Todavía cuesta asegurar con datos científicos sólidos cuándo será el “día después” de la pandemia de COVID-19. La propia expresión “cuarentena”, tan popularizada, no refleja la realidad ya que se utiliza para un aislamiento preventivo que no dura 40 días, no tiene fecha de término y no puede decirse que cuando finalice la persona sea inmune al contagio. Esta es la realidad que muchos países del mundo están viviendo hoy, entre ellos, Uruguay.
Las circunstancias actuales han puesto en jaque a gran parte de la población. Están lo que decidieron autoaislarse -ya sea por protección propia o en solidaridad con el resto- y están quienes se han visto obligados a continuar saliendo de sus hogares y exponerse a espacios compartidos. Lo cierto es que nadie puede afirmar certeramente cuándo la vida de la población retomará su ritmo habitual. Es en ese contexto en el que los trabajadores de la salud mental han visto incrementadas sus consultas sobre cómo sobrellevar una situación que desbordó a muchas familias en muy pocos días.
No se trata de un hecho únicamente personal, sino que además, como sociedad en conjunto, trae y traerá consecuencias. Es por esto que desde La Mañana se dialogó con dos especialistas: Mayeve Araújo, psicóloga, doctora en psicología, psicoterapeuta cognitivo-comportamental y EMDR y, por otra parte, con Luis Eduardo Morás, doctor en sociología. Ambos brindaron su visión del “aquí y ahora”, desde el lado de cada persona, y desde una perspectiva social, respectivamente.
La entrevistada valoró como positivo el hecho de que en Uruguay no tenemos un aislamiento social obligatorio, sino voluntario, ya que eso juega de manera muy distinta en cuanto a las consecuencias en las personas.
“Es cierto que el aislamiento social es un disparador para las personas con ansiedad o con depresión, pero esto depende también del tipo de cuarentena. La obligatoria cambia en cuanto a las consecuencias psicológicas de las personas, porque en este caso el aislamiento es impuesto, ese tipo de cuarentena produce un mayor impacto emocional porque implica la privación de la libertad, es decir que se pierde el derecho de elegir”, describió Araújo.
En las cuarentenas autoimpuestas, las personas pueden elegir no salir de su casa porque tienen desconfianza o miedo de contagiarse. Esto, a su vez, impide el acceso a la compañía del otro, pero se incrementa bienestar subjetivo, explicó la psicóloga. Por otro lado están las personas que se lo autoimponen por altruismo: una acción que se pone en marcha para beneficiar al otro, por solidaridad, por empatía, “y cuando uno hace eso para cuidar al otro, termina experimentando más emociones positivas que negativas”, resaltó.
Las recomendaciones que brinda la psicóloga en ese sentido es tratar, en la medida de lo posible, de mantener las rutinas, hacer cosas que tienen que ver con lo que hacíamos a diario.
La solidaridad, entonces, es uno de los factores que más emociones positivas genera, personal y socialmente. En ese sentido, Morás sostuvo que dentro de las pocas certezas existentes hoy se encuentra la importancia de la solidaridad y el compromiso colectivo para superar las dificultades que presentan los grupos más excluidos en sintonía con una profundización de la intervención estatal para brindar coberturas y prestaciones. “La mejor expresión de esto son las ollas populares en los barrios más carenciados, por ejemplo”.
En este sentido, cree que existe un creciente consenso acerca de que la única manera de salir de la crisis es estando “todos juntos” en el esfuerzo, “y esto representa un fuerte desafío a las corrientes de pensamiento que enfatizan el rol del mercado y el individualismo como los principales instrumentos generadores del bienestar”, aseguró Morás.
Por otra parte, analizó que es posible que la consolidación de lecturas que recuperan el espacio de lo comunitario y la solidaridad como herramientas imprescindibles ante las crisis graves, “tenga impactos sociales, culturales y políticos a futuro, fortaleciendo caminos que pueden ir tanto hacia una profundización de los espacios democratizadores, como hacia derivas de corte paternalista autoritario”.
