos. Por ejemplo, la protección del medio ambiente, la garantía para los derechos de trabajadores y empresarios. Son fenómenos internacionales que están arreglados en ese tratado y que tenemos que observar, no solamente desde Alemania, sino todos los socios del tratado. Eso es una nueva experiencia.
¿Y cuál es la incógnita en ese sentido?
Cuál va a ser la influencia de asuntos como el medio ambiente, la energía sustentable, la garantía de los derechos de los participantes, los derechos del consumidor.
¿La incógnita sería cómo se van a regular todas esas cuestiones?
Sí, cómo se van a regular y cómo van a influenciar en un comercio. Vamos a cambiar las cosas. Es decir, yo vendo, tú compras y se paga y parece muy simple, pero con esos aspectos, toda esta cooperación entre los dos bloques será mucho más compleja.
¿De qué forma repercutió este tratado en Alemania?
Muy bien, porque vemos que es una opción adicional. Es también un fortalecimiento del sistema multinacional, especialmente en estos tiempos donde hay muchas críticas, y pensamos que les sirve a todas las partes. Siempre hay partes de la economía que pierden y otras que ganan; para algunas empresas es bastante difícil. En Uruguay también sucede.
Principalmente se gana porque es una muy buena manera de luchar contra la distancia geográfica; este tratado va a ayudar a acercar los dos bloques.
¿Qué análisis hace de las relaciones diplomáticas entre Alemania y Uruguay, que tienen más de 160 años?
Las relaciones diplomáticas bilaterales han sido siempre muy buenas, nunca hubo problemas entre los dos países, ni siquiera en los tiempos de guerra. Yo veo a la diplomacia hoy en día más en el multilateralismo, porque tenemos muchas cosas en común. Uruguay y Alemania trabajan en varios aspectos, por ejemplo, cooperan en las Naciones Unidas, y esa es una parte muy importante de la diplomacia entre los dos países, es decir, no solamente las relaciones bilaterales, sino también la cooperación en el campo internacional. Y esa es una cosa relativamente nueva.
¿Es necesario fortalecer las relaciones bilaterales?
Sí, es un proceso que continúa. Tenemos objetivos comunes y hay una muy buena cooperación y mucha confidencia también entre los dos países.
¿Cuál es el papel que cumple la Cámara de Comercio e Industria Uruguayo-Alemana?
Juega un papel muy importante porque normalmente antes todo el trabajo de informar sobre la situación económica del país, organizar ferias, viajes, era de la Embajada. Cambiamos este sistema en Alemania y la Embajada no se ocupa más de esas cosas más prácticas en el relacionamiento entre las empresas, es la Cámara de Comercio la que lo hace. Por eso actualmente es una cámara muy activa en Uruguay, que trabaja mucho, que tiene muchos socios y hace una labor muy favorable y muy importante.
La importancia de las raíces
Proveniente de Hamburgo, el diplomático recuerda haber tenido una infancia muy buena, aunque con algunas complicaciones por las verdaderas raíces de su familia. Es que sus padres eran de origen de la nobleza rural de la parte oriental, es decir, lo que es actualmente Polonia, y también de una zona que era territorio de la República Democrática Alemana, respectivamente. Los dos eran de familias de refugiados y después de la guerra tuvieron que abandonar sus respectivos lugares de nacimiento.
De esa manera, tanto su madre como su padre se fueron a Hamburgo, donde se conocieron. “Para ellos era relativamente fácil porque eran jóvenes en esa época, tenían poco más de 20 años”, cuenta. Allí comenzaron una vida, su papá como carpintero y más tarde arquitecto, y su mamá como periodista. “Ambos trabajaron todo el tiempo, pero yo siempre sentía que las raíces de nuestras familias no eran de Hamburgo y era un poco complicado, pero tuve una infancia muy rica”, explica.
Hoy está casado con Johanna von Voss, con quien tiene dos hijos. Su hija, que ha seguido sus pasos, trabaja actualmente en Berlín, en el campo de la política internacional. Su hijo, por su parte, está en este momento rindiendo exámenes de Derecho, también en Alemania. Si bien ellos tienen su vida organizada allá, suelen viajar mucho para encontrarse, además de que están constantemente en contacto gracias a las redes sociales y los medios de comunicación.
En una palabra, el embajador se define como “observador”. “No soy una persona que quiere siempre tomar la palabra primero. Creo que es más importante observar un poco la situación para evaluarla y después intervenir. Esa es la manera apropiada de tratar las cosas”, señala, haciendo alusión a que prefiere ser más cauteloso.
Por último, comenta que sus hobbies tienen que ver con la literatura, la fotografía y la historia, y dice que le gusta investigar. A su vez realiza deporte, pero ya no como hobby, sino para tener una buena salud.