El nivel de ajedrez que tiene Uruguay es bajo y actualmente no existen suficientes actividades para estimular a los niños a incursionar en esta disciplina que se destaca por sus múltiples propiedades en el desarrollo cognitivo. Además, la pandemia aumentó las partidas virtuales, modificando una dinámica de más de cinco siglos.
Cuentan que en la antigüedad un poderoso rey se había sumido en la tristeza tras la pérdida de uno de sus hijos en una batalla. Absorto en sus pensamientos, reproducía una y otra vez el encuentro bélico en un cuadrado de arena, tratando de vislumbrar un escenario donde ganaran la batalla y no perdiera a su hijo.
Uno de sus servidores, con el fin de ayudar a su rey, tuvo la idea de convertir la asidua afición del soberano en un juego, incorporando piezas y dados. De esta forma, el final podría cambiar cada vez que el monarca se acercara al cuadrado. El encuentro ficticio sería siempre distinto. Sería un juego. Al rey le gustó la idea, la implementó y con el correr de los años y los siglos se transformó y sobrevivió.
Se trata de una leyenda. Nadie sabe a ciencia cierta si el rey existió, pero lo que sí se sabe es que hace dos mil años la sociedad egipcia ya tenía una suerte de juego de mesa.
Una historia un tanto similar contaba Malba Tahan en su libro “El hombre que calculaba”. La leyenda de Sisa hacía referencia a un poderoso brahmán que ordenó a sus súbditos que emularan un juego capaz de entretenerle. Uno de los sirvientes, Sisa, presentó un tablero que simulaba la guerra. La historia podría interpretarse como el inicio del ajedrez.
Lo cierto es que en el siglo XIV el ajedrez se había extendido por varias regiones de Oriente y Europa. Con la creación de los tipos móviles con Gutemberg, se imprimió un fascículo con las reglas y, de esta forma, el juego se unificó. Más tarde, se extendió por el mundo y en el siglo XIX llegó a Uruguay. Por ese entonces, principales figuras de nuestro país se volcaron al ajedrez. El Dr. Gonzálo Ramírez incluso fue presidente del Círculo del Ajedrez en Montevideo. Carlos Vaz Ferreira introdujo la idea de la necesidad de practicar este juego en los ámbitos educativos como medio para el aprendizaje.
Viajando por el ajedrez uruguayo
Incluso en los viejos cafés de Montevideo se podían ver a los jugadores de ajedrez inclinados sobre una cuadrícula, rodeados de atentos espectadores tras sus hombros, quienes seguían el juego con particular interés, según recuerda el historiador Antonio Varese, consultado por La Mañana. En tanto, también se jugaba en casas señoriales. Uruguay recibió a los mejores jugadores de ajedrez del mundo, como Alexander Alekhine, José Raúl Capablanca y Emanuel Lasker.
El 25 de abril de 1926, La Mañana publicaba la noticia de la creación de la Federación Uruguaya de Ajedrez (FUA), institución que sigue presente hasta nuestros días, siendo Bernardo Roselli Mailhe su actual presidente. Roselli nació en Carmelo como hijo del campeón del pueblo. Más adelante se enamoró de este juego y hoy es Maestro Internacional de Ajedrez, docente de esta disciplina, vicepresidente de la Federación Iberoamericana de Ajedrez y múltiplemente premiado. Es también autor del libro “Viajando por el ajedrez uruguayo”. Conversó con La Mañana sobre la situación que vive hoy esta disciplina.
Actualmente, la FUA nuclea veinte clubes distribuidos en todo el país, con más de dos mil jugadores registrados y divididos en diversas categorías, aunque actualmente son un promedio de 500 personas las que juegan anualmente. Desde el año 2009 hasta la fecha la institución creció en un número cercano al 10% cada año en su padrón. Sin embargo, con la llegada de la pandemia, los campeonatos presenciales debieron ser suspendidos de inmediato y, en su lugar, se organizaron campeonatos en línea.
En el Interior, los jugadores se reúnen en su club, con las correspondientes medidas sanitarias, y con una computadora enfrente se disputan los partidos con contrincantes de todo el Uruguay. “Se trata de un sistema híbrido que permite abaratar los costos de traslado y seguir jugando al ajedrez”, explicó el presidente de la FUA. No obstante, fue contundente al señalar que “si seguimos en esta postura de jugar a distancia, el ajedrez se va a terminar”. Es que, indicó, un factor fundamental en este juego es la generación de lazos de amistad con otras personas, algo que, a través de la virtualidad “no logra desarrollarse tanto como en la presencialidad”. Aunque, más adelante, dio una visión más esperanzadora: “El ajedrez tiene más de 500 años de historia, no desaparecerá tan fácilmente”, enunció.
Pelota vs. tablero
La inteligencia artificial ha logrado tal desarrollo que en menos de un segundo calcula todas las posibilidades de movimientos que existen en una jugada. Al contrincante humano le lleva más tiempo, pero le exige más, pudiendo tener a su favor una oportunidad para mejorar la técnica.
En Uruguay el nivel “es bajo” y subirlo no depende exclusivamente de jugar contra computadoras en su modo difícil, sino en una estrategia de mayor profundidad.
“Uruguay no ha crecido mucho en ajedrez porque no hemos logrado un solo deportista de renombre mundial. El actual campeón del mundo es un noruego que, tiempo atrás, tenía el mismo nivel que los uruguayos. Sin embargo, en Noruega el ajedrez es furor y hay mucha inversión por parte de patrocinadores. Acá no pasa lo mismo”, dijo Roselli.
Para el entrevistado, es necesario incentivar a los niños desde su más tierna edad en este juego, contemplando especialmente a aquellos que presentan mayores habilidades naturales para el ajedrez. “Actualmente, a los niños se los equipara en un mismo nivel y esto significa, en algunos casos, el no destaque de los supergenios”, explicó. En nuestro país, agregó, no hay niños supergenios para el ajedrez porque no fueron incentivados en su debido momento.
Uruguay cuenta con ajedrez educativo desde el año 2010 en 70 escuelas de tiempo completo. La implementación de esta disciplina se da hacia un ámbito de apoyo al proceso educativo con el fin de desarrollar la capacidad de la toma de decisiones. En tanto, se realizaron convenios entre la FUA, el Ministerio de Educación y Cultura y la Universidad de la República para dictar clases en línea.
De todas formas, para Roselli estas iniciativas no son suficientes y la llegada de la pandemia agravó un poco más las cosas. “La educación tiene sus propios problemas con la implementación de las clases a distancia. Sabemos que están haciendo lo mejor, pero la preocupación por el ajedrez estimo que no es de las primeras en la lista ahora”, opinó.
En tanto, el ajedrez enfrenta otros problemas, como por ejemplo la televisación. Mientras que un partido de fútbol o de tenis resulta comprensible para la mayor parte de la población, mirar un partido de ajedrez requiere de otros conocimientos y atención, apuntó Roselli. En esta línea, fue crítico con la Secretaría Nacional de Deportes al decir “que no se han preocupado por el ajedrez y que los mayores estímulos fueron hacia el fútbol”.
De primaveras y furores
En su lucha por ganarse un lugar dentro de la televisión y, por lo tanto, en ampliar su llegada a las masas, el ajedrez encontró un aliado: Netflix. La serie “Gambito de Dama”, inspirada en un libro homónimo publicado en 1983 sobre el cual muy pocos ajedrecistas del mundo conocían, generó furor e interés en aprender este juego. En el caso de la FUA, “la cantidad de solicitudes que llegaron tras el lanzamiento de la serie fue sorprendente”.
