En abril de 2020, luego de que varios países se negaran a recibir al Greg Mortimer en medio de la pandemia de covid-19, Uruguay le abrió sus puertas prestándole ayuda humanitaria. Fue así que un equipo del Hospital Británico ingresó al crucero para atender a los pasajeros, muchos de los cuales habían contraído el virus. El grupo fue encabezado por el Dr. Patricio Vanerio, cirujano general; el Dr. Marcelo Chiarella, internista y emergencista; y el Dr. Carlos Chicheff, intensivista y cardiólogo, quienes conversaron con La Mañana sobre los aprendizajes que les dejó esta experiencia.
El equipo del Británico estuvo conformado por nueve profesionales: seis médicos y tres nurses, que se dividieron en tres grupos con tareas específicas cada uno y con uno que hablaba inglés para sortear la barrera idiomática sin inconvenientes. Aparte de los mencionados especialistas, formaron parte de esta misión la Dra. María Noel García, la Dra. Sofía de Betolaza, el Dr. Adrián Aguiar, la Lic. Ana Saulis, la Lic. Silvina Pinto y la Lic. Laura Acosta.
¿Cuál fue la primera reacción al enterarse de la situación que estaba atravesando el Greg Mortimer?
Marcelo Chiarella (MC): Desde los primeros días de ese año empezamos a escuchar y leer acerca de una infección viral nueva, algo que parecía lejano y que progresivamente se nos acercaba. Vimos los primeros casos y por marzo-abril nos enteramos de la situación del Greg Mortimer, que no era la única en el mundo, pero nos llegaba más por estar muy cercana a nosotros. Era algo que contemplábamos con empatía y responsabilidad, sin saber que tendríamos que ver en el desenlace solidario del país y nuestro hospital.
Carlos Chicheff (CC): Habíamos tenido los primeros casos de covid-19 por marzo de 2020, por lo que nos habíamos familiarizado con el equipo de protección personal (EPP), diagnóstico y tratamiento. No menos importante, habíamos vencido la incertidumbre para muchos, el miedo para algunos, de enfrentarnos a una pandemia con un virus nuevo. Por otro lado, tratándose de un crucero con la mayoría de los pasajeros de habla inglesa, y ajustados a la solidaridad tanto de nuestro país como del hospital, no nos tomó por total sorpresa la expedición humanitaria. Así que nuestra reacción fue de un anticipado regocijo de poder estar a la altura de las circunstancias, en un mundo paralizado y encerrado en sí mismo por las muertes que día a día sucedían sin respiro.
Patricio Vanerio (PV): En sintonía con lo que dicen Marcelo y Carlos, a mí me pareció algo lógico. La situación sanitaria que estaba viviendo Uruguay en ese momento era buena, había lugar en los hospitales, los CTI no estaban colapsados, estábamos bien. Creo que era lo que había que hacer y por eso no dudé en aceptar la invitación de dar una mano.
¿Cuáles eran los mayores desafíos ante esta compleja e inesperada situación?
CC: Lo inesperado fue la pandemia. La asistencia sanitaria al crucero estaba en nuestras mentes, de forma tal vez lejana, pero posible. Habíamos visto pacientes graves con covid-19, el idioma no era una barrera pues muchos extranjeros son asistidos en el hospital, y tanto la incertidumbre como el miedo estaban superados. Pero nuestras familias sí tenían miedo. Por ello, convencerlas de que íbamos a volver, que no nos íbamos a enfermar ni morir, fue la situación más difícil a enfrentar. Luego nos reunimos para ensayar la logística de la vestimenta. Finalmente, y en viaje al crucero, la metodología de cómo iba a ser abordado e inspeccionado, pacientes a trasladar según la evaluación médica, así como el lugar donde nos íbamos a desvestir y realizar la desinfección una vez que volviéramos a nuestro barco.
PV: Yo personalmente tenía la incertidumbre de con qué realidad nos íbamos a encontrar con las personas del barco, porque me imaginaba por momentos una situación de caos, de desesperación por querer salir de ahí, por cuán enfermos podrían estar y cómo íbamos a hacer en ese caso. Como cirujano había tenido muy pocas instancias de atención a pacientes portadores de covid-19. De todas maneras, iba con un equipo muy bien formado y con cierto manejo de este tipo de enfermedad. La previa a la ida, si bien el tiempo de aviso fue acotado, fue muy organizada, muy bien pensada. Cada uno de nosotros tenía su equipo de tres con sus tareas, su recorrido y las habitaciones a las que había que ir, qué controlar, hasta qué decir.
