Bartolomé es argentino y actualmente ejerce como profesor e investigador universitario. Se ha especializado en seguridad regional, internacional y defensa, en teoría de las relaciones internacionales y en política internacional contemporánea. En conversación con La Mañana, el experto se refirió al conflicto en torno a las Malvinas y lamentó que el tema, que “atraviesa a toda la sociedad argentina”, no haya cristalizado en una política de Estado sostenible en el tiempo.
Usted ha estudiado y escrito sobre el conflicto del Atlántico Sur. De hecho, en una entrevista reciente, el excombatiente de Malvinas, César Trejo, citó su obra. A cuatro décadas de la guerra de las Malvinas, ¿qué perspectivas diplomáticas existen para que las Islas regresen a la soberanía argentina?
Las posibilidades son muy bajas. No veo cuál sería en estos momentos el incentivo que tendría Gran Bretaña para iniciar negociaciones con Argentina ni veo tampoco cuál es el interés que pueden tener los isleños en que la tierra que están habitando pase a ser de soberanía argentina. No visualizo que exista una herramienta efectiva en manos del gobierno argentino para poder forzar a Gran Bretaña a sentarse en una mesa de negociaciones. Lo único en lo que podríamos pensar sería en una coalición muy fuerte de las naciones sudamericanas, que sería lo ideal en torno a la posición argentina que lleve a Gran Bretaña a pensar que no negociar con Argentina le puede acarrear costos en su relacionamiento con el resto de los países del continente. Pero lo cierto es que esa solidaridad en términos empíricos y más allá de lo declamatorio, hoy no existe.
¿Cómo ha evolucionado la importancia estratégica del Atlántico Sur desde que se produjo el conflicto? Específicamente, ¿qué rol juega esta región del mundo en caso de que se produzca un conflicto en el estrecho de Taiwán?
El espacio del Atlántico Sur sigue gozando de importancia estratégica, pero han variado los factores que hacen a esa relevancia entre la Guerra Fría y la actualidad. En tiempos de la Guerra Fría, la importancia estratégica del Atlántico Sur tenía que ver con las rutas de suministro y de aprovisionamiento de recursos naturales a Occidente procedentes del Medio Oriente, sobre todo en caso de cierre del canal de Suez. En estos momentos en que no se vislumbra un conflicto de escala global de esa naturaleza, la relevancia estratégica del Atlántico Sur está dada mucho más por el acceso a la Antártida. Desde ese punto de vista, las Islas Malvinas tienen una importancia estratégica enorme en una logística para sostener una presencia continua en la Antártida. No es azar que en los negocios de souvenires del puerto argentino se vendan llaveros que dicen: “Islas Falklands, una puerta de entrada a la Antártida”, es un eslogan que refleja de alguna manera un posicionamiento geopolítico.
¿Cuáles eran los intereses de las grandes potencias en 1982 en torno a las Islas?
Ustedes saben, porque me consta que han tomado contacto con los trabajos de César Trejo en cuanto al conflicto de Malvinas, que tanto Trejo como yo adherimos a una corriente de pensamiento que no trata de limitar las causales del conflicto de 1982 a cuestiones de política doméstica argentina y trata de insertar este conflicto para poder entenderlo en el contexto estratégico de ese momento. Desde ese punto de vista, el Atlántico Sur en tiempos de un relanzamiento de la Guerra Fría en la primera mitad de los años 80 gozaba de importancia estratégica porque era un espacio donde había presencia naval soviética, sobre todo a lo largo del litoral atlántico de África, que no estaba contrabalanceada por presencia militar de las naciones occidentales y, por ese espacio, como decía, discurrían las principales líneas de comunicación marítima que llevaban a Occidente el petróleo de Medio Oriente y minerales estratégicos de África. Había una alta vulnerabilidad en esa zona por parte de Occidente porque sus líneas de comunicación marítima podían ser interdictadas por la Unión Soviética en caso de conflicto, de ahí que fuera tan importante contar con una plataforma de proyección de poder tanto aéreo como naval en el Atlántico Sur, y las Islas Malvinas cumplen con esos requisitos de manera perfecta.
¿Cuáles son los intereses que se enfrentan en la actualidad, sobre todo en el caso de China, que no era una gran potencia hace cuatro décadas?
Yo no veo una asociación muy nítida y directa entre la cuestión de Malvinas y la cuestión de China en estos momentos, pero sí podemos decir que China tiene una presencia global y las flotas pesqueras chinas están en todo el planeta realizando extracciones, muchas veces, de una manera que no es ecológicamente sustentable para un recurso renovable y que puede derivar en que ese recurso se extinga. En el Atlántico Sur las flotas pesqueras chinas están haciendo una depredación enorme, sobre todo de calamar Illex, y las Malvinas sería un buen lugar desde donde poder desplegar medios que permitan que esas extracciones, esa actividad ictícola china, respete las prácticas necesarias para una conservación de la especie.
¿El argumento esgrimido por el Reino Unido de los kelpers y sus derechos de ciudadanía no se contradice con su oposición a que Rusia anexione los territorios de Ucrania habitados por rusoparlantes? ¿Podría estarse generando en Ucrania un argumento favorable al reclamo de Argentina?
Son dos casos absolutamente diferentes. En el caso de Rusia con Ucrania, Rusia está invadiendo militarmente a un país soberano que había reconocido y está anexando por la fuerza a regiones habitadas por una población aparentemente mayoritariamente rusófona sin que medie ningún tipo de referéndum o plebiscito transparente y legitimado por la comunidad internacional, pero estamos hablando de una población oriunda del lugar. En el caso de las Malvinas, la población no es originaria, sino trasplantada de otras partes del mundo, y las Malvinas no son una nación soberana como lo es Ucrania, sino que son una colonia reconocida como tal por el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas. Por lo tanto, es muy difícil efectuar una analogía entre dos casos que son totalmente distintos. El hecho de que Gran Bretaña no reconozca la anexión de los territorios del oriente ucraniano por parte de Rusia, y es un rechazo que yo comparto, no le agrega ni le afecta de ninguna manera a lo endeble de su posición, desde mi punto de vista, en lo que tiene que ver con sus derechos sobre el archipiélago de Malvinas.
Decía que no veía posibilidades de que Argentina logre la soberanía efectiva sobre las Malvinas en este momento. ¿A qué atribuye esta situación? ¿Qué condiciones deberían darse para estar más cerca de ese objetivo?
Yo creo que lo que Argentina nunca ha desarrollado ha sido una política de Estado con respecto al tema de las Malvinas, que es una cuestión de Estado, es un tema que atraviesa a toda la sociedad argentina sin distinción de ideologías ni de clases sociales. Sin embargo, eso no ha cristalizado en una política de Estado que sea sostenible en el tiempo y que esté por encima de los avatares políticos y los cronogramas electorales de Argentina. De un gobierno al otro, la postura con respecto a Malvinas suele cambiar diametralmente, no el objetivo último declamado, que sigue siendo la recuperación de las Islas, pero sí la estrategia. Entonces, hasta tanto nosotros no tengamos una política de Estado sostenible en el tiempo, como decía, nuestras posibilidades de acceder a ese objetivo, que es absolutamente justo, van a ser muy pequeñas.
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