El padre “Lucho” Ferrés y el escritor Julio Romero se juntaron hace ocho meses con el fin de cubrir necesidades alimenticias de personas del barrio Marconi a través de la olla solidaria Misericordia, ubicada en la parroquia Sagrados Corazones. Son unas 100 familias las que reciben comida cada sábado, pero como seguidores de las huellas del padre Cacho, los planes de brindar mayores colaboraciones a las personas es una realidad cada vez más concreta.
El pasado 6 de mayo se realizó la beatificación de Jacinto Vera, quien podrá ser el primer santo de Uruguay luego de una siguiente etapa que es la canonización, sin embargo, hay alguien más que está a la espera de convertirse en santo –formalmente- y es Rubén Isidro Alonso, más conocido como el padre Cacho. El primer paso del camino de la santidad es declararlo siervo de Dios, y desde hace unos seis años se está en el proceso de recolección de testimonios, noticias, libros que permitan al Vaticano certificarlo.
Una de las personas que ha reunido gran parte de la información de la vida del padre es Julio C. Romero, investigador, escritor y fundador de la revista Raíces, quien público dos libros sobre la vida del sacerdote: Un Cacho de Dios y La vida íntima del Padre Cacho. “Pienso que el proceso de canonización se ha demorado un poco, no tengo claras las razones, pero la comisión original tuvo distintas transformaciones por diversos motivos. Considero que habría que acelerarlo porque los testimonios están y la comisión que trabaja para esto, tengo entendido, estaba a poco de enviar los documentos”, expresó a La Mañana.
Una vez que el Vaticano revise los testimonios y los certifique se puede dar el segundo paso de declarar venerable al padre Cacho. El tercer paso es el beato y el último es la santidad. El aporte de Romero fue rescatar del olvido al padre Cacho a través del libro Un Cacho de Dios, hace 11 años. Recorrió todas las capillas del país contando la historia, incluso envió el libro al Vaticano y cuenta con dos bendiciones apostólicas en el Vaticano, por Benedicto XVI y luego Francisco. “El Vaticano ya tomó conocimiento de lo que fue el padre Cacho. En el barrio decimos que Cacho ya es santo, solo nos falta la confirmación oficial”, apuntó.
El padre fue una figura que trascendió tanto por su compromiso social como por tomar la decisión de dejar su comodidad de una iglesia o una parroquia e irse a vivir a un barrio en igualdad de condiciones de quienes ya estaban allí y transformarlo. “Tomó el último eslabón de la pobreza, dignificó a quién trabajaba clasificando residuos y les dio el nombre de clasificadores, ya no cirujas ni bichicomes”, recordó el entrevistado.
“Cacho tiene que ver con aquella persona necesitada, le fue a dar esperanza, se preocupó de que habitaran casas dignas y las construyeron, son unas nueve las comunidades que tienen que ver con él. Creó talleres de carpintería, de herrería, bolsas de trabajo, un montón de cosas que ahora, al haber estudiado su vida, me doy cuenta que con el padre Lucho Ferrés estamos siguiendo algunas de sus huellas”, señaló.
Seguir cada paso del Padre Cacho
En cuanto al último punto que declaró Romero, se refiere específicamente a la olla solidaria Misericordia que se desarrolla cada sábado en la parroquia Sagrados Corazones del barrio Marconi de la que tanto el padre Luis “Lucho” Ferrés como Julio Romero forman parte muy activa, así como decenas de colaboradores que desarrollan diversas tareas todas las semanas. La olla comenzó a realizarse a fines de octubre de 2022, al principio recibía algunas familias de la zona, pero hoy brinda alimentos a 100 grupos familiares.
“Creo que estamos dando los primeros pasos que atacó Cacho, y es brindar soluciones al tema del hambre. En la olla no solo se come los sábados, sino que procuramos que cada persona se lleve porciones para la semana, surtidos de frutas y verduras, ropa, es decir, repartimos las donaciones que nos llegan para ir más allá”, aseguró el escritor.
Además, a la olla solidaria se le agregó una escuelita de fútbol en la que se merienda, funciona los miércoles y asisten los hijos de quienes van a la olla, a su vez, ahora a través del Poder Judicial, la parroquia recibió 20 computadoras para crear una sala de informática y que los jóvenes accedan a clases; si bien aún está pendiente la conexión a internet, apenas quede lista ya se podrá comenzar a utilizarlas y Antel cederá distintas plataformas de estudio a distancia. Al mismo tiempo, está en los planes realizar una huerta que permita plantar condimentos que sirven para la olla, y que los niños sean una pieza importante en el cuidado de la misma.
