Octubre es el mes aniversario del Monumento a La Carreta, obra del artista plástico José Belloni. Por este motivo el próximo 23 de octubre a las 11 horas se realizará un homenaje al escultor en el Parque Batlle. El evento se enmarca en un año de homenajes que comenzaron en junio pasado con el lanzamiento del libro “Belloni por Belloni” de José Belloni, nieto del escultor, quien en entrevista con La Mañana recordó anécdotas de la escultura que es ícono de la identidad uruguaya.
En alguno de los apuntes que el escultor José Belloni (1882-1965) dejó entre tantos papeles, escribió una vez: “Qué largo camino debí haber recorrido en mi interior para hacer La Carreta”. Y es que curiosamente, esa obra que corona hoy una loma del Parque Batlle, tiene raíces profundas y un periplo que lo liga con Suiza e Italia.
Belloni pasó los primeros años de su vida en el Paso Molino y su padre era jardinero. Acompañando a su padre en sus trabajos, dormía las lentas siestas que invitaban los parques junto a un buey llamado “Pensamiento”.
A los ocho años se trasladó a Lugano, Suiza, con su familia. Fue a su retorno a Uruguay cuando Belloni contrajo tuberculosis. Los médicos le indicaron que la mejor curación estaba en el aire puro del campo. De su estadía en una estancia durante su sanación, el escultor recogió para sus memorias la figura de un trabajador rural que cada día pasaba por allí. Le llamaba la atención su misterioso andar. En algún momento, le preguntó a qué se dedicaba. “Soy carrero de Sarandí del Yí, vivo de changas”, fue la respuesta.
Estos hechos, aislados en el tiempo entre sí, están unidos en una misma línea. Un llamado particular que resonó en Belloni. Y podría pensarse incluso que la obra compleja, técnicamente dificultosa de plasmar por sus dimensiones, tiene una raíz muy simple: un oficio común de la época, el de carrero, y al mismo tiempo, una misión esencial: la de arar la tierra y sembrar el alimento.
“Mi abuelo había pensado en ponerle a la obra ‘Vanguardia del Progreso’, porque fueron las carretas las que abrieron los caminos de todo el país. Donde primero circularon las carretas, luego circularon las diligencias”, resaltó Belloni en la entrevista.
Un monumento deseado por Mussolini
Belloni craneó la idea de La Carreta durante un buen tiempo. “Un secreto, dicho por él, fue que la realizó a un tercio de su tamaño”, recordó su nieto. Luego se presentó a un concurso de la Intendencia de Montevideo con motivo del primer centenario de la República y lo ganó. No había una fundición en Uruguay capaz de realizarla, pero sí en Italia: la Fundición Artística Ferdinando Marinelli.
El escultor debió trasladarse junto a su familia a Europa durante un año, tiempo requerido para ampliar la obra. Para sobrevivir, realizaba pequeñas esculturas y, con la ayuda del cónsul uruguayo en Italia, llevaba muestras y exposiciones. Eran los tiempos del “Duce”. Por entonces, se comenzó a correr el rumor de que en Florencia la Fundición Marinelli estaba gestando una obra de características excepcionales. “Un día irrumpió en una muestra una cantidad de soldados. Armaron una guardia, cruzaron los cables y apareció Mussolini. Nadie lo esperaba”, comentó el entrevistado.
La entrada fue irruptiva. El Duce no necesitó presentarse. “Mussolini comenzó a observar las obras, acompañado de gente que lo asesoraba desde el punto de vista artístico. Compró toda la obra que mi abuelo tenía para exponer”, relató. Poco tiempo después, se le comunicó a Belloni que era el deseo del Duce de que La Carreta no saliera de Italia.
El desembarco en tierras orientales
Finalmente, el cónsul logró negociar para que La Carreta fuera expuesta en Florencia durante al menos un mes y permitir que Belloni saliera de Italia para instalarla en Montevideo con el compromiso de volver, dado que Italia tenía interés en que el escultor trabajara para su gobierno.
