La violencia en los centros de enseñanza constituye uno de los fenómenos más extendidos de los últimos años. Hace 10 años, en 2014, los temores de quienes concurrían a los centros de educación secundaria eran bastante diferentes a los actuales.
En noviembre de ese año, en la revista Ciencias Psicológicas (volumen 8, número 2) se publicaba un estudio realizado por Daniela Baridón Chauvie, de la Universidad Internacional de La Rioja (España), y Gema Martín Seoane, de la Universidad Complutense de Madrid. Se plantean allí los resultados de un estudio sobre la violencia escolar en centros de educación media de una ciudad del interior de Uruguay. Se presentaba la percepción de 775 estudiantes de ambos sexos, de entre 12 y 19 años, de dos liceos y una escuela técnica de nivel secundario.
Baridón y Martín Seoane señalaron que se estudió Uruguay ya que habrían confluido varias situaciones. “Por una parte, los medios de comunicación evidenciaron diversas situaciones de violencia (vandalismo en muchos casos) que generaron alarma en la sociedad. Por otra, la comunidad educativa fue tomando contacto con esta problemática estudiada en otros contextos, y ambos hechos se sumaron al interés de gran parte del profesorado e investigadores dedicados a la educación por conocer lo que ocurre con las dinámicas de convivencia en los centros y cómo mejorar la calidad de vida en el espacio educativo”, señalaban. El problema central de los centros de estudios hace una década era el vandalismo. Y los resultados de esa encuesta eran los siguientes. En los casos de situaciones vividas como víctima de violencia escolar, las respuestas de los alumnos evidenciaron que en las frecuencias de “a veces”, “a menudo” o “muchas veces” (reunidas), las situaciones de mayor ocurrencia eran las referentes a exclusión social y agresión verbal con situaciones como, “hablan mal de mí” (42,8%), “me llaman por sobrenombres” (40,09%), “me insultan” (37,2%) y “me ignoran” (36,6%).
Otras formas de exclusión como, “me rechazan” (20,2%) o “me impiden participar” (24,9%) aparecen en porcentajes altos, mayores al 20%. Las formas de violencia de gravedad media, entendidas como agresión física indirecta presentaban hace 10 años los siguientes porcentajes: “me esconden cosas” (36,3%), “me roban cosas” (16,9%) y “me rompen cosas” (16,7%). Los porcentajes más bajos fueron hallados en las formas de violencia escolar de mayor gravedad: “me amenazan con armas” (2,5%) y “me obligan con amenazas a situaciones de carácter sexual” (2,7%).
Y hay otro detalle: el máximo de ocurrencia se presenta en primer año y desciende paulatinamente hacia sexto año, o sea, disminuía la violencia, en vez de aumentar, con el pasaje de grados.
El peligro de ir al baño
Si se compara con la actualidad hay casi un abismo. En el último reporte del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed) sobre este tema se observaron cambios preocupantes. En el informe Aristas Media 2022 sobre los cambios ocurridos con relación a 2018 en las percepciones de la comunidad educativa con respecto a la seguridad, la violencia barrial y los factores protectores del clima escolar. Para el Ineed “se confirma que la percepción de seguridad de los estudiantes depende del contexto socioeconómico del centro educativo y el estatus socioeconómico de cada familia, del clima de aula, de la percepción del director del centro sobre la violencia en el barrio, de la apertura hacia la diversidad en el centro educativo y del género de los estudiantes”.
La percepción de inseguridad dentro de los liceos ha crecido de manera alarmante en pocos años. La encuesta Aristas de 2022, y difundida entre 2023 y este año, tomó como referencia otra de 2018. En la esta se preguntó a los estudiantes cuáles eran los lugares más peligrosos de los centros de estudio. En el caso del salón de clases en 2018 era 9,3%, y en 2022, 12,1%. El patio pasó de 9,4% a 13,9%, los pasillos de 8,1% a 12,4% y los baños se han tornado en el lugar más peligroso: de 19,8% en 2018, se elevó a 24,2%. La encuesta no ahonda en los porqués.