La importancia de validar los sentimientos
A veces se dice que el confinamiento es una oportunidad de hacer algo positivo y creativo con el tiempo que tenemos, y Araújo entiende que esto puede ser una estrategia, pero que también hay que tener cuidado de no caer en la invalidación de lo que siente la persona aislada. “Si alguien está sufriendo por estar solo, aburrido o triste y otra persona le dice que haga algo positivo con eso, puede interpretarse como que sentirse mal no es válido”, indicó.
Morás, por otro lado, expresó que todavía no tenemos elementos para evaluar el profundo impacto psicológico y emocional que el aislamiento prolongado está comenzando a producir. “En los próximos meses y con el lento retorno a las actividades se generará un nuevo dilema personal y familiar: asumir o no los riesgos de salir del aislamiento para la prevención y el control de otros problemas de salud o cuidarse del eventual contagio, prolongando el aislamiento”.
Esto significa, para él, realizar un difícil cálculo de probabilidades, evaluando los costos de ser contagiado por el virus o el de ver afectada la salud por problemas arteriales, coronarios, derivados del sedentarismo o la falta de control y seguimiento, entre otros problemas emergentes. “Estas serán decisiones personales y familiares difíciles de tomar (no solo humanamente sino también técnicamente ya que cómo calcular probabilidades de alternativas inciertas); sumando estrés y malestar psicológico a la situación de aislamiento”.
Por su parte, las recomendaciones que brinda la psicóloga en ese sentido es tratar, en la medida de lo posible, de mantener las rutinas, hacer cosas que tienen que ver con lo que hacíamos a diario. “La rutina cambió drásticamente, pero hay ciertas cosas que podemos hacer. Es importante que no nos dejemos estar, de manera de señalar que el día sigue con una pauta de conducta. Mantener las horas de sueño y tratar de comer lo mejor posible. También tener un plan de actividades placenteras”.
El día después
En opinión del sociólogo, el fin de la pandemia solo puede asegurarla una vacuna. Lo cierto es que hoy no se tiene una fecha para la invención de la misma. Indicó que si se prolonga demasiado la cura, a la incertidumbre del virus se le sumarán los problemas de salud asociados a una falta de seguimiento y apoyo adecuado de otras patologías, la pérdida de puestos de trabajo formal e informal -que ya está ocurriendo-, la desafiliación educativa por carecer de medios o conectividad, entre otras situaciones negativas.
Pero no solo Morás es quien sostiene esta idea, sino que muchas veces es lo que cada persona individualmente ve como posible escenario. No saber cuándo va a terminar la crisis ni saber controlarla, genera ansiedad. Este hecho de aislamiento e incertidumbre Araújo lo describe como una situación potencialmente traumática. “Se le está teniendo miedo a algo previsible y es razonable, pero para quienes experimentan mucha ansiedad, es un estado de miedo crónico y persistente. Incluso se catastrofiza y se quiere anticipar las cosas”, dijo.
Lo que recomienda la especialista es tratar de identificar lo que se está sintiendo, validar y captar las emociones, saber que el sentimiento es natural y esperado para la situación. Indicó que lo ideal para disminuir el sufrimiento sería tratar de vivir un día por vez, tener una actitud compasiva con uno mismo (no dejar que la autocrítica aflore), y buscar ayuda de un profesional de la salud mental. “Es fundamental el último punto si vemos que estamos excedidos de nuestra tolerancia emocional”, aseguró.
En ese sentido, la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) habilitó la línea 0800 1920 para la atención psicológica gratuita, también se abrieron las consultas del público de la Sociedad Uruguaya de Análisis de la Modificación de la Conducta (Suamoc), ambos para población en general. Por otra parte, EMDR Uruguay, conformada por profesionales también, ofrece apoyo a trabajadores de la salud específicamente.