El avance tecnológico ha impactado en la lectura y Uruguay no ha sido ajeno a esa realidad. Sin embargo, en el caso de la BNU, las nuevas formas de leer implicaron una oportunidad para diversificar su oferta y sus canales de difusión. En entrevista con La Mañana, Trujillo explicó los desafíos que eso significa y detalló el trabajo que ha liderado en lo que va del período, donde se destacan las actividades culturales y una mayor presencia en el interior. Además, ahondó en su faceta como escritor y resaltó la diversidad del mercado editorial uruguayo.
¿Uruguay es un país de lectores?
Sí, claramente. De hecho, para su tamaño, el ámbito editorial muchas veces es tomado como ejemplo en el continente, porque a pesar de ser una plaza con números pequeños tiene un nivel de librerías y publicaciones anuales bastante importante. Uruguay es un país de lectores y desde hace muchos años viene potenciando el mercado editorial. Inclusive, cuando en determinados contextos regionales había censura por diferentes circunstancias, la propia libertad de Uruguay lo hacía ser el centro de actividad literaria y muchos argentinos cruzaban para buscar libros que por diversos motivos en Argentina no podían editarse.
A media cuadra tenemos una calle tan particular como Tristán Narvaja, y si uno recorre distintas capitales sudamericanas es un fenómeno bastante original y envidiado. Hace poco fue la Feria del Libro de Montevideo, que fue un éxito en cuanto a visitas y ventas. Además, dependiendo un poco de cómo le vaya a la selección (en el Mundial), eso también puede tener una traducción en ventas de libros sobre la temática. Uruguay es un país que tiene la capacidad de traspasar a libros algunas de sus grandes pasiones y eso también colabora. No me refiero solo al fútbol, sino a la política, la historia.
¿De qué manera se ha aggiornado el país en la materia a nivel de los avances tecnológicos?
Uruguay ha tenido una importante diversificación en sus plataformas. En la página web de la BNU hemos digitalizado mucho material y tenemos escaneados muchos libros. No puedo ignorar un proyecto tan interesante como la Biblioteca País del Plan Ceibal, donde basta con tener la cédula vigente para acceder de manera gratuita a una biblioteca que tiene muy buenos títulos nacionales e internacionales. Si vamos a la industria tradicional de un libro en papel o su versión de una biblioteca virtual, estamos bien preparados y se le ofrece a la gente un abanico de oportunidades bastante suculento.
Más allá de esto, ¿no cree que las plataformas de entretenimiento sean un competidor que ha cobrado relevancia?
No lo veo como un competidor, sino como una vía alternativa. En muchos casos, cuando estamos hablando de plataformas u otros formatos como el podcast, se parecen mucho a un audiolibro. Al mismo tiempo, si hablamos de la cultura bloguera, que quizá haya pasado un poco de moda, son documentos escritos. Y las nuevas generaciones y las no tan nuevas hacen uso de internet y ahí también están leyendo. Obviamente que estamos hablando de un cambio que no solo es generacional, es de costumbre, antropológico, cultural, pasando de una lectura horizontal de un libro estándar, a un formato que se parece al viejo papiro mesopotámico o egipcio, que es una lectura en scroll. Más allá de la comodidad o no de una pantalla, hay gente que se acostumbra a las tablets, el iPad, las librerías digitales como Amazon, el Kindle. Hay diversos formatos de lectura electrónica. El hecho de llevar en pequeños dispositivos como un teléfono toda una biblioteca y poder leer en la mitad de una montaña o en la playa, son formas de diversificar.
Lo ve como un fenómeno positivo.
Yo, en aquella antigua división entre apocalípticos e integrados que hacía Umberto Eco, me considero un integrado. Creo que hay más elementos positivos en las posibilidades que proporciona la tecnología hacia la lectura que negativos. Distracciones siempre hubo. Todos los escalones tecnológicos provocaron miedos o grandes crisis en el ámbito editorial: cuando llegó la radio se iban a terminar los diarios y los libros; cuando llegó la televisión se iban a terminar la radio, los diarios y los libros; cuando llegó internet se iba a terminar todo, y hoy tenemos una situación en la que conviven. Por supuesto, los adolescentes de ahora están mucho más conectados y acostumbrados a las nuevas formas de comunicación.
¿Se podría inferir que estos cambios afectan el negocio de la venta de libros a nivel de las librerías físicas?
Yo no soy experto en la materia, pero imagino que sí. Sin embargo, también puede afectar en el sentido positivo. Por ejemplo, el hecho de que una institución como la BNU pueda tener redes sociales o una página web potente y atractiva y que eso a su vez genere mayor difusión, puede afectar a favor. Yo matizaría eso de que los nuevos tiempos traen tragedias para el mundo editorial, más bien son desafíos. El libro va a seguir existiendo, es probable que tenga que mutar. Lo que nosotros publicamos ya está en un formato que es mixto, es decir, hacemos la edición en papel y la digitalización.
