La especialista española Sandra González-Bailón es profesora de Comunicación en la Annenberg School for Communication. Recientemente, participó como invitada en el cierre de una diplomatura en la Universidad Nacional de San Martín y marcó los principales cuestionamientos acerca del papel de las redes sociales en la polarización ideológica y política de la sociedad.
Días atrás se realizaron las Jornadas Internacionales: Medios, Redes y Polarización, en la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). Los encuentros se dieron en el marco del cierre de la primera cohorte del Diploma Universitario en Medios y Redes en Tiempo de Polarización, que organizó el Área de Medios, Discursos y Política de la Escuela de Política y Gobierno de esa universidad.
Participaron tres conferencistas: Sandra González-Bailón (University of Pennsylvania), Mauro Porto (Tulane University) y Silvio Waisbord (George Washington University). La llegada de los tres especialistas fue posible gracias al apoyo de la Embajada de Estados Unidos en Argentina. Además, la creación del diploma se hizo realidad debido a que dicha embajada lanzó una convocatoria abierta para financiar formaciones en alfabetización mediática. Unsam se presentó y fue seleccionada para llevarla a cabo.
Uno de los anfitriones del evento fue Lucía Vincent, doctora en Ciencias Políticas y coordinadora del área que organizó estas jornadas. Es uruguaya radicada en argentina desde hace más de 20 años, se desempeña en el área de Investigación de la Escuela de Economía y Negocios de la Unsam. Al inicio del evento relató que, durante cuatro meses, 80 estudiantes de toda Argentina han estado cursando la formación. Los perfiles son periodistas, responsables de comunicación y académicos.
Por otra parte, el director de la universidad, Carlos Grecco, aseguró que el diplomado atraviesa las ideologías, las perspectivas, los saberes ocultos, las falsedades, y marca la necesidad de trabajar sobre las dimensiones de la verdad. “El trabajo universitario es la búsqueda de la verdad sincera, transparente, comprometida, haciéndose las mejores preguntas. El ejercicio de la libertad de expresión tiene que partir de esa consigna y ofrecerla de manera transparente”, dijo.
También estuvo presente Anjalina Sen, agregada de prensa de la Embajada de Estados Unidos, quien agradeció por la participación en el diplomado. “Estamos agradecidos y orgullosos de acompañar. Agradezco a los profesores, que han brindado conocimiento y apoyo en todo momento, y a los estudiantes, que han sido los principales protagonistas”. Comentó que estamos en un mundo que cambia constantemente y que los impactos en inteligencia artificial están transformando lo que conocemos de una manera difícil de predecir, “por eso debemos estar preparados para adaptarnos. Este diploma forma parte de esa preparación”.
Por su parte, Ricardo Gutiérrez, decano de la Escuela de Política y Gobierno, indicó que hay una relación muy fuerte entre esta diplomatura y todas las instancias de formación e investigación de la escuela que da respaldo al diploma. Adelantó que se planifica una maestría vinculada a política y comunicación. “Esto surge del trabajo de investigación y de formación en el área, y estoy de acuerdo con Carlos [Grecco] respecto a que se busca la verdad y analizar la pluralidad, discutir entre distintas perspectivas. Esta experiencia es central en el marco de cómo pensar la discusión dentro de los márgenes de la democracia”.
Las tres conferencias magistrales abarcaron las siguientes temáticas: Asimetrías en las dinámicas de polarización en red, a cargo de Sandra González-Bailón; Espejos de la blanquitud: medios, resentimiento de clase media y ascenso de la extrema derecha en Brasil, a cargo de Mauro Porto (Tulane University); y Políticos, plataformas y psicología: ¿quién es responsable por la polarización?, a cargo de Silvio Waisbord (George Washington University).
¿Causa o consecuencia?
La invitada por el Sandra González-Bailón buscó responder a la pregunta acerca de si la polarización en las redes y los medios es causa o consecuencia de la polarización social. González-Bailón es profesora de Comunicación en la Annenberg School for Communication y directora del Center for Information Networks and Democracy (CIND) de la Universidad de Pensilvania.
Sus últimas investigaciones se desarrollaron a partir de un acuerdo con la empresa Meta que le permitió acceder a los datos agregados de millones de usuarios estadounidenses de Facebook durante las elecciones presidenciales de 2020, en las que Joe Biden venció a Donald Trump. Del análisis surgió una serie de hallazgos que revelan de qué manera circula la desinformación y cómo las prácticas de moderación inciden en la difusión de contenidos en la red.
