El periodista George Almendras trabaja desde hace más de treinta años como cronista policial y ha seguido de cerca todo lo relacionado con el narcotráfico nacional y global. En diálogo con La Mañana dio a conocer su visión sobre el tema, en especial en referencia al grupo criminal brasileño Primer Comando Capital, uno de los grupos más poderosos de la región.
¿Cómo definiría al Primer Comando Capital (PCC)?
Es una de las organizaciones criminales más importantes de Brasil y de la región. Después de constituida, se expandió de forma bastante pronunciada a través de los vínculos dentro del hampa brasilera y el crimen organizado regional. Su origen tenemos que situarlo en un episodio que aconteció en Brasil, un famoso motín que hubo en 1992 en la cárcel de Carandiru. Los reclusos en respuesta a ese motín muy violento, que provocó 111 muertos, crearon un movimiento, criminal obviamente, inspirados en el deseo de justicia. Pero con el tiempo se transformó, como todos los grupos delictivos y de narcotráfico, en un aparato de mucha influencia criminal en Brasil y lamentablemente también en Uruguay, con vínculos ya no solamente con el narcotráfico local, sino también con los cárteles de América del Sur, con Paraguay básicamente. Y cruzó el océano y tiene vínculos con la ‘Ndrangheta italiana. Cuando hablamos de narcotráfico en la región y de estos grupos, no podemos obviar esta organización de Calabria, que hace parte de las cuatro mafias más importantes que hay en Italia en este momento.
¿Cómo es la actuación del PCC en Uruguay?
Mientras hablamos, el crimen organizado sigue fluyendo y sigue creciendo, fortaleciendo sus vínculos. La metamorfosis de estos grupos es constante, segundo a segundo. Lo que podemos describir del Primer Comando Capital en nuestro país es que tiene una alta injerencia, porque la frontera seca con Brasil lo permite. No tenemos que olvidar los contextos. Soy muy aferrado a una frase que no es metafórica: no debemos hablar del árbol que es el PCC y olvidarnos del bosque. En Uruguay hay una penetración descarada del narcotráfico, con la contaminación correspondiente, a pesar de que ciertos sectores del sistema político y de los medios de comunicación lo niegan. Hay una notoria injerencia y filtración en los sistemas de gobierno y en el sistema político.
¿Cuánto importa para estas organizaciones criminales la actividad del narcotráfico?
El crimen organizado tiene varias vitrinas. Está el narcotráfico, el contrabando, el tráfico de armas, la trata de blancas, entre otros. Pero el narcotráfico y el tráfico de armas es lo que deja mayores beneficios. Son los dos negocios más remuneradores y favorables para quienes, amparados en la ilegalidad y en la muerte, quieren obtener grandes e importantes ganancias. Es un problema en este momento no solo de Uruguay, sino también de Latinoamérica y del mundo. Las guerras que ahora estamos viendo en diferentes partes del mundo no son hechos aislados, detrás está el tráfico de armas. Mientras, Uruguay está seriamente involucrado con estas organizaciones criminales por razones coyunturales y de interés común. El crimen, sea vestido de PCC, de Comando Vermelho o de Sebastián Marset, constituye un sistema criminal integrado, junto con las organizaciones criminales más poderosas de Italia, que tienen una experiencia de doscientos años. Acá estamos hablando de un crimen organizado de veinte o treinta años.
¿El PCC tiene una estructura en Uruguay o funciona solo como proveedor de drogas?
