Vive la política desde muy niño, cuando doblaba listas de la 15 y comenzaba a registrar los discursos de Luis Batlle Berres. No obstante, su decisión de ingresar a la política surgió mucho después, desarrollando lo que sería una destacada trayectoria en cargos ejecutivos y sobre todo con dos décadas de experiencia como legislador. Actualmente preside el Banco de Seguros del Estado, integra provisoriamente los directorios de la Administración Nacional de Puertos y del Banco República. La Mañana dialogó sobre éstos y otros temas con el abogado y dirigente colorado José Amorín Batlle.
¿Se define como un hombre de Estado?
Capaz que es un poco vanidoso decir un “hombre de Estado” pero claramente si yo tengo que decir cuáles son mis condiciones y cómo hago para estar en tres directorios simultáneamente es porque conozco mucho al Estado. Hace veinte años que me dedico exclusivamente a la actividad política. He estado en el Parlamento, fui presidente de la Cámara de Diputados y he sido ministro. Me gustan las cosas del Estado.
Cuando a mí me dicen “técnicos o políticos”, bueno, los políticos en general somos técnicos en el Estado y su funcionamiento. Yo voy a una organización del Estado y la entiendo, porque soy abogado, además. Si eso es ser “hombre de Estado”, es así. Y si ponemos al país por delante de las cuestiones partidarias, también lo soy.
¿La vinculación a los temas del Estado viene dada por su batllismo o es a la inversa?
Yo soy batllista de siempre, sin saber que existía el Estado. Nací batllista. Doblaba listas de la 15 cuando era muy niño. En el año 62 tengo un recuerdo de la infancia del acto de Luis Batlle en la explanada municipal. Y en el 66 con Jorge Batlle. Fue algo natural que se me dio.
Después sí empecé a estudiar esto. Y el batllismo y el Estado si no van de la mano, van en líneas paralelas. No quiere decir eso que el Estado tenga que ser grande.
“Los políticos en general somos técnicos en el Estado y su funcionamiento”
Mencionaba a Luis Batlle Berres, una figura que dentro del Partido Colorado no es precisamente de las más reconocidas. ¿A qué lo atribuye?
Él murió cuando yo tenía 9 años. Era un caudillo a la usanza de la época y era un hombre de su tiempo. Las cosas que hoy vemos mal de Luis Batlle o de Batlle y Ordóñez son temas muchas veces anacrónicos.
En la época de Luis Batlle el mundo salía de la Segunda Guerra Mundial, no había producción y los países casi que tenían que producir todo. Entonces hizo una apuesta muy fuerte a la industria, como hizo también Argentina y todos. Las políticas económicas muchas veces son mundiales, en aquella época eran zonales. Era la época de Raúl Prebisch, el economista argentino que estaba al frente de la Cepal.
Luis Batlle tuvo una condición excepcional en los caudillos y es que sembró detrás de él a una enorme cantidad de hombres de Estado, que fueron para distintos lugares, ocho o diez personas que fueron claves en el Uruguay futuro inmediato a su muerte.
¿Qué significa ser batllista hoy?
Me parece que lo que hizo Don Pepe Batlle, lo que hizo Luis y también Jorge después es que fueron casi que adelantados a su época. Previeron las cosas que venían. Yo conocí más a Jorge, que hablaba del sistema económico que maneja hoy el Uruguay en la década del 60 cuando Wilson Ferreira decía nacionalización de la banca y reforma agraria. Jorge hablaba de una cosa totalmente distinta. Cuando Astori hablaba de economías cerradas, Jorge hablaba de economías abiertas. Después cuando llegaron al gobierno el mundo iba hacia donde decía Jorge.
Y es también preocupación por la gente que tiene menos y es liberal. Eso viene del Partido Colorado desde antes del batllismo, yo diría desde la Guerra Grande cuando vienen los emigrados argentinos antirosistas, que muchos de ellos eran los abanderados del liberalismo. Luego Batlle y Ordoñez le suma a ese liberalismo la entrada al Partido Colorado de las masas populares, de la enorme inmigración que había en la época. De ahí la preocupación por los que tienen menos. El batllismo básicamente tiene esas vertientes. Pero claro, no era el mismo batllismo el de Batlle y Ordoñez con el de Luis o Jorge, ni el que debe ser hoy.
Hablando de liberalismo, algunos analistas ven frente a esta pandemia una amenaza a las libertades públicas, políticas e incluso económicas. ¿Cómo ve este fenómeno?
Primero hay que tener cuidado y segundo creo que hay que ser equilibrados como en todas las cosas. Es claro que si hay una pandemia como la que hay tenemos que cuidar la salud. Pero no tenemos que olvidar las libertades. Yo creo que Uruguay en ese sentido tomó el camino del medio y me parece que está bien. Creo que una de las preocupaciones del gobierno es cómo hacemos si alguien no se quiere meter en la casa, ¿lo metemos preso? ¿Cómo lo sancionamos?
Me parece que Uruguay, y en esto ayudó muchísimo la gente, tomó el camino del medio y si hasta ahora es exitoso es mérito tanto del gobierno como de la gente. Es un claro equilibrio entre la libertad y la seguridad, que es algo que hay que buscar en general.
Por otro lado, la globalización cambió el mundo, eso está claro. Una pandemia como ésta era imposible sin las comunicaciones actuales. Y el celular nos permite contactarnos con cualquiera al instante. Entonces el mundo está fenomenalmente comunicado. Hace 50 años las personas que viajaban fuera del país eran pocas, a otros continentes poquísimas. Hoy hay mucho más. La pandemia se diseminó en el mundo en tres meses y sabemos al instante que por ejemplo en Italia hay tantos infectados y tantos muertos. El mundo se globalizó y cambia todo, cambia la política también.
Usted ha sido legislador durante muchos años, ¿en qué pudo darle respuestas a la gente y en qué no?
En mucho menos de lo que quise. Los primeros cinco años fui legislador del gobierno, era un momento complicado y yo era el jefe de la bancada con lo cual sentía una enorme responsabilidad y trabajé muchísimos haciendo las cosas que el gobierno pedía. Cuando venían los proyectos de ley había que pelear para que salga con las menores variaciones posibles. Eso lo hice y me sentí útil.
Después fui legislador durante tres periodos, uno diputado y dos senadores, con el Frente con mayorías parlamentarias, así que tenía claro que iba a poder hacer muy poca cosa. Este fue uno de los motivos principales por los cuales entendí que tenía que hacer otra cosa y que no podía aportar yo demasiado al Parlamento porque a mí no me motivaba lo suficiente.
El desafío de ahora me motiva mucho más y pienso que puedo hacer muchas cosas por el país, pero no dejo de reconocer que el Parlamento es un lugar fundamental y es el centro de la democracia, donde están los elegidos por todos, una de las instituciones más respetables que hay en un país democrático. Pero yo, después de veinte años, entendí que mi ciclo en el Parlamento estaba cumplido.
“El batllismo y el Estado si no van de la mano, van en líneas paralelas”
Hoy le toca presidir el Banco de Seguros del Estado. ¿Cuáles son los principales desafíos que tiene por delante?
Pensando hacia adelante, el banco está en competencia. La gran actividad del banco y de todos los aseguradores van a ser las prestaciones jubilatorias. La gente que está activa normalmente se va a jubilar por el BPS y por las AFAP. Durante ese tiempo el dinero de cada uno lo maneja una AFAP, pero cuando pasa a retiro ese dinero va a una aseguradora que va a prestar la renta vitalicia o jubilación. Ese volumen está creciendo en forma impresionante. Hoy son 4 mil millones de dólares y está previsto que sean como 20 mil millones.
Las AFAP empiezan en el año 1996, con gente de 40 años. Veinte años después, tienen 60 en el 2016. Y veinte años después, los que tenían 20 con el comienzo de las AFAP, más o menos cerrarán el ciclo por el año 2036. La gente cree que lo importante es el negocio de autos que en realidad es un 12% del BSE, pero cuando esté todo ese dinero en el sistema será mucho menos aún. Lo que crece en el sistema de seguros es la parte previsional.
La ley del 96 esperaba que las compañías aseguradoras compitieran para prestar un buen servicio de renta vitalicia, pero en realidad el sistema está diseñado en forma tal que ninguna de las compañías privadas quiere entrar porque no ganan dinero. Y el BSE tampoco gana dinero, sino que entra porque es del Estado y tiene la obligación de hacerlo. Lo que yo creo es que, en el corto plazo, no más allá de dos años, el sistema va a cambiar, el diseño va a mejorar y por lo tanto va a haber una sana competencia en este tema. Y por supuesto el BSE ya está preparado y debe seguir preparándose para competir en un mercado enormemente amplio con multinacionales. Tenemos gente muy preparada, experiencia y el Estado atrás, por eso seguramente será la preferida.
¿Habrá modificaciones del marco normativo? ¿Qué otras medidas se consideran?
Va a haber cambios a la ley del 96, se está planificando que a mediados del año que viene va a haber un sistema nuevo. El mundo cambió y la gente por suerte vive más. Si la gente antes vivía hasta los 75 años y ahora vive hasta los 90, son 15 años más que hay que prestar jubilaciones y por lo tanto algo hay que cambiar. Además, están las regulaciones del Banco Central, que indica cuál puede ser el margen de utilidad.
¿Qué criterios deben prevalecer a la hora de pensar las inversiones en entes públicos y concretamente con el BSE?
Nosotros tenemos que dar certezas de que la gente va a cobrar y para eso hay regulaciones fuertes del Banco Central, que indica por ejemplo cuánto hay que mantener en reserva. El BSE tiene experiencia en eso y tenemos que saber que las decisiones que tomemos hoy van a afectar dentro de 40 años. Vamos a ser casi que otro BPS, pero no debemos tener los mismos problemas que tiene hoy el BPS.
Cuando entra el dinero lo tenemos que cuidar e invertir bien. También hay normas para invertir. No podemos invertir en lo que queremos. Hay un porcentaje muy alto que tenemos que invertir en papeles del Estado. Muy alto. Después hay otras inversiones que podemos hacer cuando consideramos que son provechosas para el BSE, para eso hay un equipo de finanzas, con economistas y contadores, que están todo el día trabajando en esas oportunidades para mover el dinero. Técnicos de primerísimo nivel que lo hacen.
¿Hay oportunidades de que se generen sinergias entre los distintos bancos del Estado?
Sí, es absolutamente necesaria la sinergia. Yo tuve estos días una reunión con el presidente del Banco Central y seguramente cuando yo dejé de ser director en el BROU vamos a tener una reunión con el BROU para ver qué negocios podemos hacer que sean buenos para los dos. El BROU es el banco más grande que hay en Uruguay y nosotros somos el asegurador más grande que hay en el país. Somos los dos 100% propiedad del Estado. Es natural que trabajemos juntos. Pero eso hoy no está suficientemente aceitado y es una de las tareas que vamos a tener en estos años.
“La gente cree que lo importante es el negocio de autos, pero lo que crece en el sistema de seguros es la parte previsional”
¿Está el BSE involucrado en la situación de Citrícola Salteña?
El BSE ha comprado obligaciones negociables y lo que tiene que hacer es cobrar lo que se le debe. Y para ello tiene que ver cuál es la mejor forma de hacerlo. Pensar si es más fácil cobrar con la citrícola funcionando o sin funcionar. Esa es una decisión que vamos a tomar. Pero también el BSE es parte del Uruguay y cuando uno ve que hay un montón de gente que está trabajando que para el departamento de Salto es muy importante, también esas cosas deben tenerse en cuenta.
Otro aspecto tiene que ver con la transparencia. ¿Qué política está prevista desde el BSE al respecto?
