Recientemente la artista y psicóloga Rasia Friedler fue galardonada con el Premio Leonardo Da Vinci, otorgado por la Lic. Daniela Rossi, presidenta del Consejo Internacional de las Naciones Unidas para las Artes y las Ciencias (Unota). El acto de premiación tuvo lugar en el marco de la sexta edición de Despertar de la conciencia ambiental. El reloj de la extinción, una muestra para sensibilizar, concientizar y movilizar sobre el cambio climático.
Hablemos de tu relación con el tema de esta distinción que acabas de recibir.
Me siento profundamente conmovida y agradecida al Consejo Internacional de las Naciones Unidas para las Artes y las Ciencias y a su presidenta, la artista y gestora cultural Daniela Rossi, por haberme otorgado esta distinción, tan valiosa como inesperada. Este premio es un galardón que se otorga a artistas con una trayectoria significativa y sostenida en el tiempo, que inspiran a quienes desean construir un mundo mejor desde el arte y la cultura. Los premiados son artistas que han hecho contribuciones destacadas en sus comunidades, dentro y fuera de fronteras.
Mi conexión con el arte es muy profunda. Muy temprano en mi vida descubrí que podía garabatear, generar metáforas y figuraciones en torno a los más variados focos de atención. Mi asombro ante el mundo es infinito. Mi sed de belleza también lo es.
Llevo una vida entera poniendo mi energía y pasión en la cultura. Es una práctica inseparable de mi ser más íntimo; una forma de salir de mí misma para descubrir a los demás.
La pintura que expuse en esta muestra se titula “Aún es posible” y es una metáfora de la urgente necesidad de actuar para hacer frente al cambio climático. La idea es inspirar a los espectadores a valorar el medio ambiente y a buscar formas de vivir de manera más sostenible. La obra pertenece al “Climate Change Art”, un género surgido de la crisis medioambiental.
“Artista multidisciplinaria y psicóloga uruguaya que explora la subjetividad humana a través de la fotografía, el dibujo, la pintura, el collage, el arte digital, y la escritura”. ¿Esta síntesis resume los caminos que transitas en pro de un objetivo artístico, profesional, social? ¿Qué significa el arte para ti? ¿Qué fin persigues con lo que haces?
El arte es, para mí, una forma de conocimiento simbólico de la realidad. Un instrumento de expresión, de conocimiento y de comunicación.
El arte me abstrae de la inercia cotidiana. Activa la sensibilidad, la empatía, la mente y los sentidos. Y eso es lo que busco en y con mis obras: fomentar la sensibilidad, la empatía y el fortalecimiento del lazo social para trazar un horizonte sostenible orientado hacia la convivencia pacífica. Contribuir a una cultura de la cooperación, de la solidaridad, del bien común.
En especial me interesa indagar en la subjetividad contemporánea, tan marcada por la tecnología, los medios de comunicación y las redes sociales. Busco propiciar la participación del espectador como constructor de sus propias narrativas. La idea es que mis obras hablen por sí mismas.
Vivimos en una era donde la polución icónica embota los sentidos, estamos inmersos en un flujo continuo de imágenes. Mi sueño, en ese sentido, es que mis obras puedan conmover al espectador y enriquecer su mirada para vivir de un modo más pleno, más digno y más intenso. Porque la vida, como dijera Antonin Artaud, es arderse con preguntas. Y es en ese sentido que quisiera que mis obras se vuelvan significativas.
La vida es un parpadeo, pero ese parpadeo puede ser una obra de arte.
¿Cómo fue tu formación? ¿Cómo fue tu ambiente familiar?
Crecí en una familia de clase media donde el trabajo era fundamental para el desarrollo personal y la supervivencia. En esa época –segunda mitad del siglo XX– se redujo la jornada laboral, lo cual permitió a los trabajadores disfrutar de más tiempo para las actividades culturales. Además, el concepto de cultura se fue ampliando.
