En la sala de reuniones de la sede de la embajada en Montevideo se puede ver el cuadro del Barón de Souza Leite, primer diplomático representante de Portugal en Uruguay. El embajador João Pedro Antunes, recientemente llegado a nuestro país, comparte una afición por la historia y la diplomacia, a la vez que espera poder atraer inversiones desde su tierra. En entrevista con La Mañana, Antunes dialogó sobre el importante papel que puede cumplir su país en los próximos meses y años.
Nació cerca de la costa de Estoril, ¿qué características tiene ese lugar?
En realidad, Estoril es un barrio del municipio de Cascais, yo nací más al interior. Cascais es un pueblo que viene de la Edad Media, un puerto de pesca y también residencia de verano de la familia real, mientras que Estoril eran pinares, como el barrio de Carrasco aquí. Un inversor decidió hacer allí una estancia turística como las había en Europa y se construye el Palace Hotel junto a la urbanización con chalets en la zona. Pero la población vive, sobre todo, en función de Lisboa.
Precisamente, estudió Derecho en Lisboa, ¿cuál fue el motivo y a qué se dedicaban sus padres?
Mi hermano y yo fuimos universitarios de primera generación. Por el lado de mi madre son de una familia de la zona de Cascais, pequeños comerciantes e, incluso, con algo de agricultura. Y la familia de mi padre vino del interior del Valle del Tajo, de una zona más rural.
La profesión la verdad es que nunca la ejercí, tengo el carnet, pero depositado en el colegio de abogados. Me dediqué a la política local, luego entré al gabinete del alcalde en Cascais y de ahí salí, directamente, para la carrera diplomática.
Lisboa es una ciudad histórica, desde donde partieron importantes expediciones en la Era de los Descubrimientos, como el propio Vasco Da Gama. ¿Qué significan estos hitos para los portugueses?
Portugal nace en el norte, es uno de los reinos de la península ibérica que nacen de la reconquista. Se independiza en el siglo XII y luego va bajando la frontera hasta llegar al sur. Lisboa se conquista en 1147 y, a partir de ahí, se vuelve la centralidad del país, por su puerto y posición. Es el símbolo luego de la expansión de Portugal, que al estar un poco arrinconada se vuelca hacia el mar y a los descubrimientos, por toda la extensión de la costa africana hasta llegar a la India, con el imperio portugués llegando al Índico en el siglo XVI, y luego en el XVII reorientándose hacia Brasil.
El año pasado se realizaron actividades por los 500 años de la expedición de Magallanes y, más que una celebración de recordación, se quiso hacer mucho la idea de lo que eso cambió en el mundo y cómo nos ayuda a entender la actualidad y el futuro. Pensar en la importancia de los océanos y la globalización. Las conmemoraciones seguirán en los próximos meses a través de eventos artísticos en Punta del Este, Montevideo y Colonia.
En 1974 se produjo la Revolución de los Claveles, usted todavía estaba en la escuela. ¿Qué recuerda de esos episodios? ¿Impactó en su vida familiar y su entorno?
Tengo una imagen de mi padre en casa escuchando la radio, pendiente de lo que estaba pasando. Él fue profesionalmente afectado en su trabajo porque se desempeñaba en hostelería y el hotel estaba en una situación muy difícil por la baja del turismo. Se constituyó allí una cooperativa, ocupado por los trabajadores. A él le iban a echar y el mismo día, sin embargo, le eligieron presidente de la cooperativa. Se quedó unos años hasta que el hotel fue vendido y siguió con la nueva gestión. En ese momento de la revolución hubo un período de inestabilidad, no había clases en Lisboa, se notó mucho en la enseñanza porque se cambiaban los programas según los gobiernos y había mucha experimentación.
Estos acontecimientos terminaron de desencadenar la independencia, por ejemplo, de Angola y Mozambique. ¿Por qué no pudieron constituirse en el “Brasil de África”?
Sí, Portugal es, de alguna manera, el primero y el último imperio colonial. Desde 1961 había una guerra colonial en la mayoría de las colonias y eso afectaba mucho a la población, jóvenes que morían o venían con secuelas. Hubo un intento, a finales de los años 60, de una apertura y transformación desde dentro, cuando cambió de Salazar a Caetano, pero al final no se tradujo en cambios reales.
