En Uruguay, la industria del calzado arrastra grandes desafíos. Hoy enfrenta una profunda crisis, con una pérdida significativa de empresas y por ende de empleos. La competencia de productos importados, la falta de una política industrial y los altos costos de producción han sido factores determinantes en esta realidad, de acuerdo con el presidente de la Cámara de la Industria del Calzado, Alejandro Biasiolli, quien dialogó con La Mañana al respecto.
¿Cuáles son los cometidos de la cámara y a cuántos negocios nuclea?
Un 25 de octubre de 1952, nuestros fundadores asumieron la responsabilidad de seguir trabajando desde el esfuerzo colectivo en aras de estrechar los vínculos de compañerismo entre todos y cada uno de los integrantes de la industria del calzado. Desde entonces, estamos convencidos del valioso aporte que cada una de nuestras unidades productivas evidencia en la construcción de una sociedad más humana, justa y esperanzadora. Por lo que, durante casi 72 años, hemos defendido a ultranza el mantenimiento de cada una de ellas, sin importar el nivel de desarrollo en el que se encuentre. Antes fuimos muchos, la realidad nos fue diezmando. Hoy somos 25 industrias nucleadas, pero convencidas de que seguiremos acompañando hasta que la última deje de producir, porque está en nuestra esencia la defensa del trabajo, la generación de empleo y la distribución de riqueza en el territorio nacional. Ello ha sido y seguirá siendo un gran desvelo, en beneficio del país y del gremio en general.
¿Cómo describiría la situación actual de la industria del calzado?
La industria se encuentra atravesando uno de sus peores momentos: una crisis profunda en la que año a año se profundiza la brecha entre los fabricantes y la dinámica del mercado. Hay indicadores que son ilustrativos. En los 19 años previos a 1997, la cantidad de unidades empresariales logró mantenerse en el orden de las 264. Desde allí se ha perdido un 66% y prácticamente ha desaparecido la gran y mediana empresa.
No nos caracterizamos por ser fatalistas, por el contrario; pero, parafraseando, esto nos recuerda la novela de Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada. Hay un personaje colectivo que es el pueblo, que conoce de manera anticipada la muerte de Santiago y no hace nada por evitarla.
¿Cuáles son los principales problemas que enfrenta hoy el sector?
El sector calzado carece de una política industrial a nivel nacional. Desde hace mucho estamos con un problema serio de competitividad que promueve día a día menores niveles de producción y que alimenta un circuito caracterizado por pérdida de mano de obra especializada, dificultad expresa para renovación de puestos básicos, escasez de proveeduría básica de materiales, posibilidades mínimas de renovación tecnológica y altísimos costos. La inconstante productividad, producto de una demanda intermitente y amenazada por una competencia feroz y por momentos desleal, reivindica el encomiable esfuerzo que hacen nuestros empresarios por mantener vivas sus realidades productivas.
¿Cómo ha impactado la competencia de productos importados en la industria local?
Ha sido otro de los grandes factores que ha contribuido a que la industria nacional fuera destrozada. En las últimas décadas no solo hemos estado permanentemente expuestos a la toma de mercado por producciones chinas, vietnamitas, indonesias, que proveen el 72% de la cantidad de pares que Uruguay importa a valores irrisorios de ingreso. El valor promedio de los casi 11 millones de pares que ingresaron en el 2023 es de US$ 10,2, cifra que aumentó considerablemente a partir de la pandemia en 2020. ¿Se imagina producir cualquier tipo de calzado en Uruguay a esos valores? Además, estamos a merced de las filtraciones oportunas de los países de la región. Por ejemplo, Brasil ha tomado una seria ventaja visto el estancamiento de nuestro tipo de cambio, agregado a una devaluación interna de su moneda, al tiempo que nuestros costos internos aumentan en dólares. Entre Brasil y Argentina proveen el 22% en términos de cantidad de pares, mientras que emergen mercados como el colombiano, que vienen ocupando un gran porcentaje de los productos de moda, tomando casi la totalidad de las mejores boutiques de plaza.
Está claro, hace décadas, que cualquier polo productivo puede insertarse en nuestro mercado a mejores precios. Se pretende que nuestra industria compita en condiciones totalmente desiguales con países productores con niveles de remuneración, prácticas laborales y beneficios muy menores a los nuestros. Países que tienen costos de combustibles, energía y cargas impositivas también menores. Los productos fabricados en esos países entran en algunos casos con arancel cero debido a los acuerdos comerciales y en otros casos sin más control de precios que el valor de la factura, sin que tengamos ningún tipo de compensación frente a las asimetrías mencionadas. Brasil, Argentina, Perú, tienen medidas antidumping aplicables. ¿Qué más hay que demostrar?
Ojalá no nos olvidemos de que cualquier nuevo acuerdo comercial que no contemple que el sector calzado esté dentro de la lista de excepciones sería la partida de defunción del sector.
Dada esa situación que describe, ¿cuál es la realidad del empleo en esta actividad?
Si se pierden empresas, se pierden puestos de trabajo. En nuestros mejores momentos, ocupábamos en el orden de 10.000 trabajadores. Según el INE, en 2016 la industria del calzado habría ocupado alrededor de 1500 personas. A la fecha ha perdido un 67% de esa masa de trabajadores.
Decenas de trabajadores sufren sistemáticamente las bajas temporadas con seguros de desempleo, desmotivando gradualmente su dedicación al oficio. Creemos que es posible adecuar el instrumento disponible de seguro de paro, flexibilizando su aplicación a los ciclos productivos que está teniendo el sector. No se trata de más seguro de paro, sino de una adecuación de norma para que torne en un estímulo a que las empresas puedan tomar mano de obra. Al ser una industria con alto nivel de ocupación, cualquier aseguramiento de posibilidades genera inmediatamente la creación de puestos de trabajo. El empleo en esta actividad es una variable crítica que aumenta el riesgo de extinción.
¿Cuáles son los mayores desafíos en la producción y la comercialización de calzado?
Tener visibilidad como sector. Lograr un espacio de mercado que nos permita planificar la producción es imprescindible. No se puede establecer ninguna planificación industrial sin tener un piso de mercado según el cual proyectar las compras de insumos, amortizar la inversión en nuevos desarrollos, tomar nuevos trabajadores, retroalimentar el circuito.
Hoy estamos frente al régimen de encomiendas postales internacionales que busca la facilitación del comercio y que ha venido creciendo, incluso estamos en cifras récord. Cada uruguayo puede hacer hasta tres compras anuales por un valor de US$ 200 sin pagar ni siquiera el IVA que, por sí solo, es casi la cuarta parte del valor del producto, accediendo a calzados fabricados en cualquier parte del mundo, con cualquier régimen laboral, sin pagar ningún recargo ni impuesto. En tanto, la industria nacional para fabricar ese mismo producto al importar los componentes tiene que pagar recargos, adelanto de IRAE, IVA y adelanto de IVA.
Ello genera alteraciones sustantivas en las condiciones de competencia para los sectores de producción nacionales, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Por qué no se permite a los fabricantes nacionales la misma posibilidad de hacer hasta tres ventas anuales por el mismo valor sin que el consumidor tenga que pagar IVA? ¿No sería eso igualdad de condiciones para la industria nacional?
Creemos firmemente que lo que hacemos lo hacemos bien, que nuestro sector puede mejorar sensiblemente con dos o tres puntos. Tenemos el convencimiento de que, si somos tomados en cuenta, podemos replantearnos al sector como la joyita escondida de la industria. Requerimos de oxígeno para replantearnos la existencia de nuestro sector desde otra perspectiva. De lo contrario, cuando eso suceda, será muy tarde.
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