MC: En la línea de Carlos y Patricio, tomamos precauciones y analizamos los riesgos y los administramos, llevando a cabo todo con la máxima seguridad. El mayor desafío fue completar los objetivos sin ningún contagio o fallas. Allí estaba mi preocupación más grande, nos sentíamos responsables de eso.
Desde el punto de vista profesional, pero también humano, ¿cómo vivieron esta experiencia tan particular? ¿Qué sensaciones se percibían?
PV: Como decía, al principio tuve un poco de miedo por la incertidumbre respecto a la situación con la que nos íbamos a encontrar. Ya más organizados, en camino al barco y con el grupo, fue una oportunidad única de poder hacer algo diferente por el contexto y por esas personas, representando a nuestro país.
MC: La experiencia fue emocionante en varios aspectos. A pesar de la incertidumbre y los riesgos, confiábamos en nuestras habilidades y apoyo de los compañeros y autoridades. Las sensaciones eran una mezcla de riesgo y vulnerabilidad, con la satisfacción de lograr el desafío y la solidaridad.
¿Qué rol tuvieron en la asistencia a los pasajeros? ¿Cuáles eran sus mayores necesidades?
CC: Nos anunciamos en cada camarote, tanto de pasajeros como de tripulación. Nos presentamos, pues nuestras caras y cuerpos estaban cubiertos por los EPP. Una vez dentro la enfermera medía signos vitales —temperatura, saturación de oxígeno, frecuencia cardíaca y respiratoria, presión arterial— y un médico realizaba la anamnesis. Los signos vitales se anotaban en una tableta. De acuerdo a dicha evaluación se decidía si se trasladaba o quedaba la persona en el crucero. Nuestro rol fue médico, humanitario y de apoyo emocional. Se les brindaba la seguridad de asistencia desde tierra si así lo requerían, dejándoles un teléfono de contacto. Evacuamos sus dudas y empatizamos con su situación para generarles confianza y compañía que era lo que más necesitaban.
PV: Además de controlar algunos parámetros vitales, lo primero que les transmitíamos era que todo iba a estar bien, que Uruguay estaba bien y que los íbamos a recibir si era necesario.
MC: En resumen, debíamos realizar el diagnóstico de situación en infraestructura sanitaria del barco, evaluando las personas de riesgo, definiendo evacuaciones tanto en los pasajeros como en la tripulación, y transmitir que nuestro país tenía capacidad de asistencia en cuidados intensivos o moderados si era necesario, además de conectarlos con el seguimiento en tierra (telemedicina). Solo el contacto con los equipos, a pesar de ser a través del EPP, les generaba esperanza y tranquilidad.
¿Cómo se adaptaron para proporcionar atención médica adecuada mientras se minimizaba el riesgo de propagación del virus?
MC: La posibilidad de contar con la logística necesaria y los protocolos nos permitieron adaptarnos perfectamente a la situación, con un mínimo riesgo en general y de contagio en particular.
¿Qué lecciones aprendieron de esta experiencia en términos de preparación para emergencias y gestión de crisis de salud?
MC: El aprendizaje en esta situación fue un gran desafío. Estas experiencias siempre enseñan y permiten opciones de mejora. Aprendimos a priorizar la seguridad, minimizando riesgos y actuando de acuerdo a protocolos sanitarios, en una situación nueva y extrema. Resolvimos aspectos médicos y humanos, corriendo un riesgo minimizado. La gestión de emergencias y salud frente a crisis implica lo anterior con un mínimo de improvisación. De haber una nueva crisis, seguro lo haremos mejor.
¿De qué manera el Hospital Británico estuvo involucrado y apoyó durante esta operación de asistencia a los pasajeros del crucero?
MC: El involucramiento, compromiso y apoyo fue total y crucial. Al capital humano voluntario y desinteresado se sumó todo el soporte logístico sanitario para asegurar el éxito antes, durante y en los días subsiguientes. En el Hospital Británico tenemos la capacidad de llevar adelante una acción, evaluarla y mejorarla.
La actual ministra de Salud Pública Dra. Karina Rando quien estuvo al frente desde el MSP coordinando los equipos de salud agradeció en su cuenta de Twitter con motivo de los tres años del operativo en el Greg Mortimer: “Gracias al equipo de médicos y licenciados, al ministerio de Relaciones Exteriores y a todo el personal del ministerio de Salud Pública. Celebramos el apoyo de las instituciones y del pueblo Uruguayo!” expresó.
TE PUEDE INTERESAR: