Francisco Romero nació en Montevideo hace 36 años. Hijo de padres docentes, siempre fue una persona curiosa y desde muy pequeño tuvo una gran fascinación por los automóviles. Tan es así que de niño ya sabía distinguir las marcas de los autos y cada vez que veía pasar uno, indicaba de cuál se trataba.
El primer auto de su padre del que tiene recuerdo es un Fusca, y uno de los primeros juguetes que tuvo –regalo de su tía– fue un Fusca de plástico. Desde temprana edad es fanático de “Cupido motorizado”, la película de Disney en la que un Fusca cobra vida y se convierte en un exitoso coche de carreras. Fue así que forjó un vínculo especial con ese emblemático modelo que sigue muy presente en su vida al día de hoy, según contó en una larga charla con La Mañana.
De chico ya sabía que quería ser mecánico; le encantaba observar y aprender cómo se arreglaban los vehículos. Después de terminar sexto de liceo (opción Ingeniería), hizo el curso de técnico mecánico en Talleres Don Bosco, donde incorporó conocimientos de electricidad automotriz. Además, realizó la tecnicatura en Autotrónica en la UTU, enfocada en electrónica automotriz.
En Uruguay no existe una formación oficial de conversión y reparación de vehículos eléctricos, si bien hay particulares que brindan cursos del tema. Por ello, en su proceso de aprendizaje fue esencial su experiencia como autodidacta para poder dedicarse a esa tarea.
En paralelo, Francisco es músico: canta e imita a otros cantantes, lo que logró gracias a que es muy curioso y observador, comentó. Incluso ha participado en el Concurso de Carnaval y en el programa de televisión Got Talent Uruguay, que recuerda como una linda experiencia. Hoy, además de su trabajo como mecánico, imparte talleres de música en dos colegios.
Pero, ¿cómo fue que terminó haciendo un Fusca eléctrico? “Yo siempre decía, medio en chiste, que me gustaban mucho las cosas que ya no se usaban. Una era el Rock and Roll y la otra, los motores de combustión interna, o sea, las cosas que iban quedando como en desuso. Entonces estaba buscando una alternativa, y un día, hace ya algunos años, le dije a un amigo: ‘voy a hacer un auto eléctrico’”, relató.
A partir de ahí, comenzó a buscar información. Sabía que no estaba inventando nada, porque había gente en el mundo que ya lo hacía, pero en Uruguay no había tantos avances en materia de movilidad eléctrica. Finalmente encontró una persona que lo puso en contacto con un proveedor de piezas en China y adquirió lo que necesitaba.
Luego vino un arduo proceso que desarrolló “a pulmón”, que implicó investigar, diagramar el proyecto y ponerlo en práctica, con sus propios recursos. Para esto precisaba un auto liviano, que tuviera repuestos en plaza y que fueran económicos. Quería un automóvil sencillo, pero icónico; estaba en duda entre la Mehari, el Chevette y el Fusca, y se decidió por aquel modelo clásico que lo había cautivado desde la infancia.
Un día apareció un Fusca a la venta que estaba “todo reventado, muy barato y bien de papeles”, y lo más importante, “entero de carrocería y frenos”. Cuando lo fue a buscar, “parecía un boxeador al que le habían roto la nariz, porque estaba todo chocado”, y así fue que lo nombró “Ñato”. Su cuñado, Rafael Alfonzo, al que considera su equipo de trabajo, se encargó de la restauración de chapa y pintura.
En ese sentido, Francisco destacó la experiencia de haber hecho este proyecto con un coche reciclado, pues le pudo dar utilidad a un objeto que ya se había dado por perdido. A su vez, la conversión que hizo del auto, que era de combustión, a eléctrico, tuvo un enfoque ambientalista.
Un vehículo de uso diario
El Fusca fue convertido en 2018 y ya lleva dos años de funcionamiento en Montevideo. Inclusive, es el vehículo que comparten él y su esposa para uso cotidiano. El hecho de que sea eléctrico hace que deba planear el día de manera diferente, puesto que es fundamental conocer los puntos de carga de UTE situados en la capital y planificar la rutina para no quedarse sin batería. También lo puede cargar en la red de energía de su casa.
La autonomía del automóvil es de 60 kilómetros, pero con posibilidades de incrementarse, y las piezas utilizadas en la conversión son de baja potencia. Significa que puede desenvolverse bien en la ciudad, pero para la ruta se requeriría un motor más grande. Igualmente, ha viajado a Ciudad de la Costa. El costo de la carga se estima entre 1,5 y 2 pesos el kilómetro, lo que se equipara bastante al consumo de una moto que da 30 kilómetros por litro.
El próximo paso es aumentar la autonomía a 100 kilómetros y cambiar las baterías, que son de ciclo profundo, por unas de litio. El proyecto demandaría unos 15.000 dólares. Sin embargo, la expectativa de su creador es poder llegar, a futuro, a los 300 kilómetros, aunque admite que los recursos que se precisarían representan un obstáculo. En ese caso, solamente las baterías superarían ampliamente los 15.000 dólares y haría falta el presupuesto para todo el resto de la obra.
Un auto que llama la atención
Cuando las personas ven al “Ñato” en la calle, por lo general, la reacción es de sorpresa: se acercan, le sacan fotos y hasta lo etiquetan en Instagram y Facebook, porque en la ventana tiene un pequeño autoadhesivo con su nombre de usuario de las redes sociales (@fusca_electrico_uy).
También le hacen preguntas a su dueño con respecto al funcionamiento, las ventajas y los costos, entre otras cosas. “Hay mucha gente que consulta porque quiere sacarse de arriba los dolores de cabeza de algún motor a combustión viejo, o que le tiene cariño a su auto, que es antiguo, y lo quiere actualizar al siglo XXI”, dijo el entrevistado.
A la hora de diseñar un proyecto de ese tipo, lo primero que hay que saber es qué autonomía pretende alcanzar el conductor, qué uso le va a dar y cuál es el límite de su presupuesto. Una vez que esos factores logran congeniarse, se puede hacer la conversión.
El combate a la contaminación ambiental
Una de las desventajas de los autos eléctricos, explicó Francisco, es que no son para imprevistos. “Si mañana necesito ir a Rivera, por ejemplo, tengo que asegurarme de que esté cargado, y cuando esté allá lo tengo que cargar de vuelta. Por eso la dinámica del uso del vehículo es diferente; tenés que estar pendiente de tenerlo siempre con carga”, aclaró. No obstante, señaló que el área de movilidad eléctrica de UTE está trabajando para mejorar la red de carga e instalar más cargadores rápidos.
En la misma línea, subrayó la importancia de que haya más automóviles amigables con el medio ambiente, de modo de reducir las emisiones de dióxido de carbono, la generación de combustibles y la contaminación sonora.
De todas formas, como las baterías de litio dejan una huella en el ecosistema porque requieren de extracciones de minerales, entiende que la solución más definitiva a los problemas de contaminación son los autos eléctricos a hidrógeno. “Todo esto lleva un proceso y es sustancial ir dando pasos para ir acompasando una realidad mundial”, afirmó.
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