Creció en un asentamiento que tenía muchas carencias y desde muy chico debió trabajar para ayudar a su familia. Por el impulso de sus padres, que no tuvieron la posibilidad de estudiar, terminó el liceo, una carrera universitaria y varios posgrados. Sabía que de esa forma podría salir adelante. También dedicaba tiempo a la militancia social en el barrio y a la política, actividad a la que finalmente se abocó por completo, por considerarla su verdadera vocación. Hoy lidera la Dirección Nacional de Energía, donde persigue el objetivo de lograr mayor eficiencia y transparencia en la materia, según dijo entrevistado por La Mañana.
¿Cómo fue su niñez?
Nací en Maroñas y a los cuatro años nos mudamos para el asentamiento Maracaná a la casa de mis abuelos. En esa época era todo campo y había solo cuatro o cinco casas. Eran campos del Ministerio de Ganadería, y luego, cuando empecé a hacer trabajo social en el barrio, que formamos una comisión de vecinos, comenzamos a movernos bastante para la regularización del asentamiento y logramos que los predios pasaran al Ministerio de Vivienda. Eso se transformó en una gran ciudad, empezó a llegar más gente, había conflictos sociales. El último censo que se hizo en el barrio indicaba que había unas 14.000-15.000 personas, un volumen muy importante. Mis viejos siguen viviendo ahí y yo voy todas las semanas.
¿Cuáles eran las mayores dificultades?
No había calles, luz ni agua. En la casa de mi tía había un pozo y sacábamos el agua de ahí. Después fue avanzando todo, vino la luz, vino el agua, todo por impulso de los vecinos organizados, haciendo gestiones en OSE, en UTE. Más tarde vino el teléfono también, había una sola línea telefónica para el barrio.
¿Qué hacían sus padres?
Mi padre era peón en Coca-Cola y tenía un quiosco en Maroñas, en su casa anterior. Eran tiempos complicados. Nos fuimos al asentamiento y trabajó en varios lugares, entre ellos, en una curtiembre. Mi madre trabajó en un quiosco en Paso de la Arena y como empleada doméstica.
¿Es hijo único?
Hijo único, sí, con privaciones. Muchas veces se dice eso de que al hijo único le hacen todos los gustos, no era el caso. Igual tengo muchos primos y nos criamos juntos en el barrio.
¿Cómo fue su educación?
Fui a la escuela pública, a la UTU y liceo público. Mis padres siempre me inculcaron el valor de la educación, me hacían mucho hincapié en que estudiara y me pagaban un curso de inglés; también me mandaban a computación, en una época en la que eso era todo incipiente. Ellos no pudieron terminar el ciclo básico.
¿Cómo nació su interés por la ciencia política?
Cuando terminé el liceo ya tenía vocación por la política, mis papás militaban y fue una época muy efervescente la salida de la dictadura. Yo era muy chiquito, tenía seis años en la elección del 84, pero la viví muy de cerca. Cuando me recibí de bachiller, mi viejo quería que fuera abogado. Me gusta el derecho, pero soy muy aficionado. Descubrí la licenciatura en Ciencia Política y pensé que me podría interesar y darme herramientas para tener una noción teórica de lo que quería hacer. Es una facultad bastante particular, los que no han ido dicen que eso es un comité de base del Frente, pero yo salí electo edil estando ahí y nunca tuve un problema, y todo el mundo sabía que era colorado.
Después seguí metiéndole al estudio y en eso sigo hasta el día de hoy. Hice la maestría en Ciencia Política —me falta la tesis—, una maestría en Administración, un posgrado en Marketing, cursos de Marketing Político, de Gestión del Cambio, de Periodismo Digital. Y trabajé en la revista Póliza, de seguros y finanzas, con Diego Martínez, con quien militaba en el partido; yo era periodista y secretario de redacción, y también escribí en publicaciones partidarias. Es otro oficio que tengo abandonado, tengo algunos artículos en camino y me invitan a escribir de portales.
Siempre tomé el estudio como un paso para alcanzar mis metas. La carrera la hice bastante rápido; tenía una beca del Fondo de Solidaridad que me ayudaba a llegar a fin de mes y comer, así que con gusto pago el Fondo.
Yo estuve hasta el 2013 viviendo en el asentamiento, hasta que fui diputado. No podía moverme por un tema económico, no tenía problema en vivir ahí y no tenía posibilidad de vivir en otro lado.
¿Cuál fue su primer trabajo?
Desde chico trabajé en casa. Otra de las cosas que hicieron mis padres, algo que es totalmente arcaico, era la recarga de encendedores. Fue su forma de ganarse la vida durante un tiempo, es decir, los recargaban y los iban a distribuir a los comercios, y yo participaba en algunas de las partes del proceso y en la comercialización. También trabajé desde chico en la construcción de la casa, porque es autoconstruida, y yo era el peón de mano de mi viejo. Un tiempo vendíamos Agua Jane y perfumol casa por casa. Y uno de mis primeros trabajos fuera de mi casa fue en un criadero de pollos a los 13 o 14 años, y yo tenía la muy grata tarea de sacar el estiércol de los pollos. Además, hacía alguna changa en el puerto y trabajé en una fábrica de cerámicas.
