El fútbol siempre ocupó un lugar significativo en su vida. Cuando era niño quería dedicarse a jugar, incluso llegó a federarse en bastketball, pero su vocación profesional la conoció en la adolescencia, etapa en la que decidió estudiar economía. Al poco tiempo de recibirse ingresó en la OPP y años más tarde fue asesor del Ministerio de Economía, llegando a ocupar la titularidad de la cartera en el gobierno de Jorge Batlle. En una larga entrevista con La Mañana, el jerarca repasó su vasta trayectoria y analizó la situación actual del Partido Colorado (PC), entre otros temas.
¿Dónde nació y cómo fue su infancia?
Yo nací en Palermo, en Magallanes e Isla de Flores. ¿Cómo recuerdo mi infancia? Jugando a la pelota en la calle y yendo caminando a la escuela.
¿Era buen estudiante?
Era normal, no estudiaba mucho, nunca fui muy aplicado, pero me revolvía, tampoco era que me dejaba estar.
¿A qué se dedicaban sus padres?
Mi padre era empleado público, idóneo en contabilidad, y mi madre era empleada de comercio.
¿A qué pensaba dedicarse cuando era chico?
Todos queríamos jugar al fútbol (risas), no te voy a mentir, pero algunos podían y otros no.
¿Cómo era como jugador?
Era un entusiasta. Por mi carácter era muy aguerrido y corría bastante. Siempre jugaba, pero tampoco era un destaque maravilloso, claramente. Igual, yo jugué federado al básquetbol en Atenas, y teníamos un lindo equipo que formó Víctor Hugo Berardi. Tengo grandes recuerdos con él, nos hizo aprender muchas cosas y formó un equipo de muchachos desde chiquitos; ninguno tenía condiciones excepcionales, salvo uno que destacaba, pero salíamos campeones. Jugué hasta los 18 años.
¿Cuándo empezó su gusto por los números?
Los números, las matemáticas, me gustaron siempre, y me gustaba la historia, la geografía humana, también la física y la química, pero viste que uno es mejor en lo que más le gusta, y eso era lo que realmente me gustaba. En un momento yo empecé a leer determinadas cosas, tendría 15 años, y no entendía lo que estaba leyendo; eran cosas de economía, entonces dije: “si yo entiendo esto, voy a entender cómo funcionan las cosas, así que tengo que estudiar esto”. Ahí fue cuando tomé la decisión.
¿Era su vocación?
Sí. Yo entré a la facultad para recibirme de economista, pero en aquel momento uno no sabía de qué iba a trabajar, entonces me recibí y al otro año terminé la carrera de contador.
¿Cuál fue su primer trabajo?
Fue de cadete en un estudio.
¿Cómo llegó a la OPP?
Yo me recibí en el 84 y entré a la OPP en el 86, o sea, hubo un llamado y entré como economista junior en el Departamento de Políticas Sociales. Entramos juntos con otros compañeros de la facultad, como Julio de Brun y Gustavo Licandro.
¿En algún momento pensó que se dedicaría a esto, pero desde un lugar más político?
No, yo ni siquiera era militante político, nunca lo fui. De hecho, el único acto político al que yo fui en mi vida, hasta el año 2004, fue el acto de cierre del PC en la Plaza de la Bandera, que fue inmenso, pero yo no iba, no militaba políticamente.
¿Por qué? ¿No le interesaba?
No es que no me interesara, sí me interesaba, por lo menos la cosa pública. A los economistas, en general, y más a aquellas primeras camadas de economistas que todos pensábamos mucho más en macroeconomía que en microeconomía, sí nos interesaba, pero no estaba dentro de lo que yo pensaba que iba a hacer en mi vida.
Pero, ¿siempre estuvo vinculado al PC?
No estaba vinculado orgánicamente, no recuerdo haber integrado una lista del PC hasta el 2004. Mi padre sí militaba y mi abuelo paterno también. Por el lado de mi madre, no. La familia de mi madre, originalmente, era socialista de Frugoni. Yo voté siempre a los colorados.
Años más tarde, en el gobierno de Lacalle Herrera, pasó a desempeñarse en el Ministerio de Economía. ¿Cómo fue para usted esa experiencia?
Eso fue un cambio, en el sentido de que yo ahí pasé a ser asesor del ministro y del subsecretario, y ya los temas no estaban tan concentrados en determinados aspectos, sino que eran mucho más amplios. El subsecretario era Javier de Haedo y el ministro era Braga, y el que me ofreció ir en comisión fue De Haedo, con quien fuimos compañeros en la facultad.
Le tocó cumplir un rol importante en la segunda mitad del gobierno de Batlle, como ministro de Economía. ¿Cómo recuerda la crisis del 2002 y su salida? ¿Cómo lo vivió?
Todos los que estuvimos allí lo vivimos muy intensamente, con un amplio espíritu de colaboración y de compañerismo, muy convencidos de lo que estábamos haciendo y sabiendo las consecuencias, es decir, que eso iba a tener un costo político enorme a corto plazo, pero que era lo que había que hacer para que las cosas volvieran a la normalidad.
Después, los resultados terminaron siendo muy malos políticamente, cosa que ya sabíamos, pero lo que importaba era el país, y al final fue un recuerdo bueno; todos tenemos un recuerdo muy sereno de esos momentos, donde la tensión fue enorme durante muchísimos meses.
¿Hay puntos de comparación de esa época con la situación que hoy atraviesa el país?
Son cosas bien diferentes. Primero, esto es global, por lo cual, desde el lado del público, hay una comprensión mucho mayor que en aquellas circunstancias, que uno lo veía como propio; no lo era, porque era regional y la región pesa mucho y nos llevó puesta, como pasaría en cualquier situación extrema.
La otra diferencia es que en ese momento sabíamos que haciendo determinadas cosas íbamos a tener ciertos resultados y más o menos podíamos calcular tiempos, mientras que acá la incertidumbre es total en cuanto a los tiempos, además de que se trata de algo que en un principio era totalmente desconocido.
En materia sanitaria nos asesoramos con gente de primer nivel, pero también ellos están mirando lo que está pasando en el mundo, donde las recomendaciones fueron cambiando, o sea, que ni siquiera los que estaban en la frontera del conocimiento tenían certezas.
“En el gobierno, cada sector del FA manejaba una parte sin conexión ni unicidad de objetivos, incluso había objetivos contradictorios”
Usted también fue senador, en el primer mandato de Tabaré Vázquez.
Eso fue un regalo del presidente Batlle, o sea, yo no estaba hecho para ser senador, pero fue un pedido expreso de su parte.
Era algo distinto a lo que venía haciendo.
Sí, algo muy distinto, que tampoco encaja mucho con mi carácter. Traté de hacer lo mejor que pude y no defraudar determinadas confianzas, pero no es donde me siento más cómodo.
Tiene un perfil más ejecutivo, de hacer.
Sí, soy bastante más inquieto, y ahí hay que tener más paciencia, los tiempos son otros y hay cosas que uno no puede hacer. Yo recuerdo algunas circunstancias, no importa con quién, donde decía determinadas cosas, hablaba con colegas, básicamente del Frente Amplio (FA), y algunos me decían: “sí, está bien lo que vos decís, pero no”. Eso me descolocaba mucho, porque había cosas racionales para hacer y era “pero no, porque no”.
¿Por ejemplo?
No quiero contar las anécdotas particulares, pero pasó más de una vez. También puede pasar en el Poder Ejecutivo, pero ahí las limitaciones a uno se las pueden imponer desde afuera, no es que uno se las autoimponga, esa es la diferencia.
¿Padeció esa etapa como senador?
El primer año sí, me costaba mucho, y después traté de adaptarme a soportar ciertas cosas. Yo dije: “si tengo que estar acá cinco años, me tengo que adaptar, si no, esto es imposible”. Soportar en el buen sentido, no es peyorativo, o sea, tenía que entender las cosas de determinada manera y sobrellevarlo sin que me generara problemas internos.
La docencia también ocupó un lugar importante a lo largo de su carrera. ¿Qué es para usted tener ese rol?
La docencia, seguramente, sea lo que más me guste, porque es lo que uno realmente puede llegar a dejar, no de conocimientos, sino de inquietudes, para que venga otro y sobre esa inquietud se interese y genere conocimientos. Yo sigo dando clases todavía. El año pasado di pocas y este año voy a ver si puedo retomar algunas más.
Cuando Sanguinetti volvió al ruedo en las internas de 2019, luego de estar retirado de la arena política, ¿cómo lo tomó usted? ¿Decidió apoyarlo sin dudar?
Decidí apoyarlo sin dudar. Yo entiendo que el PC tiene un rol muy importante en Uruguay, de hecho, gobernó el país por la mayor parte del tiempo y fue uno de los partidos que construyó y modeló el país.
Yo soy un republicano convencido de que los partidos políticos son los que hacen la institucionalidad, la república. Y el bipartidismo en general es lo que mejor hace funcionar a las repúblicas, aunque hay otras que funcionan sin bipartidismo, pero los partidos son la base de las mismas, de las democracias sólidas y estables, y estas últimas son la base del progreso.
Todo el resto termina siendo efímero, siempre se termina cayendo, por eso no dudé, porque aparte Sanguinetti, con la experiencia y el reconocimiento que tenía, pudo reconstruir determinadas cosas en el partido que estaban bastante diseminadas. Talvi también jugó un buen papel en ese momento y eso le dio una cohesión al PC que no estaba teniendo, por lo menos, después de la ida de Bordaberry.
¿Y ahora, con la ida de Talvi?
Ahora, con la ida de Talvi, falta una pata. Todos los partidos tienen varias patas dentro de una matriz y una comunidad filosófica común, es decir, siempre hay sectores. Alguien va a ocupar ese espacio, espero que eso suceda.
¿Se imagina quién puede ser?
Sí, pero yo no me caracterizo por hacer esos análisis más que para mí mismo, no soy un analista político ni me dedico a estudiar eso. Obviamente que uno tiene preferencias, ya sea por afinidad, por conocimiento, pero hasta ahí llego.
Hablaba de la importancia que ha tenido el PC para el país. ¿Cómo evalúa la baja de votantes que ha sufrido en los últimos años?
Sin un PC más grande y más sólido, se gobierna, pero al país le falta un pedazo, y por eso entiendo que sería bueno que el partido lograra una mejor votación y un mayor posicionamiento dentro del espectro político. Tras la pérdida de votos que se dio en el 2004 hubo una recuperación, después hubo una baja, luego quedamos más o menos ahí abajo, por diversas circunstancias, la mayoría fue por errores del propio partido.
¿Qué tipo de errores?
Lo que yo creo que fueron errores se los dije a las personas que entendí que se los debía decir. Hubo errores, claramente, que se terminan pagando. También en 2004 se cometieron errores políticos, más allá de las circunstancias económicas y de que era clarísimo que se iba a perder la elección.
Sanguinetti, que ya tiene dos presidencias encima, sigue liderando el sector Batllistas. ¿Cuesta el recambio?
Había un vacío demasiado grande y no había nadie que pudiera llenarlo o que estuviera dispuesto a hacerlo, entonces, un grupo importante de ciudadanos le fue a pedir a Sanguinetti que asumiera ese rol para evitar la absoluta dispersión. Tuvo un papel muy importante en la formación de la coalición de gobierno, pero ahora está esperando que alguien empiece a asumir ese rol. Yo estoy convencido de que él va a dar el paso al costado apenas aparezca otra persona.
Cuando ganó Lacalle Pou se manejaba su nombre para la OPP, pero usted no estaba del todo convencido. ¿Qué lo hizo aceptar?
Yo ya había terminado mi ciclo en el sector público. Lo que me llevó a aceptar fue lo que me decía mi familia: mi esposa y mis hijos. Fueron ellos los que me dijeron que era una obligación moral volver a estar y ayudar, que era un honor -que no tengo ninguna duda de eso- estar en el gobierno. Si algo tengo yo es que no soy muy cabeza dura, yo escucho bastante, y pensaba que, si había tantos argumentos a favor, quizás yo estaba equivocado. Yo me siento muy cómodo en el gobierno.
¿Qué país encontró en materia económica?
El país que conocíamos: un nivel de deuda muy alto, un déficit importante, un sector público totalmente agrandado y atrofiado y queriendo hacer muchísimas cosas, pero haciendo pocas o mal.
El FA tiene muchos sectores y cada uno tuvo su ley insignia. Por ejemplo, la del Partido Comunista fue el Plan de Emergencia, la de Astori fue la reforma fiscal del IRPF, la de la Vertiente Artiguista fue la ley de Vivienda, la del Partido Socialista fue la ley de Salud.
Cada uno tenía lo suyo, pero en el gobierno, cada sector manejaba una parte sin conexión ni unicidad de objetivos, incluso había objetivos contradictorios a veces. Es decir, había muchas reparticiones públicas haciendo lo mismo o con el mismo objetivo, y eso no tiene ningún sentido.
También había formas de encarar determinados programas que son erradas, que han fracasado en el mundo, que no dan resultado, entonces uno termina poniendo recursos en algo que sabe que su resultado es malo. Esas son las cosas que estamos tratando resolver este año, porque en 2020 la pandemia nos insumió todo el tiempo y el esfuerzo. Queremos cambiar esas formas de hacer las cosas, no se trata de restar recursos ni de ahorrar.
Entre los libros y el fútbol
Es hincha de Peñarol de toda la vida, al igual que su familia. Durante su niñez y adolescencia esperaba con ansias que llegara el fin de semana para ir al estadio. Incluso, cuando había partidos importantes, no podía comer de los nervios. Si el cuadro perdía, era un drama y en su casa sobresalían las caras largas.
En paralelo, leía mucho sobre fútbol. Ya a finales de su etapa escolar empezó a leer 100 años de gloria. La verdadera historia del fútbol uruguayo, y se lo sabía de memoria.
Luego de haber tenido experiencia en otros ámbitos, le llegó la oportunidad de ejercer un rol profesional en el club como tesorero, donde trató de poner orden y mejorar las cosas, pero sin ánimo de refundar nada.
“Uno entra ahí por fanatismo, es un sinsentido, para sufrir, o sea, todos sabemos que el fútbol en Uruguay tiene problemas financieros y económicos enormes y una gran necesidad de vender jugadores. Peñarol estaba súper endeudado y lo sigue estando. Tiene una historia muy rica y, por tanto, tiene una presión enorme. El año pasado perdió el campeonato con el presupuesto del plantel principal más alto de su historia, porque el fútbol es fútbol”, reflexionó.
Su hobby es ver deportes en la televisión, básicamente, fútbol y básquetbol, y también automovilismo. Además, disfruta mucho de leer historia. Le gusta hacer deporte, pero hoy admite que no tiene tiempo. Cuando puede, sale a caminar.
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