La pregunta con la que la especialista inició su ponencia tiene que ver con si la polarización de las redes y los medios es la causa o la consecuencia de la polarización social. En ese sentido, expuso que existen tres definiciones empíricas del término de polarización de masas. Estos son, por un lado, la polarización ideológica, que se caracteriza por un movimiento a los extremos en las escalas de opinión, lejos del centro; esta polarización puede ser simétrica o asimétrica.
La segunda es la polarización en términos de alineamientos partidistas, que se centra en la dimensionalidad del espacio político, es decir, los miembros de un mismo grupo que comparten opiniones. En este caso no se mueven en un espacio de izquierdas y derechas, sino que hay varias dimensiones en las que distintas posiciones se pueden agrupar.
La tercera definición es la de la polarización afectiva, en la que según las emociones o actitudes de los miembros van más allá del posicionamiento que puedan tener respecto a ciertas políticas concretas, la polarización se hace personal; por ejemplo, se toman decisiones personales.
Básicamente, planteó, estas son las tres definiciones de polarización que dominan la literatura y se basan en actitudes y creencias que suelen medirse con encuestas. Luego, entra en juego la cuestión de cómo se explican los cambios en opiniones y afectos. “Aquí entra una definición más conductual de la polarización, y tiene que ver con cómo construimos nuestras redes y cómo consumimos información”, introdujo González-Bailón.
El papel de los algoritmos
“Los medios de comunicación son uno de los factores a los que, a menudo, apelamos para explicar qué hay detrás de la polarización creciente. Hay un modelo en el que las personas, activamente, consumen información y noticas e influyen, a través de sus redes, a la mayoría que no consume ese contenido directamente. Por eso los medios terminan teniendo influencia. La pregunta es si esto contribuye a aumentar la polarización o no”, dijo la especialista.
Pero no se trata únicamente de redes sociales, sino también de las redes de toda la vida, como las relaciones interpersonales. González-Bailón explicó que es una realidad sociológica que se conoce desde hace décadas porque las personas tienen la tendencia de juntarse con quienes piensan similar. “La pregunta se ha hecho mucho más difícil en el mundo digital porque el mundo informativo es mucho más complejo de lo que era en la época de comunicación de masas, pasamos de un sistema centralizado a uno en el que existe una cantidad abrumadora de información”, analizó la profesora.
Aseguró que esta transformación ha hecho que cambie la forma en la que consumimos contenido informativo y político, así como la manera en la que producimos contenido. De esto es que surge la “infodemia”, un término que está entre la información y la epidemia, que es la abundancia de información y la dificultad de contrastarlo, lo que permite que rumores y noticias falsas se propaguen con facilidad. De cara a esto se cuestionó: “¿En qué condiciones la desinformación se difunde como un virus? Se debe evaluar bajo la luz de los datos”, respondió.
También dijo que se habla sobre burbujas informativas, que es una metáfora que invita a pensar en habitáculos cibernéticos y que sugiere que los algoritmos de curación de contenido nos atrapan en espacios intelectualmente aislados, “recibimos información afín a lo que ya pensamos”, analizó. Agregó que, si las burbujas resultan de la curación algorítmica, las cámaras las construimos nosotros con nuestras decisiones de seguir a determinadas fuentes o a ciertos individuos. “Las redes han facilitado este tipo de selección, que no es un fenómeno nuevo. ¿Realmente nos empujan los algoritmos o somos nosotros los que decidimos?”, se preguntó.
González-Bailón resumió que si estos fenómenos acentúan el problema de la polarización o si nos ayudan a explicar cambios en las redes de polarización es algo que requiere evidencia. “La investigación de los últimos años demuestra una y otra vez que si esta conexión existe es más complicada de lo que el discurso público hace parecer”, puntualizó la especialista.
Cómo las redes sociales y plataformas contribuyen o no al problema de la polarización
Esta fue otra de las preguntas que se hizo González-Bailón en medio de su ponencia y se detuvo a realizar un análisis un poco más extenso con datos obtenidos de su estudio de Meta durante las elecciones de 2020 en Estados Unidos, pero también ejemplificó con algunos datos vinculados a las elecciones anteriores, las de 2016.
Hay tres aspectos a tomar en cuenta para brindar una respuesta: las asimetrías, los diseños de las plataformas y el papel de la moderación de contenidos. “La polarización solo es un problema si se ignoran otras cuestiones más estructurales como la desigualdad. Si la polarización es un indicador de luchas que desafían un estatus quo que es injusto, entonces el problema no es la polarización en sí, sino la injustica o la desigualdad que hace a la polarización”, explicó la especialista.