En cuanto a la pregunta, son períodos y dimensiones diferentes. Sobre todo, con Angola existió un poco esa ambición, incluso por la riqueza de recursos naturales que tiene tanto de petróleo, diamantes y un potencial enorme en el rubro agrícola. Lo más original de la presencia portuguesa en América, en comparación con la española, es que aquí el territorio se mantuvo unificado, Brasil quedó unido. Y no era algo tan evidente porque también allí había tensiones centrífugas que no llegaron a dividir al país. También lo singular de que la capital de Portugal vino a Rio de Janeiro, en 1808, junto a toda la Corte.
Siguiendo con la centralidad de Lisboa, ya más aquí en el tiempo, se firmó el Tratado de la Unión Europea que dio la personería jurídica a la comunidad para hacer acuerdos extrarregionales. ¿Qué balance hace, luego de estos años, en ese aspecto?
En el mismo lugar, en el monasterio de los Jerónimos, que es un símbolo de la expansión portuguesa, se firmó en 1985 el tratado de adhesión de Portugal a lo que eran entonces las comunidades europeas. Se firmó por la mañana en Lisboa, y por la tarde en Madrid. Para nosotros, creo que también para España, la adhesión fue la consolidación de una transición democrática que habíamos hecho de maneras distintas, pero casi simultáneas. Fue también un cambio geoestratégico en que nos reorientamos, sobre todo Portugal, de una visión de expansión del final del período colonial a una integración en Europa. Somos europeístas muy convencidos.
El cambio que se consiguió con el Tratado de Lisboa resultó de un proceso largo, con la elaboración de una Constitución, que luego no fue aprobada por algunos de los miembros, hubo que reformularla y se trata, sobre todo, de cohesionar a las instituciones de la Unión Europea. Y en la política exterior crear con el Alto Representante un Ejecutivo en el ámbito de la política exterior. Es difícil hacer un balance, hasta ahora, porque no podemos saber cómo estaríamos si no lo hubiéramos hecho. En muchos aspectos el nuevo sistema ha funcionado, pero los desafíos han sido grandes.
¿En qué se falló?
Una de las frustraciones que hubo en el lado europeo fue, por ejemplo, la guerra de los Balcanes y cómo no logramos solucionarla. Como diplomático veo que hay situaciones que requieren una solución que tiene que surgir por sí misma. La idea de que estar al lado y ser potentes impone una solución, no funciona así. Hoy por hoy vemos muchos conflictos que, desgraciadamente, no se solucionan por la intervención de potencias, ni la Unión Europea, ni Estados Unidos, ni ninguna otra.
En lo comercial, ¿qué acuerdos importantes se lograron?
El más importante ha sido con Canadá. La Unión Europea tenía ya un largo listado de acuerdos, pero Canadá fue el más innovador. También se nota una resistencia de muchos sectores e intereses económicos ante cada cambio. Y aquí llegamos al tema del acuerdo con el Mercosur, donde hay intereses positivos y negativos. Hay una sensación de que cada acuerdo comercial se vuelve más complejo desde el punto de vista interno. El acuerdo con Mercosur es muy ambicioso y la ambición también genera más resistencias sectoriales.
Portugal tiene la presidencia pro témpore del Consejo Europeo hasta el 30 de junio y ha puesto como lema “Tiempo de actuar: por una recuperación justa, ecológica y digital”. Y, concretamente, uno de los planteos es el impulso a la apertura y el multilateralismo. ¿Cuál es la expectativa con Mercosur?
La solución que se plantea es no reabrir las negociaciones. Lo que se está planteando es un documento adicional que va a aclarar y detallar compromisos en el ámbito ambiental y de sustentabilidad, que es una preocupación también de alguna manera nueva.
Obviamente, el desacuerdo central es respecto a la Amazonia y, puntualmente, con el gobierno de Brasil. ¿Portugal puede hacer de puente entre los gobiernos de Brasil y Francia que han sido los más distantes?
Sí, de alguna manera lo hacemos. Es verdad que tenemos una interlocución muy fácil y cercana con Brasil. Yo diría que una parte del problema es sustantivo y otra parte es de política y gestión de relaciones. Creo que estamos trabajando y somos de los países de la Unión Europea que más fuertemente apoyamos el acuerdo con Mercosur, porque nos parece de una importancia no solo comercial, sino geoestratégica tanto para Europa como para los países del Mercosur. Es un proceso difícil, pero lo haremos avanzar e intentar que se firme en nuestra presidencia, eso sería estupendo. Pero, sobre todo, más que hacerlo rápido hay que hacerlo bien.