¿Cuándo se dio su vínculo más fuerte con la política?
Cuando tenía 16 años, en la campaña del 94. Yo no votaba, pero iba con un amigo más grande a un local de la 2000 en Paso de la Arena, íbamos a los actos. Después empecé a trabajar socialmente en la comisión del barrio, como te decía, para procurar la regularización, y ahí me fui metiendo, arranqué a tener reuniones con los ministros, con otras autoridades, y a agarrarle el gustito a eso.
¿Quiénes eran sus grandes referentes?
En realidad, comencé a leer bastante de batllismo, de krausismo, y lo que más me motivó fue la impronta batllista, de ser vanguardista, esa concepción filosófica del reformismo permanente y de mirar hacia adelante, de buscar en el exterior los mejores ejemplos, y no ese infantilismo en el que caen muchos hoy de decir que sos batllista si hacés lo que se hizo hace 100 años; eso es una estupidez, un anacronismo.
¿Lo dice por alguien en particular?
Lo digo por gente de adentro y de afuera, sobre todo, cuando se critica al Partido Colorado porque “perdió los valores batllistas”. Era otro mundo, estamos hablando de que en los últimos 100 años el mundo cambió 18 veces. ¿Me van a decir que tengo que hacer lo mismo de hace 100 años y si no, no soy lo que vos creés que tengo que ser? A mí nadie me va a venir a decir cuál es mi identidad, mi esencia. Entonces, me cautivó esa concepción de un Estado que se quiso modernizar a fines del siglo XIX y que iniciado el siglo XX encontró un modelo a seguir.
Mis referentes históricos son muchos, entre ellos, Artigas, Rivera, Joaquín Suárez, Varela, Batlle y Ordóñez. Hay una cantidad de muy buenos valores en la historia que por la centralidad que ha tenido el batllismo los hemos dejado más de lado y tenemos que rescatar, como Figari, Rodó, Brum, Amézaga y muchos más. Después, destaco la impronta de Luis Batlle, y Julio y Jorge, que hemos tenido la fortuna de disfrutarlos, de seguir teniendo a Julio María como un referente que está muy presente. De la contemporaneidad, empecé a militar con Diego Martínez, luego estuve en la fundación de Vamos Uruguay con Pedro, y con ambos hicimos amistad más allá de la política, y en la última elección estuve con Julio María.
Por otro lado, uno nunca debe tomar un referente al 100% porque todo el mundo tiene luces y sombras, entonces, no hay que encasillarse en alguien. Yo he estudiado mucho, por mi nombre, a Kennedy. Me lo pusieron por él, que tenía un montón de valores, pero también una cantidad de cosas negativas, como todos.
Hoy destacaba las oportunidades que le dio la educación pública. ¿En qué medida fue una forma de retribuir a la sociedad el dedicarse a la política?
La política es servicio y es algo que tenemos que reivindicar mucho. Por suerte nuestro sistema político tiene valores muy importantes. Si miramos a la región, tenemos un diferencial muy grande. De todas formas, mucha gente que no está en la política tiene una mala imagen del político, es parte de esa crisis de representación. Es una actividad como cualquier otra, donde hay buenos y malos, el tema es que los malos son notorios, o sea, a nivel de la prensa da más rédito si dos políticos se pelean que si acuerdan: “se acordó tal cosa” aparece allá abajo, “se enfrentaron” es tapa del diario. Pero sin duda es vocación, nadie viene a la política a hacer plata. Además, perdés horas de familia, los fines de semana estás militando, recorriendo el país, y no es fácil congeniar eso con lo familiar.
Luego de su pasaje por la Junta Departamental, llegó a la Cámara de Diputados en 2010. ¿Con qué se encontró en el Parlamento?
Todas las experiencias siempre implican aprendizajes. El pasaje por la Junta me gustó mucho, me permitió el contacto directo con los vecinos y eso tiene una riqueza espectacular de conocer el departamento, todos los problemas que hay en cada rincón, algo que es fundamental para un actor político.
El Parlamento es otra cosa, pasás de ser uno en 31 a uno en 99, entonces, el gran desafío es cómo hacer para diferenciarte, marcar un perfil, y hay dos caminos: el escándalo, que implica pelearte con otro, sea con el rival o con tu compañero, o ser un legislador activo que hace pedidos de informes, habla en la media hora previa, hace llamados a comisión, habla con las autoridades, presenta proyectos de ley. Yo fui por ese camino.
Elegí la Comisión de Constitución y Códigos, donde trabajamos temas bien importantes, porque en ese período estuvo la legalización de la marihuana, la ley del aborto, la reforma del Código Penal, las dos leyes interpretativas de la caducidad. A su vez, estuve en la coordinación de la bancada, y eso te da un manejo parlamentario porque tenés que negociar adentro y también con los otros partidos. Fue una buena experiencia.
