Nació en una casa donde la política era una forma de vida. Bisnieto del caudillo blanco Aparicio Saravia, decidió continuar el legado familiar y meterse de lleno en la militancia. Empezó desde muy pequeño, aunque con el correr de los años terminó enfrentado a la dirigencia del Partido Nacional (PN), cuando era gremialista agropecuario y entendía que el gobierno estaba perjudicando al sector. Ese quiebre lo hizo acordar con el MPP y conformar así el Espacio 609, lista por la que fue electo senador por primera vez. Pero las fuertes diferencias que con el tiempo tuvo con el Frente Amplio (FA), lo llevaron a volver a sus orígenes.
Proviene de una histórica familia blanca. ¿Qué significa ese legado para su vida?
Para mí es muy importante y es una responsabilidad. Mi padre era nieto de Aparicio y eran caudillos políticos los dos. Cuando abrimos los ojos en casa ya se estaba hablando de política. Yo empecé muy joven a militar, a los 13 años, acompañando al movimiento de mi padre. Yo soy político de vocación, no profesional; he estado más tiempo en la militancia que en algún cargo electivo.
La familia tiene más de 170 años de historia en la política; ha participado en todo lo que ha tenido que ver con los eventos políticos de la región, y en Uruguay ha estado permanentemente militando en el PN. El más notorio, lógicamente, era el general Aparicio Saravia, por sus revoluciones acá y en Brasil.
A mis seis años, mi padre ya nos estaba formando y preparando para la política en todo sentido. Yo prácticamente nací y me crie en esa forma de vivir la vida, al servicio de las ideas y de la gente.
Usted era tío de Villanueva Saravia, hijo de su hermano mayor. ¿Cómo lo recuerda?
Él era casi cercano a mi edad y fue mi primer sobrino, teníamos una relación de chiquilines y mucho cariño. Cuando él se inició en la política, yo ya venía militando hacía tiempo. Nosotros lo acompañamos en su candidatura (a diputado), así como cuando se postuló a intendente (de Cerro Largo).
Su familia intentó reabrir el caso. ¿Por qué no se pudo?
Sí, tanto el abuelo materno de Villanueva, Luis César Pinto, como mi hermano, presentaron pruebas adicionales para tratar de reabrirlo, pero la Justicia sostuvo que no eran suficientes. Hasta ahora es un tema pendiente que divide las opiniones. En Cerro Largo no hay opiniones muy contrarias a que lo mataron.
¿Cómo fueron sus comienzos como joven militante?
Empecé a fines de los 60, después me afilié a Por la Patria y milité durante toda la dictadura siendo joven. En el momento más crítico de aquel proceso que llevó al golpe de Estado del 73 me tocó vivir situaciones muy dramáticas en las movilizaciones estudiantiles.
Después militamos muchísimo con aquellos casetes de Wilson que venían del exterior. Llegamos con muchísima fuerza al plebiscito del 80, tratando de dar vuelta la situación, y así se dio. Ganó el “no” y ese fue el camino a la apertura. Luego, en las elecciones internas del 82, participé como candidato a convencional y seguí mi carrera.
¿Qué lo llevó, años más tarde, a apoyar al FA? ¿En qué momento se dio ese quiebre con el PN?
El quiebre fue con el modelo económico de gobierno que la dirigencia de ese momento del PN apoyó –los partidos nunca son culpables, sino sus dirigentes-. Yo era dirigente gremial agropecuario, y las gremiales agropecuarias teníamos un enfrentamiento muy fuerte (con el gobierno) que nos llevó a aquella movilización del 13 de abril del 99, cuando rodeamos el Palacio Legislativo.
Fue un proceso que comenzó con el atraso cambiario y la crisis del 97 en adelante, que detonó en esa movilización. Cuando devaluó Brasil, en enero del 99, ya habíamos reclamado que Uruguay acompañara la devaluación, y ahí se dio la corrida y todo eso. Después vino la crisis del 2002.
