Para miles de personas sin hogar sobrellevar las noches de invierno se convierte en algo prioritario. Desde el gobierno y las organizaciones sociales se brindan respuestas a través de los refugios, la alimentación y una serie de prestaciones para la atención. La soledad y las adicciones suelen marcar a esta población vulnerable.
Durante los meses más fríos del año el gobierno despliega el llamado “Plan Invierno” para las personas en situación de calle. A partir del 15 de mayo y hasta el 31 de octubre, el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) reforzará la cobertura con 4.215 plazas en todo el país, que podrán incrementarse de acuerdo a la demanda.
Según informa el portal de Presidencia, las diferentes modalidades de cobertura comprenden centros nocturnos, centros 24 horas para personas que requieren cuidados por dependencia física o cognitiva, pensiones, centros para mujeres con niños, niñas y adolescentes, hogares del programa Viviendas con Apoyo y Paradores Nocturnos. El plan implica además la articulación entre distintas instituciones y organismos públicos, así como de organizaciones de la sociedad civil.
Consultada por La Mañana, la asistente social Dora López, con amplia experiencia con personas vulnerables, comentó que los refugios “se crearon con la necesidad de darles a aquellas personas que no tienen hogar, un sitio donde un equipo integrado por educadores, psicólogo, asistente social y un coordinador o coordinadora, los reciben y a su vez les señalan los requisitos y normas que dicho centro maneja”.
Entre las reglas se pauta entrar sin consumo de drogas, llegar en hora y ducharse, teniendo en cuenta que comparten dormitorio y los espacios comunes cuando cenan y desayunan, por ejemplo, miran TV o tienen momentos de recreación.
López comentó que en algún momento el número de personas en situación de calle tuvo un incremento, pero reconoció una rápida respuesta con la apertura de muchos centros nuevos y con la implementación del Plan Invierno en el que se aumentan los cupos. “El invierno pasado se cubrió prácticamente a toda la población en calle, por lo menos en las noches”, afirmó.
Sostuvo que en algunos barrios los centros se ven colmados más que en otros, y que eso tal vez es lo que hay que atender para distribuir mejor a las personas que necesitan ir a un refugio, “pero no diría que están colapsados”, agregó.
Entre los rangos de edad y sexo que llegan a los refugios, López explicó que los grupos son de edad variada. La edad mínima para ingresar son los 18 años y no hay un máximo; la mayoría son hombres. “Tenemos centros donde ingresan mujeres, población trans y otros en los cuales se les permite ingresar con mascotas, pues muchas veces la persona se queda en calle porque no quiere separarse de ellas”.
“Pensar que quien vive en calle no conoce sus derechos es un error habitual, diría que los conocen. ¿Pero qué hacen si la familia les pide que se vayan? Ahí son conscientes de que deben hacerlo para no lastimar a la familia”, explicó la entrevistada. El factor que más resalta es la adicción. “Te dicen: ‘empecé con el porro, pero cuando vi que no me pegaba le sumé el alcohol y ahora la pasta base. En la calle nadie me exige nada, cuido autos, duermo donde me encuentre la noche’”, ejemplificó.
Por otro lado, la asistente social dijo que hay población en situación de calle por diversas zonas de Montevideo y que se hicieron censos por parte del Mides. Considera que existen zonas donde la gente permanece porque hay comercios en la cercanía que les proporcionan comida, o vecinos que les dan alimentos y abrigo.
“También existen organizaciones o grupos que se presentan en determinadas zonas y les llevan un plato de comida caliente y a veces ropa. En suma, se ubican donde encuentran respuestas a nivel de presencia de personas que están comprometidas con una población con derechos vulnerados y les acercan alimentos”, aseguró.
Un vecino puede llamar al número que tiene el Mides, que es el 0800-8798 de equipo móvil, a fin de informar que hay personas en situación calle. También se puede llamar al 105 si la persona requiere atención médica o al 0800-5050 para casos donde hay niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad, y que se cumple con los pasos que marca la Ley de Faltas.