“La Carreta se expuso en Florencia ante 30 mil personas. La prensa especializada de la época, caracterizada por ser críticos ácidos, no escatimó en elogios para la obra”, resaltó el nieto del escultor.
Una vez llegada a Montevideo, la escultura estuvo en el Puerto de Montevideo durante un tiempo, esperando que un lugar correcto para su instalación fuera hallada.
Belloni trabajó con el arquitecto Juan Antonio Scasso y juntos diseñaron un sitio especialmente pensado desde lo paisajístico. Se realizó una loma, se colocó un espejo de agua y se plantaron especies ideales para su acompañamiento.
La vandalización del presente
El 14 de octubre de 1934 se inauguró la obra. Desde entonces permanece allí. Luego de todo este periplo, la obra sufrió varias vandalizaciones hasta que en el año 2010 fue restaurada por el nieto del escultor y su esposa, que es directora del Museo Belloni. Le faltaban 42 piezas. Había quebrado su eje y perdido la posición. Se encontraba rajada, tenía la base hundida y le faltaban piezas de tres metros de largo. Debido a que era inminente que el monumento debía tener una vigilancia permanente y no se deseaba enrejarlo, el restaurador diseñó la colocación de tres controles de rayos láser con alarma en el perímetro del monumento. De esta forma, las personas podían apreciarla, pero no tocarla. Actualmente, la alarma –a cargo de la Intendencia– no funciona más y solo cuenta con un guardia durante el día. En la noche, permanece sola. “Ya le han robado algunas partes”, señaló Belloni.
Inmortalizada en bronce
Su nieto tenía quince años cuando Belloni falleció. Sin embargo, el tiempo vivido le sirvió para aprender de primera mano todos los secretos de la escultura. Y, también, para ser guardián de su legado. “Cuando restauramos la carreta con mi esposa viví un momento especial. En ese tiempo, me dediqué a repararla, pero también a examinar la obra. Conocía la historia de mi abuelo y sabía que allí debía estar reflejado ese buey con el que dormía la siesta a sus ocho años. Fue así que, en uno de esos tantos momentos, descubrí que uno de los animales tiene en su frente una margarita perfecta formada por sus rulos. Ese detalle lo diferencia del resto. Sé que ese es ‘Pensamiento’”, confesó Belloni.
De esta forma, se cierra el círculo de la creación del escultor. Lo que comenzó en su infancia, finalizó en su adultez y quedó inmortalizado en el patrimonio cultural de un país.
Un profeta en su tierra
“En su época de esplendor, es decir, a sus setenta años, mi abuelo era una especie de profeta que cuando entraba a un lugar lleno de gente se hacía silencio. Yo era chico, iba de la mano con mi padre, y siempre me impresionó que cuando el abuelo entraba todo el mundo paraba de hablar. También recuerdo ir por una calle de Montevideo con él y que una señora viniera, le tomara las manos y se arrodillara a besarlas y a agradecerle por su obra”, rememoró el entrevistado.
De esta forma, definió al escultor como un artista muy cercano al pueblo. “Él mismo decía ‘yo provengo del pueblo y al pueblo dedico mi obra’. Es una pena que con el tiempo eso se desvaneciera”.
Pensador del pueblo
Al igual que Blanes y Zorrilla de San Martín, Belloni fue de los artistas que moldearon la identidad uruguaya a través del arte. Por esa época, había aún todo para hacer.
Según el nieto, Belloni fue primero un pensador y luego un escultor, alegando que toda su obra tiene un sentido detrás del cual se encuentra el concepto general de la humanidad. A la vez, enumeró: “Tomó elementos de la cultura para decir quiénes somos los uruguayos. Así surgió el Monumento al Gaucho, a la Diligencia, recorrió los derechos de la mujer y del niño. Con el Aguatero realizó el primer monumento a la figura del negro, por lo que recibió terribles críticas de la prensa. También hizo el primer monumento a la mujer (a Eugenia Vaz Ferreira)”. Estas obras, hoy son definidas por su nieto como “mojones de su pensamiento sobre los derechos humanos y las tradiciones”.
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