Nosotros éramos dirigentes gremiales con fuerte militancia partidaria blanca, en contra de los modelos liberales. Como blanco, republicano y wilsonista, yo me identificaba con el programa de Wilson del 71, “Nuestro compromiso con usted”, y no con los acuerdos políticos de ese momento.
Como veníamos dando una lucha fuertísima por el sector agropecuario, era imposible que pudiéramos apoyar un modelo neoliberal, o sea que ya en el balotaje del 99 conformamos un grupo de gente, mayoritariamente blanca, que terminó votando a Vázquez.
Ahí nació la Columna Blanca.
Exacto, que desembocó en el acuerdo con la 609. Nosotros nunca estuvimos en el FA, no pedimos ingreso ni participamos, solo participábamos en los congresos por lugares que le pertenecían a la 609, pero en realidad hicimos un acuerdo con la 609 y con el MPP, Mujica y el MLN para conformar un grupo más amplio. Más adelante, con el apartamiento de Víctor Vaillant del Partido Colorado y la fundación de Claveles Rojos, se transformó en el Espacio 609 que llevó al éxito del 2004.
Además, yo participé con Hugo Manini Ríos, Elvira Dominguez, Fernando López, Gonzalo Gaggero, Alfredo Fratti, Wilson Cabrera, y otros dirigentes de gremiales empresariales con los que redactamos la proclama que culminó en la multitudinaria movilización del Segundo Obelisco (16 de abril de 2002). Días previos se negoció en el Paraninfo de la Universidad, bajo la presidencia de José D’Elía un acuerdo de convergencia con el PIT-CNT, para palear la crisis.
Ese fue un enfrentamiento con los partidos tradicionales de algunos dirigentes, tanto blancos como colorados, que desembocamos en ese espacio.
¿Nunca se consideró frenteamplista?
No. Yo siempre me consideré blanco. Esa fue una situación que se dio en el país, en la cual decidimos apoyar un programa de gobierno que era muy cercano a lo que planteábamos desde las gremiales y la dirigencia blanca. El programa del FA del 2004 era muy cercano al “Compromiso con Usted” wilsonista y muy distante de los modelos neoliberales que se habían impulsado en la década del 90. El FA llevó en sus lineamientos programáticos, en un 70%-80%, el programa que se acordó con el PIT-CNT, por lo tanto, decidimos acompañar un cambio.
En línea con lo que mencionaba, en entrevista con La Mañana, el diputado frenteamplista Alfredo Fratti recordó la Concertación para el Crecimiento de 2002, ese ámbito donde, como decía, se juntaron empresarios, sindicalistas y políticos para salir de la crisis. ¿Hoy sería necesario un gran diálogo nacional en el mismo sentido?
Siempre es necesario un gran diálogo nacional cuando se dan estas situaciones. El presidente Luis Lacalle ha abierto el diálogo en forma permanente. ¿Cuánto hace que no se veía que un presidente se reuniera en cualquier lado con los movimientos sindicales que están reclamando cosas importantes? Es parte de la cultura nacional que cuando se dan estas situaciones se abre un espacio de conversación. Yo, que participo del Parlamento hace muchísimo tiempo, más allá de los enfrentamientos ideológicos que pueda haber, ahí se genera diálogo.
En 2009 militó para eliminar la Ley de Caducidad, pero luego entendió que el pueblo había tomado una decisión en el sentido contrario. ¿Cuánto pesó esa diferencia con el FA en su salida de la fuerza política?
Esa discusión final me llevó a retirarme de la alianza que tenía con el FA, fue la gota que desbordó el vaso. Yo ya tenía diferencias importantes con el FA en algunas políticas que se venían llevando adelante y porque había cosas del programa del 2004 que no se habían cumplido.
Milité por el plebiscito para anular la Ley de Caducidad. A mí, en ese sentido, no me duelen prendas, porque yo milité por el voto verde siendo “porlapatrista”. Se trató de derogar por la vía que correspondía, la constitucional, porque era una ley de rango superior, amparada en el artículo 82 de la Constitución, por lo tanto, la única forma era recogiendo firmas y plebiscitándola. El pueblo decidió que quedara.
