El pasado domingo fue canonizada por el papa Francisco la madre Francisca Rubatto, convirtiéndose en la primera santa uruguaya. Este hecho generó gran actividad y entusiasmo en fieles y devotos que se acercaron hasta su santuario en el barrio Belvedere.
Para que una persona sea santificada se necesita que le sean adjudicados dos milagros. María Francisca de Jesús los tuvo. Y, aunque se estima que seguramente hayan sido más, los que pasarán a la historia son dos que tuvieron lugar en Italia y en Uruguay.
En Génova, en el año 1939, cuando un joven se salvó inexplicablemente de la última etapa de una septicemia generalizada en una noche. El otro en Colonia, en el año 2000, cuando Jonathan, un chico al que se le había diagnosticado muerte cerebral debido a un accidente, salió de su estado de coma sin ningún tipo de secuelas y, varias semanas más tarde, retornó a su vida normal. En ambos casos la Iglesia comprobó la intercesión de María Francisca (fallecida en el año 1904), cuyo nombre de nacimiento era Ana María. Desde ahora se la conocerá como Santa Francisca Rubatto: la primera santa uruguaya.
Francisca no era oriental de nacimiento, sino italiana y arribó a nuestro país a mediados del siglo XIX. Fue una mujer de decisión, fe y prudencia que adoptó en su corazón el servicio a Dios y la atención a los más necesitados.
Caminó incansablemente el páramo que comprendía la zona de lo que hoy son los barrios de Belvedere, La Teja, Nuevo París, Paso de la Arena e incluso la Barra de Santa Lucía. Fundó un taller para que las mujeres aprendieran oficios que le pudieran servir en la vida. Más adelante participó en la fundación de once colegios –repartidos entre Uruguay, Argentina e Italia–.
Recolectó alimentos y abrigos. Vivió con sacrificio. Cruzó el océano siete veces. La entrega fue tal que al momento de la muerte pidió que su cuerpo se quedara con su gente, aquí, en Uruguay. Y esto se cumplió. Sus restos descansan en el santuario construido en su honor, entre las calles Carlos María Ramírez y Julián Laguna en el barrio de Belvedere. Esa entrega a los más necesitados de nuestro país es lo que la consagra como la santa uruguaya.
Fieles se congregaron
El domingo pasado, antes de que despuntara el alba, se vivía una emoción sin precedentes en el santuario de la Madre Francisca. Se dispuso un lugar para dormir, con colchonetas y abrigo para los peregrinos que eligieron pasar una noche de vigilia. También hubo quienes pusieron sus autos a disposición para ir a buscar a las personas temprano en la mañana.
De esta forma, a las cinco de la mañana, los asistentes –más de 60 personas– pudieron ver en vivo y en directo a través de los cuatro televisores colocados en el sitio, el momento en que el papa Francisco, desde el Vaticano, dijo: “En honor a la Santísima Trinidad, para exaltación de la Fe católica y crecimiento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y la nuestra, después de haber reflexionado largamente, invocando muchas veces la ayuda divina y oído el parecer de los numerosos hermanos en el Episcopado, declaramos y definimos Santos a los beatos”. Y entre ellos, se encontraba la hasta entonces beata María Francisca.
Luego de la santa misa, en el santuario se realizó un ágape al estilo latinoamericano, donde se compartieron los alimentos llevados por cada asistente. También se disfrutó de un espectáculo de danza folclórica y canto para celebrar. En la tarde se realizó una misa en acción de gracias, que contó con la presencia de dos obispos –uno de Uruguay y otro de Brasil– y más de veinte sacerdotes, que convocó un número importante de personas.
Durante los preparativos –entre los que también se encontraba el organizar actividades externas, preparar proyectos y estampas y aggiornar la santería– la hermana Nora Azanza, religiosa de la congregación fundada por Santa María Francisca Rubatto, dialogó con La Mañana. “Estamos viviendo este momento con muchísima emoción y alegría”, expresó. “Para nosotras siempre fue una santa, porque seguimos las huellas de Jesús con el estilo que ella siguió, siendo cada una quien realmente es”.
Entre la intensa actividad vivida, Azanza se mostró conmovida por la alegría que les produce a las personas este hecho y dijo estar sorprendida por el gran movimiento mediático que se generó. “Incluso se han contactado medios internacionales para conocer más sobre esta santa. Para mí es asombroso sobre todo en un país que dice ser laicista”, dijo. De todas formas, declaró que a su entender Uruguay no es un país laico sino que se viven distintas formas de expresar o vivenciar la fe. “Lo vemos por la gente que se acerca al santuario, desde gente de distintas religiones o confesiones cristianas y hasta los que no creen”, observó.
En este sentido, Azanza comparó la canonización de la madre Francisca como un viento nuevo que entra llenando de luz a Uruguay. “Esta santa nos es dada como un regalo y un estímulo por la actualidad de ella. La Iglesia misma la define como una palabra de Dios para esta generación, lo que se suma a su vida simple”, comentó.
Una santa que inspira
Dos días antes de la canonización de la madre Francisca, Conrado Pieri, consagrado de la Institución Dalmanutá, ofreció en la Iglesia de las Carmelitas del barrio Prado, unas palabras en honor a la santa recorriendo a Jesús en María Rubatto. A esta ocasión eligió denominar “Pinceladas para un retrato en el alma”.
Durante la previa del evento y desde uno de los colegios de las Hermanas Capuchinas, en el barrio Belvedere, charló con La Mañana: “Hay una alegría enorme por aquí, se están preparando encuentros y celebraciones. Hay mucho que agradecer”, señaló.
Pieri explicó que el santo tiene una función de liderazgo o de antorcha. “Es el que va adelante. El santo motiva, inspira. Llama a uno más, se mueve, congrega”, sostuvo. En este sentido, mencionó: “Cuando santa Francisca, que tiene un perfil tan bajo, es puesta al frente, inspira mucho a la gente que está haciendo el trabajo del día a día y nutre a la Iglesia, su comunidad y su familia”, apuntó. “En la Iglesia de Uruguay vemos su canonización como un mensaje de volver a salir, de no perder las esperanzas, de tomar las maletas de nuevo y salir a evangelizar, abrir las puertas y comunicar el mensaje”.
Reconocimiento en el Parlamento Nacional
Ayer martes el Parlamento rindió homenaje a la flamante santa en un acto encabezado por el diputado nacionalista Rodrigo Goñi. En diálogo con La Mañana, el legislador indicó que el Parlamento “tiene el deber” de reconocer a quienes han dejado un legado a la comunidad. “Es el mismo pueblo el que pide este tipo de reconocimientos, no es porque a un legislador se le ocurrió”, señaló respecto al motivo de la iniciativa.
“Como parlamentarios estamos haciendo un homenaje a la madre Rubatto por su aporte a los uruguayos, por sus obras y por su legado cultural tan importante”, apuntó. Goñi mencionó que este aporte fue “haber vivido de tal manera la virtud humana de la solidaridad” y lo enlazó con la identidad solidaria del uruguayo. El legislador aprovechó la ocasión para reconocer a la Congregación de las Hermanas Capuchinas fundadas por Rubatto “que aún continúa haciendo una gran obra”.
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