¿Cree que debería haber mayores apoyos para los escritores?
Yo provengo de una familia de artistas y lo he vivido en mi casa. He visto la dificultad de un artista de conseguir el sustento de la actividad artística, pero es una constante, no es solo de Uruguay. Hace poco estuve en España con escritores españoles y latinoamericanos que viven allí y tienen una carrera extensa, varios premios y un currículum que les da el vigor necesario para tener una firma, pero no viven de lo que escriben, sino que trabajan en una universidad o dan talleres, que es lo que les permite tener una entrada mensual. O sea, es un fenómeno bastante estandarizado. Salvo excepciones, los escritores viven de dar clases, incluso pasa mucho acá. Otros trabajan en periodismo. Yo mismo trabajé 10 años en un diario, porque es una de las pocas profesiones en las cuales uno escribe y recibe una remuneración.
Con respecto a la pregunta, en Uruguay existen diversos apoyos estatales. No está legislado directamente el apoyo de un mecenazgo privado, aunque hay una ley de mecenazgo y un montón de empresarios que descuentan una serie de impuestos que van a los Fondos Concursables. Esa es la manera en la que cada año el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) tiene una bolsa de dinero con la que apoya a proyectos culturales. Siempre se puede pensar que es necesario más. Yo estoy de acuerdo en que sería bueno que hubiera más apoyos. Un país debe promover la creación artística porque eso también habla de sí mismo. Cuando uno en el mundo dice que es uruguayo, lo primero que nombran son los jugadores de fútbol, que son los “embajadores” más taquilleros a nivel global, y luego vienen los artistas, entre los que están los escritores, los pintores.
Como escritor, ¿qué importancia le da al aprendizaje de las técnicas literarias?
El principal aprendizaje que tengo como escritor es el de la lectura de otros. Hay un texto de Stephen King que ya es clásico para todo aquel que quiera iniciarse en la escritura, que se llama “Mientras escribo” (“On writing”). Él dice que básicamente para escribir hay dos elementos que son ineludibles: escribir mucho y leer mucho. Por supuesto que es importante la opinión de los colegas, la voz de gente con mayor experiencia. A veces puede ser útil un taller, una guía. El oficio de la escritura es bastante solitario y no puede darse en una asamblea, en un ámbito abierto; es una cuestión de uno consigo mismo donde se habla, se cuestiona, vuelve para atrás, cambia. A su vez, hay escritores que van cambiando de técnica.
El escritor y docente Guillermo Silva Grucci dijo a La Mañana que “el mercado está bastante sesgado hacia determinada visión de la historia” y explicó esto con la siguiente anécdota: “En el año 1992 se cumplieron los 500 años del Descubrimiento de América y tuve la idea de reeditar la obra de Zorrilla de San Martín. No prosperó porque Zorrilla no representaba a nadie, a ningún partido político con peso suficiente para que sus obras se reeditaran. Además, era profundamente católico y su obra tenía una defensa relacionada a ello que no coincidía con el sentimiento laico de Uruguay”. ¿Usted ha identificado ese sesgo?
El ambiente editorial en Uruguay es relativamente chico y todos nos conocemos. Yo he tenido la suerte de poder publicar en varias editoriales. La verdad es que, por ejemplo, repasando la grilla de la última Feria del Libro de Montevideo, probablemente se hayan presentado más de 100 libros y había de todos los colores, de todos los gustos. Es cierto, Zorrilla de San Martín es un autor quizás poco leído, la gente lo ubica más porque su rostro está en el billete de 20 pesos, pero no sé quiénes hoy se animan a entrar en esos poemas tan impresionantes como la Leyenda Patria o Tabaré.
Es importante resaltar la diversidad desde el punto de vista político-ideológico en Uruguay, eso es un signo de madurez y de sanidad del sistema; se publican visiones muy diversas, incluso antagónicas. En la BNU, donde recibimos por normativa legal el depósito de casi todo lo que se imprime en el país, hay una gran diversidad por suerte. Luego va a depender del tamaño de la editorial, de las características del autor, de cómo se mueva a nivel de difusión y prensa para que eso logre determinado ruido, pero yo noto que hay un abanico bastante disímil y abierto y no lo podría definir como una situación para nada sesgada.
“Un político debe saber de historia, que es maestra de la vida”, opinó Concepción Navarro, doctora y catedrática de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, entrevistada por La Mañana. ¿Piensa que los políticos deberían estar formados en esas áreas?
Ha habido algunos proyectos de escuelas de política, grupos de reflexión o think tanks que han pretendido eso. Por supuesto, considero que los políticos en cualquier país deberían tener el mayor grado de formación posible y una serie de lecturas que son ineludibles para entender la realidad del país donde van a gobernar o legislar.
