El siglo XXI ha traído consigo avances científicos revolucionarios que han cambiado nuestra comprensión de la biología humana. Uno de los campos más prometedores es la epigenética, que estudia cómo los factores ambientales y el estilo de vida influyen en la expresión de nuestros genes. Esto está relacionado con la violencia que se vive en la actualidad dentro de la sociedad, en especial entre adolescentes y jóvenes. La Mañana dialogó con el doctor Roberto Keklikian, presidente de la Asociación Argentina de Perinatología, director del proyecto InNatHo y del canal de YouTube @InNatHo. El médico explicó que la alimentación, el ambiente y la educación pueden moldear no solo nuestra salud, sino también el futuro de nuestra sociedad.
Keklikian comenzó la conversación señalando que la epigenética va más allá de la genética tradicional, ya que “no se trata solo de los genes que heredamos, sino de cómo se expresan”. Los genes están sostenidos por proteínas que pueden activarse o desactivarse en respuesta a factores externos, como la alimentación, el estrés o la exposición a toxinas. “Lo que comemos, el ambiente en el que vivimos y hasta nuestras emociones pueden influir en cómo se leen nuestros genes”, explicó.
Este campo de estudio ha demostrado que las enfermedades crónicas no transmisibles, como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, están fuertemente influidas por factores epigenéticos. “No es solo una cuestión de predisposición genética. El ambiente y el estilo de vida juegan un papel crucial”, afirmó Keklikian.
Uno de los hallazgos más impactantes de la epigenética es la importancia de los primeros mil días de vida, que incluyen los nueve meses de embarazo y los dos primeros años del niño. “Durante este período, el epigenoma es especialmente sensible a las influencias externas”, explicó Keklikian. Una nutrición adecuada, un ambiente libre de toxinas y un entorno emocional estable pueden configurar un epigenoma que promueva la salud y el bienestar a largo plazo.
“Si una madre se alimenta bien y vive en un ambiente saludable durante el embarazo, está sentando las bases para que su hijo tenga menos probabilidades de desarrollar enfermedades crónicas en el futuro”, señala el experto. Por el contrario, la exposición a ambientes tóxicos, el estrés y la mala alimentación pueden tener efectos negativos duraderos.
Keklikian enfatizó la necesidad de que los gobiernos prioricen políticas públicas que protejan a las embarazadas y a los niños pequeños. “Invertir en estos primeros mil días no solo previene enfermedades, sino que también puede transformar la salud de toda una población”, afirmó.
Junto con la profesora uruguaya Lidia Barboza Norbis, Keklikian ha ampliado este enfoque a los primeros dos mil días de vida, incluyendo los 500 días previos a la concepción. “Si una mujer se embaraza en condiciones óptimas, aumenta las posibilidades de que su hijo tenga una vida saludable y longeva”, explicó. Barboza Norbis ha contribuido con su expertise en educación, destacando que los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo de las inteligencias múltiples, como la emocional, la musical y la racional. “El ambiente y la educación durante estos años pueden marcar una gran diferencia en el futuro de un niño”, dijo Keklikian.
Violencia juvenil y epigenética
Ahora bien, esas condiciones de embarazo y vida del niño cuando nace no solo tienen repercusiones en materia de salud física, sino también mental. En su diálogo con La Mañana, uno de los temas más alarmantes que abordó Keklikian fue la relación entre las condiciones epigenéticas tempranas y la violencia juvenil. “Los niños que crecen en ambientes tóxicos, con altos niveles de estrés y mala nutrición tienen más probabilidades de desarrollar problemas de conducta en la adolescencia”, explicó. Utilizó una metáfora para ilustrar este punto: “Imaginen que durante los primeros mil días de vida se construye una casa. En algunas habitaciones, debido a un ambiente desfavorable, se acumula pólvora. Años después, cuando un joven enfrenta una situación de estrés o violencia es como si alguien encendiera un fósforo en esa habitación. Si hay pólvora, la explosión es inevitable”.
