El mes pasado, Atilio Garrido presentó en el Palacio Legislativo su libro Colombes, en conmemoración de los 100 años de la hazaña de la delegación uruguaya de fútbol en las Olimpiadas de París en 1924, cuando la Celeste ganó el primero de sus cuatro títulos mundiales, inventó la vuelta olímpica y marcó un hito en la historia del fútbol internacional. Este libro también reivindica la figura invisibilizada de Enrique Buero, diplomático y exvicepresidente de la FIFA que posibilitó la participación de la selección en estos Juegos Olímpicos y aseguró la presencia de los países europeos en el primer torneo mundial de 1930, disputado en nuestro país. En diálogo con La Mañana, su nieto, Juan Buero Harley , compartió anécdotas familiares y detalles sobre el trabajo de su abuelo.
¿Cómo fue el proceso de recabar información sobre la historia familiar para el libro de Atilio Garrido?
El proceso ha sido realmente enriquecedor e interesante. Con toda la documentación y las fotos disponibles, me he sentido impulsado a hacer una recopilación de imágenes, documentos y detalles de la gestión de mi abuelo. Este esfuerzo probablemente culminará en un libro familiar en el que reuniré todo esto para que no se pierda con el tiempo. Aunque no sea un tema de interés general, es importante para mí preservar esta información y tradición a nivel familiar.
¿Qué papel desempeñó Buero en las negociaciones como embajador y vicepresidente de la FIFA para la selección uruguaya de fútbol en los años veinte y treinta?
Empecemos con un poco de historia. En el año 1923 no había embajadas sino legaciones en Europa. Enrique Buero era el titular de la legación de Uruguay en Suiza –que además abarcaba Países Bajos– cuando recibió un telegrama del entonces ministro de Relaciones Exteriores, Pedro Manini Ríos, solicitándole tramitar la afiliación de la Asociación Uruguaya de Fútbol a la FIFA. A partir de ello comenzó un largo proceso de interacciones, de envío de documentación y de otros requisitos que se solicitaban y que no llegaban… toda una parte anecdótica. Él fue muy eficiente y logró la afiliación, entablando además una muy buena relación con Jules Rimet [presidente de la FIFA de ese momento]. Luego vendrán los Juegos Olímpicos, donde empezó su verdadera gestión, ya que logró el financiamiento de la selección uruguaya para que pudiera viajar a Europa y competir. A través de una cantidad de partidos organizados en España, se consiguieron los fondos necesarios para solventar el gasto, ya que no había recursos económicos para este deporte en esa época.
En 1928 se empezó a hablar de un campeonato del mundo, organizado por primera vez fuera de las olimpiadas y ahí fue clave su actuación. Justamente en el Congreso de Barcelona logró que Uruguay fuera elegido como sede para el primer campeonato del mundo. Además, también en 1928, asumió como vicepresidente de la FIFA, con Rimet como presidente. Es el primer latinoamericano y el primer no europeo que accedió a ese puesto.
Más adelante siguió toda la gestión previa al Mundial de 1930, cuando se produjo el famoso boicot de los países europeos a Uruguay, negándose a viajar a nuestro país y sugiriendo una fórmula para dividir el torneo, según la cual los países europeos jugaban en Europa, los latinoamericanos acá y los dos finalistas se juntaban para una final. Jules Rimet se apartó del tema y fue Enrique Buero quien viajó a Bélgica y Francia. Tras entrevistarse con primeros ministros y recorrer Europa, aseguró la participación de cinco o seis países europeos y Estados Unidos. Gracias a estos esfuerzos, el primer campeonato mundial se materializó en Montevideo.
¿Cómo ha influido la investigación de Atilio Garrido en la recomposición histórica de esos hechos?
Atilio en su libro Colombes reivindica el papel de Buero, ya que fue dejado de lado y aprovechado por dirigentes de la época para apropiarse de todos los méritos de esa gestión. Es una gran injusticia que la figura y la gestión de Enrique Buero acá se mantuviera totalmente tapada y fuera olvidada. Me han mandado recortes de diarios europeos que muestran como él es mucho más conocido a nivel de historia del fútbol allá que acá. Por esta razón en el año 1932 Buero se alejó definitivamente del mundo del fútbol y presentó su renuncia a la FIFA. Su última gestión importante en este aspecto fue resolver “el cisma” en el fútbol argentino que culminó con la creación de la Asociación de Fútbol Argentino. Luego escribió un libro titulado Negociaciones internacionales, que narra su gestión y las prácticas de la época. Aunque podría haber sido más explícito, si uno lo lee entrelíneas entiende realmente todo lo que hizo y el poco reconocimiento que tuvo. Fue publicado en Bélgica y envió varios ejemplares a Uruguay, que terminaron guardados en un sótano de la AUF. Hoy en día, este libro es altamente valorado por historiadores a nivel mundial debido a su significativa relevancia histórica.
¿Qué aspectos del libro Colombes reivindican la participación de su abuelo?