Después vino la ley interpretativa votada por el FA en 2011.
Ahí hubo una ruptura fundamental, porque era inaceptable que se violara la Constitución flagrantemente de esa manera. Además, ideológica y filosóficamente soy republicano, y la tradición de mi familia ha sido contraria a cualquier forma de aplastamiento de la Constitución. Este país sufrió mucho en la historia por estos temas y no era válido permitir esa situación.
Así, cada vez que hay un recurso, la Suprema Corte la declara (inconstitucional), porque la Constitución es muy clara. Las normas de rango superior, amparadas en el artículo 82 y el 4, son las de democracia directa, y las de rango inferior, las de democracia parlamentaria. Por lo tanto, el Parlamento no podía enmendarle la plana al pueblo. Esa era la discusión de fondo. Pero además eso lo decía Korzeniak y lo dicen los constitucionalistas.
La discusión volvió a estar sobre la mesa con el planteo de Cabildo Abierto (CA) de reinstalar la Ley de Caducidad. ¿Cuál es su postura al respecto?
En realidad, la Ley de Caducidad está, el tema es que hay una ley interpretativa que es inconstitucional, que le da la potestad al juez de decidir si el delito es común o es de lesa humanidad y no prescribió y llevarlo al proceso. El afectado tiene derecho a presentarse con sus abogados y a pedir la inconstitucionalidad, que es lo que ha pasado muchas veces.
CA presentó el proyecto de ley y la bancada del PN todavía no se ha expedido. El presidente ha dicho lo que piensa y en los próximos días nosotros vamos a tomar una posición como partido. En este momento no es urgente ese tema porque estamos con la problemática del Covid-19 y el Presupuesto Nacional, que es clave para el quinquenio y es un tema difícil. No hay que olvidarse de que venimos de un déficit fiscal del 5%.
“Tuve una activa participación en la fundación de la Concertación para el Crecimiento. Siempre es necesario un grán dálogo nacional cuando se dan situaciones catastróficas que golpean lo social y lo económico.”
¿El FA lo desilusionó?
Lógicamente. El primer período del FA fue muy bueno en muchísimos aspectos y dejó muchas cosas positivas. En el segundo gobierno yo ya había empezado con diferencias, más allá de la Ley de Caducidad. Se le dejaron todos los problemas al último gobierno, que siguió sin solucionarlos y agravándolos.
El FA me defraudó porque la izquierda en Uruguay se había planteado un cambio sustancial para el país, pero no cumplió con parámetros republicanos de gobierno y políticas de Estado que llevaran a la defensa de los recursos naturales, a la producción agropecuaria, al avance de la tecnología y la innovación por la vía del desarrollo productivo nacional. Hubo un montón de temas que estaban en los programas, que fueron quedando por el camino.
Se entregaron a lo que criticaron siempre, a la banca. La Ley de Inclusión Financiera es eso, es la entrega de la independencia y la libertad de cada ciudadano, y del funcionamiento económico del país, a la banca trasnacional. Extranjerizaron tierra más que nunca en la historia del Uruguay; hoy más de 4 millones de hectáreas están en manos de extranjeros. Todo eso es muy difícil de llevar adelante para los que venimos de un pensamiento filosófico blanco y republicano.
En el manejo del gobierno de la educación tuve otro enfrentamiento. Cuando se criticó históricamente la injerencia política de los gobiernos en forma ideológica en la educación, el FA lo primero que hizo fue manejar la educación de manera ideológica.
A eso se le agregan los hechos de corrupción. Junto con el entonces senador Álvaro Delgado planteamos la comisión investigadora sobre Ancap en el Senado. Lo de Ancap es terrible, está en la Justicia, le costó al país la fundición de su empresa más importante.
¿Qué lo hizo volver al PN?
