“Matar al enfermo no es ético ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente, en cambio, sí lo es la sedación paliativa”, dijo la Conferencia Episcopal Uruguaya en un documento sobre el tema.
Al comenzar la nueva legislatura, el Parlamento volvió a colocar en el debate el proyecto de ley que regular la eutanasia en Uruguay, tema ya discutido pero sin que se aprobara en el período legislativo pasado. Este año el Frente Amplo volvió a introducir el tema con el apoyo de parte del Partido Colorado.
La Conferencia Episcopal Uruguaya (CEU), o sea la asamblea permanente de obispos de Uruguay, se reunió el viernes 4 de abril en Florida y elaboró el documento “Afrontar con amor el final de la vida. Aporte al debate y reflexión pública sobre la eutanasia”.
El texto se introduce en la discusión con una mirada que busca profundizar en la dignidad humana y de cómo una legislación como la propuesta la menoscaba.
Señala que la vida “es un don que trasciende la mera existencia física”, y que es “el fundamento, la condición necesaria para adquirir todos los bienes, la fuente que posibilita toda actividad humana y toda convivencia social”. Esa vida “bella e irrepetible” es “acompañada” por “diversos sufrimientos, y la muerte”.
“Valoramos enormemente la forma de accionar de la medicina paliativa”, continúan los obispos. “La sedación paliativa es una indicación médica científica y éticamente correcta, que se plantea cuando los pacientes padecen síntomas no controlables que les provocan un sufrimiento intenso”.
Se entiende por “sedación paliativa” el acto de “disminución deliberada del nivel de conciencia del enfermo mediante la administración de fármacos apropiados, por vía y en dosis adecuadas”.
Un elemento “fundamental” de la dignidad de las personas es la “autonomía responsable”, pero “basar la dignidad de la persona únicamente sobre su autonomía constituye una visión antropológica reducida”.
Provocar la muerte de una persona constituye un homicidio
Asimismo, la Iglesia señala que “no es éticamente aceptable la obstinación terapéutica que consiste en la instauración de medidas de tratamiento no indicadas, ineficientes, desproporcionadas o extraordinarias con el fin de querer prolongar la vida del paciente a toda costa”; el Derecho ya estipula “la posibilidad de que una persona decida no recibir tratamiento médico ante una enfermedad terminal”.
“Tampoco es éticamente aceptable causar la muerte de un enfermo” y como lo “establece la Asociación Médica Mundial y el Código de Ética Médica, la eutanasia activa es contraria a la ética de la profesión”.
“El médico nunca debería ser partícipe de una conducta que cause activamente la muerte a otro ser humano. Matar al enfermo no es ético ni siquiera para evitarle el dolor y el sufrimiento, aunque él lo pida expresamente, en cambio, sí lo es la sedación paliativa”.
Provocar la muerte de una persona -define categóricamente la CEU-, “en última instancia, esa acción constituye un homicidio llevado a cabo en contexto clínico”.
Consecuencias negativas de la eutanasia
La CEU entiende que la sociedad “necesita apoyar las leyes que prevengan y desestimulen cualquier género de eutanasia”. La legislación que favorece la eutanasia implica, jurídicamente, “cambiar el valor fundamental de la vida humana y su carácter de ser un derecho humano básico que no se puede disponer, ni renunciar. Esto es contrario a la Constitución y a los instrumentos internacionales de Derechos Humanos”. Transitar por la legalización “induce a error” y “abre la puerta a una cadena de violaciones de la dignidad de la persona humana”.
El proyecto de ley en discusión se refiere a la eutanasia como muerte digna o natural, pero “en la realidad” es una “acción opuesta a la primera exigencia de la dignidad moral, que es valorar la vida”.
Otros países ya han legalizado la eutanasia, ante eso, la Iglesia Católica advierte que la experiencia internacional “demuestra que, una vez establecida la discriminación legal” entre los tipos de vida, se comienza a generar “formas indirectas de presión hacia el paciente” cuya calidad de vida presenta grave y progresivo deterioro, por lo cual “se les ofrece matarlos”.
También “refuerzan el miedo y el estigma hacia la muerte natural, dejan entrever que el sistema de salud no está preparado y entran en contradicción con las políticas de prevención del suicidio, tema sumamente preocupante” Uruguay.
“Cada vez son más las vidas que se consideran sin valor, ‘eutanasiables’, en un efecto de pendiente resbaladiza”.
La Conferencia Episcopal finaliza reflexionando sobre la “dimensión esencial” de la vida humana. “En las enfermedades graves y más aún cuando se acerca la muerte”, las personas se sienten “especialmente necesitadas y deseosas de múltiples apoyos, así como de asistencia religiosa”, una reacción “coherente con la naturaleza espiritual del ser humano”. En ese escenario, la Iglesia Católica se sabe “capaz de llenar de fe, esperanza y amor las situaciones más complejas y, en muchas ocasiones, dolorosas de la existencia humana”.