El libro es fundamental para reivindicar y dar a conocer su figura como un protagonista crucial en estos sucesos. Además de analizar la hazaña de los jugadores, el libro explora los entretelones, la parte organizativa y todo lo que hubo detrás. Incluye anécdotas como la gestión de Buero para lograr el cambio de un árbitro antes la final contra Suiza en el 1924 por razones estratégicas, ya que el árbitro inicialmente designado, de origen holandés, no ofrecía garantías a Uruguay debido a partidos anteriores. Buero logró este cambio en una reunión mano a mano con Rimet. Otra increíble anécdota –que desconocía antes de leer el libro– es que Buero se reunió con los jugadores antes del partido y les dio una charla motivacional, cumpliendo una función similar a la de un director técnico, que era una figura inexistente en esa época. Me hubiera encantado conocer estas historias de parte de mi abuelo, pero lamentablemente nunca tuve la oportunidad de hacerlo.
¿Por qué razón? ¿Tiene anécdotas familiares sobre ese período?
Tengo anécdotas por el lado de mi padre, pero con mi abuelo nunca pude hablar de este tema. Creo que su pasaje por el fútbol lo dejó, en cierta manera, tan ingratamente marcado que nunca compartió su historia. Es una verdadera lástima porque cuando él se murió yo tenía dieciséis años y no conocí nada de esto, nunca pude sacarle provecho. Sí hablé con mi padre, que estuvo cuando era niño en Velsen, donde se encontraba la delegación uruguaya en los Juegos Olímpicos de 1928. Hay fotos suyas atajando tiros al arco de Petrone y conviviendo con los jugadores. A su hermana pequeña, Margarita, le decían “la mascotita” de la selección, o sea, estaban permanentemente con los jugadores, vivieron algo que para cualquier chico de hoy es el paraíso. Mi padre hizo toda la primaria en Bélgica y cuando llegó al liceo se mudó a Uruguay con sus abuelos. Durante las vacaciones, viajaba a Bélgica para visitar a sus padres. En una de esas ocasiones, en junio de 1930, coincidió que la FIFA le encomendó traer la copa del mundo. ¡Imagínate hoy a un chico de 13 años viajando solo en un barco con la copa del mundo!
¿Qué aspectos destaca de la forma de hacer política y la diplomacia de esa época a la luz de la coyuntura actual?
El de entonces era un mundo de comunicaciones lentas, realizadas a través de cartas, que demoraban 15 días en llegar. Luego, para responder, tomaba otro tanto, y así pasaban los tiempos. En ese momento, la diplomacia era fundamental porque tener a alguien que gestionara los asuntos en persona, especialmente en el continente europeo, donde se centraba gran parte de la gestión, era clave. Él [Buero] sin ser una persona del mundo del fútbol, asumió esta tarea como una misión oficial y la llevó a cabo con sus mejores esfuerzos y éxitos.
¿Cómo se desarrolló el vínculo entre Enrique Buero y Pedro Manini Ríos, fundador de este semanario?
Pedro Manini siempre estuvo muy vinculado al fútbol, fue quien en 1924 determinó el ingreso de Buero a este mundo, al solicitarle la afiliación de Uruguay a la FIFA. Con el correr de los años, la correspondencia que mantenían y las visitas de Pedro Manini a Europa se fue dando una estrecha relación, además de su vinculación al Partido Colorado, y su coincidencia riverista.
¿Cómo ha influido la historia de su abuelo en la propia percepción del deporte y de la política?
No creo que me haya condicionado en cuanto al fútbol. Fue totalmente neutral en ese sentido. No conocía su historia en profundidad. Tenía algunas referencias aisladas, pero no estaba al tanto de la magnitud de su gestión y del papel que desempeñó en la organización del Mundial de 1930.
¿Y en cuanto a la política?
Creo que sí nos ha transmitido la línea política en cuanto a la tradición colorada, que viene desde hace muchísimos años. De hecho, hace dos o tres años el presidente Sanguinetti me comentó que, en el Cabildo, en Ciudad Vieja, había una exposición del pintor [Juan Manuel] Besnes e Irigoyen, y que había una imagen del sitio de Montevideo, titulada algo así como “Bomba colocada por el enemigo –que era el Partido Nacional, que sitiaba Montevideo– en la casa del señor Don Juan Buero”. Estamos hablando de que esto fue en 1845, o sea que la tradición política viene desde la fundación del país.
Por otro lado, mi abuelo tenía un hermano, Juan Antonio Buero, que fue canciller de Baltasar Brum en el año 1919, él estaba mucho más vinculado al fútbol que mi abuelo, fue vicepresidente de Peñarol, con Félix Polleri como presidente en 1918. Yo no lo llegué a conocerlo, murió en 1950 y mi abuelo en 1975. Juan Antonio tuvo cargos internacionales, fue asesor jurídico de la Sociedad de las Naciones, lo que hoy sería Naciones Unidas, participó como delegado uruguayo en el Congreso de Paz de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial, también estuvo en la reforma constitucional de 1917, en la comisión de los ocho… o sea, hay una referencia política fuerte por ambos lados y se inician, como también pasó con Manini, dentro del batllismo y después cambian y se pliegan con el riverismo y con el anticolegialismo.
¿Usted tiene hijos? ¿Siguen la tradición del fútbol o se han inclinado por la política?
Sí, tengo cuatro hijos, dos de los cuales fueron jugadores de fútbol. Uno de ellos ya no vive en Uruguay; trabaja en Estados Unidos. El que vive aquí jugó en primera división en un equipo de la Liga Universitaria.
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