¿Cuál es la impronta que ha intentado ponerle a esta gestión?
Como bien decís, es un intento, en algunos casos sale bien, en otros más o menos y en otros no sale como uno quiere. Este es un edificio grande, de casi una manzana entera, con una historia de más de 200 años, un montón de acervos. Yo he dicho que tiene algo de fábrica, de centro cultural, de templo, de universidad, de museo, de teatro –en el subsuelo está la Sala Vaz Ferreira–. El objetivo macro es que la biblioteca esté más presente a nivel público en diversas formas. Tenía un potencial gigantesco que no estaba aprovechado. Se ha trabajado muchísimo y yo espero que eso se note, incluso en la discordancia, en las críticas, pero que se valore el gran trabajo que hemos hecho. En ese sentido, la biblioteca hoy está parada en otro lugar con respecto a los últimos años.
¿A qué se refiere?
A que está muy activa en las actividades presenciales de la sede en Montevideo y ha tenido una expansión muy grande a nivel comunicacional, lo cual es muy importante porque tiene responsabilidad con todo el país. Hoy posee una atractiva página web que es accesible desde cualquier lado, la gente se entera de las actividades y puede participar presencial o virtualmente, leer, bajar, compartir los contenidos. Además, a través de la creación del Área de Gestión Territorial, coordinamos la actividad con el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas, que son 116 en todo el país. Hay un programa de digitalización de prensa del interior del siglo XIX donde se está trabajando en coordinación con las intendencias. Hemos trabajado específicamente con algunos lugares como la Intendencia de Rocha en el programa Biblio Playas –se trasladan libros a la gente que está de vacaciones allí–. Y a principios de noviembre lanzamos una biblioteca virtual de clásicos del Mercosur.
¿Cuáles son los mayores desafíos actualmente?
Tenemos algunos desafíos, como el del espacio, es decir, la BNU no es infinita y todos los meses ingresa nuevo material. Tenemos el desafío de la preservación. Ampliamos el grupo de investigadores de la biblioteca y el archivo literario está recibiendo nuevas colecciones. Hicimos investigaciones sobre colecciones muy antiguas, por ejemplo, vamos a publicar un libro de poemas inéditos de Francisco Acuña de Figueroa. Todo ese trabajo que en años anteriores se mantenía contenido aquí dentro, hoy se potencia en la comunicación. La BNU está rumbo a ocupar el lugar que siempre debió ocupar, que es ser un actor protagónico en la vida cultural del Uruguay. Falta, yo soy muy autocrítico, pero creo que se ha avanzado y se notan las acciones positivas.
En una entrevista con La Mañana en 2020, dijo que “la BNU tuvo poca presencia fuera de Montevideo, quizás pecó de ser demasiado capitalina, y tiene la responsabilidad de llegar a todo el país”. ¿Siente que está encaminado ese objetivo?
La tarea es compleja, pero hemos generado una serie de acciones que intentan sacudir un poco esa modorra de estar demasiado concentrados en la sede de Montevideo. A lo largo de este año participamos en varias ferias del libro, tuvimos presencia en la Fiesta de la Patria Gaucha en Tacuarembó, coordinamos mucho con la Dirección Nacional de Cultura del MEC, con el Instituto de Letras, apoyamos concursos literarios. El hecho de que podamos tener una presencia más asidua en todo el país hace que la BNU no sea esa institución lejana a la que hay que trasladarse.
Las actividades de la biblioteca para el verano
Consultado acerca de las expectativas de la actividad cultural durante la temporada que se aproxima, Trujillo comentó que, por lo general, el verano implica un parate a nivel de estudios y de investigación. Igualmente, adelantó que en la BNU tienen varios proyectos importantes en carpeta.
En 2021 se inició el proceso de restauración de La Galatea, que es la imprenta del ensayista José Pedro Díaz y la poeta Amanda Berenguer, que estuvo en desuso por 60 años, y volvió a imprimir. “Estamos trabajando en una colección de la cual en breve vamos a presentar los primeros dos volúmenes. Uno de ellos es la historia de la máquina escrito por Alfredo Alzugarat, y el segundo es el primer cuento que Carlos Maggi publicó en el mítico semanario Marcha”, contó el jerarca. Informó que eso probablemente va a ser presentado de manera oficial en febrero.
A su vez, sostuvo que lo que nunca se detiene es el trabajo de digitalización y de comunicación de nuevos materiales que están disponibles, y eso va a seguir funcionando de la misma manera entre diciembre, enero y febrero. En ese sentido, están poniendo un especial énfasis en lo que todavía está pendiente de la prensa del siglo XIX. Al respecto, el entrevistado destacó toda la colección de Luis Melián Lafinur, que es bastante grande, y dijo que se está trabajando también en una colección de fotografía del diario El Día. “Va a haber lindas novedades para el verano”, expresó.
TE PUEDE INTERESAR: