De rastra, bota y bombacha, parado sobre una pierna allí está. La otra, sobre un banquito, descansa suave la guitarra. Frente a un público maravillado, prosea Joaquín Rodríguez, un joven de 12 años que redescubre la tradición uruguaya. “Vení viejo, sentate. Sabés, desde que soy tu esposa debo contarte una cosa mientras te cebo unos mates”, relata. “No es para tener un debate, pero tenés que ir pensando. Tu hijo se está criando; ya va pa’ cumplir los trece, y me ha dicho, ¿qué te parece?, quiere ir jineteando. Me lo ha contao’ el viejo Senón lo que nuestro cachorro hizo, que le jineteó unos petizos a escondida, en un callejón. Dice que era bueno. Tiene coraje, andevera’, y por si esto fuera poco, en un rincón del potrero, le anduvo un ternero overo, el hijo de la lechera”.
Quien lo escucha, acomoda el mate y el oído. Resalta entre el gauchaje su figura que, con porte y elegancia, destaca su folklórico atuendo. Pero Joaquín no sólo se destaca en el proseo. Si se trata da bailar, de igual forma deslumbra al público con las boleadoras y el zapateo con un malambo tradicional.
De familia oriunda de tierras del Viejo Pancho, desde sus jóvenes seis años baila en la escuela de danza Tierra Adentro, de Carlos Borthagaray. “Estoy desde hace cuatro años con el grupo de los más grandes. Me integraron al grupo de malambo y boleadoras, con bombo y zapateo”, explicó a La Mañana. Allí dedica cuatro horas semanales a los ensayos, y el resultado logrado lo ha podido exhibir en Serbia, Hungría y Brasil, donde viajó con un grupo a un festival internacional de danza. “Estoy muy agradecido por la oportunidad que tuve. Fue un orgullo enorme representar a Uruguay y ver nuestra bandera allí una emoción muy grande”, confesó. Agregó que próximamente se presentará en Turquía y Chipre en un espectáculo de danza.
“Ya desde muy chiquito mi padre me ponía folklore. Yo zapateo cualquier cosa, pero él se dio cuenta de que podía tener una cierta facilidad y decidieron llevarme a una escuela para que aprenda. Además, en las jineteadas me gustaban las payadas, por lo que prestaba mucha atención. Eso me llegó bastante y me encantó”, comentó.
“Hay que leer mucho y ser culto, para tener un vocabulario de palabras muy grande y ejercitar la mente para eso”
De esta forma, se integró al taller de Diego Sosa, donde aprende “el arte del payador”, describió, y estudian las métricas necesarias. El grupo al que asiste está compuesto, en su mayoría, por jóvenes menores de veinte años. “Por suerte ahora el payador se está fortaleciendo”, opinó.
Sin embargo, se trata de una actividad un tanto dificultosa debido a que demanda no sólo ir tocando la guitarra, sino ir creando dentro de la mente un hilo conductor y la rima acorde. “Pero ya muchos lo dijeron: el payador se nace. Después se va puliendo”, explicó Joaquín. Agregó que desde corta edad le gustaba ver, en cada jineteada, los floreos y las payadas.
No obstante, para ser un buen payador, es menester cumplir ciertas actividades, como la de la lectura, por ejemplo. “Hay que leer mucho y ser culto, para tener un vocabulario de palabras muy grande y ejercitar la mente para eso”, acotó. De esta forma, el joven se orienta por libros de literatura gauchesca. “Es que la payada siempre está relacionada con el campo”, explicó.
Es muy importante que los niños escuchen y sepan nuestras cosas. Está bien oír música de otras culturas, pero también saber de lo nuestro, de Uruguay”.
La práctica constante con la guitarra es otro de los requisitos que sigue al pie de la letra. “Cuando llego a casa veo la guitarra y no me aguanto el no tocarla. Aunque sea cinco minutos la agarro. Después la dejo, hago otras cosas. Y al rato otra vez estoy con ella. Entonces, de alguna forma, continuamente estoy practicando y tirando décimas, y eso me ayuda a ir mejorando”, observó.
Si bien asiste al liceo 32, en Montevideo, donde se encuentra cursando primer año de Ciclo Básico, cada fin de semana viaja al campo de su familia en Tala, donde disfruta de la campaña y, en ocasiones, se presenta en algún evento relacionado con la temática rural, para tirar algunos versos. “El campo me llega más que otros niños, capaz. Yo veo el ambiente, la naturaleza y estar en contacto con los animales me maravilla”, aseguró. Otro de sus intereses es andar a caballo y desfilar en distintos festivales.
Joaquín comentó que dentro de su grupo de amigos del liceo no hay muchos a los que le interesen las mismas temáticas que a él. “Mis amigos saben que yo estoy relacionado con el campo, pero la mayoría agarra más para otro lado, como el hip hop y el reggaetón”, describió. Sin embargo, también dijo que saber y escuchar algo que es nuestro, y transmitir la tradición, “es algo realmente muy lindo”. En este sentido, manifestó: “Es muy importante que los niños escuchen y sepan nuestras cosas. Está bien oír música de otras culturas, pero también saber de lo nuestro, de Uruguay”.
En cuanto a sus ídolos, admira en danza a su profesor y en torno a la payada, como resonante, toma a Uberfil Concepción. “Pero yo creo que todos tienen su talento y su fuerte”, agregó. Respecto al futuro, Joaquín dijo que le gustaría ser payador, para florear las jineteadas, profesor de danza “para enseñar a nuestros niños la cultura”, y veterinario para especializarse en animales de campo y de esta forma, “ir de estancia en estancia y así recorrer los campos de este Uruguay”.