A Verónica Menezes en la feria Tristán Naravaja la conocen todos, por su carácter decidido de ayudar a los feriantes que lo necesiten, actitud que asume con naturalidad, porque es lo que le sale de adentro.
En el libro ‘Así en la feria como en la vida. Historias de Tristán Narvaja’, Ricardo Cozzano, el autor, se detuvo a ponderar la labor de Verónica en la feria. Ricardo aseguró que ella “ejerce en la Feria, sin proponérselo, una clara posición de liderazgo. Si por liderar se entiende la capacidad de gestionar, convocar, promover, incentivar, motivar…, ella la tiene. La Feria es el ámbito espacial donde ella ejerce su actividad de «agente social». Pero no se trata de encasillarla en una definición técnica, la que ella misma rechazaría. Verónica no se mueve por otra cosa que por su deseo de ayudar a los que menos tienen. Su recompensa es una sonrisa, una mirada amable, o tal vez una palabra. Todos la conocen y la respetan, porque ella es compasiva y generosa, pero se hace respetar aún en situaciones muy difíciles”.
En el libro Verónica contó que su vocación de ayudar viene desde niña, cuando a un amigo se le prendió fuego la casa y decidió ayudar a conseguir víveres para la familia. Casualmente, un día antes de conversar con ella, tuvimos que posponer la entrevista porque estaba socorriendo a un vecino que se le incendió la casa, afortunadamente solo con pérdidas materiales. Y allí estaba ella, apoyando a quienes la necesitaban. Dice que Tristán es una familia, y siente especial empatía con las feriantes madres de familia que generalmente son quienes más requieren ayuda.
“En la feria dicen que soy la asistente social, pero yo no estudié eso, terminé el liceo, hice primero de abogacía, dejé, y me volví feriante” nos cuenta Verónica y agrega “tengo ese costado social desde chica, cuando acompañaba en el merendero, y bueno, ahora con la crisis apoyo más, aunque siempre estuve ayudando en la feria. Es como un hobbie” describe.
¿Cómo te empezaste a vincular con la feria?
Era chica, cumplí dieciocho años, estaba saliendo del liceo, y una amiga me dijo para ir a vender ropa a la feria. Fui, y sentí que era mi lugar en el mundo, y le dije a mis padres que no iba a estudiar más, ‘me voy a dedicar a la feria’.
¿Actualmente continúas trabajando en la feria?
Si, sigo siendo feriante. Un domingo sin Tristán para mí es un día triste, no puedo estar sin ir a la feria. Yo estuve embarazada y fui a la feria, el domingo me sentí mal y me fui para casa, mi hija nació el lunes y el siguiente domingo ya estaba de nuevo. No me acuerdo haber dejado la feria, es mi lugar.
¿Cómo fue el proceso de arrancar a tener ese rol social activo?
Mira, en la feria más que nada fue porque tenemos muchos feriantes que no tienen ni la escuela terminada, que van porque aparte de que se volvió su medio de vida ir a Tristán Narvaja, es la única forma que tienen de sobrevivir, la plata no les da, y más ahora cuando viene todo lo del covid. O sea que o los ayudamos, o los ayudamos, no había mucho para pensar. Había que ayudarlos, porque se vio bravo, muchos no pudieron ir a armar, tenemos mucha gente mayor, que había que apoyarlos, y como yo ya venía haciéndolo, y sabía más o menos de merenderos y de ollas populares, empezamos a gestionar ayudas para los feriantes.
¿Cómo gestionaron las ayudas?
Empezamos a hablar con la intendencia, con gente que en ese momento juntaba alimentos y los donaban, para empezar a armar canastas y ayudar a los feriantes más necesitados. La Intendencia nos dio canastas, y de esas canastas los feriantes nos devolvían los productos que no usaban, como la leche en polvo, que a su vez la donamos a los merenderos. Siempre decimos que nadie es tan pobre que no puede ayudar a otro, de alguna manera u otra siempre vas a poder ayudar a alguien más.
En el libro ‘Así en la feria como en la vida’ se habla de la feria como una gran familia, es una familia enorme…
Si, obvio, te encontras con todo. Viste que tiene su mística, eso de que cada uno puede ir, pararse en una esquina y tocar su guitarra, o sacar la ropa que tiene en su casa y ponerse a venderla. Es una mística que ninguna otra feria tiene. Y también que te podes encontrar abajo de cualquier trapo a alguien que sabe y te enamora con lo que sabe, cualquier librero, o cualquier anticuario. Es increíble. Tenes gente que te puede hablar de muchas cosas que te deja enamorado. Me encontré con historias, y me volví parte de esas historias.
Yo justo llegué a la calle Paysandú y Tristán Narvaja, para mí el corazón de la feria, y los feriantes que habían ahí eran todos mayores, éramos los más chicos, y nos hicieron parte, y fuimos conociendo personajes de la feria. Tenemos feriantes como Ricardo (quien escribió el libro), que el tipo nació en un cajón.
El ser una familia tan variopinta la tarea se complejiza, ¿hay posibilidad de institucionalizar esa ayuda?
Sale espontáneamente en realidad la ayuda. Pero estamos tratando de darle forma para poder ayudar a más gente, hay que buscar algo más formal. Nosotros tenemos un colectivo formado, la feria tuvo la Asociación de Feriantes de Tristán Narvaja, que ahora se está tratando de resurgir para tener un marco legal, una personería jurídica, y ahí poder tener un marco para conseguir ayuda más institucional. Así vamos a poder conseguir más cosas y ayudar a más feriantes.
La idea es similar al Colectivo cultural de la feria, del que participa Ricardo.
Correcto.
Justamente con él comentamos esa mística tan especial que tiene la feria.
Si vos sos feriante, para mover tu carpa necesitas cuatro personas, para entrar necesitas que alguien te mueva o la pata de una carpa o un cajón, o sea que eso hace que vos siempre tenes relación con todos los de alrededor. Tenes que tener buen relacionamiento con mucha gente, porque estas ahí, uno al lado del otro, no tenes un pared que te divida con el de al lado, ni con el de enfrente.
También desde el hecho de hablar, de gritarle al otro ‘che no se vende nada’, o yo tengo un feriante conocido que siempre dice ‘che nadie abrió la tranquera en 18’ cuando no pasa gente, lo dice hace mil años, o un relojero que prende el tititi tititi de los relojitos. Todo con mucha gracia, o uno que vende paraguas que cuando los empieza a abrir empezamos a decirle de todo, porque asumimos que él saca los paraguas, los abre, y empieza a llover. Todo eso, que para mucha gente no representa nada, para nosotros hace parte.
El acervo cultural existente en Tristán es muy importante…
Sí, y en una cultura tan rica como la uruguaya. Yo camino la feria todos los domingos con Ricardo, y ayer llegábamos lejos, a la calle 9 de abril, que a mí me encanta nombrar para mostrar lo grande de la feria y lo lindo que es. Allá encontramos a un hombre cantando tango con su guitarra, sobre la vereda, con muchos espectadores alrededor, tomando vino, era una imagen de una postal, perdido en la feria en un rincón, no estaba cantando para nadie sino que para él y sus amigos, es riquísimo, no se encuentra en ningún lado.
¿Esa recorrida la haces todos los domingos?
Sí, desde que llegué a la feria la recorro. Un día por un lado, otro por otro, pero la recorremos. Conoces a todos los feriantes y todos los feriantes te conocen a vos. Con todas las culturas que tenemos. Yo creo que es el único lugar donde, desde hace años, Tristán Narvaja tiene las mil maneras que hay de amar a alguien. Ahí te podes encontrar de todo. Y eso es increíble, en Tristán Narvaja coinciden todos. A la vuelta de mi puesto había un feriante de ochenta y pico y al lado yo de veinte. Podes ir con tu padre, madre, hermano, abuelo.
Todos los uruguayos estamos obligados a conocer Tristán, creo que mucha gente que es del interior también tienen como un paseo el hecho de conocer y pasear por la feria, y los montevideanos lo tenemos como una parte importante de la cultura local. Y siempre salis habiendo comprado o comido algo rico.
Un oficio para la vida
“Yo he llevado a todos mis sobrinos, cumplen doce años y los llevo a trabajar en la feria, y aprendieron a estar con el público, a cargar, a descargar, a ordenar un puesto de feria. Y todos hoy en día son hombres, trabajan y estan estudiando medicina, otro economía, y otro mecánico naval” comenta Verónica Menezes. “En este momento están yendo otros dos que están terminando el liceo, y eso no se les va a ir nunca, aprendieron muchísimo, todo lo que aprendes en la feria es increíble”.
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