Aseguró que, de forma más general, en la asociación entre las redes y la falta de cohesión social hay una caja negra que esconde varios mecanismos que podrían explicar este vínculo. Algunos son psicológicos, basados en cómo las redes sociales y la información afectan nuestras percepciones y comportamientos, otros son sociológicos y tienen que ver con cómo las interacciones en red facilitan o no la emergencia de normas y de capital social.
“Si pensamos incorrectamente que una determinada opinión predomina en nuestro entorno, podemos terminar haciendo lo contrario de lo que queríamos hacer, amplificando aún más el sentimiento que tendrán los demás sobre lo que piensa la mayoría, y esto distorsiona las señales sociales que los algoritmos codificarán luego. Es por esto por lo que algunas investigaciones indican que lo que vemos en las redes es falso, pero las consecuencias son reales”, expuso.
En materia de asimetrías en el consumo de la información, el problema de la desinformación se refiere al suministro del contenido, y su prevalencia es lo primero por analizar antes de resolver el problema. “Requiere una visión general y analizar en conjunto cuánta información errónea existe en los sistemas. Además, se debe contemplar la demanda y la exposición de la información, es decir, determinar qué grupo tiene más posibilidades de consumir cierta información errónea”, explicó.
En un estudio de David Lazart sobre prevalencia de información falsa en Twitter durante las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016, se reveló que las fuentes de noticias falsas tienen un interés de nicho y quienes son expuestos a este tipo de información eran una minoría de individuos muy similares en su consumo de noticias.
“También entra en juego la cuestión de la susceptibilidad y la exposición: podemos hablar de la demanda y de los correlatos geográficos que explica quién tiene más probabilidad de encontrarse con información política errónea. En un artículo publicado por Science Advance en 2021 se proporciona evidencia de que los conservadores en el contexto estadounidense obtienen peores resultados a la hora de discernir verdades y falsedades. Esto se debe a que las falsedades que más se comparten en redes promueven posiciones conservadoras”, reveló.
Además de la oferta y demanda, otro ciclo que relaciona a los individuos con el contenido es el proceso por el que se presenta la información que deberían ver. Es un proceso automatizado que aprende de cómo interactúan los usuarios con la información. Los algoritmos analizan ese comportamiento para después recortar las dinámicas de consumo. “Los algoritmos aprenden de nuestro comportamiento y como parte de este proceso surgen también los contenidos ideológicos. Los algoritmos deciden qué mostrar y nosotros decidimos si interactuar o no, y así aprenden qué recomendarnos”, explicó la especialista.
Diseño de plataformas y control de contenido
González-Bailón afirmó que el diseño no casual de las plataformas determina la manera en la que la información y desinformación se vinculan. Para saberlo, se basó en la reconstrucción del comportamiento en cascada que desencadena la posibilidad de compartir algo en redes, promoviendo la circulación rápida de contenido que no ha sido verificado.
“Analizamos más de mil millones de publicaciones compartidas durante los meses anteriores y posteriores a las elecciones de 2020 y nuestra idea fue poder ubicar los elementos en una gráfica de amplitud y profundización, para ver si la difusión se hace de manera masiva (de uno a muchos) o si se hace de forma viral (de pocos a pocos)”, detalló, e informó que, en Facebook, solo el 1% de las publicaciones se compartió más de 100 veces. “Pensamos que todo lo que pasa en las redes es viral, pero no, la mayoría de los contenidos pasa desapercibido”, expuso.
La especialista añadió que cuando se trata de desinformación vieron que se comparte de forma viral, “básicamente son los usuarios, no las páginas, los que contribuyen a la difusión de la desinformación, el público que más comparte son conservadores y personas de mayor edad”.
A su vez, la moderación de contenido es el mecanismo principal para intentar controlar la difusión de desinformación. “Esto implica revisar y eliminar, traducir o etiquetar contenido que viola el conjunto de pautas o de políticas de la plataforma. La moderación busca proteger la seguridad en línea y abarca prácticas que las plataformas pueden utilizar para controlar los flujos de información”, sostuvo.
Comentó que hay muy poca transparencia en este sentido, y que gracias a informes filtrados se supo que en momentos específicos cercanos a las elecciones de 2020 Meta implantó una serie de medidas extremas para controlar la plataforma en esas condiciones, “son medidas que sobrepasan lo que pueden hacer los algoritmos”. “Una manera de interpretar estos resultados es decir que funcionó y se redujo el flujo de desinformación; otra manera de verlos supone otorgar a las plataformas mucho poder. No obtuvimos información de estas medidas, ellos no la brindaron. Las plataformas no dan acceso a los datos, no hay colaboración al respecto, sabemos cero de lo que ha pasado en estas últimas elecciones en Estados Unidos”.
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