La Mañana consultó a adolescentes que concurren a liceos de contexto crítico, principalmente de Montevideo y ciudades como La Paz y Progreso. Todos los relatos coincidieron. Por ejemplo, Richard (nombre ficticio) de 17 años y en cuarto año nos relata: “Ir al baño en el recreo es bravo y durante la clase capaz que es menos peligroso. Es que ahí se hacen las transas con drogas, entonces en los recreos son como zonas ocupadas. Si llegás a entrar y vez algo tenés que hacer como que no vistes nada, ya que sabemos que te esperan a la salida y te hacen alguna advertencia. Por eso es mejor no ir en el recreo. Durante las clases pedís para salir y es más tranqui, aunque también podés llegar a ver algo que no tenés que ver”.
Otro testimonio también hace referencia a las armas. “Algunos entran con navajas o hasta ‘calzados’ [armados] o con piñas americanas. Son los que venden drogas”, dice Mario (nombre ficticio) de 16 años y que está en tercero.
Para los más pequeños la situación dentro de los liceos puede pasar por ejemplo por que les roben la merienda o les hagan bullying. En las zonas de contexto crítico, generalmente los padres buscan que los hermanos mayores estén en los mismos turnos que los menores, para que de esa manera sean una especie de “protectores”.
Volviendo a la encuesta del Ineed, se señala que “la sensación de inseguridad en los baños del centro aumenta en todos los contextos socioeconómicos y culturales. Las percepciones de los estudiantes de formación profesional básica son las más preocupantes, ya que entre un 20% y un 36% de ellos, dependiendo de la situación, dice sentirse poco o nada seguro en alguno de estos espacios”.
En las afueras también hay peligro
El informe también revela que “casi un 25% declara sentirse nada seguro o poco seguro en el camino entre el liceo o la escuela técnica y sus hogares, así como en la manzana, cuadra o puerta del centro”.
Las inmediaciones de los liceos también se han convertido en lugares peligrosos. Es que “se cobran algunas cosas que pasan adentro” o también hay “banditas” de quienes no son estudiantes, pero los esperan a estos afuera ya sea para robarlos, amenazarlos o porque son conocidos del barrio y surgió algún problema.
Quizás un reflejo de lo que ocurre se vio con un paro realizado hace unos días por parte de profesores del Liceo 9 de Colón. La Asociación de Docentes de Educación Secundaria (Ades) Montevideo decidió tomar la medida de ocupación y paro “por los reiterados hechos de violencia dentro y fuera del liceo, que ponen en peligro la integridad de las/os estudiantes y las/os trabajadores”. Camila Menchaca, dirigente de ADES señaló a Telemundo (Canal 12) que se habían presentado “denuncias bastante graves que tienen que ver con, por ejemplo, el ingreso de armas blancas, armas de fuego, con situaciones que se han dado afuera y dentro del liceo”. Y explicaba que ese liceo “está pegado al Liceo 62, y entre ambos centros hay un trasiego de estudiantes que no siempre tienen las mejores intenciones a la hora de ingresar. También hay conflictos con la UTU de la zona, donde también se han identificado piñas americanas. Nos preocupa”.
Reforzar la seguridad
La ANEP y el Ministerio del Interior han decidido reforzar la seguridad en los centros y en torno a ellos. La idea es colocar cámaras de seguridad, ya que existe un importante vandalismo con robos que van desde implementos de Educación Física hasta el aire acondicionado. Pero no se plantea el instalar cámaras en las aulas ni en otras zonas de los liceos que no sea aquellas que enfoquen hacia el exterior para ver quién ingresa o quién sale. En la propia ANEP se reconoce que pueden estar ingresando estudiantes armados. El integrante del equipo de seguridad de Cabildo Abierto Antonio Romanelli había indicado a La Mañana que dentro del programa de gobierno que se está manejando en materia de seguridad está la idea de crear una unidad especial de vigilancia dedicada a centros educativos públicos y sus adyacencias. Se entiende que lo ideal, por ejemplo, sería que existiesen detectores de metales en los ingresos de las instituciones de secundaria, como liceos o dependencias de UTU. También la colocación de cámaras en corredores de las instituciones.
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