Como hija de un periodista cultural y de una madre profesora de Física y Matemáticas, tuve la suerte de crecer en un ambiente familiar muy estimulante que habilitaba el pensamiento, la experimentación y la libre expresión sin temor al juicio. Mis padres me transmitieron una actitud positiva de afrontamiento y resiliencia frente a la adversidad.
La conexión táctil y emocional con los libros, y a través de ellos con sus autores, era muy intensa. Hasta hoy me gusta curiosear las bibliotecas, donde sea que estas se encuentren. Para mí, una biblioteca es algo vivo. Me ayuda a entrever las motivaciones, los valores y los desafíos de cada tiempo y lugar. Nuestra casa estaba tapizada de libros y repleta de música, especialmente clásica, que era nuestro pan de cada día.
Si tuvieras que nombrar tres artistas plásticos que te han inspirado, ¿cuáles serían?
No es fácil ya que son muchos los me han inspirado y me inspiran, pero para citar 3, mencionaré los siguientes: Vik Muniz por su trabajo de apropiación y transformación de las imágenes en el collage, Alex Katz por sus retratos minimalistas y Edward Hopper por la iluminación, los personajes y los entornos.
¿El humor está presente en tu obra?
El humor es antidogmático, permite mirar las cosas desde una perspectiva más amplia y ver el absurdo que merodea nuestra existencia. Ese enfoque me resulta indispensable para sobrellevar los problemas y encontrar alegría en lo más simple de la vida.
El canto también está presente en tu vida. ¿Qué cantas? ¿Te formaste profesionalmente? ¿Alguien en tu familia lo hacía?
Nací y crecí en un hogar pletórico de música. Mi padre estudió violín y se dedicó a la crítica de teatro, ballet y música clásica. Crear música con la voz es una forma mágica de expresar sentimientos y emociones. Es una de las vías de expresión más universales y primitivas que existen. En mi adolescencia y juventud estudié canto en Uruguay y en Inglaterra. La formación incluía respiración, vocalizaciones, técnica vocal e interpretación de obras musicales.
En Gran Bretaña solía cantar en los “folk clubs”, espacios dedicados a la música tradicional inglesa presentes en cada ciudad, un fenómeno que tuvo su auge en la década del 70 y sigue vigente en la actualidad. Guardo un hermoso recuerdo de aquellos años. Yo solía cantar canciones del folk inglés, canciones sefaradíes y otras del repertorio de Joan Baez, Judy Collins y otros intérpretes populares de la época. Más tarde, al involucrarme en la práctica del teatro espontáneo, incursioné en la musicalización en vivo de las escenas representadas a través de la improvisación. Actualmente canto de forma muy esporádica en encuentros de amigos y disfruto mucho de entonar canciones infantiles junto a mis nietos.
La escritura está presente y de manera destacada. Has publicado poesía, cuento breve, textos científicos y humor. ¿Cómo se relaciona esa producción literaria con la creación plástica?
El lenguaje contiene imágenes y las imágenes contienen palabras. Ambos están estrechamente relacionados y se realimentan mutuamente. Mientras pinto, dibujo o hago collage suelo tener ideas que se plasman en la escritura y viceversa. Una de mis pinturas se titula “Romeo y Julieta revisitado”, en alusión a la obra de Shakespeare, con la particularidad de que los amantes usan barbijo. Otra de mis obras es un collage titulado “Las mujeres de Chéjov”, desafiando su concepto de las mujeres como seres frágiles y sumisos.
¿Por qué se escribe?