Usted llegó como embajador a Uruguay, a finales de noviembre, en un contexto muy especial por la pandemia. ¿Cómo han sido sus primeros meses?
Fue un inconveniente, pero, a la vez, una ventaja que llegué en período de vacaciones junto a la pandemia, lo que me da tiempo para adaptarme. Es mi primer destino en América Latina, pero llevaba años trabajando con la región desde el ministerio. También fui coordinador nacional para la Conferencia Iberoamericana, lo que me dio un contacto muy cercano con todos los países.
¿Por dónde pasan los principales desafíos bilaterales en lo comercial y cultural?
En lo cultural en la enseñanza del portugués, la promoción de la cultura portuguesa. Hay una lectora del Instituto Camoes en Uruguay que tiene un trabajo muy intenso y conoce muy bien los sectores de la educación y la cultura.
La relación comercial es menos intensa que la cultural o política. Es algo que intentamos desarrollar y ahí sí que el Mercosur sería una clave para tener un marco distinto al que tenemos hoy.
¿Hay empresas portuguesas en Uruguay?
Pocas. Hay una empresa portuguesa que está trabajando con el consorcio del ferrocarril central. Pero no hay inversiones relevantes de empresas portuguesas aquí y eso es algo que atenderé. Mirando los sectores donde tenemos más presencia en Latinoamérica, sobre todo construcción, empresa eléctrica, supermercados, es cuestión de mirar oportunidades. Creo que también hay espacio para vinos y aceites. Uruguay tiene la ventaja de ser un país muy estable con un marco institucional muy sólido, lo que es una garantía para las empresas.
Hace pocos días estuvo reunido con la ministra de Vivienda. ¿En qué se puede cooperar en esa materia?
Estuvimos reunidos, pero no por nada específico. La ministra habló del interés de desarrollar el sector de la construcción y nuevas posibilidades tecnológicas que puedan hacer más accesible el mercado de vivienda en Uruguay. En esto, desde lo técnico como en lo empresarial puede haber un interés de nuestra parte.
Luego, hay otras áreas como el ordenamiento territorial que es interesante, porque Portugal y Uruguay tienen realidades comunes que nos pueden facilitar algún estudio conjunto. Por ejemplo, algo que no es necesariamente positivo, es la concentración de la población en la costa y el despoblamiento del interior rural. Eso en Portugal es muy visible. Uruguay en el plano demográfico tiene cifras que son más europeas que latinoamericanas en cuanto a envejecimiento de la población. Podemos aprender en conjunto de estas cosas.
Otra situación con similitudes ha sido la de las etapas de contagios de coronavirus. En Portugal se mantuvo estable hasta octubre y noviembre cuando hubo una primera ola importante y después de Navidad estalló el número significativamente, aunque ahora se va controlando. ¿Qué lecciones se aprenden de esto?
La curva de Portugal y de Uruguay se dibuja de forma parecida. Afortunadamente, para Uruguay a niveles muy distintos del gráfico. Nosotros, en enero, sí tuvimos un repunte muy fuerte que llevó al punto de la línea roja, que es cuando el sistema de salud llega al límite de su capacidad. Es un poco donde estamos, aunque las últimas cifras ya indican que la curva está empezando a bajar. Por eso fue necesario un nuevo confinamiento bastante estricto, cerrar las escuelas, con todo lo que conlleva de efectos secundarios tanto en la economía como la educación.
El 2020 lo llevamos muy bien, pero en el mes de enero estamos en las peores cifras de Europa e, incluso, del mundo. Esto muestra que es muy fácil que la pandemia se vaya de las manos, si acaso alguna lección se puede aprender. Uruguay lo está haciendo muy bien, pero no hay que descansarse.
¿Con las vacunas como viene Portugal?
Empezamos a vacunar a finales de diciembre con la Pfizer. Ahora han llegado las primeras de AstraZeneca por la adquisición que hizo la Unión Europea. Estamos pendientes de la capacidad de suministro de las farmacéuticas para llegar al segundo semestre a la cobertura de la población. Estamos pasando ahora, de la primera, que era prioridad el personal sanitario, a la segunda, que incluye a los mayores de 80 años y los mayores de 50 con patologías crónicas.