En ese quiebre del 2011 quedé independiente, pero muchos dirigentes del partido, sobre todo el Dr. Lacalle Herrera, cinchaban para que regresa. Con Luis Lacalle tuve algunas reuniones también. En ese sentido fui volviendo, sabiendo que el partido me abriría los brazos.
¿Cuál es la evaluación que hace de estos primeros meses de funcionamiento de la coalición de gobierno?
El gobierno viene funcionando muy bien. Lamentablemente, agarramos una situación complicada económicamente que hay que corregir, y la pandemia. El mundo entero está mirando a Uruguay con admiración por cómo ha manejado el tema y ojalá sigamos por este camino y que la gente sienta que es partícipe de las soluciones.
El economista Carlos Steneri planteó a La Mañana que en el último gobierno del FA hubo buenas intenciones por parte del equipo económico en materia internacional hacia la apertura, pero que hubo algunos obstáculos dentro de la propia fuerza política. ¿Qué se debe hacer en ese aspecto?
Como político, pero también como empresario y productor agropecuario de más de 40 años, yo tengo una fe importante en lo que el país puede significar en la región y en su política exterior. Yo creo que Uruguay puede liderar un proceso en la región para que el Mercosur se encamine a lograr aperturas y acuerdos comerciales importantes con todo el mundo. Hay que impulsar un Mercosur fuerte pero flexible, que nos permita encarar acuerdos con otras regiones.
Esta crisis es global, pero los mercados internacionales ya empiezan a dar señales de demanda de nuestros productos. Un país productor de alimentos como este tiene todas las posibilidades de poder retomar el crecimiento el año próximo o el otro.
¿Cuál es el gran desafío del país a largo plazo?
Es un tema que la coalición planteó en la campaña electoral, que está pendiente por el Covid-19, que el propio FA lo planteó y nunca lo encaró: Uruguay tiene que encarar una reforma estructural del Estado, sobre todo, de sus empresas públicas, para usarlas como herramientas de crecimiento y desarrollo y que sean eficientes. Esto es necesario porque Uruguay es un país caro para la inversión; la rentabilidad es mínima o nula por los costos internos, y eso tiene que ser incluido en la discusión de una reforma estatal.
184 años de historia entre la tradición y la renovación
En 2013, ya reincorporado al Partido Nacional, Saravia llegó a ser precandidato para las elecciones de 2014. “Ser candidato siempre fue una cuenta pendiente”, dice en conversación con La Mañana. En ese entonces, la agrupación de blancos descontentos con el FA que volvían al PN, se unió a otros grupos que ya formaban parte del partido. Así, iniciaron ese proceso con la actual vicepresidenta Beatriz Argimón, pero por falta de un fuerte posicionamiento en las encuestas, la precandidatura no prosperó.
Más adelante intentaron conformar una tercera vía nacionalista, en acuerdo con el senador Sergio Abreu, pero tampoco hubo quórum. Desde hacía mucho tiempo estaban en conversaciones con Lacalle Pou y finalmente decidieron apoyar su candidatura. “Venía con mucha fuerza y nos parecía que era la persona ideal para que el partido se renovara. La idea era que el PN fuera de brazos abiertos para gente que viniera de otros rumbos, que no fueran solo blancos”, afirmó.
¿Y qué es ser blanco hoy? “El PN es el partido histórico de la nación. Con sus 184 años de historia, es el partido con más tiempo en el llano, que en el gobierno se conserva con vigor y tiene un sentido ideológico muy profundo. Es un partido muy republicano, federal. Ser blanco es defender lo nacional, los recursos, la producción, los valores históricos de la nación, y ser profundamente artiguista. Si hay un partido continuador del artiguismo, es el nuestro”, reflexionó.
Agregó que “el Wilson del 71 está vigente hoy, porque el sector agropecuario nacional debe ser la ruta de desarrollo del país, y ha sido siempre, a la salida de las crisis, el sector que ha sacado al país adelante”.
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