El experto criticó la falta de políticas públicas que aborden estos problemas de manera integral, por lo cual “necesitamos una educación basada en valores desde los primeros años de vida. La profesora Barboza Norbis ha demostrado que esto es fundamental para prevenir problemas futuros”.
Cuando se lo consulta si se toman en cuenta los efectos a futuro, advirtió que de no tomarse medidas urgentes las consecuencias para nuestra sociedad serán graves. “Estamos viendo un aumento en la violencia juvenil, las enfermedades crónicas y los problemas de salud mental. Esto es el resultado de décadas de negligencia en la atención a los primeros años de vida”, afirmó.
“Creo que hoy por hoy lo que está ocurriendo con los jóvenes y estos episodios de descontrol y violencia tiene que ver con alteraciones que sufrieron en su propia gestación, en el epigenoma, por un lado, y por otro con cuestiones que tienen relación con la educación previa a la preescolar”, sostuvo.
Por esto hizo un llamado a los gobiernos de América Latina, incluyendo Uruguay y Argentina, para que inviertan en políticas preventivas. “No podemos seguir ignorando la importancia de los primeros mil días. Si no actuamos ahora, pagaremos las consecuencias en el futuro”, dijo. Y cuando se le consultó sobre qué sociedad podemos tener dentro de 15 años si no hay una corrección, aseguró que “la respuesta es obvia: una sociedad mucho peor”.
La falta de valores
Keklikian también destacó la importancia de la educación y los valores en la formación de las nuevas generaciones. “Hemos perdido muchos valores fundamentales en nuestra sociedad. La educación no puede ser neutra; debe enseñar a los niños a ser buenos ciudadanos, a respetar a los demás y a contribuir al bien común”, afirmó y criticó la tendencia a “romantizar” la delincuencia y la violencia en la cultura popular. “Canciones que glorifican el crimen o la violencia envían un mensaje peligroso a los jóvenes. Necesitamos una cultura que promueva valores positivos y rechace las conductas destructivas”, dijo.
A su vez enfatizó que el cambio no puede depender únicamente del Estado. “La sociedad civil, las familias y las comunidades también tienen un papel crucial. Debemos trabajar juntos para crear ambientes saludables y seguros para nuestros niños”, afirmó.
El experto también habló sobre la importancia de la concientización. “Muchas personas no son conscientes de cómo sus decisiones diarias, desde lo que comen hasta cómo manejan el estrés, pueden afectar su epigenoma y el de sus hijos. Necesitamos campañas educativas que lleguen a todos los sectores de la sociedad”, dijo.
Longevidad saludable
Por otra parte, Keklikian abordó el tema de la longevidad. Aclaró que, si bien estamos lejos de lograrlo, el ser humano tiene el potencial de vivir hasta 120 años en condiciones óptimas, y puso como ejemplo a Paul McCartney o los Rolling Stones, que tienen 80 años o más y se están moviendo de una manera realmente impensada para otra época, participando en escenarios multitudinarios.
Sin embargo, para alcanzar esa meta de vivir más y de mejor manera, “debemos cuidar nuestra salud desde los primeros días de vida y a lo largo de toda nuestra existencia”, explicó.
Aunque la esperanza de vida ha aumentado, la calidad de vida no siempre ha seguido el mismo ritmo. “Vivimos más, pero no siempre vivimos mejor. La epigenética nos ofrece herramientas para cambiar eso”, dijo.
Para Keklikian la epigenética no es solo un tema de interés científico, sino una herramienta poderosa para transformar nuestra sociedad. “Si queremos un futuro mejor, debemos actuar ahora. Eso significa invertir en la salud y la educación de nuestras madres y niños, promover valores positivos y crear ambientes que favorezcan el bienestar”.
A su vez señala “tenemos la capacidad de cambiar el curso de nuestras sociedades. Pero el tiempo es limitado. Cada día que pasa sin actuar es una oportunidad perdida para mejorar la vida de las generaciones futuras”.
El experto instó a los líderes políticos, educadores, profesionales de la salud y ciudadanos comunes a unirse en este esfuerzo. “La epigenética nos ha dado una ventana de oportunidad. Ahora depende de nosotros aprovecharla”, concluyó.
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