En 2015 pasó a tener una tarea muy distinta como director del Banco de Seguros del Estado (BSE) en representación de la oposición, donde conoció la competencia en la actividad pública, algo que ha defendido notoriamente. ¿Cómo lo recuerda?
Fue un desafío importante haber estado en el directorio de una empresa pública en competencia, que en realidad son tres empresas en una: un hospital que atiende a los accidentados laborales con monopolio legal; la renta previsional, que es el pago de las jubilaciones a quienes se retiran por AFAP; y una cartera en competencia que son todos los otros seguros. Era una gestión muy enfocada en lo comercial. Yo era el director de la oposición, pero todo el directorio tenía claro que la empresa debía ser sólida. Era un rubro que yo ya conocía por mi faceta anterior de periodista, de estar en ese mundo, de conocer muchos actores. Es un sector muy cambiante, con nuevas coberturas que van apareciendo.
¿Cómo fue la propuesta de hacerse cargo de la Dirección Nacional de Energía?
Fue otro desafío. Yo fui a hablar antes con Sanguinetti y le dije: “Si va a considerarme para alguna posición, yo lo que no quiero es calentar asiento; me gustaría ir a un lugar donde haya cosas para hacer todo el tiempo”. Y cumplió con su parte, porque acá no pasa eso.
Yo tengo una gran ventaja y es que nuestro ministro (de Industria, Energía y Minería, Omar Paganini) es un tipo de la energía, entonces, enseguida nos pusimos de acuerdo en cuál era el rumbo y hacia dónde teníamos que ir. A los 10 días nos cayó la pandemia, como a todo el mundo, pero sabíamos que eso no podía servir de excusa para no hacer nada, sino que había que verlo como una oportunidad.
Ahí llegó el teletrabajo.
Exacto, explotó el Zoom, que yo ya lo conocía por estudios que había hecho. En el BSE habíamos empezado unos pilotos de teletrabajo y yo era hincha de esa modalidad. Es todo un desafío aplicarlo en el Estado, pero tiene muchas ventajas. Le planteamos a la organización que había que trabajar desde la casa y al principio eso generó fricciones porque no todos estaban acostumbrados, pero al tiempo se empezaron a ver las virtudes. Yo soy un convencido de que lo que tenés que cumplir es una tarea en tiempo y forma, porque al Estado le sirve que estemos acá produciendo, no sentados ocupando un espacio. Ahora estamos en un piloto de teletrabajo con la Oficina de Servicio Civil. Mis funcionarios vienen tres días a la semana y dos hacen teletrabajo, y no tengo quejas y el trabajo se cumple.
¿Cuáles son las principales metas de esta gestión?
A grandes rasgos, un objetivo es el funcionamiento del mercado eléctrico, y en los combustibles, la transparencia de toda la cadena y la búsqueda de eficiencia. Venimos desarrollando todo un trabajo desde lo micro, en el punto más pequeño de una localidad, hasta las grandes empresas que implementan medidas de eficiencia energética.
Otra meta es transformar la matriz de transporte, que tiene un montón de ventajas; una desde el punto de vista ambiental, no solamente de emisiones, sino también de evitar la polución sonora. Con esto se va a poder sustituir un energético que no tenemos, como el petróleo, que es caro, por uno que producimos acá, que es la electricidad, que es barato y ya está pago. A su vez, se va a generar un alivio para toda la gente y para la propia economía nacional. Y la otra ventaja es que se utilizan excedentes de la generación renovable.
En movilidad estamos trabajando fuerte en varios escenarios. El hidrógeno verde es una apuesta a algo que se va a concretar en unos años. Si bien ya hay algún emprendimiento que está en marcha y hay un piloto, la producción de derivados del hidrógeno va a ser algo más masificado en unos años, pero hay que ir dando los pasos para generar los aprendizajes.
Transformación energética: una visión compartida, pero con matices
La transformación de la matriz energética llevada adelante por los gobiernos anteriores ha continuado su camino en esta administración a través de lo que se ha denominado segunda generación de cambios. Consultado al respecto, Cantero explicó que existen diversas opiniones en relación al modo en el que se inició esta reforma, sobre todo, en la cantidad de generación de energía renovable producida, puesto que en el acuerdo multipartidario de 2010 se definió instalar entre 300 y 500 megavatios, pero la cifra terminó siendo el triple.
“La visión se comparte, pero se hizo tanto, tan de golpe, que se aceptó rígidamente un alto costo que hoy estamos pagando y lo seguiremos haciendo”, lamentó el jerarca. En ese sentido, sostuvo que, si se hubiese hecho de manera gradual, como estaba estipulado en ese compromiso, seguramente los costos habrían sido menores.
De todas formas, aseguró que se trata de una política de Estado, por lo cual no debería haber dos opiniones sobre hacia dónde hay que ir. “Nadie discute que tenemos que impulsar muchas acciones de eficiencia energética”, agregó.
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