Yo llegué a un banco que funciona bastante bien. Creo además que la fama del BSE es de bastante transparencia. Podrá haber en algún caso alguna persona que se comporte mal, pero tengo la clara impresión de que el banco está bastante bien ordenado y tenemos que seguir en esa línea. Quienes estamos hace mucho tiempo en la actividad política sabemos más o menos quién es quién.
Pero tenemos que transparentar todo lo que hacemos, mostrar número permanentemente sobre cómo va la gestión y también tenemos auditorías externas e internas, el Banco Central que nos mira todo el tiempo, es decir una cantidad de elementos de control. Uno tiene que ser bueno, pero además tiene que parecerlo. Esa es una cuestión en la que a veces, en algunas instituciones, estamos un poco atrasados. Hay que mostrar transparencia porque la gente está esperando eso.
Hablemos de la otra parte de la actividad del Banco…
De la otra mitad, la cuarta parte es accidentes de trabajo que es monopólico. Y ahí tenemos un hospital que funciona extraordinariamente bien, moderno, con funcionarios y equipos médicos de primerísimo nivel. Es el mejor lugar para atenderse si uno tiene un accidente de trabajo, no tengo la menor duda.
El hospital es un ejemplo interesante porque está enfrente a otra obra que es un ejemplo interesante. Todo el mundo sabe dónde está el Antel Arena y muy poca gente sabe dónde está el hospital del BSE. Están enfrente y se hicieron el mismo año, por el mismo gobierno. Uno costó aparentemente 100 millones de dólares y el otro, 40 millones. Es un hospital ejemplo en la región.
Respecto de los seguros de automóviles el BSE compite. Diría que un porcentaje altísimo de los automóviles y motos tienen seguro, y hay que controlar a los que no porque el seguro mínimo es obligatorio. El BSE tiene cerca del 50% del mercado, ha trabajado con fuerza y bien en ese tema. Tiene una organización con empresas tercerizadas que van a ver el choque, hacen las tasaciones, que recogen los autos, etc. Compite con buenos precios y eso es el 12 o 13% del negocio del banco.
“El BROU es el banco más grande que hay en Uruguay y nosotros somos el asegurador más grande que hay en el país”
Desde el sindicato de funcionarios se reclama por no “desmantelar” la institución. ¿Han tenido algún acercamiento?
He tenido como cuatro reuniones con ellos y todo bien, con la mejor onda. OPP está pidiendo que no se llenen todas las vacantes, que cada tres que se vayan se cubra uno. El sindicato pretende que se mantengan los tres. Nosotros seguramente vamos a reducir el número de funcionarios cuando sea necesario porque es probable que haya gente de más hoy. También es cierto que si vamos a hablar con OPP y le decimos que hay que nombrar a dos de los tres, van a decir que sí.
Se trata de una administración racional de la situación, no es algo mecánico. Pero todos tenemos claro que hay un déficit fiscal importante que hay que bajar. Lo haremos con razonabilidad, no vamos a echar gente imprescindible.
“Usted va a ser político
“Yo era abogado y el presidente del puerto era José Serrato. Querían a alguien joven como secretario del directorio y ahí fui. Estuve como un año y medio. Fue una experiencia muy interesante, junto a un gerente general muy capaz como el ingeniero Álvarez Mazza, que después fue director del puerto y quien realizó importantes transformaciones. Al lado de Serrato aprendí muchas cosas, luego estuvo en la UTE y era un hombre muy inteligente que tenía una clara visión de la modernización que necesitaba el país.
Ahora cuando vuelvo al puerto me encuentro con algunos veteranos que me conocen, me dicen “¡volviste!” y me vienen a saludar. Es bastante increíble que treinta y pico de años después me vuelva a sentar en la misma mesa de directorio, ahora como director y antes como secretario.
En aquel momento yo no pensaba ser político, me gustaba la política, pero no pensaba dedicarme a ello. Un día tuve un lío con un director y realmente yo había estado mal en el trato. Vino otro director colorado y me dijo “Amorín no sea así, porque usted va a ser político y tiene que aprender a hacer política”. Le dije que se quede tranquilo que no iba a hacerlo, pero me insistió y así fue.