Quizás para saber qué se siente, qué se piensa sobre uno mismo, y lo que se piensa sobre uno mismo también se es, de algún modo. La escritura es una gran pregunta que abre senderos en la realidad y más que reflejarla, la construye, la hace inteligible. Es un gran antídoto contra la fragilidad, contra el miedo a manifestarse, contra la arrogancia, la rigidez y la pobreza interior. Suele ser un pulso bastante fiel de los estados interiores y a veces, su fruto más sensible. Hasta por higiene mental convendría escribir algo cada día o al menos someterse a la emocionada agitación de la lectura que genera llamadas, líneas, trazos y frases intercaladas entre los textos. La neurosis hace al escritor, y escribir cura la neurosis. Hace falta expulsar las fantasías y las obsesiones, descubrir las carencias, darles una existencia independiente y dejar lugar a un tercero (lector, crítico, analista, etc.) entre el autor y el texto. No hay creación sin separación, sin desprenderse de algo de uno mismo. La escritura es una forma de externalizar, explorar, conocer, diferenciarse, descubrir, crecer y comprender, lo cual no impide que además pueda constituir un fin en sí mismo. Escribir permite explorar otros temas, escenarios y mundos, la subjetividad se amplía por el juego del lenguaje. ¿Y qué es la terapia sino un volver a contar a dos voces, un texto vivo reescrito en coautoría? ¿Qué es la terapia sino encontrar relaciones entre episodios aislados?
También es cierto que tomo la escritura como un campo de experimentación creativa entre otros. No lo considero necesariamente el más valioso ni el más accesible a todo el mundo, existen muy diversas formas de apropiación y de uso de nuestra herencia cultural. Es más, creo que para escribir desde las entrañas debe existir cierto espíritu de rebeldía, cierta incomodidad con el mundo. Hay palabras cautivas y palabras libres, hay quienes aguardan su destino y hay quienes lo construyen. Para involucrarse a fondo con la escritura es necesario tener la capacidad de convertir lo trivial en sugerente, un don que no es dado a todo el mundo. No hay ocurrencias geniales para quien no las sabe reconocer. Quiero decir que para mantener el pulso de la escritura no basta con coquetear con las palabras, hace falta recorrerlas como si fuera la primera vez, desnudar la verdad e implicarse a fondo con el deseo de escribir. Hay un salto entre un texto cualquiera y un texto literario, como lo hay entre un turista y un viajero. La poesía es para mí un acto de entrega, un contacto íntimo con sensaciones primarias, con la naturaleza y el universo.
¿Cuál fue el origen de SaludArte?
SaludArte es una intuición plasmada, mejor dicho, un largo sueño vuelto realidad. Es un punto de convergencia de experiencias e influencias muy distintas (el psicoanálisis vincular, el psicodrama, el teatro invisible, el teatro espontáneo, el Playback Theatre, el trabajo con niños hospitalizados a través de técnicas de clown, etc.). Durante muchos años desarrollé actividades artísticas en forma paralela a la psicología. Gradualmente y cada vez con más intensidad, las fui integrando. Considero al arte y al humor como fuentes inalienables de verdad y belleza, por lo cual me parecían vitales para el campo de la salud, en cuyo centro ubicaba la creatividad. Demasiado vitales como para hacerlas permanecer del lado de afuera, en un exilio resultante de la fragmentación de saberes. Dicho de otra forma: siempre hay algo más allá del sufrimiento y la enfermedad: algún placer olvidado, algún destello de alegría, algún talento desconocido, y ese “algo más” es lo que me propuse recuperar como centro.
¿Qué distingue a tu obra de la de otros artistas?
Seguramente quienes la aprecian lo podrán percibir mejor que yo.
Pero si tuviera que decir algo, se me ocurre no atarme a un único género pictórico, ni a un solo lenguaje artístico, ni a un solo material de trabajo, ni a una sola disciplina. Desafiarme continuamente con nuevas provocaciones estéticas, moverme continuamente de mi zona de confort. En ese sentido, podría decir que mi estilo es no tener ninguno.
Nota: Las preguntas 8 y 9 fueron citadas por la propia entrevistada de una Entrevista publicada en la revista Hoja de Psicodrama, de la Asociación Española de Psicodrama. Barcelona, España, que le hiciera Edelyn Schweidson