La Mañana consultó a la abogada y psicóloga, Martha Valfre, directora de la Academia Uruguaya de Investigación Criminal y Ciencias Forenses y coordinadora del Grupo Multidisciplinario Técnico y Científico Honorario, que fue creado en la LUC para brindar asesoramiento y generar insumos en temáticas criminales y penitenciarias. La especialista sostuvo que “muchas veces cuando un miembro de una familia cae preso por este tema, difícilmente se desmonte el negocio y lo terminan continuando los convivientes”.
A pesar de la cantidad de gente encarcelada en Uruguay, las organizaciones de microtráfico parecen no disolverse sino reinventarse. ¿Es así? ¿Por qué?
Es que de hecho esto funciona así en todas las partes el mundo. Es una triste realidad que tiene como lógica que se combate la oferta y no la demanda. Todo sin perjuicio que produce ingresos rápidos, y de buen nivel, lo que configura una opción “atractiva” para personas que no pueden acceder a ofertas laborales mejor remuneradas.
¿Se puede afirmar que la demanda de drogas en Uruguay disminuyó?
En lo más mínimo. La demanda de drogas ha crecido porque ha crecido el consumo. Lo que cambia es el tipo de drogas que se consume. A menor nivel pasta base, a nivel socioeconómico más alto cocaína y “pastis”.
En los últimos años se han cerrado muchas bocas y desde el Ministerio del Interior entienden que eso reduce el mercado de ventas de drogas, lo que a la postre conlleva a una mayor disputa entre las bandas narcos que quedan operando y las que van surgiendo. ¿Coincide con esa hipótesis?
Evidentemente los golpes a las bocas llevan a una mayor disputa entre bandas, a mayores niveles de agresividad para mantener el dominio del barrio y ajusticiamientos a los que estamos asistiendo como espectadores.
¿Es muy equivocado pensar que estas bandas se reinventan mucho más rápido que cualquier operativo policial (y de Fiscalía) que mensualmente se hacen en los barrios más conflictivos?
Totalmente, es así. La facilidad con que se vuelve a montar el negocio supera cualquier medida policial o judicial. Como mencioné, es un negocio que requiere cero inversiones y produce altos retornos. La única forma de cortar con este círculo desde el modelo actual sería dejar una suerte de vigilancia en la zona lo que hace que sea insostenible.
¿Las olas de homicidios en algunas zonas de la capital tienen que ver únicamente a ocasionales guerras por el territorio o también se puede pensar en que hay una cultura delictiva más violenta que llegó para quedarse?
Sería arriesgado reducir todos los homicidios a esta temática. Para afirmar algo así habría que tener datos específicos. Pero sí es cierto que hay una cultura vinculada al narcotráfico que es más violenta y que lamentablemente no solo vino para quedarse, sino que todo indica pensar que está arraigándose fuertemente en nuestro medio.
Si se puede establecer un nuevo perfil criminal en Uruguay. ¿Cuáles son las principales causas de esa transformación?
Hace un par de años se hizo una encuesta entre adolescentes donde estos, como opciones laborales más elegidas, estaban: ser futbolista o narcotraficante. Esto es simple de explicar. Por un lado, cualquiera de esas profesiones no requiere esfuerzos de estudios importantes, por otro lado, ambas generan altos ingresos en corto plazo. ¿La diferencia?: a futbolistas bien pagos no acceden todos, narcotraficante puede llegar a ser cualquiera.
¿Qué aproximación se puede hacer sobre el nuevo perfil de los líderes de las principales bandas narcos y los soldados que operan en las calles?
Son dos perfiles bien diferentes. El líder es una persona no necesariamente con estudios y/o formación académica, pero sí tiene cierto carisma que hace que la gente se sienta atraída hacia él. Es una persona capaz de conductas muy violentas como forma de marcar su poder, pero a la vez considerado con los suyos. Usualmente no es consumidor, pero si lo es no llega al grado de una dependencia que invalida su pensamiento. Suelen por lo general tener un perfil psicopático, con bajo nivel de empatía y sin remordimientos. El soldado es alguien que necesita una figura de poder, de referencia a quien seguir, a quien admirar y quien le da “certezas” a su mundo. Generalmente proviene de una familia desmembrada, con baja red de contención social que busca un grupo de pertenencia. Es un antisocial, pero no psicopático en la mayoría de los casos.
Población carcelaria
Durante el año pasado -2021- se registró la cifra histórica más alta de personas procesadas (1.465), la mayoría de ellas por diferentes delitos relacionados al tráfico de estupefacientes. En total, ingresaron 9.134 personas a las cárceles mientras que se liberaron 7.179 personas; lo que representó un aumento anual de 12,5% de la población carcelaria, superando por primera vez la cifra de 14 mil personas privadas de libertad en las unidades penitenciarias uruguayas que están sobrepobladas en un 123%.
Incautaciones de drogas
En 2021 las brigadas antidrogas clausuraron 1.152 bocas de expendio, por lejos la cifra más alta desde que lleva registro el Ministerio. Además, entre marzo 2020 y diciembre 2021 se cerraron más bocas (2.100) que en los cinco años anteriores –entre 2015 y 2019– (2.032). Por otra parte, la Policía incautó la mayor cantidad anual de pasta base: 1.196 kilos, superando todo lo confiscado de esa sustancia en los seis años anteriores (1.112 kilos).
El combate y la violencia
Más allá de estas estadísticas que parecen ir por el camino trazado por la actual gestión de Interior en cuanto al “combate frontal” al narcomenudeo, la violencia generada en algunas zonas del país, y particularmente en algunos barrios de Montevideo donde operan las principales organizaciones criminales, parece no detenerse y evidencia un círculo vicioso entre la constante demanda de drogas y una oferta que se reinventa raudamente a lo largo y ancho de los territorios más complejos.
Bandas y clanes familiares
A pesar de la cantidad de líderes encarcelados y otros tantos asesinados en ajustes de cuentas, algunas bandas se reinventan y siguen operando con nuevos miembros del clan familiar, reditando viejas rencillas por el mercado con bandas de barrios “rivales”. Tal es el caso de una ola de homicidios y tiroteos ocurridos en las primeras dos semanas de mayo, principalmente entre los barrios Peñarol, Lavalleja y 40 semanas, en el marco de una guerra entre dos clanes familiares (Segade y Delfino) dedicados al narcotráfico, que desde el 2016 acumulan decenas de homicidios en cruentos ajustes de cuentas.
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