La reciente tragedia ocurrida en la República Democrática del Congo (RDC) ha dejado una herida profunda en las fuerzas de paz de Uruguay. Un transporte Mowag, utilizado por el contingente uruguayo en Monusco (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en la RDC), fue atacado con un proyectil guiado por tecnología láser o GPS, causando la muerte de un soldado y heridas graves a otros. Este hecho, que refleja una escalada en la sofisticación del armamento utilizado por los grupos insurgentes como el M23, pone de manifiesto los riesgos extremos que enfrentan nuestros compatriotas en una misión tan distante como poco conocida por la opinión pública uruguaya.
Uruguay y su legado en las misiones de paz
Uruguay ha sido históricamente un referente en las operaciones de paz de las Naciones Unidas. Desde su primer despliegue en el Congo, en los años 60, el país ha consolidado una reputación de compromiso y profesionalismo. Actualmente, cerca de mil soldados uruguayos participan en Monusco, uno de los despliegues más grandes y complejos de la ONU. Su misión principal, bajo el mandato del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, es proteger a los civiles, combatir a las fuerzas negativas y facilitar la asistencia humanitaria en una región asolada por décadas de conflicto.
Una misión de combate desde 2003
Desde 2003, la participación de Uruguay en Monusco se rige por el Capítulo VII, lo que habilita el uso de la fuerza en situaciones en las que la seguridad está en riesgo. En numerosas ocasiones, los soldados uruguayos han enfrentado combates directos contra las llamadas “fuerzas negativas” que amenazan la estabilidad de la región. En operaciones previas, los efectivos uruguayos han causado importantes bajas al enemigo.
De la estabilización al conflicto bélico
Aunque Monusco sigue siendo una operación de estabilización, el contexto ha evolucionado hacia un escenario de alta intensidad bélica. Grupos armados como el M23, conocidos por su capacidad de adaptación y su acceso a armamento avanzado, están poniendo a prueba los recursos y la seguridad de las fuerzas de paz. El reciente ataque al Mowag uruguayo ilustra esta transición: el uso de proyectiles guiados por tecnología de punta representa un cambio en la naturaleza del enfrentamiento, colocando a los soldados en una situación de vulnerabilidad extrema.
Historias humanas detrás del uniforme
Más allá de los datos y los despliegues estratégicos, hay historias humanas que merecen ser contadas. Los soldados uruguayos no solo enfrentan el riesgo de perder la vida en una región desconocida, sino que también soportan la distancia de sus familias y el peso emocional de sus experiencias. El soldado fallecido deja atrás a una familia que ahora enfrenta una pérdida irreparable, mientras que los heridos deben lidiar con un largo proceso de recuperación, tanto física como psicológica.
La desconexión con la opinión pública
En Uruguay, la participación de las Fuerzas Armadas en Monusco parece ser un tema periférico en el debate público. La cobertura mediática es limitada y la sociedad, en general, desconoce la magnitud de los sacrificios que realizan estos soldados. Esta desconexión no solo invisibiliza sus contribuciones, sino que también diluye el apoyo social necesario para reconocer su rol como embajadores de la paz.
Un llamado a la acción
Es imperativo que los uruguayos reconozcamos y valoremos el trabajo de nuestros compatriotas en Monusco. Su labor trasciende las fronteras nacionales y representa un compromiso con la paz global. Pero para que su esfuerzo no pase desapercibido, es fundamental que los medios de comunicación y la sociedad civil se involucren más activamente, generando conciencia sobre los riesgos y sacrificios asociados a estas misiones.
En un mundo cada vez más interconectado, los conflictos que ocurren a miles de kilómetros también nos afectan. La paz no es solo una responsabilidad local, sino global. Hoy, los soldados uruguayos en Monusco están dando la vida por esta causa. No permitamos que su sacrificio quede en el olvido.
Santiago Pereira Testa
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