En el salón de las computadoras tienen una biblioteca ya que librerías Pocho donó numerosos libros, se espera conseguir estanterías para ordenarlos. En esa misma línea se planifica la construcción de un horno de barro para hacer le pan y alivianar a la panadería Reducto que es la que cada semana brinda los panificados. “Para eso también queremos involucrar a la gente que está en la fila los sábados, que si alguno sabe de panadería nos enseñe y cocinamos entre todos”, explicó el entrevistado.
“Estas son acciones vinculadas al lenguaje del padre Cacho, recorremos las huellas que él ha dejado en el barrio. Los colaboradores lo hacen de corazón respondiendo a una interpelación silenciosa que nos hace el padre. Sus restos están en la parroquia, entonces lo tenemos como un vecino más y podemos hablar con él cuando estamos trabajando en la olla”, comentó Romero.
El mejor homenaje
El apoyo de grandes organismos que recibe la olla proviene de la Intendencia de Montevideo y de la ONG Redalco que brinda la fruta y la verdura. Luego hay donaciones anónimas de personas que cada sábado llegan con algo, “y nos hacen dar cuenta que no estamos solos”, dijo el escritor. En su caso personal dispuso sus libros para beneficio de la olla a través de un trueque: un libro tiene el valor de una bondiola de cerdo. “Creo que es el mejor homenaje que le puedo hacer al padre, además de dedicarme con mi esposa a la olla, es darle un valor al libro que sea útil para que las personas puedan tener un plato de comida”, aseguró Romero.
“Hago esto porque si investigué 10 años para hacer el libro, si entendí esa historia de despliegue y entrega del padre y no me quedó nada de enseñanza, fracasé. Llevó un tiempo de evolución, de contar la historia, vamos por la quinta edición que la hice especialmente para que sea de apoyo a la olla. Este es el motivo por el que me siento feliz, poder darme de corazón es lo más legítimo”, reflexionó el entrevistado.
Que nadie se quede sin comer
El escritor expuso que, a veces, se piensa que Uruguay es lo que se ve en Punta del Este, pero que en los barrios de la periferia hay muchas carencias, y cada persona tiene una historia que contar. Aseguró que muchos de quienes llegan a la olla presentan sus currículos por si alguien sabe de un trabajo, “es una buena noticia porque no solo buscan una asistencia, sino un empleo para ya no necesitarla”, dijo.
“Cada vez que me voy de la olla me llevo un compromiso nuevo. Ellos a veces están horas esperando por la comida, llegan temprano a retirar el número y hacen la fila, pero además lo utilizan como lugar de encuentro, entonces tratamos de que en ese tiempo tengan algo caliente para tomar o comer”, explicó.
Comentó que este es el primer invierno que pasarán y ya ven lo crudo que es. Recientemente techaron el área exterior en la que están los hornos a leña donde se cocina, también tienen una cocinilla adentro y por eso pueden hacer cuatro ollas al mismo tiempo. “A veces nos vamos con mucha angustia, pero contentos por poder cumplir, nadie se ha quedado sin comer, y si eso pasa se llevan un surtido para cocinar”, relató Romero.
¿Cómo se puede ayudar?
Hasta ahora el clima era templado, pero llegó el frío y canal 4 se presentó para dar difusión sobre las necesidades que tenían de hacer un techo. Fue salir al aire y recibieron una lluvia de llamados, entre estos, una señora ofreció las chapas nuevas, por lo que armaron el techo con ellas y con el resto solucionarán algunos problemas de las personas con mayores necesidades en sus casas. “No queremos donaciones acumuladas, actuamos como trampolín, recibimos la ayuda y la damos”, sostuvo Romero.
Comentó que se les hace difícil el tema de la carne, la sal y los condimentos, entonces cuando alguien quiere donar les piden esas cosas o alitas de pollo. “También generamos conciencia de que la ropa donada esté en buen estado, que se pueda usar, no sucia o con agujeros, porque no tenemos gente que cosa y lave antes de entregarla”, indicó.
“Para la biblioteca nos serviría mucho tener estanterías para organizar los libros, ya que nos dijeron que donarán más. Queremos conectar con personas dispuestas a dar clases a los chicos, ya sea desde maestras jubiladas hasta jóvenes estudiantes. El fin es poder preparar a los niños y adolescentes en temas que hoy tienen mucha salida laboral como la programación”, agregó el entrevistado.
Para colaborar con la olla es posible dirigirse a la parroquia Sagrados Corazones; contactarse con Julio Romero al 094 851 726; comprar el libro Un Cacho de Dios; o a través de la revista Raíces en www.raicesuruguay.com
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