Durante las últimas cuatro décadas, la globalización ha proporcionado un terreno fértil para que las empresas innovadoras eviten pagar su parte justa de impuestos. Las empresas menos innovadoras aprendieron rápidamente de las más innovadoras, hasta el punto que los ciudadanos de a pie de los países ricos ahora pagan impuestos mucho más altos que las grandes empresas. Irónicamente, incluso estas empresas podrían quedar en desventaja al aprovecharse del resto de la sociedad, ya que un menor gasto público implica una menor inversión en infraestructuras, educación e investigación. Además, la creciente desigualdad conduce a un debilitamiento de la base de consumidores, lo que en última instancia erosiona los beneficios de las empresas. Un impuesto mínimo global serviría los intereses de largo plazo de las multinacionales más agresivas y ávidas de beneficios, aunque no se percaten de ello.
Extraído de “Terminando la carrera hacia el piso”, artículo de Joseph Stiglitz, Todd Tucker y Gabriel Zucman, en Foreign Affairs
TE PUEDE INTERESAR