En el siglo XX, el ajedrez tuvo un boom luego de que Boris Fischer y Boris Spassky –uno estadounidense, el otro soviético– disputaran la final del campeonato mundial en 1972. Más adelante se vivió otro boom cuando el campeón mundial de ajedrez, Garri Kasparov, perdió contra la computadora Deep Blue. “Con ‘Gambito de Dama’ estamos viviendo una primavera, que se podría extender un poco más si hay una segunda temporada”, dijo Roselli. En caso de que no la haya “el ajedrez va a sobrevivir igual, porque no es un juego improvisado”, opinó.
Ajedrez: Una danza en 64 casilleros
Ismael Arias, bailarín de ballet del Sodre, jugó la última partida de ajedrez callejero en el mítico kiosco de Carlos Ferreira, en 18 de Julio y Andes. Contó su experiencia a La Mañana y cuál es el punto de contacto con la danza.
“Cuando uno empieza a vivir el ajedrez, se da cuenta de que ese mundo de 64 casillas es tan complejo como maravilloso. Uno se enamora de las combinaciones y, cuando se encuentra frente a determinados movimientos, los encuentra similar a un cuerpo de baile que puede hacer una danza en conjunto o individual”, expresó Ismael Arias, fundador de Ajedrez 360 y bailarín del Ballet Nacional del Sodre.
Fue justamente Arias quien jugó la última partida de ajedrez en el exkiosco de Carlos Ferrari, ubicado en 18 de julio y Andes. El sitio en cuestión cerró sus puertas hace dos años, pero a lo largo de cuatro décadas supo reunir a curiosos, jugadores amateur y campeones del mundo –Veselin Topalov disputó una partida allí en el año 2013– en torno a una mesita que el propio Ferrari ponía a disposición en la vereda.
Arias, que pasaba por allí asiduamente camino al Sodre, forjó un vínculo con Ferrari y también con el ajedrez. Es que este juego lo acompañó a lo largo de su profesión de bailarín cuando debió abandonar Uruguay y radicarse en el exterior fruto de su carrera. En esos momentos, cuando se encontró lejos de su tierra natal, el juego se transformó en más que un simple entretenimiento: también fue compañía.
Una vez que la mesita que disponía Ferrari ya no estuvo más, Arias comenzó un nuevo espacio. Ajedrez 360 buscó ser un ámbito de enseñanza, de motivación para jóvenes ajedrecistas y de disfrute del juego, ubicado en un sitio cedido por la gasolinera de las calles Libertador y Paysandú.
El grupo que se conformó fue más allá e incluso realizó varios eventos solidarios. Con la pandemia la actividad mermó y actualmente solo se encuentran brindando clases en la ONG El Abrojo. Virtualmente abrieron una escuela a la cual se acercaron más de cien jugadores de varios países del mundo.
Tras el telón de acero
El ajedrez tuvo un lugar preponderante en la Unión Soviética gracias a un fuerte estímulo que existió desde el Estado al interpretarla como una disciplina que colaboraba en el desarrollo del pensamiento. Si bien es cierto que durante el zarismo ya se practicaba, por entonces el ajedrez estaba destinado mayormente a las altas esferas sociales.
En el año 1914, el zar Nicolás II organizó el primer torneo del Gran Maestro, que reunió a Emmanuel Lasker, José Raúl Capablanca, Siegbert Tarrasch, Alexander Alekhine y Frank Marshall. Fue luego de 1917 cuando logró mayor popularidad. En la sociedad soviética la práctica de este juego se volvió algo habitual, tanto dentro de los hogares como en las plazas y espacios públicos.
En Uruguay se conservan anécdotas de la visita de Boris Spassky –quien había abierto una brecha en el telón de acero al disputar una partida mundial con el estadounidense Boris Fischer- en la década de 1960 a Paysandú, donde tuvo la oportunidad de jugar con sus compatriotas ruso-uruguayos en el Instituto Cultural Uruguayo Soviético.
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