Mirar personas
Consultada en base a su experiencia personal de cuatro décadas sobre posibles mejoras en el sistema de refugios, López respondió que claramente sí. “Seríamos muy soberbios si consideráramos que el sistema ya está terminado y no hay nada para mejorar”, indicó.
Una de las cosas que considera fundamentales es dejar las políticas partidarias a un lado y ponerse la situación al hombro para solucionar los problemas reales y concretos de la gente. “No puede pasar que los propios empleados del Mides o de los refugios actúen según si coinciden políticamente o no con el ministro en funciones”, apuntó. “Si nos importa de verdad mejorar la situación de las personas que viven en contexto de vulnerabilidad, tenemos que dejar de mirar colores y empezar a mirar personas”, agregó.
“Vale señalar que hay personas que hace años cuentan con el apoyo del Mides, no solo a nivel del centro nocturno, sino que estando en ellos se le tramita la cédula de identidad sin costo, el ingreso al comedor de INDA, la tarjeta TUS, entre otras cosas. En muchos casos, van al refugio, obtienen esas ayudas y vuelven a la calle, y esos beneficios no los pierden por el hecho de no asistir más”, remarcó.
Opinó que básicamente el rol de asistir en la emergencia se cumple. Que no haya uruguayos que pasen hambre y frío –sobre todo en el invierno, donde las oportunidades laborales para una población que vive de ciertas zafras, escasean–, se cumple “pero siempre hay más para hacer, hay que ir buscando soluciones definitivas a cada una de las personas que llegan a los refugios, y eso no es fácil”, expresó López.
Aseguró que lo anterior implica un compromiso de las dos partes, y que a veces son ellos mismos los que no quieren cambiar de forma de vida. “Eso hay que respetarlo, pero hacer el intento de que quieran cambiar, de que quieran mejorar sus condiciones de vida, y generen hábitos de trabajo. Es más difícil aun cuando hay adicciones de por medio”, explicó.
Solución transitoria
Un elemento que López nombró y que surge de la experiencia, es que muchas veces la población que vive en calle prefiere los refugios ubicados en el centro. Ya sea por la cercanía, porque se desplazan a todos lados caminando o porque allí ya consiguieron lugar donde cuidar coches o vender artículos variados en las ferias vecinales y se atienden en centros de salud. “Eso es algo a tener en cuenta al abrir nuevos centros. Es cierto que a veces los alquileres de las casas en los barrios céntricos son más caros, pero es algo a evaluar a la hora de concretar nuevas aperturas”, ejemplificó.
Otra cosa que se podría modificar, entendió, es la cantidad de educadores por cada centro, tal vez darle más horas a cada uno y que sean menos trabajando en cada centro. Hoy pasa mucho que hay educadores con horas fijas en un centro y desempeñándose como retén en otros, sería mejor que los centralizaran más horas en el mismo refugio.
También planteó la idea de poner un tiempo máximo de permanencia en un centro. “Que sepan que es algo transitorio hasta que puedan salir de esa situación. Creo que les daría un impulso y un incentivo para un cambio radical en sus vidas”.
Agregó que está bien brindar ayuda en la emergencia “pero no perpetuar y fomentar el que reciban todo sin dar nada a cambio. Es enseñarles que las cosas cuestan y hay que hacer algo por obtenerlas. Nadie debería vivir gratis por siempre. Como digo hay situaciones muy complejas que tal vez no se solucionen nunca, pero la intención debe estar clara”, señaló.
En opinión de López no es lo mejor que convivan personas con problemas de adicciones con personas con problemas psiquiátricos severos o con temas meramente económicos o familiares. “Cada una de esas problemáticas debe abordarse desde ángulos diferentes”, consideró.
Y añadió: “Es cierto que los refugios no son centros de rehabilitación, pero igualmente sería más apropiado que a la población con adicciones se la ubicara con personal especializado. Y tampoco es justo para quienes no tienen esos problemas, tener que convivir con personas que no tienen hábitos de trabajo, de cuidado personal e higiene y que en muchas ocasiones no respetan la propiedad del otro. Lo mismo digo de quienes tienen patologías psiquiátricas, a veces ligadas con el tema del consumo problemático”.
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