En el medio de esta situación tuvieron las elecciones, en las que salió reelecto el presidente Marcelo Rebelo de Sousa. ¿Cómo fue esa jornada y qué esperar de este gobierno?
Fue una jornada electoral difícil en lo logístico por los condicionamientos de la pandemia. Todos los presidentes de la democracia en Portugal han sido reelegidos, con el límite de dos mandatos de cinco años. En este caso lo hizo con una mayoría muy amplia, de más del 60%. Este mandato empieza con una situación difícil por la pandemia y también del punto de vista económico.
El Santuario de la Virgen de Fátima es uno de los grandes centros de peregrinación para los católicos en el mundo. Muchos uruguayos lo visitan. ¿Qué significa para los portugueses?
La mayoría de la población portuguesa es católica, con distintos grados de práctica. Fátima va más allá incluso de la religión, se ha vuelto un símbolo del país. Es un referente para una gran parte de la población, pero también Portugal es un país laico y llevamos el laicismo, comparando con otros países, de una forma bastante tranquila y respetuosa. La república en 1910 tenía un componente bastante anticlerical, luego la dictadura yo creo que usaba un poco a la Iglesia y con la democracia los roles distintos del Estado y la Iglesia, por otro, se han estabilizado de buena manera.
¿Qué espera conocer de Uruguay?
Para un embajador de Portugal hay algunas prioridades obligadas, Colonia es la primera. Pero tenemos también una presencia histórica interesante en Maldonado y en Salto donde hay una presencia significativa de portugueses. Yo estoy esperando que el país reabra para viajar con todas las posibilidades y contactar a las autoridades.
Hay puntos del carácter entre Portugal y Uruguay que nos acercan, que resultan de la historia y la geografía. Tenemos una visión de la realidad internacional en que las reglas del Derecho Internacional son esenciales y que el multilateralismo es fundamental. Los grandes se pueden dar el lujo de ver las cosas de otra manera, pero nosotros no.
Existe una importante contribución en misiones de paz por el mundo…
Creo que ambos países hemos ganado un prestigio por contribuir a las soluciones y a tender puentes. Eso nos da una proyección internacional un poco por encima de la dimensión comparativa de nuestros países. Uruguay tiene una contribución muy importante en las misiones de paz de Naciones Unidas y también nosotros, concretamente en República Centroafricana. En general, estamos en misiones de ONU, Unión Europea y OTAN. También tenemos una preocupación fuerte con la seguridad marítima en el Atlántico, sobre todo, en el Golfo de Guinea.
La historia que nos ha llevado a los portugueses por todo el mundo nos sigue dando hoy un poco la visión de que todo el mundo es nuestra casa. Todos los problemas del mundo son problemas nuestros, que a los diplomáticos nos plantea un importante. No es la idea de que Europa es Europa y que lo demás se arregle.
También tienen al secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres.
Así es, él ha sido elegido por sus calidades y su currículo personal extraordinario, pero también por venir de un país que, justamente, tiene esa imagen de tender puentes. Él es el símbolo máximo de ello. Del mismo modo que tenemos a Antonio Vitorino como director general de la Organización Internacional de las Migraciones, un tema bastante difícil y sensible. Esa capacidad de la diplomacia portuguesa también resulta de una cierta exigencia, porque cuando tenemos un candidato es porque tenemos un buen candidato.
El gusto por la historia y el fútbol como rubro de exportación
“Leo más ensayo que ficción. Ahora estoy leyendo una historia de Uruguay en tres volúmenes, luego de una más sintética. Historia siempre ha sido una disciplina que me ha gustado mucho. También me gusta la arquitectura y el período Art Decó, por eso aquí en Montevideo hay muchos íconos interesantes, así como casas con múltiples detalles, por eso me gusta recorrer la ciudad. En música soy más clásico, barroco, y estoy esperando que reabran los escenarios para poder asistir”.
“En fútbol soy muy diplomático. En Portugal todos tienen que ser casi por obligación de uno de los tres grandes clubes: Sporting, Porto y Benfica. Yo soy del Estoril Praia, un equipo que oscila entre la primera y la segunda división. Hay un conjunto de jugadores portugueses, entre ellos Cristiano Ronaldo que es el mejor del mundo, pero también entrenadores como el que ahora ha llevado al Palmeiras a ganar la Copa Libertadores. Como en Uruguay, para nosotros es un rubro de exportación. El portugués es muy futbolero, bastante más que yo”.
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