Los comercios de fronteras atraviesan una compleja realidad que, si bien es histórica, se ha visto perjudicada por las circunstancias económicas de los últimos tiempos tanto de Uruguay como de los países vecinos. En conversación con La Mañana, Oddone analizó esa situación y advirtió que la política macroeconómica uruguaya carece de herramientas para brindar una solución concreta a ese problema. En otro orden, contestó qué efectos podría tener el resultado de la elección de Brasil en el mercado cambiario de nuestro país.
¿Qué se puede esperar con el tipo de cambio en Uruguay en función de lo que pase en Brasil en la segunda vuelta?
Es una buena pregunta. La elección no debería tener consecuencias significativas en un resultado u otro desde el punto de vista de la volatilidad del mercado, o sea, tanto si gana Bolsonaro, que tiene ciertas mayorías aseguradas en el Congreso, como si gana Lula, que no las tiene, pero que ya fue presidente y parece ser la figura preferida de la elite política y corporativa brasileña tradicional. Lula no configura un riesgo como para que los mercados estén expectantes.
O sea que tampoco se podrían esperar impactos sobre Uruguay.
Exacto, no se esperan efectos relevantes sobre nuestro país como alta volatilidad o una depreciación de la moneda, porque Uruguay ha permanecido menos expuesto al movimiento de Brasil en los últimos dos años, y en segundo lugar porque no espero volatilidad en Brasil.
¿Por qué Uruguay está menos conectado con Brasil? Porque en este momento el mercado cambiario uruguayo, el mercado de la deuda uruguaya, está muy escaso de inversores institucionales que operen en el corto plazo, es decir, no tenemos carry trade, no hemos asistido en los últimos meses al ingreso de capitales, y tampoco tenemos en los títulos de corto plazo —que tienen vencimiento corto— operadores extranjeros o fondos de inversión que eventualmente puedan salir.
Con la menor conexión que Uruguay tiene con el mercado financiero brasileño y los factores que están moviendo el mercado cambiario uruguayo, no espero un movimiento significativo de alta volatilidad de nuestro mercado cambiario. Eso no quiere decir que el escenario de una mayor depreciación de la moneda uruguaya no sea más probable hoy que hace una semana.
¿A qué se refiere?
A que el dólar se sigue fortaleciendo a nivel global y en algún momento Uruguay lo va a acompañar, no necesariamente ahora. Y si Brasil lo empieza a hacer ahora producto de que la política de Lula está en ese sentido, si es que gana, Uruguay probablemente lo acompañe más, pero en una especie de tendencia moderada más que de alta volatilidad. Esto, siempre y cuando no haya ningún accidente a nivel global, llámese recrudecimiento de la guerra o acciones bélicas fuera de lo convencional que provoquen un pánico sobre los mercados que se traduzca en una salida estrepitosa de todas las monedas, de lo cual Uruguay no va a quedar inmune. Pero sería más bien por fenómenos globales, no regionales ni locales.
Con respecto a la situación de las fronteras, se siguen reclamando soluciones tanto de parte de legisladores como de los centros comerciales de esas zonas, sobre todo, en el litoral, dada la gran diferencia de precios con Argentina. ¿Qué medidas se podrían tomar desde el punto de vista fiscal a los efectos de aminorar esa problemática?
La afectación de la actividad del comercio ubicado en las fronteras, pero en particular en el litoral, es significativa y se va a prolongar bastante en el tiempo. No es un evento corto ni transitorio, más bien creo que las distancias de precios se van a mantener hasta tanto Argentina no incursione en una corrección macroeconómica que es muy compleja, socialmente muy costosa y políticamente muy difícil, que en el mejor de los casos el próximo gobierno va a intentar encaminar, pero que no vamos a ver resultados hasta bien entrado el 2024.
¿No ve posible una solución en el corto plazo entonces?
No. Las diferencias de precios hoy son del 58% con Argentina y 42% con Brasil. En términos históricos, son extraordinariamente grandes y eso no va a cambiar. Cualquier autoridad o empresario tiene que ser consciente de que no se pueden modificar a corto plazo y sobre todo que la política macroeconómica uruguaya no tiene mucho para evitar que esto ocurra.
¿Qué se puede hacer ante esta situación?
Lo que se puede hacer es evaluar cuáles son los cuidados paliativos que la política económica puede intentar establecer para moderar estos efectos de manera tal que el tejido empresarial y social no se vea tan afectado. Ahí la imaginación de nuestra profesión no es muy frondosa. Hay muchas cosas que se discuten que van desde tratamientos tributarios especiales para unidades productivas o establecimientos comerciales en zonas expuestas y eso supone revisar qué se hace con aportes de la seguridad social, con contribuciones de DGI. Es políticamente correcto proponerlo y muestra cierta sensibilidad de parte del sistema político, pero su efectividad es de dudosa demostración.
¿Por qué?
Porque son medidas que no se pueden mantener por mucho tiempo desde la política económica, que generan otras distorsiones hacia adentro del resto de la jurisdicción uruguaya. En el fondo es como si corrieras las fronteras para adentro, es decir, si vos tenés un tratamiento tributario distinto para algunos productos o negocios en un departamento o en una ciudad, el problema lo vas trasladando hacia adentro. Esa es la razón por la cual las autoridades nacionales no han avanzado mucho en el tema. Cualquiera que estuviera en el gobierno se estaría enfrentando con que implementar esto no es fácil y además tiene efectos moderados, no son sostenibles y generan incentivos perversos para que otros sectores empiecen a pedir resignación fiscal.
¿Por ejemplo?
El sector arrocero, por ejemplo, con lo que está ocurriendo con los costos de producción, el tipo de cambio y los precios internacionales, podría reclamar algún tipo de renuncia fiscal, pero hay varios más. Entonces, el gobierno, en la medida en que abra la canilla con uno, tendría que repetir todo esto con un conjunto de actividades que enfrentan una situación similar. En síntesis, no es fácil para ningún gobierno tomar medidas. Entiendo al mismo tiempo que el efecto que está teniendo y la duración que tendrá la diferencia de precios, obligan a que los responsables de la política económica busquen soluciones. Yo no las tengo, no es algo fácil de resolver.
Uno de los argumentos de los centros comerciales es que el país pierde plata de uruguayos que van a consumir a los países vecinos y ahí también se está perdiendo recaudación.
Yo creo, y lo digo con mucho respeto por los representantes de los centros comerciales, que ninguna de las ideas que se manejan asegura mínimamente un resultado razonable. ¿Cuál sería el fondo? ¿Cerrar los puentes?. Eso ocurre solo por un evento sanitario, como sucedió en la pandemia, o militar, pero no económico. Lo que todos tenemos es un diagnóstico de lo que pasa y lo que va a pasar, pero nadie tiene ideas muy atractivas.
¿Se refiere a que esas medidas que proponen no asegurarían que la gente no siga yendo a consumir a los países vecinos?
Claro, en todo caso, podrían tener efectos moderados de desincentivos por un período corto. La gente va al otro lado porque va a pasear, a cenar, a ver un espectáculo, y ya que está, compra. Eso pasó siempre, el punto es que estos cimbronazos tenían períodos de duración más cortos —siete, ocho o nueve meses—, pero el problema de fondo es que Argentina tiene el mismo PIB per cápita desde 2012 y Brasil desde 2014, mientras que en Uruguay aumentó un 15% o 20%. O sea, Uruguay es un país 20% más rico de lo que era hace 15 años con respecto a Brasil y Argentina y eso se refleja en los precios. Eso no lo puede resolver fácilmente la política económica.
Sin perjuicio de lo que comenté respecto a las dificultades y riesgos que entrañan las medidas tributarias para zonas específicas del territorio, pueden hacerse algunas consideraciones. Al respecto, un posible camino sobre el que debería reflexionarse por razones de interés general, pero que podría ser oportuno para enfrentar parcialmente algunos de los problemas que enfrenta la actividad comercial en la frontera, es la personalización del IVA y el IVA digital. Sobre ambos temas Gustavo Viñales ha reflexionado recientemente en diversos medios.
La personalización del IVA podría habilitar la generalización de bases imponibles y la unificación a una tasa básica única, eliminado exoneraciones y tasas reducidas diferenciales. Eso permitiría explorar la implementación de devoluciones que alcancen a grupos de contribuyentes que se quiera favorecer. Una iniciativa de este tipo que se fundamenta en objetivos distributivos podría usarse transitoriamente para personalizar el pago de IVA a consumidores que estén localizados en zonas del territorio que atraviesan situaciones complejas, como por ejemplo hoy en la frontera.
Lo anterior podría complementarse avanzando sobre el IVA digital. Ello haría que la realización del hecho imponible esté definida a partir del lugar de la residencia del consumidor lo que garantizaría que la exoneración la recibe efectivamente el contribuyente. De este modo la renuncia fiscal asociada estaría dirigida directamente a mitigar la distorsión de precios que enfrentan los comercios de la frontera.
En cualquier caso, estas posibles medidas deberían ser evaluadas por colegas que tengan una mirada más cercana y profunda en temas tributarios debido a que su implementación puede encerrar dificultades que se me escapan.
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