Tiene una estructura, porque los grupos con ideología mafiosa se maneja con estructuras, códigos y reglamentaciones. Lo que pasa en nuestro país con la violencia que vemos a diario no es más ni menos que el reflejo de una estructura y de un aparato criminal descentralizado, pero que siempre responde a un patrón único. Esa es la metodología, la forma de visibilizarse o la punta del iceberg. Detrás de los baleados o quemados, que parece un grupo de jóvenes o narcos que pelean por el poder en el barrio para la venta de drogas, hay una estructura que responde a otra mayor. Esa estructura hace entrar toneladas de cocaína, que el ochenta o noventa por ciento se deriva para Europa, mediante un millón de influencias. En ese proceso dejan caer la droga necesaria para que dentro de esta ciudad exista el negocio del narcomenudeo. Este también es funcional, ya que las peleas por el narcomenudeo se transforman en indispensables, para que el sistema criminal a nivel mayor tenga una caja de resonancia y genere miedo, desestabilización y problemas de divergencias entre los partidos políticos. Entonces estos partidos se empiezan a señalar uno a otros. Se generan también situaciones de desestabilización institucional, hacia la administración pública, los gobernantes o las fuerzas de seguridad.
¿O sea que, según su criterio, la violencia por el narco menudeo tiene un fin en sí mismo, más allá del acto concreto?
Son funcionales que hacen parte de una ideología criminal integral. Cuando el negocio narco entra a tallar en los barrios donde hay consumidores, lamentablemente es porque hay otros problemas, que también involucran al Estado, como por ejemplo la falta de trabajo y de valores que lleva a un joven a ser sicario por cinco mil pesos. Esas muertes son la consecuencia de un problema mayor. No es ni más ni menos que el fiel reflejo de lo que está pasando a nivel nacional y a nivel institucional.
¿El PCC está actuando dentro de las cárceles uruguayas?
Nació dentro de la cárcel, por lo cual es uno de los escenarios más fáciles para reclutar y conseguir elementos de su misma ideología y de su misma violencia. Los van a conseguir donde lamentablemente el sistema criminal está de alguna forma protegido. Nuestras cárceles en Latinoamérica y también en Italia, lamentablemente, son escenarios y escuela para fortalecer vínculos de la ideología criminal con las fuerzas de seguridad. Eso es un mal endémico. Yo soy cronista policial hace más de treinta años y cuando entré a trabajar en crónica policial en los años setenta y ochenta, ya el sistema penitenciario estaba corrompido. Hoy se corrompió más. Entonces el crimen organizado tiene el escenario carcelario como algo propicio y también las bandas criminales operan desde las cárceles.
¿Qué opinión le merece lo acontecido con el narcotraficante Sebastián Marset y la entrega del pasaporte?
Ese caso muestra la metodología mafiosa que se ha puesto en práctica. No interesa quién es el culpable por la entrega del pasaporte, ya que la institución ha sido contaminada. Con el pasaporte se genera una desestabilización y una crisis institucional, por la cual cayeron dos ministros. Eso está visibilizando que todo lo que se relaciona con el narcotráfico está siempre vinculado al sistema de poder. Otro ejemplo es el caso del fiscal Marcelo Pecci de Paraguay, que fue asesinado en Colombia. La fiscalía dio a conocer que no se podía saber quién era el ideólogo de su asesinato. La madre de Pecci dice estar convencida de que la orden de asesinarlo salió de Paraguay y que estaba el ex presidente paraguayo Horacio Cartes involucrado.
¿Y cómo observa a Uruguay en todo este contexto del cual hablamos?
Uruguay se ha transformado en un país propicio para el narcotráfico internacional con todos los componentes: una hipocresía absoluta del sistema político y de la sociedad, que no se informa y vive pensando que estamos alejados del sistema del narcotráfico internacional. A mí me atacaron en un programa de televisión porque dije que el sistema político estaba contaminado. El tema narcotráfico es un tema de alta complejidad, seriedad y no es un tema banal. Es un tema que nos compromete a todos porque todos somos responsables. Y vamos a ser responsables si nos transformamos en Ecuador, en Rosario de Argentina o en Paraguay. Es un tema que tiene que exceder a las banderías políticas. Es hora de que se bajen los calzones partidarios, y se busque una solución entre todos, porque si no lo hacemos, seremos comida para el narcotráfico internacional.
TE PUEDE INTERESAR: